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Europa

Walesa y la conversión de Polonia

Xulio Ríos*

¿Por qué Walesa fue Walesa? Al electricista de Gdansk se le ha presentado días atrás como el gran héroe que había iniciado el derrumbamiento del edificio del socialismo real en los países de la Europa del Este. Polonia fue, en efecto, el primer país del Tratado de Varsovia en ser presidido por un demócrata, liberal y anticomunista como Tadeusz Mazowiecki. Fue también el primero en probar los efectos de la "terapia de shock" para transitar de una economía planificada a otra de libre mercado, ideada, entre otros, por Jeffrey Sachs (ahora reconvertido en una voz crítica contra las políticas anti pobreza del FMI), y que, desde el primer momento, derivó en una traumática pauperización absoluta del país y de sus gentes, que tardaría más de una década en iniciar la remontada.

Los desafectos y las crisis sociales en Polonia entre el régimen y buena parte de la sociedad se iniciaron al poco de establecerse el poder del POUP (Partido Obrero Unificado de Polonia). La rigidez de un modelo, el soviético, que frenaba toda tentativa de adecuación a las particularidades nacionales, tan acentuadas en Polonia, nutría un descontento que emergió en numerosas ocasiones, esencialmente a partir de 1956 en adelante, unas veces aprovechando los titubeos temporales de sus desconcertados dirigentes y otras simplemente como resultado de la insatisfacción más directa y profunda.

Una larga historia de desencuentros

La primera denuncia y oposición crítica formal a aquel sistema provino de figuras como Karol Modzelewski o Jacek Kuron, autores de la Carta Abierta al Partido –del que fueron rápidamente expulsados para ingresar en la cárcel- en la que denunciaban las graves taras del socialismo burocrático. Kuron sería ministro de Trabajo con Solidarnosc y acabaría enfrentado, como muchos de los dirigentes del movimiento nacido en los ochenta, a un Walesa cegado por la ambición y el conservadurismo más recalcitrante.

En los años sesenta y setenta, sucesivas crisis sociales involucraron directamente al movimiento obrero, referente único en la región de una persistente disidencia de masas. De la mano de Kuron, entre otros, nacía el KOR (Comité de Defensa de los Trabajadores) en 1976, para prestar apoyo y asistencia jurídica a los perseguidos por el régimen por participar en huelgas laborales. El KOR fue el primer germen de autoorganización de la clase trabajadora polaca, y desembocaría dos años más tarde en la formación del Sindicato Libre de la Costa en Gdansk, antecedente directo de Solidarnosc, que agruparía prácticamente a toda la oposición, de derechas y de izquierdas, terrenal y divina.

Este contexto interno, con un régimen acartonado y desbordado a un tiempo por las protestas populares y por la obediencia debida a un monolitismo soviético que no dejaba margen alguno para experimentar soluciones propias (la famosa soberanía limitada); el apoyo de la Iglesia católica, referente clave en la vida polaca en tiempos de dificultades, liderada entonces por un Monseñor Glemp muy activo; y el alborozado apoyo internacional del bando bueno de la guerra fría, establecieron una convergencia inédita.

La rebelión y el desencanto de Solidarnosc

La rebelión polaca tenía como principal sujeto al propio movimiento obrero. No se trataba de un grupo de intelectuales sin predicamento, de un pequeño grupo de disidentes ahogados en sus propias discusiones y sin apenas proyección en una sociedad desmovilizada y ocupada por el poder. Rápidamente se comprendió la trascendencia de la protesta: nadie mejor que un trabajador para deslegitimar, dentro y fuera, el discurso pretendidamente emancipatorio de aquel socialismo. Un intelectual como Kuron nunca tendría la misma credibilidad, ni presentaría la misma docilidad reaccionaria. Walesa convertía las manifestaciones en procesiones y se operaba el milagro: Ronald Reagan o Margaret Thatcher apoyaban las reivindicaciones de los obreros... polacos, mientras despedían y reprimían a los empleados de las líneas aéreas o a los mineros del carbón.

Solidarnosc es un referente aún en la vida polaca, pero hace años que dejó de ser lo que era. Hace tiempo que los antiguos sindicatos oficiales, OPZZ (Acuerdo Nacional de los Sindicatos Polacos), cuentan incluso con más afiliación, un duro golpe para quienes blandieron por doquier sus diez millones de afiliados del mejor momento de Solidarnosc.

En lo político, el propio Walesa se había encargado a partir de 1990 de reventar el movimiento en mil pedazos con el único propósito de satisfacer su propia megalomanía, como significó en su momento Adam Michnik, el director de Gazeta Wyborcza y también opositor al régimen del POUP. Eso, en parte, puede explicar que en estas conmemoraciones el electricista de Gdansk estuviera acompañado de muchas autoridades, nacionales y extranjeras, pero de pocos compañeros de fatigas de Solidarnosc. Al fin y al cabo, fueron los suyos quienes acabaron con los astilleros donde había nacido la reivindicación católico-proletaria del capitalismo. ¡Díos mío!, que diría Wojtyla.

* Xulio Ríos es Director del IGADI (Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional)