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        Argentina: La lucha continúa 
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Estado y economía: algunos aspectos relacionados a la biotecnología transgénica en Argentina y sus efectos sociales
Alberto Jorge Lapolla 
(trabajo censurado por la Universidad Nacional de Santiago del Estero) 
PROBLEMÁTICA ECONÓMICA
El modelo de producción agropecuaria como parte del modelo económico nacional
El análisis del desarrollo de la producción agropecuaria hacia el modelo de 
monocultivo de soja transgénica forrajera en que ha devenido la producción 
agraria argentina, debe enmarcarse en la evolución -más apropiadamente 
involución- del modelo económico nacional, desde uno de capitalismo industrial 
autosuficiente, con escaso o nulo endeudamiento externo, soberano, centrado en 
el mercado interno, con alta movilidad social, con alto nivel de distribución 
del ingreso, pleno empleo, satisfacción casi plena de las demandas de la 
población y de alta inclusión social, vigente entre 1945 a 1975 -y que de alguna 
manera perdurara hasta 1989- y su reemplazo por un retorno al modelo colonial de 
exportación de commodities -anteriormente llamado modelo agroexportador: 
"Argentina Granero del mundo"- vigente con otras formas entre 1862 y 1943, 
constituido a partir de la sumisión de la nación argentina en la globalización 
británica luego de las derrotas nacionales de Caseros y Pavón en la segunda 
mitad del siglo XIX.
A diferencia de entonces que exportábamos granos y carne, hoy exportamos granos 
-principalmente forrajeros-, petróleo crudo, gas natural, energía eléctrica y 
caramelos. Para poder exportar petróleo y gas, la Argentina que a través de 
décadas de trabajo serio de YPF y Gas del Estado había logrado el 
autoabastecimiento energético, pero no era un país superavitario en energía, 
debió detener primero y destruir luego su desarrollo industrial, siderúrgico, 
ferroviario, militar y naval, mediante la política de devastación nacional 
llevada adelante en dos etapas: primero en la época de la dictadura militar a 
través de su ministro de Economía, José A. Martínez de Hoz y luego por el 
gobierno de Menem entre 1989 a 1999.
Esta transformación macroeconómica, que ya ha costado enormes daños a la nación 
y que la devolviera a su estado colonial anterior a 1945, implica la política de 
dejar de pensar la producción y la actividad económica nacional desde el mercado 
interno, de interpretar el desarrollo nacional a partir de las necesidades de su 
pueblo y del país, para volver a generar un desarrollo desde y hacia afuera 
(modelo de factoría), es decir el motor de la producción no es la satisfacción 
de nuestras demandas y necesidades, sino las que reporta o necesita el mercado 
mundial, las que nos fijan los dueños del mercado mundial. Es así que dejamos de 
ser una nación y hemos retornado al estado de factoría neocolonial.
De no haber sido por la rebelión popular de diciembre de 2001, la Argentina se 
encaminaba, por vía de esta política de sumisión al capital financiero 
internacional, hacia la dolarización, la entrega de territorio por deuda (en 
función de la vieja apetencia norteamericana sobre la Patagonia y la Antártida 
Argentina) junto a la represión militar y policial a los pobres y hambrientos, 
es decir el inicio real de la disolución física de la nación. Una vez más en 
nuestra historia el pueblo salvó la nación.
Es en esta perspectiva en que el monocultivo de soja transgénica debe ser 
abordado como un emergente de la transformación neocolonial de la Argentina y no 
como causa de la misma. Si bien la expansión aparentemente incontrolable del 
monocultivo de soja transgénica forrajera es un grave problema que está 
afectando nuestra economía, la misma podría ser reemplazada por otro commoditie 
que ocupara su mismo rol, como materia de producción ‘nacional’ únicamente para 
las necesidades del mercado mundial.
Retorno al modelo de país factoría exportador de commodities
J. A. Martínez de Hoz fue muy claro respecto de los planes que para la nación 
tenía el nuevo mando capitalista por él representado, así en 1977 señaló: "Si la 
Argentina va a producir acero o galletitas lo va a decidir el mercado". Por 
supuesto el "mercado", es decir los dueños del mercado -las 40 o 50 empresas 
multinacionales a quienes se entregó la riqueza de la nación, dueñas de la 
Argentina- decidieron que produjéramos y exportáramos soja forrajera, petróleo 
crudo, gas natural y caramelos, haciendo realidad la profecía del creador de la 
deuda externa moderna.
