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Europa

Ucrania tiene un color especial

J. M. Álvarez
Insurgente

Se veía venir. La llamada Revolución Naranja no iba a mejorar las condiciones sociales o económicas de Ucrania. El papel de los "naranjitos" solo consiste en hacer oposición a Rusia y lograr que los países de la antigua Unión Soviética se dispersen y pasen a convertirse en Estados vasallos, subordinados al Imperio. El equipo naranja ocupó el poder en Ucrania, de la misma manera que lo hizo la marioneta de Georgia (de quien dicen las malas lenguas que Soros le paga el salario), es decir, gracias a la intervención de Estados Unidos, y sus siervos de la Unión Europea, con la intención de aislar a Rusia para imponer su proyecto de hegemonía mundial.

Es imposible que Estados Unidos, la sociedad más corrupta y decadente del mundo, apadrine a un solo Gobierno honrado en todo el planeta. Los anaranjados de Ucrania no iban a ser una excepción y, como era de esperar, han comenzado a aflorar los chanchullos y las puñaladas por la espalda.


A finales de julio pasado, saltaba el escándalo de que el hijo del presidente ucraniano había registrado a su nombre los derechos de todos los emblemas generados por la "revolución", como son las bufandas y las camisetas, derechos que generaron grandes beneficios, los cuales fueron a parar al bolsillo de Yushchenko júnior. Con ese dinero, el retoño del presidente, adquirió un vehículo marca BMW, valorado en cien mil euros, y un teléfono móvil de platino, valorado en cuatro mil. Es imposible que "papi Yuschenko" no conociera las maniobras de su vástago. Evidentemente el muchachito es un alumno aventajado de su progenitor.


Tras un paréntesis de tranquilidad, la banda de ladrones instalada en el Gobierno de Kiev ha vuelto al primer plano de la actualidad. Sólo ocho meses han tardado los dirigentes de la Revolución Naranja en arrojarse los trastos a la cabeza y acusarse mutuamente de bandoleros. Ahora el problema son las famosas "reprivatizaciones" de las empresas estatales que fueron privatizadas en su día por Leónid Kuchman. Esta segunda privatización, ha generado la codicia de Poroshenko y de Yulia Timoshenko, a la que llaman la "Pasionaria" (será debido a la pasión que siente por el poder).Ambos personajes eran considerados los pilares fundamentales del Gobierno de Yuschenko, pero discrepaban sobre quien, o quienes, iban a recibir unas empresas, a precio de saldo y en bandeja de plata. Poroshenko las quiere para su clan, pero la "Pasionaria" tiene otros planes.

Yulia Timoshenko, ahora ex primera ministra, se dedicaba a criticar a los oligarcas locales, pero no porque sea su enemiga, sino por los cantos de sirena que le llegan de Occidente. En consecuencia, terminó por enemistarse con Poroshenko, pero éste, que había financiado parte de la campaña electoral de Yuschenko(la otra parte la financió Estados Unidos)no podía tolerar sus criticas ni iba a arrojar la toalla. La Timoshenko, considerada una mujer de ideología liberal, es partidaria de profundizar la economía capitalista neoliberal, esa economía que hace "felices" a los pueblos. Para ella, las empresas deben ser regaladas en su totalidad a las multinacionales norteamericanas. De esa manera, la "Pasionaria" mataría dos pájaros de un tiro: obtendría un buen pellizco y el plácet político del Imperio para cuando éste se deshaga de Yuschenkov.

Mientras que en Rusia se ironiza sobre la situación, los oligarcas estadounidenses-a esos sí que no los critica la "Pasionaria"- están esperando con atención el desarrollo de los acontecimientos. Por si acaso Yulia Timoshenko ya ha anunciado que creará un partido político para volver a engañar al pueblo ucraniano y seguir chupando del bote en un futuro próximo. El problema radica en saber si, ese futuro le llegará, o se quedará por el camino, obstaculizado por el desengaño popular.

Las acusaciones de corrupción, lanzadas por el ex jefe del Gabinete Presidencial, Alexánder Zinchenko, desencadenaron las medidas tomadas por Yuschenko que se ha dedicado a destituir a diestro y siniestro, demostrando los niveles despreciables a los que ha llegado un Gobierno, cuyo compromiso era luchar contra la corrupción.


La basura salpica a quien la regó. Víctor Yuschenko, vendido a Estados Unidos por un plato de lentejas, y que llegó a condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU-, despreciando la asistencia solidaria y desinteresada que La Habana presta a los niños afectados por el accidente de Chernobil-, recoge lo que ha sembrado: porquería

El viceprimer ministro ucraniano, que también ha dimitido, afirmó que "unos roban y otros dimiten". Efectivamente, Víctor Yuschenko- que no se va ni con agua caliente-, y la nueva camarilla de "naranjitos" que surja de esta crisis, seguirán robando hasta que dejen de ser útiles para Estados Unidos.


Dice una canción que" Sevilla tiene un color especial, sigue teniendo su duende y sigue oliendo a azahar". Es evidente que Ucrania no es una ciudad- y mucho menos Sevilla- pero también tiene un color especial, el naranja, tiene a un ladrón- que no un duende- llamado Yuschenko, y sigue oliendo a corrupción, como siempre. Naranja es el color de los sinvergüenzas instalados en el Gobierno de Ucrania