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Europa



Rusia: sobre las alianzas políticas en la revolución que viene

Vladimir Filin
Pravda-info
Traducido para Rebelión Por Andrés Urruti

En los círculos de la oposición de izquierda en Rusia prosigue la discusión en relación a las "revoluciones naranjas" en el espacio postsoviético. Normalmente ese debate desemboca en la discusión de la cuestión de la oportunidad de la colaboración de "rojos" y "anaranjados" en la propia Rusia en su lucha coincidente contra el régimen.
Este tema se ha convertido en materia de debate incluso en uno de los últimos presidiums del CC del PCFR (Nota del Traductor: Comité Central del Partido Comunista de la Federación Rusa). Pero quien más capazmente ha formulado el problema ha sido, desde mi punto de vista, el conocido politólogo y destacado colaborador del Instituto de Problemas de la Globalización, el académico Antón Surikov, en la reunión celebrada en Moscú, los días 16 y 17 de abril, del primer Foro Social.
En su intervención incluía la tesis de que la futura revolución en Rusia, como la de 1917, deberá suceder en 2 etapas. En la primera se resolverán los problemas de democracia general, previéndose la liquidación del régimen antipopular, que representa, en sí mismo, un mal absoluto. Y es en la lucha contra ese mal que se agudiza la necesidad de la consolidación de todas las fuerzas de la oposición: "rojos", "verdes" (es decir, los musulmanes de Rusia) y "anaranjados" (los liberales, cuyo candidato, desde hace poco tiempo, parece ser el antiguo primer ministro, Mijail Kasyánov). En ese escenario, los iniciadores de dicha consolidación debieran ser, precisamente, los "nuevos rojos".
La comprensión de lo anterior se hace evidente. Así, en el Foro Social, el director del Instituto de Problemas de la Globalización, Boris Kagarlitsky, recordó la genial tesis leninista de la hegemonía del proletariado en la revolución democrática.
Después, una vez derrocado este régimen criminal, puede empezar la segunda etapa de la revolución. Como certeramente lo expresaba Vladimir Ilich Lenin, debe ocurrir el tránsito de la revolución democrático-burguesa a la socialista. Es decir, las fuerzas revolucionarias de izquierda (analogía actual de la guardia leninista de los bolcheviques, que , en un plazo muy corto de tiempo, saltaron, plenamente desarrollados, a la escena política rusa) deberán tomar el poder del estado. En las condiciones actuales será preferible hacer esto a través del mecanismo de unas elecciones libres. Tras lo cual, una vez llegados al poder, los "nuevos bolcheviques" deberán devolver al pueblo la propiedad que se le ha robado y depurar con severidad la autoproclamada "élite yeltsinoputinista", alzándose en su lugar y resolviendo de paso la tarea principal de la revolución socialista.
A día de hoy, cuando la revolución sólo empieza a aproximarse, a nosotros, los que formamos la red de las fuerzas reales de izquierda, nos es necesario acelerar la formación de una ideología propia basada en el desarrollo del marxismo-leninismo adaptado al siglo XXI. Ante todo, debe ser una ideología de clase, una ideología de internacionalismo socialista, donde no habrá sitio para fenómenos (generados hoy en día por el Kremlin) tan repulsivos como el antisemitismo, el imperialismo, la xenofobia y el fascismo. Por otro lado, deberá ser una ideología que prevea la confiscación incondicional y sin indemnizaciones de toda la propiedad de la oligarquía. Siendo esto así, recordando las lecciones de la NEP leninista (N del T: Nueva Política Económica, seguida por el gobierno soviético en los años 20), debemos también, por todos los medios, apoyar las empresas medias y pequeñas no oligárquicas, liberándolas de la arbitrariedad burocrática y de la extorsión de la violencia. Tampoco habría que negar la posibilidad de otorgar concesiones a los extranjeros - Vladimir Ilich Lenin consideró esto muy seriamente. Será necesaria la ruptura de la máquina estatal del régimen antipopular, la supresión de la policía de Putin, la depuración total y renovación radical de los cuadros en todos los niveles del poder y la administración. Finalmente, Rusia deberá ocupar el lugar que merece en el proceso revolucionario internacional, en la lucha del mundo de los pobres contra el de los llamados "mil millones dorados" (N del T: término para referirse a las poblaciones de los países capitalistas desarrollados, que suponen 1/6 de la población mundial; incluiría a USA, Canadá, Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Israel). Nos corresponde intentar ser una alternativa a Occidente, no parte de él, lo que de todos modos nunca llegaremos a ser.
Junto con la ideología, debemos ocuparnos de las cuestiones de la táctica revolucionaria. Y también aquí el genio de Lenin nos puede servir como referencia. Por ejemplo, en las cuestiones de las alianzas políticas con los musulmanes y los "anaranjados"en el umbral de la revolución democrático-burguesa, o sobre la colaboración con Kasyanov, Nevzlin, Berezovsky, Saidullayev (N del T: políticos y empresarios, más o menos ligados, a veces enfrentados al actual régimen ruso) ,como alternativas al régimen criminal. Definiendo la posición respecto al Caúcaso, sobre la lucha con el llamado "terrorismo internacional", no hay que perder de vista la genial tesis de Lenin en 1914 sobre la "derrota en la guerra", sobre la transformación de la guerra imperialista en guerra civil". Por lo que respecta a las cuestiones financieras, es igualmente imposible no acudir a Vladimir Ilich, el cual supo aprovechar hábilmente en interés del proletariado la estupidez de cualquiera que fuera posible: desde Savva Morozov (N del T: capitalista ruso de finales del s. XIX-principios del s. XX) hasta la camarilla militarista alemana. Hoy en día nos es necesario aprender de Lenin. Lenin, estoy profundamente convencido de ello, será aún más actual y necesario en el siglo XXI que en el XX. Todas las técnicas "naranjas" de la actualidad son apenas un triste plagio de los métodos y práctica del líder del proletariado internacional.
Así que la revolución es inevitable. ¡Se aproxima y nosotros estamos simplemente obligados a vencer¡