Esta política fue desarrollada sin solución de continuidad por los sucesivos 
gobiernos habidos desde 1976 hasta el 19 y 20 de diciembre de 2001, con la 
solitaria excepción del año de 1984 cuando el ministro de Economía Bernardo 
Grinspung intentó una política diferente de retorno al modelo de desarrollo 
nacional, antes de ser reemplazado por el economista neoliberal Juan Vital 
Sourrouille. Desde entonces, las políticas económicas aplicadas destruirían una 
tras otra las transformaciones revolucionarias de la sociedad argentina 
realizadas por Juan Perón entre 1945 y 1948. De tal forma las políticas 
neoliberales y neocoloniales aplicadas producirían:
- La destrucción física de la clase trabajadora, que se había vuelto en 
ingobernable entre 1945 y 1973, reduciendo su número de 6.000.000 en 1976, a 
menos de 1.000.000 en diciembre de 2001 generando una política de desempleo 
creciente y de marginalización de la población, produciendo que entre 1990 y la 
actualidad la tasa de desempleo y subempleo alcanzara a casi un 40% de la PEA 
(Población Económicamente Activa) (la mayor de la historia argentina), es decir, 
mucho más de la mitad de la población total del país, como política central de 
disciplinamiento social.
- La destrucción de la industria nacional mediante varias medidas tales como la 
financierización del capital, política que los argentinos conociéramos como 
‘Plata dulce’, y convertibilidad luego; la apertura desenfrenada de la economía; 
la liquidación de todas las formas de protección y estímulo para nuestra 
industria; encareciendo el crédito hasta los niveles de saqueo y expropiación 
por el capital financiero de la pequeña y mediana propiedad industrial y 
agrícola, haciendo desaparecer ramas enteras de la economía. Las privatizaciones 
de los sectores estratégicos por el gobierno de Menem completarían el golpe 
final contra la posibilidad de decidir nuestro futuro industrial independiente.
- El endeudamiento ficticio e ilegítimo de la nación para impedir una política 
estatal soberana, atando nuestro desarrollo a los dictados de los poderes 
económicos imperiales: la deuda externa era menor a 6.000 millones de dólares en 
marzo de 1976, de 45.000 millones en diciembre de 1983, de 65.000 millones en 
1989, de 160.000 millones en 1999 y de 220.000 millones en 2001.
- La devolución a la burguesía terrateniente de la parte de la renta agraria que 
las reformas de 1940 en adelante –Junta Nacional de Granos (J.N.G.), Junta 
Nacional de Carnes (J.N.C.), Instituto Nacional de Vitivinicultura (I.N.V.), 
Instituto Nacional del Algodón, juntas reguladoras, precios sostén, etc., habían 
extraído para equilibrar la economía nacional e industrializar la nación. Está 
demás aclarar que dicha devolución de Renta fue a parar a las manos de los 
latifundistas, y no a la de los pequeños y medianos productores que en número de 
más de 260.000 perdieron sus propiedades.
Esta devolución de la renta produjo una recapitalización suntuaria de dicha 
burguesía terrateniente y una consociación aun mayor de la misma con el capital 
multinacional, en desmedro del desarrollo industrial y soberano de la nación. La 
renovación anual de maquinaria altamente sofisticada, las camionetas 4x4, la 
importación descontrolada de insumos agrícolas y agrotóxicos, así como altos 
gastos suntuarios, no ha repercutido en un aumento de las condiciones de vida de 
la población en su conjunto, sino por el contrario en la expansión de la 
pobreza, el desempleo, la concentración de la riqueza, la indigencia y en 
desmedro del desarrollo industrial del país.
- Una política de hambre y de menor consumo de alimentos de la población tal 
cual anunciara J. A. Martínez de Hoz ya en 1967 en su libro ‘la Agricultura y la 
Ganadería argentina en el periodo 1930-1960’ donde criticaba la forma en que el 
Gobierno Peronista (1945-55) había desincentivado las exportaciones agrícolas, 
señalando que el problema surgía "por el gran consumo interno de alimentos de 
los Argentinos" (Martínez de Hoz, 1967). Pensamiento que da la razón a Juan José 
Hernández Arregui (Op.cit.1973) cuando afirmaba: "Cuando después de 1946 una 
mejor distribución de la riqueza elevó al pueblo, esa clase infecunda y perversa 
vio demagogia y despilfarro porque el pueblo comía".
