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        Europa | 
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La "Europa" (fortaleza y securitaria) a la deriva 
Ramón Fernández Durán 
"Argus era un monstruo de la mitología griega que tenía 100 ojos, y siempre 
estaba vigilando; la mitad de los ojos permanecían abiertos mientras dormía. Y 
no deja de ser significativo que Argus sea también el nombre elegido por la 
Comisión Europea para el proyecto de ‘sistema generalizado de alerta rápida para 
seguridad’ (…) en caso de "acto terrorista". Este Gran Hermano europeo, no es 
sino la culminación de todo un proceso de legitimación de la represión y la 
limitación o supresión de los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos"
Endika Zulueta, "La Constitución de la Europa policial" 
"Mientras Estados Unidos acoge una migración ‘de calidad’, desde hace años, 
nosotros aceptamos recibir en nuestro país aquellos que nadie más quiere en el 
mundo (…) La policía está para detener delincuentes (…) son trabajadores 
sociales". 
Nicolas Sarkozy, Ministro del Interior de Francia 
"Francia es una guarra. No olvides follarla hasta el agotamiento. Debes tratarla 
como si fuera una zorra, tío" 
Rap juvenil de las periferias metropolitanas francesas 
Los ciudadanos franceses y holandeses no votan lo que deben 
A pesar de toda la presión del grueso de la clase política, de los poderes 
económicos y financieros, y especialmente del conjunto de las elites mediáticas 
a favor del Sí a la Constitución Europea, la ciudadanía francesa votó No (casi 
el 55%), en el referéndum de finales de mayo. Días después los ciudadanos 
holandeses volvían a expresarse de una forma aún más contundente contra la 
Constitución (cerca del 62%), bajo unas circunstancias similares por parte de 
las estructuras de poder. El terremoto que ello provocó a escala comunitaria fue 
mayúsculo. Dos de los países fundadores de la Unión habían rechazado la nueva 
Carta Magna "europea", acudiendo de forma significativa a las urnas. Y Chirac, 
el principal impulsor de la "Europa" política (y militar), que recoge la 
Constitución, aparecía como el gran responsable de la debacle. La Constitución 
quedaba herida de muerte, la imagen de "Europa" destrozada, y de paso la clase 
política estatal seriamente desautorizada. Pero ¿cuáles fueron las razones 
fundamentales de ese rechazo ciudadano? de esa rebelión popular contra las 
elites. Los distintos ámbitos de poder (estupefactos) enseguida manifestaron, de 
forma displicente, que la gente no había comprendido lo que se votaba. 
Sin embargo, los ciudadanos sabían bastante bien lo que estaba en juego. Más que 
en otras consultas electorales de la democracia representativa. El debate y 
movilización de la sociedad civil francesa había sido sencillamente 
impresionante, tanto a nivel de calle, como en el ciberespacio (Internet), y no 
pudieron ser contrarrestados desde las estructuras de poder. En Francia el 
rechazo principal provino de lo que se podrían denominar tesis de "izquierda", 
según las encuestas, aunque también hubo por supuesto un No de "derechas". El No 
no era antieuropeo (a pesar de la manida imagen del "Fontanero polaco"), sino 
que tenía un importante contenido social, aunque eso sí, no se quería más 
"Europa" (sobre todo esta "Europa"). Al igual que el No holandés, que reflejaba 
el miedo de la ciudadanía a perder soberanía estatal, y la ausencia de 
información (fiable) acerca de la Constitución (Mott F., 2005). En ambos casos, 
la UE se percibe más como un factor de inseguridad que de protección frente a 
las dinámicas desestabilizadoras de la "globalización" neoliberal. Es más, se 
concibe como uno de los elementos principales, junto con el euro (especialmente 
en Holanda), de la inseguridad creciente de dichas sociedades, cuya percepción 
se ve agudizada por una ampliación al Este llevada a cabo de forma que amenaza 
el Estado social y el mercado laboral. Y el Estado-nación se contempla (todavía, 
y a pesar de todo) como la última barrera de contención frente al nuevo 
capitalismo global, y al neoliberalismo made in Bruselas. Además, la 
Constitución Europea no se vislumbraba como un producto de un demos 
europeo, inexistente, sino que la ciudadanía (especialmente en Francia) se ha 
vuelto consciente de que el único sujeto constituyente a escala comunitaria son 
las fuerzas del dinero, y los poderes políticos (comunitarios y estatales) que 
las acompañan. Todo ello ha hecho que el mito de "Europa" haya terminado 
finalmente por estallar, después de muchos años de progresivo y profundo 
deterioro. Pero eso sí, tanto franceses como holandeses, de acuerdo a las 
encuestas, pensaban que su No permitiría renegociar un texto más social y 
equilibrado, en términos de soberanía (EL PAÍS, 16-6-2005). 
Blair se venga del eje franco-alemán, y hace finalmente descarrilar la 
Constitución 
El fiasco constitucional francés y holandés incide en toda la UE, 
especialmente en los países que se preparaban para acometer sus consultas 
populares (otros ocho o nueve más). Todas las encuestas señalaban un fuerte auge 
del rechazo a la Carta Magna, justo después de dichos acontecimientos. El 
fantasma del No, como un tsunami incontrolable, recorre "Europa" Y de la 
indiferencia ciudadana en ascenso hacia la Unión, se pasa a una actitud de 
rechazo a la misma. En esas circunstancias los distintos gobiernos implicados se 
empiezan a mostrar crecientemente reticentes a convocar los futuros referendos, 
pues saben que no solo saldrá muy probablemente triunfante el No, sino que la 
marea del rechazo se llevará también por delante su frágil legitimidad. La 
aprobación de la Constitución ya no es solo un problema comunitario, sino un 
problema de política interior de los Estados que se habían visto animados (o 
condicionados) a convocar la ratificación ciudadana. 
Y antes de que la Unión pueda tomar una decisión colectiva sobre qué hacer con 
la Constitución, en la cumbre de junio, Blair se la sirve en bandeja. Gran 
Bretaña toma la decisión de desconvocar su referéndum de forma unilateral, sin 
esperar al Consejo Europeo, y desatendiendo las peticiones de la Comisión de 
retrasarla. A resultas de ello, Dinamarca avanza también (antes del Consejo, 
tras Gran Bretaña) que contempla la paralización de la consulta. La suerte pues 
está echada. El Consejo Europeo, a pesar de los llamamientos de la Comisión y el 
Parlamento a continuar el proceso de ratificación, con el apoyo de España y 
Alemania que no quieren dar por muerta la Constitución, decide darse un tiempo 
de reflexión (un año) para ver qué hacer, retrasando todo el proceso; pues como 
dijo el presidente del Consejo, Juncker, "Francia y Holanda no pueden darnos una 
respuesta adecuada antes de 2007" (la cursiva es nuestra). Es decir, 
después de sus elecciones respectivas. Chirac, mientras tanto, ve los toros 
desde la barrera, pues claramente había quedado fuera de juego. A continuación, 
todos los países con consultas populares pendientes deciden suspender sus 
referendos. La desbandada es total. Sólo Luxemburgo duda, pero finalmente 
convoca el referéndum, y lo gana in extremis, a pesar del abultado voto 
afirmativo que en principio se preveía. Ello tiene un cierto valor simbólico, a 
pesar de su reducido tamaño poblacional, pues permite trasmitir la idea de que 
la aprobación de la Constitución continúa (formalmente), aunque con un alto en 
el camino. Pero el editorial del The Economist (4-6-2005) dejaba muy claro cuál 
era la situación, al sentenciar: "La Europa que murió" (y al subtitular: "Y la 
nueva que debe pervivir"). 
Pero Blair (ayudado por los contribuyentes netos Suecia y Holanda) hace mucho 
más que intentar acabar con la Constitución: impide la aprobación del 
presupuesto comunitario para el periodo 2007-2013, con el fin de procurar abrir 
una nueva etapa de la Unión, que le permita arrimar el ascua a su sardina. Las 
razones son su negativa a negociar el llamado "Cheque Británico", y su 
cuestionamiento de la estructura (y dimensión) del presupuesto, abogando 
destinar los gastos agrícolas comunitarios hacia la Investigación y Desarrollo 
(de la que se beneficiará también el Reino Unido), para que la Unión pueda 
competir mejor a escala mundial. La crisis es absoluta. Juncker, presidente de 
turno del Consejo, comenta irónicamente al término del encuentro: "vamos a 
hacernos esa foto que antes se llamaba de familia" Blair sale triunfante de la 
cumbre, y en un ejercicio inaudito de cinismo afirma que hay que escuchar lo que 
han dicho los ciudadanos, y que hay que volver a conectar a "Europa" con las 
necesidades de la población. Y eso pasa por "desburocratizar" la UE, promover en 
la Unión el modelo económico y social británico, y acometer una profunda 
transformación del presupuesto comunitario. Blair llega a exclamar, entre risas, 
criticando a Chirac: "!Decir que la agricultura representa el futuro de 
Europa!". Todo un torpedo en la línea de flotación de la PAC, defendida por 
Francia. Sin embargo, el resentimiento es también profundo en los países del 
Este, sus socios de la "Nueva Europa", pues ven con temor la posible pérdida de 
fondos comunitarios. 
