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Internacional

El dilema Wal Mart


La Jornada

Wal Mart tiene una posición privilegiada en el sector del comercio al menudeo y medio mayoreo en Estados Unidos y muchas otras partes del mundo, como México.
Esta empresa tiene una gran ventaja en el mercado debido a la concentración que deriva de su enorme tamaño, o sea, de la gran proporción que representa de las operaciones en ese sector. Esto la ha convertido en la empresa más grande de Estados Unidos por el valor de sus ventas.
Wal Mart defiende airadamente su caso, sobre todo porque ofrece precios más bajos que significan un beneficio a los consumidores. Lee Scout, presidente y ejecutivo en jefe de la corporación sostuvo el pasado mes de febrero que la empresa les ahorra a los consumidores de Estados Unidos más de 100 mil millones de dólares anualmente, lo que le convierte en un agente negociador para una enorme cantidad de familias de bajos y medianos ingresos (ver www.walmartfacts.com).
Ofreció también otros datos que parecen muy contundentes. Tan sólo en California, donde planean extender sus operaciones, Wal Mart emplearía en un año a más de 65 mil personas, pagaría más de 657 millones de dólares en impuestos sobre las ventas y otros 114 millones en impuestos estatales y locales. Además, generaría una demanda a más de 4 mil empresas del estado del orden de 15.2 mil millones de dólares que generarían 286 mil puestos de trabajo adicionales. Y, por si fuera poco, haría donaciones a distintos grupos por más de 11 mil millones.
El asunto ha desatado un amplio debate sobre el efecto que Wal Mart tiene en la economía: por la presión que ejerce sobre sus proveedores para reducir los costos, el desplazamiento de los establecimientos de menor tamaño y de proveedores locales en favor de otros en China e India y, sobre todo, por su política salarial y de empleo que es muy cuestionada (ver The Wal Mart Manifesto en la red, especialmente el artículo de Timothy Noah).
El dilema que plantea Wal Mart está en los efectos contradictorios que provoca, por un lado al beneficiar a los consumidores con menores precios y, por el otro, con las repercusiones adversas sobre las condiciones de trabajo y las formas de vida comunitarias.
Este dilema ha sido bien expuesto por Robert Reich profesor de economía de la Universidad de Brandeis y secretario del trabajo en el gobierno de Bill Clinton. Como consumidores, dice Reich (ver www.robertreich.org), exigimos a las empresas menores precios por todo tipo de productos, pero al mismo tiempo eso provoca una presión a la baja sobre los salarios y los beneficios laborales. Y mientras conseguimos más productos de otras partes del mundo imponemos presiones sobre nuestras propias comunidades en términos de empleo y oportunidades.
Queremos comprar en Wal Mart pero no necesariamente nos gustan los efectos que eso produce. El caso es que somos al mismo tiempo consumidores y ciudadanos y nuestras decisiones en el mercado no expresan de manera completa los valores que defendemos como trabajadores y miembros de la sociedad. Los precios de venta de los productos no expresan los precios que pagamos como ciudadanos. Por eso se necesitan leyes y regulaciones que hagan más compatibles nuestras decisiones de consumo y de tipo social. El dilema Wal Mart está impuesto entre las mejores condiciones de consumo y la preservación de los empleos y de las formas de vida. El balance es difícil, pero no puede eludirse indefinidamente.