- Una política de revanchismo social y de distribución regresiva del ingreso: en 
1955 la clase trabajadora recibía el 54% del Ingreso nacional, en 1973 se había 
reducido al 38%, en 1974 había recuperado al 48%, en 2001 había caído al 18%. 
Desde otras proporciones esta política de revanchismo social –ideológicamente 
motorizada por los voceros de la burguesía terrateniente- se expresa así: el 20% 
de la población más rica posee el 54% de la Renta nacional, el 20% más pobre 
sólo recibe el 5.2% de la RN, siendo que la transferencia de ingreso de los 
sectores bajos y medios a la cúpula social fue de 27.4 mil millones de dólares 
por año, es decir más de 274.000 millones de pesos-dólares entre 1990 y 2001. 
(1) Esta política aplicada con dosis de violencia y recetas económicas 
inflacionistas, daría como resultado la destrucción física de dos clases 
sociales argentinas; la clase obrera industrial y la burguesía industrial 
independiente representada en el proyecto de la CGE (Confederación General 
Económica) y Perón, así como allanaría el camino a la entrega del patrimonio 
nacional que de otra manera habría sido resistido por la mayoría de la nación 
argentina.
Ya en 1971 la burguesía industrial vinculada al capital multinacional agrupada 
en la Unión Industrial Argentina (UIA) era muy clara respecto de su visión del 
país futuro, el presidente de la UIA, Elvio Coelho había hablado blanco sobre 
negro con el sociólogo norteamericano James Petras, por entonces de visita en la 
Argentina: "A pesar de todo, no creo que ellos (los guerrilleros A.J. Lapolla) 
fueran el motivo central del golpe militar que se planeaba en la Argentina (el 
de 1976. AJL). Ya en 1971 me había impresionado un diálogo que mantuve, si mal 
no recuerdo, con Elvio Coelho, entonces Presidente de la Unión Industrial 
Argentina (UIA). Yo le preguntaba porque no se lanzaban a la industrialización 
como en Brasil" "-Porque los sindicatos son demasiado fuertes y eso nos llevaría 
a una guerra civil- contestó. - Pero, ¿porqué no lo intentan? -Porque podemos 
perder - dijo" (Citado por M. Seoane en 21) Juan Alemann confirmaría, luego de 
producido el genocidio en 1979, la preferencia de la gran burguesía por esta 
política: "Con esta política (la represión y los 30.000 desaparecidos. AJL) 
buscamos debilitar el enorme poder sindical que era uno de los grandes problemas 
del país. La Argentina tenía un poder sindical demasiado fuerte, frente al cual 
era imposible el florecimiento de cualquier partido político, porque todo el 
poder lo tenían ellos. (..) Hemos debilitado el poder sindical y esta es la base 
para cualquier salida política en la Argentina.."(Citado por M. Andersen en 22) 
Estas terribles palabras no fueron en vano: el 58% de los 30.000 desaparecidos 
eran dirigentes sindicales de base.
Esta política dejaría entonces como ganadores a la burguesía terrateniente y a 
las empresas multinacionales con el capital financiero asociado a ambas, con la 
consiguiente devastación y saqueo nacional que las cifras y la realidad 
muestran. Como ejemplo de esta nefasta consociación cabe señalar que 17.000.000 
de hectáreas son ya propiedad de empresas extranjeras y que empresarios 
¡argentinos! poseen casi 150.000 millones de dólares depositados en el exterior. 
Es en este modelo de rediseño de la nación que los vencedores del largo 
conflicto 1955-1976 realizaron, que se enmarca la aparición del monocultivo de 
soja transgénica forrajera.