De cualquier forma, Blair se ofrece a ayudar a acometer una reorientación del 
"proyecto europeo", durante la próxima presidencia británica de la Unión, en la 
línea de más "Europa mercado" y menos "Europa política" (y militar –autónoma-). 
Son sus tesis de siempre, y también las de Bush, que ve con alborozo el rechazo 
de la Constitución Europea en Francia y Holanda, y la situación de parálisis 
creada en la Unión. Blair asesta un golpe brutal a la "Europa" de Chirac y 
Schroeder, pasándoles de paso factura por su falta de apoyo en su día en el 
Consejo de Seguridad en la guerra contra Irak. Y, por otro lado, el fracaso de 
la Constitución recae sobre Chirac, su más firme defensor. La imagen de la 
"Europa" superpotencia en embrión sale hecha añicos, el euro se resiente de 
forma sensible, y el futuro de "Europa" recae (momentáneamente) en manos de 
Londres. El zorro se queda cuidando el gallinero. Además, Blair piensa que el 
tiempo juega a su favor, pues la crisis de la Constitución posterga la creación 
del Ministro de Asuntos Exteriores de la UE, que siempre vio con reparos, para 
no perder autonomía diplomática propia, y sus vínculos estrechos con EEUU. 
Aparte de que la paralización de la Constitución congela la creación de una 
presidencia estable del Consejo, que restaría protagonismo a los Estados 
miembros, la cesión de mayores competencias de éstos a la Comisión, así como la 
reducción del derecho de veto. Por otro lado, en el semestre de su presidencia 
espera contar con el apoyo de Angela Merkel, posible nueva canciller alemana en 
las próximas elecciones, y con el afianzamiento y aliento (desde ya) de Sarkozy, 
potencial presidente francés en 2007, debido a la división interna (tras el 
referéndum) en las filas socialistas. Ambos son más atlantistas que Schroeder y, 
sobre todo, que Chirac, y más orientados al libre mercado sin restricciones. 
El 7-J y Ceuta y Melilla, redefinen prioridades (y consensos) de la Unión 
El exultante Blair prepara por todo lo alto a continuación la cumbre del G-8 en 
Escocia, con una campaña mediática mundial concienzudamente elaborada para 
"paliar" la deuda de África. Bono, Geldof, Madonna… y ocho macroconciertos 
globales en las principales ciudades del planeta (bajo el lema de "Live Aid 
Africa") le ayudan en esa labor de marketing y manipulación política. Y la 
elección de Londres como ciudad olímpica en 2012, el 6 de julio en Singapur, en 
dura pugna con el París de Chirac, dispara aún más su proyección internacional, 
pues él es uno de sus principales artífices. Blair triunfa (entonces) en todos 
los terrenos. Todo ello le permite remontar su imagen tocada tras su escuálido 
triunfo electoral previo, que había puesto en tela de juicio su propia 
continuidad; y le posibilita apartar de la agenda política (durante un tiempo) 
el espinoso asunto de la guerra contra Irak, que le había erosionado. Pero al 
día siguiente, el 7-J, las bombas en el centro de Londres, le ponen el drama (y 
el desastre) de la invasión angloestadounidense de la antigua Babilonia, en 
mitad de la cumbre del G-8, y toda su magia se evapora de nuevo. Y con ella, la 
pretendida imagen benefactora a escala global de los grandes del mundo 
occidental (Japón incluido). La cruda realidad, como el cartero, llama otra vez 
a la puerta. Y seguramente llamará bastantes más veces, si la situación en Irak 
profundiza su deterioro, como está sucediendo. 
Los atentados de Londres, junto con los de Madrid, ponen en evidencia que los 
seguidores de la Yihad han decidido llevar la Guerra Santa contra Occidente a 
los corazones de "Europa": sus metrópolis; y en especial, parece, a las de los 
principales Estados protagonistas de la coalición internacional en la guerra de 
ocupación iraquí. Pero en esta ocasión los autores de los atentados han 
resultado ser ciudadanos británicos, provenientes de barrios marginales de 
mayoría musulmana, descendientes en segunda o tercera generación de inmigrantes 
de sus antiguas colonias. La respuesta británica, y comunitaria, no se hizo 
esperar, y el Reino Unido ha endurecido aún más su ya de por sí restrictiva 
legislación antiterrorista, contemplando hasta privar de nacionalidad a los 
sospechosos de "terrorismo" de los barrios "sensibles". Y en esta cruzada 
"antiterrorista", Blair sabe que goza de un considerable apoyo del ciudadano 
medio, asustado por el miedo al "otro" (especialmente árabe y musulmán) que 
propagan los medios. En este sentido, el premier británico no ha dudado en 
proponer un cambio en la propia Convención Europea de Derechos Humanos, pues las 
garantías de las libertades ciudadanas, puede entorpecer, según él, la lucha 
contra el "terror". Todo vale en la lucha "antiterrorista". Y de paso se logra 
también reforzar el control e intervención sobre posibles disidencias. El país 
que fue el primero en el mundo en legislar los derechos de Habeas Corpus, ha 
sido recientemente uno de los primeros en eliminarlos al calor del 11-S, creando 
una especie de Guantánamo en plena "Europa de los derechos humanos y las 
libertades", y ahora se apresta a ir aún más allá, en nombre de la seguridad de 
sus ciudadanos, arrastrando tras de sí (sin resistencias) al conjunto de la 
Unión. No hay problemas para coordinarse en materia "antiterrorista" 
(contemplada en la Constitución). El mantra que se repite es que si queremos 
sentirnos "seguros", tenemos que ceder espacios de libertad, y todo ello 
eliminando los débiles controles democráticos existentes. Francia, con la nueva 
ley de seguridad Sarkozy, compite también en el terreno securitario con Gran 
Bretaña. Esta dura ley permite el uso generalizado de la videovigilancia, la 
ampliación de las escuchas telefónicas, el acceso irrestricto policial a datos 
de los ciudadanos, etc. Todo en nombre de la "seguridad ciudadana". 
La aproximación multicultural a las relaciones con otras comunidades étnicas en 
los países de la UE, que habían ensayado principalmente Gran Bretaña y Holanda, 
está saltando por los aires. Y se está evolucionando hacia una estrategia 
fuertemente represiva en especial contra el "otro" no comunitario, sobre todo 
aquel proveniente del mundo islámico. Todo ello va a hacer difícilmente viable 
la Alianza de Civilizaciones que "Europa" (siguiendo la estela de Zapatero) dice 
de boquilla defender, y que Gran Bretaña retóricamente, en principio, también 
apoya para cultivar su imagen internacional, intentando endulzar de esta forma 
su papel en Irak. Y este endurecimiento y acoso al "otro" islámico incide 
asimismo en la decisión de iniciar las negociaciones para el ingreso de Turquía, 
que ya fue muy complicado de abordar en su día. Las posturas contrarias a un 
ingreso de "pleno derecho" (devaluado, de acuerdo a las duras condiciones de 
ingreso impuestas) se ven reforzadas por el nuevo contexto, y por el (frágil) 
ascenso de Merkel como cancillera de la RFA; cuya posición se ve "moderada" (en 
este terreno) por su pacto de coalición con el SPD. Sin embargo, Gran Bretaña se 
muestra claramente partidaria, al igual que los grandes intereses económicos, 
financieros y geoestratégicos. Pero es Austria la que se resiste hasta el último 
momento, y no da su brazo a torcer hasta que finalmente consigue que se inicien 
también las negociaciones de ingreso para Croacia, antiguo espacio dependiente 
del imperio austro-húngaro. A pesar de que este país no está cumpliendo las 
condiciones impuestas por el Tribunal de la Haya, para poner a su disposición a 
los criminales de guerra responsables de las limpiezas étnicas de los noventa. 
La realpolitik y los intereses económicos se imponen, en detrimento de 
los "valores" que dice defender la UE. 
Pero esta hipocresía ha alcanzado quizás su grado máximo con ocasión de los 
acontecimientos que han tenido lugar a principios del otoño en Ceuta y Melilla, 
que han permitido ejemplificar a la perfección cómo se comporta la UE, y sus 
Estados miembros, en relación al "otro" no comunitario, y sobre todo respecto a 
aquellos "sin papeles" que intentan acceder de forma desesperada al espacio 
comunitario huyendo de la miseria. Y en el caso de África, de una miseria 
generada durante siglos por el dominio colonial europeo occidental, que se ha 
visto agudizada por el nuevo capitalismo global y las políticas que ha 
desarrollado la UE, principal actor internacional en ese ámbito. La frontera de 
Ceuta y Melilla, la frontera Sur más avanzada de la UE, es la frontera más 
desigual del mundo (Moré, 2005). Mucho más que la frontera entre México y EEUU. 
