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Europa

Cómo revivir 50 años del pasado ?

  Ulysse Urriola

El gobierno de ultraderecha francés, muy próximo a las ideas de la ultraderecha fascista de este país (Le Pen, De Villiers), ha avanzado un paso importante en esta unión estratégica, cual es aplicar medidas drásticas y neocolonialistas respecto a los franceses de segunda y tercera generación en Francia que simbolizan claramente la diferenciación étnica y necesaria a los nativos, para optar por una discriminación definitiva respecto a los individuos disímiles al sistema imperante.
 
La aplicación del estado de sitio con la medida de toque de queda dictada por los prefectos y todas las restricciones de las libertades individuales y colecticas que de ella emana, muestra palmariamente la intención del gobierno de revivir el pasado colonialista de hace 50 años atrás de la guerra contra Argelia. La aplicación del decreto del 3 de abril de 1955, que sólo fue aplicado en el conflicto de Nueva Caledonia con los « kanaks », enterrado por la historia pero exhumado a la luz de una crisis social de envergadura, nos lleva a pensar que el proceso de descolonización con los países africanos sigue vigente.
 
No hay peor provocación ni eleccción más catastrófica que haberse servido de un decreto que reactualiza los horrores de la intervención francesa en Argelia en sus intenciones imperialistas y de dominación de pueblos sometidos por la fuerza del terror.
 
Este decreto sobrepasa ampliamente el radio de acción de los implicados en el conflicto actual en Francia y somete a otras generaciones de argelinos a revivir su pasado histórico de manera dolorosa, lo que se transforma en una provocación colosal respecto a las heridas no cicatrizadas de la guerra de colonización contra Argelia.
 
Los jóvenes franceses descendientes de padres y abuelos argelinos fundamentalmente, traspasa la guerra de Argelia a la « guerra » de Francia contra los « argelinos » en territorio nacional. Esta deriva histórica no hace más que incrementar las veleidades del pasado aguzando la diferencia étnica.
 
El gobierno francés, sobrepasado por los acontecimientos, ha optado por la aplicación de una política represiva sin límites que lleva necesariamente a la prolongación del conflicto, sin tomar en cuentas las raíces mismas de él mismo, en la falsa ilusión que la prioridad es restablecer el orden. No hay orden sin justicia! Mientras el gobierno se obstine en su discurso de protección de la propiedad y en favor de los intereses de loos ricos en contra de los pobres, ninguna solución será posible.
 
Ya es tiempo de percatarse que las injusticias sociales, la discriminación frente a las capas desmunidas de todo acceso a la norma, indigentes y precarios por falta de medios que los impulsen hacia un porvenir mejor, constituyen la base misma de las resistencias al régimen despótico que las sumerge en este vacío existencial y de sobrevida..
 
El ministro del interior, Nicolas Sarkozy (hijo de emigrante húngaro), esta tarde ha insistido frente a la Asamblea Nacional (la Cámara de diputados) con su política altamente represiva, sosteniendo que los autores extranjeros de delitos comunes deben ser repatriados inmediatamente del terrirorio nacional. La misma doble pena que él mismo había abolido hace dos años sería aplicada sin apelación..
 
Sin contestación, el gobierno de ultraderecha de Francia, cuyo máximo exponente es el ministro del interior, no trepida en acelerar las medidas coercitivas que responden a la mantención del sistema político-económico ultraliberal que él defiende. Ninguna palabra ha sido pronunciada en relación a las causas quue generan la conflagración social que estamos viviendo. Los medios de comunicación se esmeran en complacer el discurso ideológico del más fuerte, del más adinerado, del que puede consumir porque ha construido su fortuna en detrimento de los asalariados, cesantes y excluidos.
 
La patética realidad nos lleva a escuchar a este joven que relata en la televisión que nada tiene que perder pues la carcel, los cuatro muros, no se diferencian de los cuatro muros donde vive y que su lucha es por obtener mejores condiciones de vida.
 
En la « democracia burguesa » estamos acostumbrados a que un líder se perfile como la cabeza pensante de un movimiento reivindicativo y político que trazará una senda por donde encaminarse. No es el caso de estos jóvenes franceses que luchan con sus propios medios, cuando el diálogo se cerró, para obtener su reconocimiento en tanto personas que sufren de la injusticia, de la falta de libertades y de un futuro extremadamente incierto. La discriminación racista hacia estos jóvenes los coloca en posición de sublevación contra un sistema que ha quebrantado y violentado sus propias aspiraciones de ciudadanos de esta República.
 
En ese sentido, la gestión del gobierno frente a la sublevación juvenil adolece de sentido común y no reconoce en ningún instante las verdaderas reivindicaciones de los jóvenes que han sido sometidos a humillaciones, vejámenes, por decenios, sin que la clase política haya reaccionado frente a este surco social, que por lo demás todos conocíamos
 
La hipocresía del sistema permite practicar la política del avestruz hasta que otras realidades emergen del fondo de la cólera y se implantan como un desafío al sistema político-económico y social que oprime a millones de individuos. Los jóvenes franceses que actúan y se rebelan contra el sistema de dominación que los hunde, no hacen más que expresar su ira contra este Estado que no tiene consideración por ellos, que los aniquila en su propia perspectiva de vida y que sostiene una política de discriminación sin parangón.
 
Ninguna medida coercitiva, como lo plantea el gobierno, servirá para poner término a la lucha callejera de protesta. Mientras no haya una clara preocupación del gobierno por dar satisfacción a los reales problemas que se plantean los jóvenes franceses, la respuesta será violenta en acorde a la violencia del Estado que tiende a « crear » valores republicanos que son claramente en contradicción con los prinsipios mismos de la enunciación de valores tales como l a libertad, la igualdad y la fraternidad.