Ausencia del Estado: una política de Estado
Hay quienes señalan que esta situación se produjo por responsabilidad de la 
ausencia de Estado hacia la política agropecuaria, nosotros creemos que ese es 
el efecto de una política buscada, en realidad de una política de Estado hacia 
el agro y la economía en general. Es decir devolver la conducción del proceso 
económico a la burguesía terrateniente y al capital multinacional con el sector 
financiero asociado. De allí que la Argentina haya dejado de producir alimentos 
para su población y materias primas para su industria exportando el excedente, 
para dedicarse a hacer aquello que el "mercado mundial demanda" y que favorece a 
la burguesía terrateniente, hoy como ayer palanca de dominación imperial en la 
Argentina. Desde 1967, fecha en que el dictador Onganía promulgara la "Ley" 
Raggio modificando el sistema de arrendamientos rurales y que expulsara a 
decenas de miles de productores pequeños y medianos de las tierras que habían 
trabajado honestamente desde que en 1945, Perón prefiriera una ley de 
congelamiento de arriendos en lugar de una Reforma Agraria como propiciara al 
comienzo de su gobierno, la política del poder económico ha sido expulsar a los 
chacareros y concentrar la propiedad de la tierra.
Fue el Ing. Ingaramo, miembro del equipo de D. Cavallo, quien señalara en 1990: 
"en la Argentina deben desaparecer 200.000 productores agropecuarios por 
ineficientes" (Clarín, 1991). Casi lo logra: entre 1990 y 2001 desaparecieron 
160.000 productores, el 35% de ellos en la pradera pampeana, peor aún: desde la 
antedicha Ley Raggio en 1967 hasta el 2001 se perdieron 260.000 productores. 
Mientras tanto el sector terrateniente recuperó y amplió sus tierras: el 49.6% 
de la tierra del país pertenece a 6900 propietarios (Censo Nacional 
Agropecuario, 2002. Si pensáramos en términos de una familia tipo, cosa no del 
todo cierta ya que "nuestros" terratenientes suelen ser muy prolíficos, 
hablaríamos de menos de 28.000 personas dueñas de la mitad de las tierras 
cultivables de la nación. Ni Rivadavia con su Enfiteusis pudo hacerlo mejor. Ha 
sido una política de Estado, disolver la JNG, la JNC, el INV, entregar al 
capital multinacional el comercio exterior argentino, los puertos de embarque de 
nuestra producción, destruir los silos y plantas de almacenamiento de la JNG, 
destruir y privatizar los ferrocarriles - único país en el mundo que destruyó su 
red ferroviaria, la mayor de América Latina- , privatizar las rutas construidas 
por la nación y las provincias, privatizando -y encareciendo- el transporte de 
nuestra producción.
Fue el Estado quien eliminó los precios sostén y compensatorios que permitían 
estimular determinadas producciones necesarias para el país, corregir 
distorsiones y proteger al pequeño y mediano productor de la voracidad del 
"mercado" -los terratenientes y la banca privada-, fue una política deliberada 
destruir el INTA, vaciarlo de contenido y rol, entregando el germoplasma 
nacional y sus estudios agroecológicos argentinos -una riqueza de carácter 
estratégico y geopolítico- a las multinacionales granarias y agroquímicas, 
poniendo en riesgo la soberanía alimentaria y el control independiente de la 
producción agropecuaria nacional.
Fue el Estado nacional a través de una resolución del entonces Secretario de 
Agricultura Ing. Felipe Solá, el que autorizó en 1996 - sin estudios previos que 
los avalaran- los cultivos transgénicos, transformado a nuestro país en el mayor 
productor de los mismos en el mundo, contaminando de manera irreversible nuestro 
ecosistema y produciendo afectaciones desconocidas al futuro del mismo y a la 
salud del pueblo argentino.
Fue el Estado quien privatizó el petróleo nacional –único país sobre la tierra 
que entregó su petróleo a otro sin haber sido invadido militarmente- dejando de 
producir combustible barato para el agro y la industria: Repsol (de España) 
prefiere importar gas oil y exportar petróleo crudo, quedándose con la 
diferencia. De tal forma ningún cultivo que necesite más de una labor –la 
mayoría- incluidos algunos estratégicos como el maíz, el algodón, el arroz o el 
girasol, pueden competir con la soja RR que legitimara el citado funcionario.
Es el Estado quien no aplica ninguna política de modificación diferencial de las 
retenciones para permitir el cultivo de otras producciones, y permite que el 
glifosato cueste un tercio de lo que vale en los EE.UU., difundiendo masivamente 
su uso, mientras que los EE.UU., mediante una política de precios sobre los 
agroquímicos y las semillas transgénicas, sólo produce un 40% de soja 
transgénica del total de la soja producida. Nosotros que parecemos más 
norteamericanos que ellos producimos el 99% de soja RR.