Su petición de que Marruecos respetara los derechos humanos con los 
subsaharianos que España rechazaba contundentemente a palos, y en algunos 
momentos a tiros (con la inestimable ayuda de Rabat), sonaba a chiste; junto con 
las lágrimas de cocodrilo que España y los responsables de la UE vertían ante el 
hecho de que Marruecos abandonase a los expulsados en pleno desierto del Sahara. 
El "problema" era que estas imágenes brutales salían en televisión, y empañaban 
la imagen que la UE (y España) intenta(n) proyectar de sí misma(s) a escala 
global. 
Los tiempos están cambiando muy rápidamente, pero no en la dirección que 
señalaba la famosa canción de Bob Dylan, sino hacia formas de dominio fuerte, 
crecientemente autoritarias, lindando con el (neo)fascismo. Y no sólo en los 
EEUU de Bush en el escenario post-11-S, sino en la propia "Europa" (con cárceles 
secretas de la CIA en Polonia y Rumania, y aviones de ésta que hacen escala en 
aeropuertos comunitarios para llevar presos hacia la tortura), que parece que no 
aprendió de lo que aconteció en su suelo hace ahora más de sesenta años. Esa 
siniestra etapa de su Historia. La cita de Sarkozy que se recoge al principio de 
este texto indica muy bien cuáles son los nuevos "judíos", cómo se les 
criminaliza, se les acosa diariamente, se les caza en redadas allí donde viven, 
se almacena a los "ilegales" como ganado en los campos de concentración internos 
(de la propia UE) y externos (en los países perimetrales a la Unión), se les 
expulsa, y sobre todo se les utiliza (mediáticamente) en las estrategias 
políticas para llegar al poder. A la presidencia de la República. Sarkozy tiene 
la potente herramienta a mano del Ministerio del Interior para desarrollar esta 
repugnante labor, de la que no dispone directamente Villepin (el otro potencial 
contendiente). La "Tolerancia Cero" vende bien la imagen de líder fuerte que 
agradece (gran) parte del electorado en tiempos de enorme inseguridad. Y 
refuerza su frágil autoestima al poder descargar todos sus miedos y temores 
sobre el "otro" no comunitario, el inmigrante "culpable", el que viene a 
robarnos nuestra prosperidad. Lo "nuestro". Y hasta sobre el "otro" francés 
(devaluado), magrebí o subsahariano, y sus descendientes. Francia, la cuna de 
los Derechos del Hombre y del Ciudadano camina de esta forma paulatinamente 
hacia el Estado penal y policial, de tinte racista, haciendo que se vaya 
interiorizando por el cuerpo social esta nueva "normalidad". 
La política migratoria se gestiona de forma cada vez más coordinada a escala de 
la Unión, aunque también a distintas "velocidades". Y avanza sin Constitución, 
aunque ésta significase un paso decisivo en este terreno. Pero el endurecimiento 
de la política de inmigración, y de las relaciones de los Estados de la UE con 
los "no comunitarios" pretende mucho más que reprimir a los "otros" O dejar 
clara la brutal brecha que en cuanto a "derechos" de ciudadanía hay entre los de 
"dentro" (y entre ellos mismos) y los de "fuera". Es una estrategia pensada para 
cercenar solidaridades entre los de "abajo" (comunitarios y no comunitarios), al 
tiempo que se intenta aglutinar a las clases medias "autóctonas" en torno a las 
estrategias del poder, intentando quebrar así la rebelión ciudadana que se ha 
manifestado en torno al No. Y asimismo se busca romper los lazos entre las 
propias comunidades inmigrantes, y dentro de ellas entre los "instalados" y 
aquellos menos integrados y recién llegados. Toda una estrategia de fomento de 
la "guerra civil molecular". Pero va aún más allá. Se intenta asimismo abaratar 
al máximo la gestión de esa fuerza de trabajo (criminalizando su 
asociación-sindicalización), que opera en general en los trabajos más duros y 
precarios; lo que va ayudar igualmente a quebrar el mercado laboral formal 
autóctono, y va a permitir incrementar los niveles de competitividad 
comunitarios. La inmigración (en especial femenina) va a posibilitar hacerse 
cargo igualmente, de forma económica, a las clases medias, de las tareas de 
cuidados domésticas que conlleva el desmantelamiento del Estado del Bienestar; 
en un momento en que la familia nuclear tradicional (en crisis) ya no puede 
hacerse cargo de ellas de la misma forma, sobre todo las mujeres. Todo ello se 
justifica bajo el lema "gestionar la emigración para que la UE mejore su 
competitividad mundial" (Sapir, 2005) 
Y el Mercado va. La UE en el nuevo capitalismo global. 
La "Europa" política (y militar) ha quedado por el momento paralizada, pero 
el Mercado (con mayúsculas) está más activo que nunca. El aparato productivo y 
de servicios "europeo" y mundial no hace sino ampliarse y, sobre todo, 
reestructurarse a velocidad de vértigo, impulsado desde la esfera financiera por 
fusiones y adquisiciones de capitales especulativos que no respetan ninguna 
patria. Y menos las fronteras internas de los Estados de la Unión, o sus propios 
límites exteriores. Aunque, eso sí, utilicen el poder de sus Estados en el 
escenario internacional, las propias instituciones comunitarias, y su capacidad 
de negociación a escala global (en la OMC, p.e.), o su potencia monetaria (el 
euro), para incrementar su capacidad de proyección interna, en el Mercado Único, 
y externa, a nivel planetario. Y para debatir cómo aprovechar las 
"oportunidades" de esta "globalización" salvaje del capital, y domesticar sus 
"amenazas", es decir, cómo intentar cabalgar al tigre, se reunió en Hampton 
Court el Consejo Europeo bajo la batuta de Blair, acompañada por la de Barroso. 
Sin ánimo de lograr acuerdos concretos, sino tan sólo de discutir acerca de cómo 
reorientar el "proyecto europeo" en el proceloso mar de la "globalización". De 
acuerdo, eso sí, con los intereses de los principales grupos económicos y 
financieros europeos. La patronal UNICE, y otros lobbys de presión comunitarios, 
estaban encantados. Esto es, el Consejo se reunía para debatir fundamentalmente 
de la dimensión económica (y financiera) de la UE en el mundo. Más tarde, habrá 
que hincarle el diente, otra vez, a la dimensión política (y militar) de la 
futura Unión (¿superpotencia global?), y ver cómo se desatasca la parálisis a la 
que se ha llegado en este terreno. Si es que hay acuerdo sobre lo primero 
(probablemente, aunque no sin tensiones), y luego, sobre lo segundo (bastante 
más difícil). 
La base de la discusión era el nuevo informe Sapir (2005), que plantea 
descarnadamente, aunque con una retórica "medida", que la UE para afrontar de 
forma exitosa los retos de la "globalización" tiene que reformar (profundamente) 
sus mercados laborales y su modelo social; sobre todo el grueso del área del 
euro, es decir, los países continentales y mediterráneos, que son los más 
"ineficientes" y poco adaptados ("modernizados") para competir a escala global. 
El informe resalta que los otros modelos sociales (el anglosajón y el nórdico; 
pues los del Este ni se mencionan) son los más flexibles y preparados para 
afrontar las "oportunidades" de la "globalización", aunque tienen que seguir 
profundizando en sus reformas estructurales. Si se falla en esto, según el 
informe, no solo se impedirá a "Europa" acceder a las "ventajas" de la 
"globalización", sino que pueden ponerse en cuestión dos de sus políticas 
cruciales: el Mercado Único y el Euro. Esta es la condición sine qua non 
para volver a impulsar el crecimiento y la acumulación, pero tiene que verse 
también acompañada de políticas comunitarias y estatales que ayuden a una 
reorientación de la UE en el escenario de la "globalización". Una 
"globalización" en la que irrumpen con especial fuerza nuevas potencias 
emergentes como China (en el ámbito de la producción industrial) e India (en el 
sector servicios), y en bastante menor medida Brasil. 
