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Europa

De las cárceles a la lucha callejera

Elias Letelier

En Turquía, el combate político por la libertad, la justicia y la democracia es una lucha de larga historia y pasa inevitablemente por el frente de las prisiones, donde, lejos de detenerse, la lucha se centra frente a los muros y asume una dimensión ejemplar. El Estados turco lo ha comprendido y ha continuado llevando su opresión hasta estos lugares, intentando por todos los medios romper la resistencia de los prisioneros políticos al esforzarse en mantener un sistema penitenciario basado en el aislamiento como metodología regulatoria de la conducta.
Los acontecimientos acaecidos en la cárceles de Turquía son una trágica ilustración y llaman a todos quienes comparten los principios fundamentales de los derechos de la humanidad a informarse sobre las condiciones de detención de los prisioneros políticos y a condenar el degradante estado turco.
Las luchas en las prisiones de Turquía.
Hay más que seis mil prisioneros políticos en Turquía, una cifra que resume la importancia de su lucha y sobre todo el peso que representan para un estado determinado a mantener su modo de gobierno dictatorial y su política de opresión generalizada.
Desde dos décadas, estos prisioneros políticos han sido la vanguardia del combate por la democracia en este país y es un combate que el estado turco quiere ganar. La historia de las prisiones de Turquía es una lista interminable de tragedias donde el horror y la barbarie son una expresión de salvajismo humano. Alemdag, Aydin, Ümraniye, Diyarbakir, Metris, Ulucanlar y otras, son, más que prisiones, lugares de muerte donde se pudren seres humanos. Es un ámbito en que reina la arbitrariedad, la tortura y el homicidio, pero donde los prisioneros políticos han sabido conservar un mínimo de identidad y vida.
En efecto, las estructuras penitenciarias actuales se componen de dormitorios colectivos que acomodan a muchas decenas de prisioneros, lo que les permite desarrollar un estilo de vida solidaria y comunitaria que preserva un mínimo de humanidad y dignidad en el seno de un universo despiadado. Agrupados, son menos vulnerables y pueden defender su palabra; dos aspectos que son inadmisibles para la dictadura que ve en ellos una traba a su poder. Los prisioneros políticos sólo tienen su vida para oponer y desde hace veinte años esta lucha está sembrada de motines, huelgas del hambre y protestas a las que han contestado represiones y matanzas. Estos últimos años han sido señalados por dos acontecimientos importantes directamente ligados a la política carcelera de Turquía.
En el verano 1996, por ejemplo, una larga huelga del hambre arrastró a la muerte a 12 prisioneros políticos y ha perjudicado la vida a numerosos más, pero ese sacrificio hizo retroceder a las autoridades. En el septiembre de 1999, una operación de las fuerzas especiales turcas, contra los prisioneros de la prisión de Ulucanlar en Ankara, que ocuparon un dormitorio, tuvo como resultado, después de la ingerencia paramilitar del gobierno, la matanza de diez prisioneros y de otros gravemente heridos, pero el horror suscitado no bastó para hacer desistir a los prisioneros y provocó la retirada de las autoridades.
Estos dos tipos de acontecimientos se han encontrado asociados. Al final de septiembre de 2000, un centenar de prisioneros inicia una huelga del hambre ilimitada, la que califican de "ayuno a muerte", para oponerse a otra reforma carcelaria. El 19 de diciembre del 2000, el gobierno turco realizó una operación combinada de la policía y el ejército, en 20 prisiones, efectuando una arriada que concluyó con decenas de presos políticos muertos y centenares de heridos.
El estado turco intenta modificar sin embargo las estructuras de este último bastión resistente a su política carcelaria. Así ha concebido y dado a luz el proyecto de prisiones de Tipo F contra los que se han batido y muerto muchos prisioneros políticos.