Es el Estado quien no practica una política de defensa de los pequeños y 
medianos productores que no pueden acceder al paquete de alta y cara tecnología 
que implica el paquete de Siembra Directa, control de malezas con Glifosato y 
cultivo de soja RR, modelo que arrasa las poblaciones rurales, destruye el 
empleo rural, pauperiza, precariza a los trabajadores y expulsa a los pequeños 
productores. Según cifras del Censo Nacional Agropecuario 2002, la explotación 
media de la región pampeana pasó de 257 hectáreas (en los ’80 a 538 hectáreas en 
los ’90. Para quienes desean que seamos como los norteamericanos allí la 
propiedad media actual es menor a 250 hectáreas y en la Unión Europea la misma 
orilla las 10 hectáreas (Censo Nacional Agropecuario, 2002), es decir, nuestra 
política agraria –pese a lo que sostiene el lobby sojero-monsantiano- va a 
contramano de la política agraria de los principales países del mundo. No de lo 
que ellos nos dicen que hagamos por cierto, sino de lo que realmente hacen en 
sus países que es lo realmente importante.
Ha sido la política del Estado de beneficiar la expansión del monocultivo de 
soja en detrimento de otras producciones la que ha permitido que se haya 
reducido más del 44,1 % de la superficie cultivada de arroz, más del 26,2 % de 
maíz, más de 34.2 % de girasol, más del 3.5 % de trigo, 10 veces la superficie 
de algodón (de 700.000 hectáreas a menos de 70.000), que hayan cerrado el 27.3% 
de los tambos (Censo Nacional Agropecuario, 2002; Pengue, 2003), que zonas como 
San Pedro en la provincia de Buenos Aires hayan perdido el 50% de los montes 
frutales y plantaciones de vivero para ser reemplazadas por cultivos de soja RR, 
con la aparición del hambre y el desempleo desconocido hasta entonces (Boy, ). 
De la misma manera sólo entre 1998 y 2002 el área forestal se redujo en más de 
510.000 hectáreas (Pengue, 2005), aun cuando un informe reciente señala una 
reducción sólo para Santiago del Estero de 2.768.000 hectáreas hasta el 2004 (Mariot, 
2004). Por las mismas razones, cultivos directamente vinculados a la 
alimentación popular como la papa, la batata, la lenteja, la arveja, distintos 
tipos de maíz y de hortalizas han visto reducidas enormemente su producción y 
área de cultivo.
Ha sido esta política de Estado la que ha permitido que la Argentina dejara de 
producir la "mejor carne del mundo" criada a campo y con pastoreo a cielo 
abierto y que en lugar de prepararnos para abastecer y ganar posiciones en el 
gigantesco mercado asiático emergente y en expansión, que alberga más de la 
mitad de la población mundial, nos transformáramos en proveedores de forraje 
barato para quienes se preparan a abastecer dichos mercados con ganado criado 
con ‘commodities’ producidos en nuestras pampas. Hoy los EE.UU., China y la 
Unión Europea exportan carne a dichos mercados mientras nosotros producimos soja 
transgénica forrajera para alimentarles el ganado. No sólo eso: cuando la 
enfermedad de la "vaca loca" arrasara la producción bovina europea, nuestros 
funcionarios, movidos por la misma mentalidad colonial que nos gobierna desde 
1976, corrieron presurosos a auxiliar a nuestros competidores con semen y 
reproductores de nuestros mejores planteles ganaderos. ¿Viveza criolla?
En síntesis lo que queremos señalar es que no es que el Estado ha estado ausente 
sino que el mismo estuvo presente con una política que produjo estos resultados. 
Se requiere cambiar la política del Estado hacia el campo por otra política 
activa, nacional, que reoriente la producción agropecuaria en función de las 
necesidades del país y no de las empresas multinacionales que hoy gobiernan 
nuestra producción agraria. Es decir volver a pensar en el mercado interno como 
eje de nuestro desarrollo. Eso implica entre otras cuestiones, una política de 
retenciones diferenciales, precios sostén y compensatorios, protección de 
producciones mediante subsidios y créditos especiales, protección del pequeño y 
mediano productor, entrega de tierras, una política de recolonización agrícola, 
de control sobre las propiedades extranjeras sobre nuestra tierra, la 
recuperación de una política soberana de semillas y de defensa de la producción 
de las mismas por el productor, devolviendo al INTA el papel histórico jugado en 
el desarrollo de una tecnología nacional agropecuaria y el control y secreto 
sobre sus investigaciones.