En este nuevo contexto mundial la Unión se debe concentrar en desarrollar todo 
su potencial en el sector servicios (70% del PIB comunitario), en el que todavía 
no operan adecuadamente las reglas del Mercado Único, y que continúa gravemente 
fragmentado y poco integrado. Todo ello de acuerdo con Sapir. De ahí la 
necesidad de la contestada Directiva Bolkestein, pieza crucial de la llamada 
Agenda de Lisboa. En este sentido, se deben aprovechar las posibilidades que 
brinda la ampliación a 25 (27, a partir de 2007) para reestructurar 
(internamente) y proyectar en condiciones más competitivas a escala mundial sus 
empresas industriales, desarrollando sobre todo aquellas de mayor componente 
tecnológico, a través de fuertes inversiones en I+D+i. Y sobre todo desarrollar 
las empresas del sector servicios, de dimensión comunitaria, abriendo 
progresivamente los nuevos mercados del Agua, la Educación, la Sanidad y las 
Pensiones. Hasta ahora prioritariamente en el ámbito estatal. En este sentido, 
se vuelve clave el complejo universidades-empresas-protección intelectual, y la 
reorientación del gasto público, comunitario y estatal, hacia estos objetivos y 
la creación de grandes infraestructuras (de transporte, energía y 
telecomunicaciones). Es preciso, se dice, conseguir Universidades que puedan 
competir con EEUU, y lograr no solo empresas y fuerza laboral cualificadas y 
competitivas, sino que el territorio lo sea igualmente. En el nuevo escenario 
global, los países emergentes van a necesitar, se argumenta, de la tecnología, 
los bienes y los servicios europeos, sobre todo de la llamada new economy 
Hace falta pues flexibilidad (una de las palabras mágicas) para apostar por el 
futuro. Y la urgencia mayor de reformas y reestructuraciones se plantea en la 
llamada "Vieja Europa" (de acuerdo con la terminología de Rumsfeld). Si estas 
reformas no se acometen, el crecimiento no despuntará, y se resalta que la 
"Unión Monetaria (el euro) puede no sobrevivir a un periodo prolongado de 
dificultad económica". El riesgo, pues, puede ser mayúsculo, ya que el desplome 
económico que ello supondría puede conllevar un auge del nacionalismo agresivo y 
el fin, tal vez, del "proyecto europeo". De hecho, se menciona, el descontento 
hacia el euro ha sido creciente en el último periodo, especialmente en las zonas 
más afectadas por el estancamiento económico. No hay alternativa (There Is No 
Alternative, como diría Margaret Thatcher). 
En Hampton Court, en el palacio de Enrique VIII, uno de los primeros 
euroescépticos, que rompió con la Iglesia de Roma, los 30 líderes europeos (27 
primeros ministros y jefes de Estado de la Unión, los presidentes de la Comisión 
y del Parlamento Europeo, más Javier Solana, representante de la PESC), todos 
hombres, abordaron también otras cuestiones. Se planteó la conveniencia de crear 
un Fondo de Ajuste a la Globalización, a instancias del presidente Barroso, como 
respuesta a las críticas lanzadas por Chirac a la Comisión, por su pasividad 
ante la crisis provocada en Francia por la reestructuración-deslocalización de 
Hewlet-Packard. De esta forma, la Comisión podría disponer de un instrumento 
para mejorar su imagen en caso de importantes conflictos laborales, acallando 
con dinero las protestas de más impacto ante ajustes necesarios del mercado, y 
facilitando así las grandes reestructuraciones. Pero los potenciales 
contribuyentes netos al mismo, entre ellos Alemania y Suecia, hicieron valer su 
oposición. Tony Blair planteó curiosamente, en contra de anteriores 
pronunciamientos, la necesidad de contar también con una política energética 
común, a escala comunitaria. Tal vez la agudización de las crisis energética que 
puede suponer un escenario futuro de peak oil, el agotamiento en los 
próximos años de los yacimientos del Mar del Norte, y la complicada situación en 
Irak, le han hecho valorar la necesidad de responder a esos retos, de creciente 
escasez y encarecimiento del crudo, de forma conjunta, con sus socios 
comunitarios. 
Pero Chirac, en un texto publicado en los principales medios europeos justo 
antes de la cumbre, recalcó, saliendo así de las catacumbas en que se encontraba 
sepultado por el No a la Constitución, que el mercado, y menos el Mercado Único, 
no puede funcionar sin una dimensión política (y militar). Máxime en la actual 
etapa que parece que ha entrado el capitalismo global tras el 11-S, de 
crecientes rivalidades entre bloques capitalistas: de "globalización armada", y 
grave dependencia de recursos externos que garanticen el crecimiento. Y muy en 
concreto, de combustibles fósiles. De esta forma, manifestaba: "Una Europa unida 
y bien agrupada tiene masa crítica suficiente para medirse con los gigantes 
mundiales" (Chirac, 2005). Sin embargo, continuaba, mientras no sea posible 
construirla (debido a la parálisis de la Constitución), "será preciso aprovechar 
(en toda su potencia) los tratados existentes, para garantizar la gobernabilidad 
económica, la seguridad interior, y la acción exterior y de defensa de la 
Unión". Y se declaraba abierto, mientras tanto, a impulsar "grupos de países 
pioneros" en dichos ámbitos, abiertos por supuesto a todos los que quisieran 
participar en los mismos; remachando que especialmente los miembros de la 
eurozona, deben profundizar en su integración política, económica y social. Es 
curioso como parece que se plantea impulsar de cualquier modo la Agencia Europea 
de Armamentos, prevista en la Constitución, a pesar de que ésta esté en vía 
muerta, por el interés principalmente de Francia, Alemania y, en este caso, 
también, Gran Bretaña (los grandes del sector), apoyados igualmente por España e 
Italia (el resto de los actores principales). Su importancia en los procesos de 
I+D+i, es decisiva. 
Mientras tanto, será preciso impulsar el Mercado, sin trabas, o con las menores 
posibles, y es de lo que se ha tratado en Hampton Court, y lo que también ha 
venido haciendo el presidente de la Comisión, Barroso, que ha hablado y actuado 
para flexibilizar y "desburocratizar" la Unión, con el fin de impulsar el 
crecimiento. Barroso ha planteado la necesidad de aligerar la legislación 
comunitaria. Curiosamente, en los aspectos sociales y medioambientales. "Rigideces" 
innecesarias que impiden impulsar el crecimiento (y la acumulación). Sólo así, 
nos dice, podrá "Europa" volver a conectar con sus ciudadanos. Al tiempo que la 
Unión se apresta también para aprobar la directiva de la jornada flexible de 48 
horas semanales La lucha por las 40 horas semanales del movimiento obrero de 
principios del siglo XX, que provocó enormes conflictos en su día, y hasta 
muertos, ha pasado a mejor vida, y no digamos la de las 35 horas que se 
alcanzaron en cierta medida en Francia y Alemania a finales del siglo pasado. 
Hoy los vientos soplan en otra dirección, incluso en la del paulatino fin de la 
negociación colectiva, cada día con menor peso específico, y hasta del propio 
derecho laboral. Del mismo modo la UE, en manos de la Comisión, negocia la 
desregulación del comercio internacional en el marco de la OMC, y con distintos 
bloques o espacios comerciales planetarios (MERCOSUR, América Latina, Área de 
Libre Comercio del Mediterráneo, APEC –Pacífico-, etc). Todo ello va a suponer 
un mayor desmantelamiento de la agricultura europea, sobre todo de lo poco que 
queda de pequeña producción campesina tradicional (el sector a sacrificar, 
principalmente en el Este), una fuerte reestructuración-deslocalización (interna 
y externa) del sector industrial, y la apertura a la lógica del mercado 
(privatización) de los servicios públicos (agua, sanidad, educación y 
pensiones), a través del AGCS (Acuerdo General del Comercio de Servicios). Estas 
cuestiones (y otras más) se recogían en la parte III de la Constitución, pero 
ante su paralización, existen otras vías para impulsarlas. Como se está 
haciendo. 
La dificultad de desbloquear el marasmo constitucional, y caminar hacia un 
nuevo consenso 
La creación de la "Europa" política (y militar), en el formato definido por la 
Constitución Europea, quedó paralizada con el freno y dilatación de su 
ratificación, y no está para nada claro cómo seguirá el proceso, si es que llega 
a ponerse en marcha otra vez. Muchas cosas han cambiado desde junio de 2005, 
cuando se toma la decisión de abrir un periodo de reflexión y postergar la 
ratificación un año, y no será hasta el final de la presidencia austriaca, en 
junio de 2006, cuando se decidida finalmente qué hacer. Pero puede haber aún más 
retrasos. Todo está abierto. En estos meses las tesis de Blair acerca de la 
futura "Europa" han prosperado, el panorama político ha cambiado (ascenso 
condicionado de Merkel en Alemania, cambio "euroescéptico" –y aún más 
atlantista- de presidencia y gobierno en Polonia, paulatina consolidación –hasta 
ahora- de Sarkozy como futuro presidenciable en Francia, etc), alterando los 
consensos alcanzados en la Constitución, y reduciéndose considerablemente el 
número de Estados que abogan por la consolidación de un poder "europeo" autónomo 
(claro) frente a EEUU. Ya de por sí desdibujado en la Constitución, debido a las 
llamadas "líneas rojas" de Blair, pero en cualquier caso definido. 
