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Argentina: La lucha continúa

¡Azucena, Presente !  

Argentina Indymedia

"Las Madres empezamos a reconocernos al encontrarnos en todos esos lugares. Una tarde de abril de 1977, mientras esperábamos que nos atendiera el secretario del Vicario Castrense, en la Iglesia Stella Maris, una de las madres que estaban allí, Azucena Villaflor de Devincenti, dijo que "individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo? Cuando vea que somos muchas, Videla tendrá que recibirnos ." (Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora)  
Así, el sábado 30 de abril de 1977, 14 mujeres fueron a Plaza de Mayo: Azucena, Pepa Noia, Mirta de Varavalle, Berta de Brawerman, Raquel de Caimi, Beatriz de Neuhaus, Delicia de González, Raquel Arcusín, Haydee de Garcia Buela, María Adela Antokoletz y sus tres hermanas, Cándida, María Mercedes y Julia. La número 14 era una jovencita del Partido Comunista, que no dio su nombre porque el partido no estaba con estas madres.  
El lugar elegido no fue casual, "allí se produjeron a través de los años, las más grandes concentraciones y los hechos políticos y sociales significativos", justificó Azucena. La reuniones se acordaron para los viernes, pero una madre dijo que el "viernes era día de brujas", entonces la pasaron a los jueves, de 15.30 a 16 hs. Las madres estuvieron reunidas en la plaza hasta que los policías les indicaron que debían circular porque el país se encontraba en estado de sitio y así comenzó el mayor acto de resistencia y lucha: la ronda de las Madres de Plaza de Mayo.  
"Si Azucena tenía en claro algo, era que una organización de este tipo se podía construir si se daba participación, si se hacía entre todas. En primer lugar, la idea de organizarnos y reunirnos en la Plaza fue de Azucena, pero aparte, ella era una líder natural, que no hacía esfuerzos por imponerse a los demás ni pretender liderazgos, era como una gallina que nos cobijó a todas como si fuéramos sus pollitos... hasta cobijó a quien iba a ser su secuestrador." (Nora Cortiñas)  
El viernes 8 de julio de 2005, después de 28 años, el Equipo Argentino de Antropología Forense dio a conocer la noticia de que fueron identificados los restos de Azucena, que habían sido sepultados como NN en el cementerio de General Lavalle junto con otros 6 cuerpos aparecidos entre diciembre de 1977 y enero de 1978 en las costas de Santa Teresita y Mar del Tuyú. Si estos cuerpos pudieron ser rescatados, fue porque en los primeros años de la dictadura, los militares tiraban los cuerpos al mar y éstos eran arrojados por la corriente hacia las costas. Posteriormente, "mejoraron" su técnica y los arrojaron con peso para que las corrientes no los sacaran. Se sabía por testimonios de lxs sobrevivientes (a los que se sumaron las declaraciones que hizo Adolfo Scilingo ( condenado en España a 640 años de cárcel)en los '90 sobre los vuelos de la muerte), que después de ser torturadxs, lxs secuestradxs eran adormecidxs con droga y arrojadxs vivxs desde aviones al Río de la Plata. Esta siniestra operatoria queda ahora totalmente probada porque la autopsia de los cuerpos determinó que la muerte se produjo por el choque del cuerpo con un objeto sólido (la masa de agua).  
Junto con los restos de Azucena, también fueron identificados los restos de Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce De Bianco, cofundadoras de Madres. El hallazgo de los cuerpos confirma por primera vez el circuito represivo implantado desde la ESMA con los vuelos de la muerte. El secuestro de estas madres se produjo en diciembre de 1977, resultado de una acción perpetrada por el grupo de tareas GT332 dirigido por el Tigre Acosta. El represor Alfredo Astiz ( con prisión preventiva por causa ESMA), bajo el seudónimo de Gustavo Niño se infiltró en la organización con el falso argumento que tenía un hermano desaparecido y así se ganó la confianza de las Madres.  
El 8 de diciembre en las puertas de la Iglesia de la Santa Cruz, mientras juntaban el dinero para publicar una solicitada pidiendo por lxs detenidxs desaparecidxs, Astiz acordó con agentes encubiertos que besaría a cada una de las principales personas de la reunión para identificarlas, las cuales fueron poco después secuestradas y llevadas a la ESMA. Entre ellas estaban Esther Ballestrino de Careaga, Mary Ponce de Bianco y Alice Domon.  