CONSECUENCIAS DEL MONOCULTIVO DE SOJA TRANSGÉNICA
Sociales
La "sojización" extrema de la Argentina (en 2004: 34.5 millones de toneladas, 
sobre un total de 70 millones de toneladas de granos, el 49.5%; 14 millones de 
has sembradas, el 54% del total del área sembrada) amenaza en principio con dos 
catástrofes a la nación: una ambiental y otra social. No puede dejar de 
advertirse una tercera posible en el plano económico, si al constituirse la soja 
en un monocultivo, por alguna razón los principales compradores de nuestra 
producción -China y la UE- dejaran de hacerlo.
La catástrofe social está a la vista. A lo largo de su historia el pueblo 
argentino casi no conoció el hambre masivo. Pese a que las políticas regresivas 
implementadas luego de 1955, produjeran importantes bolsones de pobreza 
regionales, es posible señalar sin embargo, que en el largo período histórico de 
1945 a 1990 el pueblo argentino desconocía el hambre generalizado.
Hoy la situación es irreconocible: la Argentina el otrora "granero del mundo", 
el país de la "mejor carne del mundo", posee una población mal alimentada y con 
altos índices de indigencia. Entre 18 y 20.000.000 de personas (el 50% de una 
población de 38.000.000) se encuentran bajo el nivel de pobreza; de 4.500.000 a 
6.000.000 son indigentes (es decir que pasan hambre extremo) y cerca de 
4.5000.000 están desempleados.
La Argentina produce la mayor tasa de alimentos por habitante del mundo con sus 
más de 70 millones de toneladas de granos, sus 46 millones de cabezas de ganado 
bovino, una cifra similar de ovinos, otra mayor de porcinos, una importante 
producción láctea, que arrojan 3500 Kg de alimentos por habitante por año. Sin 
embargo tal masa de productos alimenticios es testigo del mayor hambre y 
genocidio social de nuestra historia: hoy, y en forma ininterrumpida desde 1990, 
en la Argentina se asiste a un verdadero genocidio social: 55 niños, 35 adultos 
y 15 personas mayores mueren diariamente por razones o enfermedades vinculadas 
al hambre (IDEP, 2003). Lo que arroja la escalofriante cifra de 450.000 personas 
muertas de hambre entre 1990 y 2003. Un verdadero genocidio social que 
empalidece el realizado por el terrorismo de Estado realizado por la dictadura 
militar con sus 30.000 detenidos-desparecidos.
Al mismo tiempo la degradación de las condiciones del trabajo y del empleo a que 
hicimos referencia, ha producido una pérdida marcada de los derechos laborales y 
sociales conquistados por los trabajadores en más de un siglo de luchas: el 
salario promedio de abril de 2004 es de 552$ mensuales, mientras que la línea de 
pobreza se encuentra en 789$, es decir que el grueso de los trabajadores 
ocupados cobran salarios un 30% por debajo de la línea de pobreza. O lo que es 
lo mismo el trabajo no impide sortear el hambre. Agravando la situación según 
cifras del ministerio de Trabajo el 47% del empleo en el país es informal.
Es de destacar que las cifras de pobreza e indigencia se multiplicaron y 
estabilizaron en tamaña magnitud de catástrofe social, en el mismo período en 
que la soja transgénica RR se instalara como cultivo principal de la Argentina. 
Este hecho incontrastable desmiente los argumentos de las multinacionales del 
sector y demás corporaciones dueñas de la producción de semillas transgénicas en 
el mundo, en el sentido de propaganda sostenido por ellos, que los cultivos 
transgénicos servirán para resolver el hambre en el mundo. El ejemplo de la 
Argentina tan rica, llena de transgénicos y con su escasa población para tan 
inmenso territorio, hambreada y empobrecida demuestra la falacia sostenida por 
los vendedores de semillas genéticamente modificadas.