La situación creada es enormemente compleja. El Tratado Constitucional ha sido 
(o va a ser) aprobado por quince Estados (dos de ellos por referéndum, España y 
Luxemburgo), rechazado por dos (Francia y Holanda), y en ocho más está pendiente 
de ratificación con consultas populares prometidas o contempladas. Los 
defensores del mismo hacen una lectura (política) interesada de estos 
resultados, que no se sustenta, y dicen que la Constitución ha sido ya 
ratificada por la mayoría de los Estados y los ciudadanos de la Unión (51%), 
proporción que se elevaría al 60% de la población en el caso de la Eurozona 
(Barón, 2005). La manipulación de los datos en cuanto a población es evidente 
(la "parte", la extrapolan al todo). Si la ratificación, como parece, en el 
escenario más favorable, se retrasa hasta 2007, tendría que ser ampliada a otros 
dos nuevos Estados: Rumania y Bulgaria, miembros de la UE para entonces. En este 
escenario, Francia sobre todo, por su importancia política, y en menor medida 
Holanda, tras las elecciones respectivas, tendrían que tomar la decisión de 
aprobar la Constitución, con toda seguridad sin referendos de por medio. No 
parece que pueda entrar en funcionamiento la nueva Carta Magna con el rechazo de 
Francia. "Europa" no puede avanzar sin Francia. Francia no puede ser uno de los 
países que quede sin ratificar formalmente la Constitución, aunque ésta permite 
que un reducido número de Estados (cinco, el 20%) no la ratifique para entrar 
formalmente en vigor. Pero, en este caso, el coste político para el nuevo 
presidente francés sería muy considerable. En Holanda también, aunque podría 
llegar a ser uno de los cinco recalcitrantes. Luego ya se vería. Pero quedarían 
por ver los resultados de los referendos prometidos, cuyo resultado se antoja 
cada vez más negativo, aparte del rechazo de los Estados a convocarlos. No 
parece pues un escenario muy factible. Aparte de que se levantarán muchas voces 
institucionales de aquí a entonces, como de hecho está ocurriendo ya, para decir 
que ha cambiado el marco en que se tomaron los acuerdos que se plasmaron en la 
Constitución. Y que ésta es papel mojado, máxime tras el rechazo francés y 
holandés. Si bien el nuevo gobierno de coalición alemán en su programa plantea 
la defensa de la Constitución Europea. 
Lo más probable es que se vuelva a renegociar el Tratado Constitucional, para 
adaptarlo al nuevo mapa político y a las nuevas relaciones de fuerzas 
existentes. Eso sí, esa renegociación se haría a partir del acuerdo 
constitucional actual, que además goza del apoyo de la patronal "europea", UNICE, 
y de importantes lobbys de presión como la ERT (European Roundtable of 
Industrialists). Además, fue aprobado en su día por todos los gobiernos de la 
Unión. Y tal vez se pode la palabra Constitución en el nuevo texto. Por otro 
lado, es lo que es, un Tratado, como se ha dicho por activa y por pasiva. Todo 
ello se hará por supuesto sin tener para nada en cuenta las exigencias 
ciudadanas. No hay ni voluntad política ni lugar para ello. Sería enfrentarse a 
la lógica del sacrosanto mercado. Y crearía además una crisis de confianza en 
los parqués bursátiles y respecto al euro. Pero esa renegociación será una vez 
más tremendamente compleja, más que la anterior, pues ahora se deberá renegociar 
a 25, y no a 15, como pasó con la Constitución; con tendencias centrípetas en 
ascenso, con poca voluntad de avanzar en la integración política supraestatal, y 
mucho menos (parece) de crear un poder político-militar autónomo de EEUU. 
Además, se evidenciará el intento de los países del Este, y en concreto de 
Polonia, de volver a recuperar (o ampliar) su capacidad de voto en la "Europa a 
distintas velocidades" que se perfila. El nuevo presidente polaco, Kacynski, ya 
ha reivindicado la capacidad de voto que le confería Niza, y que reducía de 
forma importante la Constitución. Lo cual va a derivar en una "Europa" más 
difícilmente gobernable, de acuerdo con la voluntad de las grandes potencias 
(con tensiones a su vez entre ellas). 
El tema que se aventura más complejo de renegociar será la amplitud y el ritmo 
de las futuras ampliaciones de la UE. Ese puede ser el gran caballo de batalla, 
junto con el tipo de relación transatlántica a establecer. El Parlamento Europeo 
parece que va a aprobar próximamente una resolución condicionando cualquier 
futura ampliación a la aprobación previa de la Constitución (un guiño a favor de 
ésta). Y la oposición dentro del Consejo Europeo a futuras ampliaciones es 
creciente, por la dificultad que implica para la gobernabilidad de la Unión. La 
"Europa" a 35 miembros o más (con los Estados de la exYugoslavia, y hasta 
Ucrania y Bielorrusia, llegado el caso), con más de 600 millones de habitantes, 
que se vaticinaba hasta hace poco, dirigida eso sí por un "férreo" núcleo 
central, está en el alero. Y éste era un deseo de los poderes económicos y 
financieros "europeos", aunque dificultase la "profundización" política de la 
Unión, y un objetivo bastante claro para poder influir en el mapa geopolítico 
del nuevo capitalismo global, pues el tamaño (en este caso) sí que importa. 
El resultado de esta tarea hercúlea se intentará legitimar, una vez logrado (si 
es que se alcanza), a través muy probablemente de acuerdos exclusivamente 
parlamentarios. Aquí se han acabado ya casi con toda seguridad los referendos. 
Se ha aprendido la lección de lo acontecido en Francia y en Holanda. Además, el 
hecho de que sea un nuevo texto (o una cierta poda del actual) puede allanar la 
"legitimación" de su aprobación parlamentaria en ambos países. Pero no nos 
engañemos, el déficit global de legitimidad, de apoyo social, que puede tener un 
texto aprobado en esas condiciones, después de lo sucedido, y con las demandas 
sociales orilladas, puede ser muy alto. Y la gobernabilidad de una "Europa" de 
esas características, altamente compleja y conflictiva. Ya la actual UE a 25 es 
un espacio enormemente desigual, con profundas diferencias socio-políticas y de 
derechos de ciudadanía. La divergencia económica y de renta entre sus países 
miembros es mucho mayor que la que se puede encontrar en EEUU, una sociedad 
tremendamente desigual. Los nuevos miembros del Este estarán fuera hasta 2010 
del espacio Schengen, y sus ciudadanos por tanto no gozan de la libertad de 
movimientos de los del resto de la Unión. Y el salto en cuanto a derechos 
sociales y laborales entre la antigua UE a 15 y los nuevos países miembros es 
atroz (Lecourieux, 2005). Pero la "igualación" que provocará el funcionamiento 
de la futura UE va a ser una nivelación a la baja para amplios sectores sociales 
de la UE a 15, un limitado ascenso económico de una pequeña parte de las 
sociedades del Este, y una gran presión migratoria de estos países hacia los 
primeros (en especial hacia sus grandes conurbaciones), que ya se está dando; 
así como un crecimiento de las principales metrópolis en los nuevos países 
miembros, y un abandono de su mundo rural, incrementando sus diferencias 
regionales internas. Y todo ello dentro de un contexto en el que los 
desequilibrios con los espacios perimetrales a dicha UE se acrecentarán aún más, 
por la propia dinámica del mercado mundial, intensificándose las presiones 
migratorias, y haciendo crecientemente inmanejable (y altamente costoso) el 
control de las fronteras del Sur y de la inmensa frontera del Este de la Unión.
No es pues de extrañar que nos encaminemos cada vez más hacia formas de 
gobernabilidad y dominio fuertes, que se preparan soterradamente en la 
trastienda. No es posible quizás otra opción, si se quieren mantener las riendas 
dentro de esta loca dinámica. Y sobre todo, esa opción se puede volver aún más 
perentoria si se recrudece de repente, el entorno económico global, como 
consecuencia tal vez del estallido de la burbuja financiero especulativa 
internacional en el sector inmobiliario (la mayor burbuja especulativa de la 
historia del capitalismo, según The Economist -18-6-2005-, con muchas 
posibilidades de explotar); o si se profundiza la crisis del dólar, o quizás las 
dos al mismo tiempo, al verse obligada la Reserva Federal a elevar los tipos de 
interés para apuntalar la divisa hegemónica mundial, y financiar los 
desequilibrios estadounidenses; o si se agrava la crisis de la hegemonía 
estadounidense, como resultado de la guerra de ocupación iraquí; o todas al 
mismo tiempo, aderezadas (e incentivadas) además, por un alza brusca del crudo. 
El resultado muy probablemente sería una depresión-deflación mundial de 
consecuencias imprevisibles, junto con un recrudecimiento de las rivalidades 
intercapitalistas. En este escenario, para nada descartable, y que no podemos 
desarrollar aquí (ver Fdez Durán, 2004), la ausencia de autonomía propia de la 
UE respecto de EEUU, y el abrazo del oso al que puede verse sometida, sería 
fatal para el propio proyecto de poder "europeo" (que no es, ni debe ser, el 
nuestro), pues puede verse arrastrada por esta vorágine, de la que también es 
responsable. En estas circunstancias la Unión Europea (o una parte de ella) 
puede verse tentada a construirse político-militarmente, de forma brusca y 
claramente autoritaria, para garantizar su propia supervivencia en el escenario 
global, lo que agravará las tensiones internas de todo tipo, haciendo muy 
difícil su gobernabilidad. 
