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Europa

Es imposible garantizar seguridad

Editorial de GARA        

A las dos semanas de los terribles atentados del pasado 7 de julio, Londres volvió a ser objeto de otro ataque coordinado, en el que de nuevo estallaron tres artefactos en otros tantos vagones de metro y un cuarto en un autobús urbano. En esta ocasión no hubo víctimas mortales, pero todavía queda por aclarar totalmente si se debió a la pequeña carga de las bombas o a que éstas fallaron. En cualquier caso, la Policía sostiene que la intención de los atacantes era matar, aunque no lo consiguieron. Sin embargo, lo que sí lograron es extender a la población londinense la idea de que puede volver a ser atacada en cualquier momento, al tiempo que le demostraban su vulnerabilidad a pesar de la adopción de férreas medidas de seguridad.
Tras la matanza del 7 de julio, el Gobierno de Tony Blair impulsó una reacción en un doble sentido. Por una parte, el endurecimiento de las denominadas medidas antiterroristas, con el consiguiente recorte de libertades civiles. Un proceso que había comenzado a poner ya en marcha y que esperaba intensificar en las próximas semanas.Por otra parte, se había activado en la sociedad un movimiento de plantar cara a un enemigo invisible, en base a mensajes públicos que señalaban que éste no iba a destruir el modo de vida occidental, al tiempo que se invitaba a los individuos a portar mensajes como no nos asustáis no nos dais miedo. Es decir, se había optado por cohesionar a la sociedad británica en la defensa de un ideal abstracto, probablemente para hacer más llevadero el recorte de sus derechos.
Y, junto a todo ello, el Ejecutivo de Tony Blair intentaba negar lo evidente, la relación de los atroces atentados del 7 de julio con la invasión, ocupación y matanzas de Irak, que señalaban incluso sus propios servicios de inteligencia y agencias de análisis y estudios. Atentar indiscriminadamente contra el transporte público, en hora punta y con la plena voluntad de causar el mayor número de muertes es un acto inhumano que carece de justificación, pero no quiere decir que no existan unas causas que sirvan de caldo de cultivo para ese tipo de actos.
Tony Blair equivocó la respuesta al 7-J.
Ayer estuvo a punto de enfrentarse a otra tragedia. Ni los controles de móviles y e-mails, ni los cierres de fronteras, ni la persecución de sospechosos evitaron cuatro nuevos atentados. La seguridad absoluta es imposible de garantizar. Por eso resulta conveniente ir a la raíz de los problemas, para tratar de intentar, al menos, minimizar sus consecuencias. -