La desaparición de fuentes tradicionales de alimentos baratos para la población 
tales como la batata, la papa, la lenteja, la arveja, el haba, varios frutales, 
la carne de cordero, la miel; la desaparición de gran cantidad de horticultores 
corridos por las fumigaciones de glifosato que destruyen sus cultivos lindantes 
con los de soja -entre el 14 al 78% del glifosato fumigado sale fuera del sitio 
de aplicación y se ha observado una deriva de hasta 800 m, registrándose una 
perdurabilidad en el suelo de 1 a 3 años (Botta y Selis, 2003). También son 
corridos por la alta rentabilidad de la soja RR que desplaza a las pequeñas 
producciones intensivas, aumentando los precios de los alimentos.
La propagación de los híper y supermercados -los cuales sólo en el conurbano 
bonaerense entre 1990 a 2000, produjeron el cierre de más de 400.000 comercios 
familiares, es decir alrededor de 1.600.000 puestos de trabajo perdidos (Neffa, 
2000) y las redes de minimercados vinculados a los anteriores, impiden el libre 
acceso de la población a los alimentos. A esta situación debe sumarse que el 
grueso de los pobres son urbanos, en general desempleados industriales o sus 
hijos -en algunos regiones y asentamientos ya hay dos generaciones de 
desempleados- sin acceso a la posibilidad de cultivar sus alimentos, debido a la 
pérdida de conocimientos rurales de una población que es mayoritariamente urbana 
y a la ausencia de tierra propia para sembrar. Estos factores coligados impiden 
la otrora saludable autonomía alimentaria de los argentinos. La no eliminación o 
sensible reducción del IVA a los productos de la canasta familiar juega en el 
mismo sentido.
Esta situación será aun más grave si se legaliza producción de maíz RR (también 
transgénico y resistente a glifosato) que produce la empresa Monsanto, que no 
sólo duplicará -por lo menos- los mas de 150 millones de litros anuales de 
herbicida glifosato que se usan en el sistema bajo análisis, sino que además por 
ser el maíz una planta de polinización cruzada, no existirá para el productor la 
posibilidad de eludir la compra anual de semilla a la empresa, compra que hoy de 
alguna manera se elude en la soja RR mediante la llamada "bolsa blanca" 
situación que de alguna manera evita el control monopólico sobre la simiente y 
permite cierta tolerancia del sistema para los productores sobrevivientes de 
medianos recursos. En el caso del maíz -y es esta la razón de la presión de 
Monsanto sobre el gobierno al anunciar su retiro del negocio de la soja RR- la 
"bolsa blanca" no será posible y toda autonomía del productor respecto de la 
simiente desaparecerá.
Es en la magnitud de la dimensión social que estamos analizando, que debe 
entenderse la trágica decisión que implica que la Argentina haya dejado de 
producir alimentos para su población como objetivo principal de su producción 
agrícola y que en cambio se dedique a la producción de commodities y materias 
primas requeridas por el "mercado mundial". En una visión estrictamente 
macroeconómica, aparece como si el poder económico mundial destinara a nuestro 
país a producir soja RR en su exclusivo beneficio, alterando significativamente 
las líneas de desarrollo nacional. En última instancia producimos soja RR para 
obtener divisas para pagar deuda externa. Ilegítima por cierto.
La Siembra Directa: "la segunda revolución de las pampas"
El monocultivo de soja RR se realiza bajo un paquete tecnológico compuesto por 
la semilla transgénica RR patentada por Monsanto, resistente al herbicida 
glifosato. Lo cual permite su uso abundante para combatir las malezas de la soja 
unido al sistema de siembra sin labranza y sin labores conocido como Siembra 
Directa o de barbecho químico. Nos referiremos aparte y en particular a las 
implicancias que la misma tiene sobre la ecología del suelo, por lo que queremos 
referirnos aquí a sus implicancias sociales.
Todos los críticos del monocultivo de soja RR coincidimos en general que, sin 
dejar de ser grave el tema de la contaminación genética irreversible que 
presenta la propagación de la soja RR, es en el paquete tecnológico que la 
acompaña donde se encuentra el mayor peligro.