¿Un proyecto "neocon" para la nueva "Europa"? Nuevas gobernabilidades en 
gestación 
Pero antes se ensayan, a pesar de todo, todo tipo de formas de poder blando, 
de persuasión ciudadana, y en definitiva de comunicación, de marketing político, 
para hacer tragar suavemente a la sociedad civil los planes de las estructuras 
de poder, y legitimarse. Se habla de que es preciso "comunicar ‘Europa’ mejor a 
los ciudadanos". A este respecto, la nueva Comisión ha creado una 
vicepresidencia con este fin, la que desempeña la comisaria Margret Walström, a 
cargo también de las relaciones institucionales. Y Walström ha planteado que 
ante el fracaso en la ratificación de la Constitución, la Comisión no tenía 
ningún Plan B (lo que probablemente sea cierto, pues cabría hablar mejor quizás 
de diversos planes b, con minúscula), y que va a desarrollar (lo está haciendo 
ya) un Plan D, de fomento del flujo "democrático" (MOTT F., 2005). Esto es, 
según ella, comunicar los planes de "Europa" mejor a los ciudadanos, despertando 
dentro de ellos la necesidad de su consolidación política (y militar), ante los 
nuevos retos globales, al tiempo que se propone también "escucharlos" (en grupos 
especialmente diseñados al respecto) durante este periodo de reflexión. Para 
luego, "conjuntamente", elaborar una reorientación del "proyecto europeo" que 
haga a la UE más "atractiva" a sus ciudadanos, para que la sientan como "propia" 
Este Plan D se está implementando especialmente en todos aquellos países 
pendientes de ratificar la Constitución, y asimismo en Holanda. En Francia 
parece que la Comisión no se atreve a hacerlo, por no suscitar un mayor rechazo, 
y porque tal vez Chirac para nada lo desea, ni lo permite. 
Asimismo, desde distintas instancias comunitarias y think-tanks "europeístas" se 
acompaña esta campaña de "diálogo" con los ciudadanos, proponiendo incluso un 
"Pacto" con los mismos (Torreblanca, 2005). Y todo ello se complementa con 
volver a activar la participación "europeísta" de los principales actores 
"institucionalizados" de la sociedad civil europea (CES y grandes ONG’s europeas 
de distintos ámbitos), puesta ya en funcionamiento con ocasión de la aprobación 
del documento de la Constitución, y de la campaña a favor de su ratificación (Act4Europe). 
Pero últimamente se empiezan a evidenciar ciertas grietas en estos apoyos hasta 
ahora incondicionales, que estaban auspiciados por considerables flujos 
monetarios desde Bruselas. La tramitación de la Directiva Bolkestein está 
contando con la oposición de la CES (Confederación Europea de Sindicatos), y las 
propuestas del nuevo informe Sapir han recrudecido este rechazo. La CES sabe que 
las reformas que promueven significarían a medio plazo su fin como estructura de 
mediación, y es por eso que se opone a ellas, especialmente por el auge de la 
contestación en su seno a las mismas. Lo mismo está ocurriendo con las grandes 
ONG’s ambientalistas, que han denunciado la Directiva Bolkestein por la 
desregulación ambiental que supondrá al promover la deslocalización y la 
cláusula del "país de origen" (los países del Este tiene un plazo de 10 años 
para adaptar su legislación a la normativa ambiental comunitaria, y en ese plazo 
ésta se prevé que se oriente claramente a la baja, pues se está haciendo ya). Y 
el Lobby Europeo de Mujeres se empieza a inquietar ante el protagonismo que 
empieza a adquirir el "dialogo civil" de la Comisión con las Iglesias, y el 
reforzamiento de los mecanismos de dominio patriarcal que puede suponer el 
afianzamiento de los planteamientos de la Nueva Derecha, a la que nos 
referiremos a continuación. El resto de las grandes ONG’s en otros ámbitos 
(culturales, de derechos humanos, de desarrollo) se ve también condicionado en 
su apoyo, hasta ahora en gran medida irrestricto a las políticas de Bruselas, 
por el hecho de la creciente rebelión ciudadana contra la UE (No francés y 
holandés), y por el endurecimiento de la política de la Unión en todos los 
terrenos. Además, en el "dialogo civil" promovido por la Comisión cobra un 
progresivo protagonismo la relación directa, sin tapujos, con los grandes lobbys 
empresariales, como principales representantes de la "sociedad civil" para 
Bruselas; en esta creciente deriva hacia los planteamientos neoliberales de 
hacer de la sociedad una "sociedad de propietarios y accionistas", de acuerdo 
con la formulación realizada en el último congreso del partido (neo)laborista 
británico por Gordon Brown, el superministro económico de Blair, y futuro 
sucesor del mismo, quizás en esta misma legislatura. 
Pero la terapia de choque del libre mercado sin restricciones ya aplicada en su 
día en el Este (tras la quiebra del socialismo real, con el señuelo de la 
integración en Occidente y en concreto en la Unión), es preciso aplicarla ahora 
a la UE a 15, y especialmente a la Eurozona, como apunta el nuevo informe Sapir. 
Y ese electroshock, esa brutal devaluación del Estado social y de gran parte de 
su fuerza de trabajo, no se hará sin sudor y sin lágrimas. En ese espacio existe 
(todavía) una fuerte oposición social a esa devaluación salvaje, evidenciada 
claramente en Francia y Holanda, y asimismo en Alemania en las últimas 
elecciones (a pesar de que el mercado demandaba "más madera"), y el grado de 
organización de la verdadera sociedad civil en la UE-15 es sustancialmente mayor 
que en los nuevos países miembros del Este. Así pues, dicha devaluación no se 
podrá realizar probablemente sin una imposición autoritaria, por mucha 
ingeniería comunicativa y social que se intente desarrollar. Y es por eso que 
empiezan a proliferar diferentes Think Tanks de pensamiento neoconservador a 
escala comunitaria, y especialmente en Bruselas, para promover nuevas formulas 
(duras) de gobernabilidad político-social. Muchas de las cuales, en mayor o 
menor grado, ya se están ensayando por diferentes gobiernos de la Unión. Se 
podrían agrupar dichos Think Tanks bajo el epígrafe: "Radicales del Libre 
Mercado" (Free Market Radikals), como de hecho se autodenominan algunos de 
ellos. Entre ellos resaltan: el European Enterprise Institute (con fuertes 
relaciones con el American Enterprise Institute, ligado a la Administración 
Bush), el Center for a New Europe, la Stockholm Network, y el Internacional 
Policy Network (CEO, 2005). Igualmente, Aznar, junto con neoconservadores 
republicanos de EEUU, ha lanzado la Fundación para una Europa Fuerte, que 
promueve además una intensa relación transatlántica; aparte de la labor de zapa 
incendiaria que impulsa desde la FAES, arrastrando (sin resistencias) al PP por 
esa senda. 
El pensamiento neoconservador potencia una imagen del individuo propietario y 
consumista desvinculado de cualquier trama social de obligaciones, 
responsabilidades y cuidados; promueve un agresivo nacional-liberalismo apelando 
a las identidades nacionales en crisis por la "globalización" y la inmigración; 
resalta la decadencia imparable de la izquierda para dar respuesta efectivas a 
los perdedores "autóctonos" por las dinámicas del nuevo capitalismo global, 
fomentando populismos derechistas y racistas; plantea la necesidad de impulsar 
la "ley y el orden" y la "tolerancia cero", ante el auge de la delincuencia y el 
caos reinante; criminaliza a los pobres, indigentes y especialmente al "otro" de 
este estado de cosas; y socava cada día más el funcionamiento de las 
instituciones democráticas, así como denuncia hasta al propio sistema de 
partidos, utilizando de forma descarada la industrialización de la mentira, si 
es preciso, que lo es. Y en el caso español (PP) e italiano (Liga Norte) este 
tipo de planteamientos animan al enfrentamiento territorial dentro del Estado 
para auparse al poder, o permanecer en el mismo. Es un discurso perverso, pero 
inteligente, que tiene una amplia incidencia en importantes sectores integrados 
"autóctonos", y asimismo en sectores sociales frágiles que sufren el impacto de 
las sacudidas del libre mercado, y que necesitan desarrollar la autoestima y 
culpar a alguien, al "otro" (en sentido amplio), de su situación. Y este 
discurso autoritario incorpora también, en diferentes dosis, la necesidad de 
reformulación (endureciéndolas) de las relaciones de dominio patriarcal 
(reforzamiento de la familia tradicional, de la supeditación de la mujer al 
hombre, de los niños y jóvenes a los padres); el pensamiento homofóbico y contra 
la libertad sexual (es decir, contra gays, lesbianas, transexuales, queers); y 
el pensamiento religioso, pues la Iglesia (aparte de por supuesto las mujeres) 
cuidará del individuo solitario, junto con el mercado, satisfaciendo además sus 
necesidades espirituales, y no el Estado (Fdez Savater, 2005). 
