Argentina: La lucha contin�a
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A 25 a�os del Premio N�bel de la Paz
Caminos de luchas y esperanzas
junto a los pueblos de Am�rica Latina
Adolfo P�rez Esquivel
Altercom
Queridos amigos y amigas, reciban el fraterno saludo de PAZ y BIEN.
Quiero hacer memoria a 25 a�os del Premio Nobel de la Paz y compartir con
ustedes algunos caminos recorridos y agradecerles el compartir las luchas y
esperanzas junto a los pueblos.
El d�a 13 de octubre del a�o 1980, me encontraba en la calle llevando informes
sobre los derechos humanos a diversas instituciones y embajadas, est�bamos
viviendo bajo la dictadura militar argentina. Hac�a poco tiempo que me hab�an
levantado la �libertad vigilada�, impuesta despu�s de mi prisi�n durante 28
meses en total.
Cerca de las 10 de la ma�ana llamo por tel�fono a Amanda, mi esposa, quien me
informa que debo ir con urgencia a la Embajada de Noruega. Al llegar, el
embajador me invita a pasar a su oficina y recuerdo que miraba insistentemente
su reloj, como esperando a alguien o algo, hasta que, a las 12 hora argentina me
anuncia que el Comit� N�bel me hab�a otorgado el Premio N�bel de la Paz. Grande
fue mi sorpresa, no esperaba ese honor. Hac�a tres a�os que estaba nominado como
candidato, incluso estando en la prisi�n.
Mi primera reacci�n fue decirle al embajador: �Agradezco la alta distinci�n, y
asumo el Premio N�bel de la Paz en nombre de los pueblos de Am�rica Latina; en
especial de los hermanos ind�genas, de los campesinos, organizaciones populares,
trabajadores, religiosas y religiosos que comparten la vida, las angustias y
esperanzas junto a los pueblos que luchan d�a a d�a por un mundo mejor�. Le
expreso que mi compromiso no es aislado; es compartido con miles de hermanos y
hermanas en toda Am�rica Latina y el mundo, junto con los compa�eros y
compa�eras del Servicio Paz y Justicia en Argentina y en Am�rica Latina, a
quienes les agradezco el honor de compartir las luchas por medios no-violentos
en mi pa�s y en todo el continente desde hace m�s de 30 a�os.
Han transcurrido 25 a�os y las convicciones se han fortalecido en el tiempo, con
la decisi�n asumida, simplemente porque es un compromiso de vida, desde la
espiritualidad cristiana y abierta al ecumenismo de compartir, con otras
religiones y pensamientos diversos, la vida y el caminar de los pueblos desde la
No-Violencia Evang�lica como fuerza de liberaci�n. Es una lucha permanente por
cambiar las estructuras de injusticia y por la vigencia de los derechos humanos
en la construcci�n democr�tica.
Son muchas las personas y organizaciones con quienes compartimos los caminos. Me
resulta imposible nombrar a todas ellas Por lo tanto pido disculpas por este
breve e incompleto recordatorio, pero est�n en mi mente y en mi coraz�n y estoy
seguro que continuaremos sembrando semillas de resistencia y dignidad para que
otro mundo sea posible.
Quisiera recordar a algunos hermanos y hermanas que han marcado profundamente mi
vida y al SERPAJ en Am�rica Latina: a la doctora y amiga Hildegard Goss Mayr y a
su esposo Jean Goss, fallecido, responsables del Movimiento Internacional de la
Reconciliaci�n, con sede en Viena y en diversos pa�ses de Europa, quienes en la
d�cada del 60 inician actividades con las iglesias a nivel ecum�nico en todo el
continente, desde M�xico a la Patagonia, para hacer conocer la no-violencia
junto a los sectores sociales m�s marginados y pobres del continente. Al amigo y
maestro Lanza de Vasto, disc�pulo del Mahatma Gandhi.
En ese caminar compartido quiero recordar a Dom Helder C�mara, profeta de
Am�rica.
A Monse�or Leonidas Proa�o, el Obispo de los pobres e ind�genas en Riobamba,
Ecuador, al Padre Pepe G�mez Izquierdo, de Guayaquil, a Dom Antonio Fragoso,
Obispo de Crate�s, en el nordeste del Brasil. Con ellos compartimos la oraci�n,
la reflexi�n y la prisi�n .
Al Cardenal, Arzobispo de Sao Paulo, Dom Pablo Evaristo Arns, al poeta del
Araguaya, Dom Pedro Casald�liga, Obispo de Sao Felix de Araguaya, a los Obispos
de la Iglesia Metodista Argentina Carlos Gattinoni, Federico Pagura y Aldo
Echegoyen. Al M�rtir de Am�rica, Monse�or Oscar Romero, Obispo de San Salvador,
quien dio la vida por su pueblo y a quien rendimos homenaje hace pocos d�as en
San Salvador. Al Rabino Marshall Meyer de la Comunidad Bet-El, en Argentina.