Azucena, alertada del secuestro de las dos madres y de la monja, arengó a las demás para que siguieran adelante con la publicación de la solicitada. El 10 de diciembre, Día Internacional por los Derechos Humanos, se levantó temprano para comprar el diario "La Nación", donde saldría publicada la solicitada, que no pudo ser de página completa, porque en el secuestro los marinos se robaron parte del dinero recaudado. Cuando volvió a su casa se dio cuenta de que el ejemplar del diario estaba borroneado. Cuestiones del destino, no llegó a leer que en la solicitada figuraba también la firma de Gustavo Niño, el mismo que dos días atrás había marcado a las dos madres.  
Cuando volvió a salir para comprar nuevamente el diario y hacer las compras del día, fue interceptada en la esquina de Cramer y Av. Mitre, en el barrio de Sarandí, por dos automóviles que la encerraron, ella se tiró al piso y empezó a gritar, pero fue metida de prepo en uno de los autos y llevada directamente a la ESMA. Allí fue brutalmente torturada junto a lxs demás secuestradxs. Alice, quien también fue salvajemente torturada, demostró una conducta admirable. Según afirman quienes pudieron verla en la zona de la "Capucha" en la ESMA, hasta en sus peores momentos de dolor, preguntaba por la suerte de sus compañerxs, y en el colmo de la ironía, en forma particular por el "muchachito rubio", que no era otro que Astiz, su entregador.  
Entre el 8 y el 10 de diciembre fueron secuestradxs aparte del grupo reunido en la Santa Cruz, lxs concurrentes a una cita establecida en un bar de Av. Belgrano y paseo Colón, el pintor Berardo de su atelier en la Boca, Azucena Villaflor y la hermana Leonie Duquet de su humilde casa en San Justo. Todxs fueron llevadxs a la ESMA y "trasladadxs" en los vuelos de la muerte, por eso se cree que los restantes cuerpos encontrados pueden ser de lxs secuestrados en la Santa Cruz, aunque todavía no se hicieron las pruebas genéticas.  
María Eugenia Ponce de Bianco, buscaba a su hija desaparecida el 30 de abril de 1976, se la llevaron de su domicilio en Lomas del Mirador. La recuerdan como una mujer de gran dulzura pero de una alta conciencia política de ideología marxista, Mary había militado en los sectores más progresistas de la Iglesia. Azucena Villaflor de De Vincenti venía de una histórica familia peronista de Avellaneda, buscaba a su hijo Néstor, desaparecido el 30 de noviembre de 1976 en Villa Dominico. Según afirman varias madres, tenía un liderazgo innato y una inquebrantable voluntad por encontrar a su hijo. Esther Ballestrino de Careaga, militante del Partido Revolucionario Febrerista, de orientación socialista y antiimperialista, debió exiliarse en Buenos Aires de la dictadura Stroessnerista. Buscaba a su hija Ana María, la cual recuperó su libertad cuatro meses después de ser secuestrada. Esther se ocupó de sacar del país a sus hijas menores y luego volvió a la Plaza. Otras Madres le preguntaron que hacia allí, ella les respondió: "nos falta encontrar a los demás, todos son mis hijos".  
Ese espíritu solidario, de un humanismo radical, el buscar denodadamente a sus hijas e hijos y también a "todos los demás", porque todas y todos se convirtieron en sus hijas e hijos fue uno de los rasgos más notables de las Madres de Plaza de Mayo. El camino que abrieron fue ejemplar, fue una esperanza y una fuente de fortaleza para miles, aquí y en otro países. Muchas de estas mujeres padecieron la desaparición o el asesinato de sus hijas e hijos, la pérdida de nietas y nietos que en ocasiones nunca conocieron, la desaparición o asesinato de sus compañeros o de otros familiares y amigxs Ellas mismas, como Azucena, María Eugenia y Esther, fueron en ocasiones torturadas y desaparecidas. Sin embargo, estas mujeres indómitas se siguieron reuniendo, siguieron buscando a sus hijos e hijas y siguieron dando vueltas alrededor de la Plaza de Mayo. Cuando fue evidente que no se las podía hacer desaparecer a todas físicamente, se las empezó a tratar de locas. Cuando se quiere desautorizar a un hombre se dice que es puto y cuando se quiere desautorizar a una mujer, que es loca. Sin embargo, estas "locas" siguieron y siguen dando vueltas reclamando justicia.  
El gesto de Azucena, ese convocar a reunirse para poder hacer juntas lo que no iban a lograr cada una sola, fue la comprobación más indiscutible de que es posible, y necesario, convertir la resignación, el miedo y el individualismo en rebeldía, valor, solidaridad, vida.
Azucena, siempreviva, presente!