Pero ya se están viendo los propios límites de la imposición de las formas de 
dominio autoritario neoconservador en el propio EEUU, su cuna, en donde el 
desastre de la guerra y de la ocupación iraquí están haciendo resurgir el 
Síndrome de Vietnam, y en donde el desastre del Katrina se ha llevado en gran 
medida por delante el discurso securitario de Bush, pues éste es incapaz de 
garantizar la seguridad de su propia población ante las catástrofes naturales. 
Así pues, cabe aventurar la gran dificultad para imponer estas formas en el 
espacio "europeo", a no ser que se haga de una manera claramente autoritaria, si 
es preciso, en cuyo caso cabría pensar igualmente que tendrían dificultad para 
mantenerse. Los límites político-sociales a los planes de Sarkozy de arramplar 
con la "chusma", la "escoria", limpiando con la manguera policial las explosivas 
periferias metropolitanas ("banlieus"), se han hecho evidentes. El reciente 
incendio (literal) incontrolado de resistencias que ha suscitado con su gestión 
de hierro (racista) el candidato a presidente en los barrios "sensibles", no 
sólo de París, sino de más de trescientas ciudades francesas, y su tremenda 
repercusión política (y económica), ha obligado a recular a este aprendiz de 
Bush, y ha forzado al Estado francés a declarar el Estado de emergencia en 
muchos de sus departamentos. Algo difícilmente inimaginable antes de la rebelión 
de las periferias. 
Arde París, arde Francia… y puede arder "Europa" 
A Sarkozy se le ha ido la mano (dura), y ha provocado un verdadero estallido 
juvenil de los marginados de esta sociedad de consumo, haciendo explotar todo el 
odio y la humillación acumulados en los guetos metropolitanos. Espacios donde se 
ceba el paro, la precariedad extrema y la desestructuración familiar. Se ha 
generado pues una auténtica guerrilla urbana espontánea, de violencia inusitada 
protagonizada por jóvenes (varones) resentidos que se autoconvocan a través de 
Internet, y que destrozan en muchos casos sus propias barriadas. No sólo coches, 
sino también sus propios servicios públicos. Un torbellino nihilista. Esta 
rebelión ha llegado a afectar hasta al euro, y amenaza con repercutir en el 
turismo, sector trascendental de la economía francesa. La imagen internacional 
de Francia ha quedado seriamente dañada, y ha destrozado no solo el señuelo de 
la capacidad de integración y homogeneización social de la gran Nación laica 
republicana (que condena el comunitarismo religioso, sobre todo islámico –ley 
del contra el velo-), sino que ha terminado por sepultar la imagen idílica de 
"Europa" y de su "Alianza de Civilizaciones". La "tolerancia cero" y la "guerra 
civil molecular" que ha auspiciado Sarkozy le ha estallado en la cara, y amenaza 
con desbordar las fronteras de Francia (de hecho, se ha extendido de forma 
incipiente a Bélgica, Holanda, Alemania y Grecia); y puede servir quizás de 
"ejemplo" a seguir por jóvenes de muchas periferias metropolitanas de otras 
ciudades de la UE, donde se almacenan los ciudadanos autóctonos "de color" y 
entre 20 y 30 millones de "no comunitarios", sin derechos y con un futuro muy 
incierto para sus cachorros. Pero, ojo, esta rebelión no tiene fronteras étnicas 
precisas, alcanzando también a jóvenes con pedigrí nacional, pero sin ilusión y 
sin futuro. Y las solidaridades internas que genera desbordan los límites entre 
comunidades que desde el poder se han querido auspiciar para impulsar la "guerra 
de todos contra todos", entre los de "abajo", y se proyecta ya también 
claramente hacia "arriba". Sin embargo, esta rebelión margina a las mujeres, 
especialmente a las jóvenes, reforzando el machismo, y a los mayores, que no 
encuentran un espacio propio para poder expresar sus reivindicaciones. En 
definitiva, esta protesta es asimismo la punta del iceberg de una crisis urbana 
mucho más profunda, de una explosión del desorden (Fdez Durán, 1993-6), de una 
ingobernabilidad antagonista y no antagonista, que se está incubando con 
diferentes expresiones en las metrópolis de todo el mundo. 
Chirac, y el gobierno francés, se han visto obligados a volver a impulsar en 
esas periferias metropolitanas los planes de "paz social subvencionada", que 
había suprimido el anterior gobierno Raffarin como parte de su programa 
neoliberal. Se ha puesto en funcionamiento otra vez un servicio civil voluntario 
para jóvenes en paro, y una mejora de las condiciones urbanas de esos barrios; 
es decir, una política social que implicará un incremento considerable del gasto 
público. En contra de las exigencias del mercado, de las recomendaciones del 
informe Sapir y del Pacto de Estabilidad A Francia le va a salir cara, al menos 
en el corto plazo, la revuelta juvenil promovida por la chulería de Sarkozy. 
Pero a pesar de todo, parece que la imagen de líder duro del Ministro del 
Interior, logra captar en gran medida el apoyo del ciudadano medio "autóctono" 
asustado por la dimensión de la protesta. Y se ve con buenos ojos por buena 
parte de la población la posibilidad de retirar hasta la ciudadanía, y expulsar 
del país (no está claro a donde), al que no respete las leyes securitarias de la 
República. Sin embargo, Francia, el Estado de la Unión con mayor porcentaje de 
población inmigrante, especialmente de origen musulmán, está abriendo la caja de 
pandora con estas medidas de "tolerancia cero", lo que puede encender la mecha 
de nuevos estallidos sociales metropolitanos en el medio plazo. No solo en el 
Hexágono, sino en toda la Unión, pues la UE va a necesitar en el futuro de una 
población no comunitaria en ascenso, para hacer frente a su declive demográfico. 
Y dicha inmigración tendrá que provenir, se quiera o no se quiera, en gran 
medida del mundo islámico y del África subsahariana. La más estigmatizada por la 
colonialidad del poder. Esto es, de sus entornos geográficos más cercanos, 
aparte de la que pueda llegar del resto de los países del Este, de Latinoamérica 
o de Asia, en principio más "integrable". Todo lo cual puede derivar en un 
escenario de "Guerra de Civilizaciones" en las metropolis de la Unión. 
Así pues, el tipo de gobernabilidad "neocon" sobre todo este polvorín social no 
se podrá imponer, seguramente, a no ser que se quiera recurrir a fórmulas ya 
abiertamente totalitarias, como en otros periodos de la historia del siglo XX, 
por el momento todavía impensables e inejecutables, en el presente orden de 
cosas. De cualquier forma, el auge de los totalitarismos vino precedido en su 
día de un fuerte descrédito de las democracias liberales, y en la actualidad se 
puede estar gestando poco a poco un caldo de cultivo similar. Es preciso pues 
estar atentos y aprender de la historia, aunque las circunstancias sean (aún) 
muy distintas. Y algo así se está haciendo desde la contestación ciudadana, 
desde las resistencias al "proyecto europeo", aunque quizás hasta ahora no se ha 
dedicado la debida atención a las derivas crecientemente racistas, autoritarias, 
militaristas, neoimperialistas y neopatriarcales del mismo. 
Las resistencias a la UE se organizan poco a poco, camino del Foro Social 
Europeo... y más allá del mismo 
Con posterioridad al No francés y holandés, estamos asistiendo a una 
reactivación y reagrupamiento de una parte importante de la contestación al 
"proyecto europeo" a escala comunitaria, no sólo para tratar de impulsar las 
resistencias al mismo, sino orientada también en gran medida a preparar el Foro 
Social Europeo (FSE) de Grecia, en abril de 2006. Este año el FSE parece que 
pondrá un especial énfasis en el debate respecto al futuro de la Unión, como no 
podría ser de otra forma. Hasta ahora ese debate había estado en buena medida 
ausente del FSE, quizás por la presencia (y los intentos de implicar más 
activamente) a la CES (Confederación Europea de Sindicatos), claramente 
"europeísta". Llaman la atención las declaraciones de los últimos años de la 
Asamblea de Movimientos Sociales del FSE. En la de París no se contenía una 
denuncia explícita a la Constitución Europea, cuando ésta ya estaba en la calle, 
y en la de Londres no se abogaba claramente por el No. Y eso se debe, muy 
probablemente, a los frenos que imponía la CES, y a la dificultad de comprensión 
de parte de la vieja izquierda comunista europea, y de la "nueva" (Negri), 
respecto del carácter y orientación de la UE, y su papel en el nuevo capitalismo 
global. 
Las críticas, debates y propuestas de movilización en el seno del FSE han estado 
dirigidas principalmente contra otros actores de la "globalización" (FMI, OMC, 
BM y EEUU), así como contra las políticas de "guerra global permanente" de la 
Administración Bush, en concreto contra la guerra de ocupación en Irak, y contra 
el neoliberalismo en general. Pero "Europa" (como proyecto) ha estado en buena 
medida, como decimos, fuera de la agenda del FSE. Esto va a dejar de ser así, al 
menos en la próxima edición en Grecia, lo cual es enormemente positivo. Hace 
falta un profundo debate en el seno de los movimientos sociales acerca de hacia 
dónde va "Europa". Sobre todo cuando desde hace años crece la oposición interna 
(parcial) de la extrema derecha hacia el "proyecto europeo", sin que existan 
discursos críticos potentes y articulados contra la UE de carácter emancipador y 
liberador, generadores de sentido acerca de lo que está ocurriendo en "Europa", 
y qué repercusión mundial tiene. Es hora ya de desarrollarlos a partir de la 
multiplicidad de resistencias al "proyecto europeo" (internas y externas), de la 
diversidad de reflexiones antagonistas existentes, y de la variedad de prácticas 
moleculares de transformación político-social en marcha. 