Todos ellos, hermanos y hermanas, con quienes resistimos a las dictaduras y
compartimos la oraci�n, cada uno desde su comprensi�n y fe al Dios de la Vida.
A los queridos hermanos Monse�or Jaime de Nevares, Obispo del Neuquen, a Mons.
Esteban Hesayne, Obispo de Viedma, a Mons. Jorge Novak, Obispo de Quilmes. A las
queridas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a los Familiares y Organismos de
Derechos Humanos, a la Comisi�n Provincial de la Memoria de la Provincia de
Buenos Aires. A los compa�eros/as del SERPAJ en Am�rica Latina y en la
Argentina. A los amigos de la Universidad de la Pau, en Catalu�a, en Sant Cugat
del Valles.
Todos ellos son ejemplo de resistencia y dignidad.
Muchas organizaciones amigas y solidarias nos acompa�an a trav�s de los a�os con
su apoyo solidario, que nos permite continuar con el trabajo que realizamos en
Am�rica Latina y el mundo: Misereor y Adveniat de la Iglesia Cat�lica Alemana,
el CCFD (Comit� Cat�lico contra el Hambre y por el Desarrollo) de Francia, a
Danielle Mitterrand, de France Libert�s, amiga y militante de la Vida. A la
Fundaci�n Carrefour de Francia, que solidariamente apoya nuestro trabajo
educativo con los j�venes en riesgo social; a a Fundaci�n S�Olivar, de Palma de
Mallorca. A ICCO de Holanda, que durante a�os nos apoyaron en nuestro trabajo.
Todos ellos han sembrado en diversos caminos, la solidaridad y la resistencia,
frente a las injusticias, el hambre, la pobreza y desigualdades sociales,
pol�ticas y econ�micas.
En estos a�os tuvimos avances y retrocesos; no nos faltaron dificultades. Muchas
veces he se�alado que si las utop�as no existen, tenemos que tener la capacidad
de inventarlas. Debemos recrear la vida y la esperanza, a pesar de todo.
No puedo dejar de se�alar entre lo vivido, dos experiencias en la prisi�n
durante la dictadura militar, momentos l�mite entre la vida y la muerte. Esa
mancha de sangre en el �tubo�, ( la celda), del centro de torturas, en el que un
prisionero o prisionera que me precedi�, escribe con su propia sangre �Dios no
mata�. Acto profundo de fe y compromiso, que expresa a todos los muertos y a
todos los desaparecidos, la resistencia de los pueblos, que a pesar de todo el
sufrimiento no han claudicado. No han logrado vencernos y continuamos la
construcci�n por un mundo m�s justo y fraterno. La otra experiencia fue el vuelo
de la muerte el d�a 5 de mayo del a�o 1977. Sobreviv� gracias a la solidaridad
internacional, lo que hizo que no me arrojaran al mar como a tantos otros
prisioneros. En esa situaci�n l�mite entre la vida y la muerte, la oraci�n fue
mi fortaleza y el pensamiento en mi familia y los pueblos de Am�rica Latina.
Muchas recuerdos se agolparon en mi mente y coraz�n. Estaba amaneciendo y a la
oscuridad siempre le sucede la luz.
Tenemos que descubrir los signos de esperanza en nuestro continente, los pueblos
originarios est�n de pi� reclamando sus derechos. Los movimientos de mujeres,
campesinos, trabajadores, est�n marcando nuevos rumbos y presencia. Esa din�mica
de vida est� mostrando nuevos emergentes de r�os subterr�neos y nuevos rostros
de la humanidad. El Foro Social Mundial, la Cumbre de los Pueblos, los Foros
Tem�ticos. El gran desaf�o es construir la Paz, como fruto de la Justicia y la
Verdad.
En �ste caminar siempre sent� la necesidad de volver la mirada hacia el
interior, a la espiritualidad, que adquiere nuevo vigor y fortaleza en la
trascendencia de la humanidad, en el compartir el pan y la libertad con nuestros
pueblos. A pesar de la situaci�n actual que vive el mundo y nuestro continente,
a pesar de las guerras, el hambre, la pobreza y la marginalidad, no podemos
bajar los brazos. Hay que continuar en la resistencia y fortalecernos en la
unidad y la solidaridad entre los pueblos.
Queridos amigos y amigas, compa�eros y compa�eras de caminada por Am�rica Latina
y el mundo, GRACIAS por la generosidad y el apoyo que siempre he recibido y que
acompa�an tambi�n al SERPAJ. Me da mucha fuerza y esperanza saber que
continuamos juntos las luchas por construir un nuevo amanecer para todos. 25
a�os s�lo son un alto en el camino para reflexionar, tomar energ�a y continuar.
�Hay que seguir andando nom�s�, como nos ense�ara el Obispo M�rtir de los llanos
riojanos, Monse�or Enrique Angelelli, el querido �Pelao�, que dio su vida para
dar vida.
A mi familia que siempre estuvo firme en las adversidades y en la resistencia,
fundamentalmente en la unidad y el amor.
Buenos Aires 1 de setiembre de 2005