La propuesta más elaborada hasta ahora ha sido la de los ATTAC europeos, 
concretada en su plan ABC, tras el No francés (ATTAC, 2005). ATTAC plantea que 
para caminar hacia otra "Europa posible" es preciso partir de la actual UE, 
reformándola en profundidad, para ir más allá de ella, después. El plan se 
concreta en tres etapas. A: Acciones y movilizaciones desde ya contra las 
políticas neoliberales europeas y por una reorientación de las mismas (freno a 
la Directiva Bolkestein y a la Directiva de Tiempo de Trabajo, paralización de 
la privatización ferroviaria, no al AGCS, control del BCE, incremento de los 
fondos estructurales –en especial hacia el Este-, control de los paraísos 
fiscales, armonización fiscal en la Unión, freno de la Agenda de Lisboa, 
incremento al 0,7% del PIB en la Ayuda al exterior y fin del apoyo a la 
ocupación de Irak). B: Democratización verdadera de las instituciones 
comunitarias (el problema es si ello es factible). Y C: Empezar a caminar hacia 
"Otra Europa Posible", iniciando el debate acerca de cómo hacerlo, en abril, en 
el FSE. El grupo político de la Izquierda Europea del Parlamento Europeo (que 
agrupa a los partidos provenientes de la antigua izquierda comunista) también 
propone, en teoría, una reforma en profundidad de la actual UE, pero sus 
planteamientos son mucho más difusos, o menos precisos, por las diferencias 
existentes en su seno. En especial, entre los partidos de los países nórdicos y 
el resto. 
Dentro de éstos últimos, en donde existe también una diversidad de 
planteamientos, destaca la postura más activa de Refundazione Comunista, con 
considerables vínculos con los movimientos sociales italianos. Refundazione, 
junto con los Comités Unitarios por el No (a la Constitución) en Francia, ponen 
más el énfasis en impulsar una Carta Europea de Derechos Sociales, Democráticos 
y Ambientales, que permitan empezar a diseñar otra "Europa posible". Y en el 
encuentro de dimensión comunitaria que se impulsó por parte de los Comités en 
junio de este año, tras el No, se propugnaba que esa demanda pasaba por la 
necesidad de Refundar otra "Europa". Otra "Europa" social, democrática, 
pacifista, antipatriarcal, ecológica, de solidaridad con los pueblos, etc. En el 
seno del movimiento por el No en Francia han proliferado (además del PCF) 
diversos grupos de la izquierda radical (en su mayoría trotskistas), aparte de 
por supuesto mucha gente de "izquierdas" en general sin adscripción política 
concreta, aunque parte de ella se vincule con tendencias libertarias, 
anarquistas o autónomas. 
En este mes de noviembre está previsto un encuentro en Roma de estas dos grandes 
tendencias (reformistas y refundacionistas) para preparar el debate en torno a 
"Otra Europa es Posible") en el FSE de Grecia. Y asimismo, en este mismo mes, 
diferentes movimientos sindicales de gran parte de la UE, que operan fuera de la 
CES, tienen previsto también analizar cómo coordinarán sus planteamientos y sus 
luchas contra las políticas neoliberales de la Unión. La reunión será en 
Florencia, pues estos sectores tienen un especial relieve en Italia. Y muchos de 
ellos estarán también en la cita del FSE en Grecia. Hasta ahora, las críticas 
formuladas desde estas grandes tendencias a la UE, han versado principalmente en 
torno al carácter neoliberal del "proyecto europeo", que se ha ido agravando en 
los últimos tiempos (desde el Mercado Único y Maastricht, y especialmente a 
partir de la Agenda de Lisboa y la Constitución Europea), y su repercusión 
interna, especialmente en la antigua UE a 15 (donde esta contestación es mayor). 
Así como se ha resaltado la falta de democracia interna en la Unión, y 
especialmente en la elaboración de la Constitución, en donde para nada se ha 
dado un verdadero proceso constituyente (¿podría haber sido de otro modo?). Pero 
ha quedado mucho más desdibujada la denuncia a la "Europa" fortaleza y 
securitaria, así como a la existencia de dos tipos de ciudadanía dentro de la 
Unión (comunitarios y no comunitarios), o hasta tres o cuatro, según hemos 
manifestado más arriba; la censura de la "Europa" a distintas velocidades y su 
impacto en los países miembros del Este (donde la oposición social creciente 
está muy poco articulada); y mucho más podríamos decir acerca de la débil 
reflexión crítica sobre la "Europa" superpotencia y neoimperialista en 
construcción, su creciente dimensión militar, y su papel e impacto a escala 
global. Y, en general, podríamos afirmar que la puesta en cuestión del impacto 
ecológico (interno y externo) del "proyecto europeo" tiene un carácter residual 
en estos discursos, por no decir la reflexión sobre su inviabilidad a medio y 
largo plazo. 
Esta reflexión crítica más amplia y profunda del modelo productivo y de sociedad 
en el que se inserta el "proyecto europeo", como una pieza más, muy importante, 
del nuevo capitalismo global, anida de una forma quizás deslavazada y no 
estructurada en general, formalmente, en una gran diversidad de pequeños grupos 
y colectivos, que operan en mayor o menor medida en red, y que podríamos situar 
dentro de un ámbito difuso que se reclama heredero principalmente de las 
corrientes anarquistas, libertarias, autónomas, okupas o zapatistas. Todos ellos 
con un importante componente de solidaridad internacional. Muchos de los cuales 
no estarán presentes en el FSE, en Grecia, por la prioridad que dan al trabajo y 
al enraizamiento en lo local. Dentro de este magma complejo predominan las 
posturas que podríamos denominar de Deconstruir "Europa" (y los Estados-nación), 
y hasta de promover el decrecimiento económico y el freno de los procesos de 
concentración urbana, propiciando un mayor equilibrio con el mundo rural. Para 
ello se propone impulsar formas democráticas desde los ámbitos más locales, 
creando comunidad, reconstruyendo los lazos sociales y recuperando los espacios 
públicos fagocitados por el mercado (y el Estado); así como reforzar la sociedad 
civil como forma de crear contrapoder político. Es decir, un tipo de poder 
político de la sociedad más allá (o, mejor dicho, más acá) del Estado, y por 
supuesto de las instituciones comunitarias. Sus planteamientos cabría situarlos 
en la necesidad de transformar el nuevo capitalismo global (y por lo tanto 
"Europa") desde abajo, alterando así las relaciones de poder, y propiciando una 
democracia verdaderamente participativa. Es decir, un camino para cambiar el 
mundo sin tomar el poder, pues esta última vía la Historia la ha demostrado 
vana. 
Las nuevas dinámicas del capitalismo global, impulsadas principalmente por los 
grandes poderes económicos y especialmente financieros, se están imponiendo 
primordialmente de arriba a abajo. Esto es especialmente cierto en el caso de la 
UE. Pero hoy en día múltiples voces liberadoras que propugnan la reforma en 
profundidad, la refundación o la deconstrucción de "Europa" están convergiendo 
poco a poco, desde abajo, no sin tensiones, a escala continental, para resistir 
estas tendencias del poder e intentar quitarle ya las últimas hojas de parra al 
Emperador, que se está quedando desnudo. En definitiva, para demostrar que el 
poder se sustenta sobre la nada. Es preciso, por tanto, profundizar un debate 
necesario sobre el futuro del "proyecto europeo", con el fin de incrementar las 
resistencias al mismo a escala comunitaria, y poder confluir con procesos 
similares que se están dando a nivel mundial, por el papel cada día más 
impactante y agresivo de la UE en las Periferias Sur y Este. Al tiempo que 
abrimos también una reflexión profunda sobre las causas de estallidos sociales 
como los que hemos visto en las últimas semanas en Francia, así como las vías 
para enfrentar desde los movimientos de transformación social estos conflictos 
contradictorios, intentando transformar la ingobernabilidad en un nuevo 
antagonismo liberador y emancipador, en base a la no violencia activa y la 
desobediencia civil. Esta será la única forma de poder frenar y transformar la 
deriva competitiva, asocial, racista, destructora, policial, militarista y 
patriarcal de este modelo "europeo" (y mundial) basado en la necesidad de 
crecimiento y acumulación constante. Un modelo que supedita la sociedad, la 
naturaleza y el globo entero al poder del dinero, y que nos conduce al caos y a 
la barbarie. Sólo así podremos caminar hacia otro mundo posible. 
Madrid, noviembre, 2005 
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