Preocupación que parece estar empezando a llegar al INTA, luego de un largo 
silencio: "Estamos experimentando algunos problemas de resistencia de malezas, 
pero no están todavía en una escala tan grande como para afectar los 
rendimientos seriamente o para poner en peligro el futuro del cultivo de soja", 
dice Carlos Senigalesi director de proyectos de investigación del INTA. Él cree 
que es la tendencia de los productores a cultivar nada más que soja, más que la 
prevalescencia de los cultivos genéticamente modificados (GM) lo que se 
encuentra en la raíz del problema. "La monocultura no es buena para los suelos o 
para la biodiversidad y el gobierno debería empujar a los chacareros a retornar 
a la rotación de cultivos", dice Senigalesi. "Pero aquí todo fue dejado al 
mercado. Los productores no tienen una apropiada orientación por parte de las 
autoridades. No hay subsidios, ni precios sostén. Pienso que debemos ser el 
único país del mundo, donde las autoridades no tienen un plan apropiado para la 
agricultura, sino que lo dejan todo a las fuerzas del mercado" (11). (Carlos 
Senigalesi citado por Sue Brandford, 2004)
También con retraso la dirección del INTA expresó en diciembre de 2003 su 
preocupación por la situación creada, al señalar "el desordenado proceso de 
desarrollo de la agricultura", y que "dado que no hay señales de mercado 
asociadas con las dimensiones social y medioambiental, estas son generalmente 
ignoradas en el proceso decisorio, generándose distintos desequilibrios. El 
restablecimiento de los mismos requiere la incorporación de estos costos 
adicionales de manera de garantizar la sustentabiliadad tanto de recursos 
naturales como la del tejido social que integra los sistemas de producción". 
Advirtiendo que "si nada se hace, la declinación de la producción sería 
inevitable y que el stock de recursos naturales del país sufriría una 
degradación -posiblemente irreversible- tanto en cantidad como en calidad". 
Reclamó cambios en las prácticas agrícolas en la pradera pampeana, señalando que 
"la combinación de siembra directa con el monocultivo de soja no era compatible 
con la sustentabilidad de la agricultura" (Clarín Rural, 2003).
Entre los costos ambientales que señala el INTA, habría que ubicar en primer 
lugar -por su gran costo en vidas- a las inundaciones de Santa Fe de 2003, 
consecuencia casi directa de la expansión del sistema SD-Soja RR-Glifosato por 
el Norte de Santa Fe, el Sur de Santiago del Estero y el Norte de Córdoba, que 
implicó el desmonte sin control de la vegetación arbustiva existente, vegetación 
que retenía gran cantidad de agua y a la propagación del sistema de Siembra 
Directa -no labranza- que si bien disminuye la erosión hídrica -hecho 
incontrastable y su mayor mérito- aumenta de gran forma el escurrimiento 
superficial de agua. Esto unido al corrimiento de las isohietas de 600 hasta 750 
mm hacia Santiago del Estero -en un ciclo húmedo de incierta duración- que 
aumentaron enormemente el caudal de agua arrastrado por la Cuenca del Río 
Salado, todo sumado a la absoluta inacción del gobierno de Santa fe y la 
destrucción de los entes de regulación y control de aguas que la política de 
destrucción del Estado antedicha ocasionara.
Otro de los costos no incluidos en la ecuación es el correspondiente a la 
reposición de los nutrientes extraídos por la soja y exportados en sus granos y 
no calculados en la sustentabilidad del ecosistema: 900 millones de dólares 
anuales según un informe de W. Pengue(2003).
Pese a los argumentos desaforados de los que hablan de la "segunda revolución de 
las Pampas" -a pesar que nunca conocimos de la existencia de una primera- los 
resultados sociales de la expansión del paquete soja RR-Glifosato-Siembra 
Directa está produciendo hechos que más bien hablan de una contrarrevolución de 
las Pampas o de una segunda etapa de desarrollo del capitalismo agrario 
argentino, tanto o más expulsivo y concentrador de la riqueza y la tierra que 
aquél que se produjera entre 1862 y 1880 y que diera por resultado los tres 
genocidios constituitivos de la República liberal-conservadora, que nos atara a 
la globalización Británica de la segunda mitad del siglo XIX, contra la cual 
habían luchado nuestros patriotas fundantes desde 1806.
Primero fue el genocidio de los federales realizado por Mitre y Sarmiento, en su 
"disciplinamiento" a sangre y fuego del interior (entre 8.000 y 11.000 paisanos 
pasados a degüello por Sández, Irarzábal y Paunero, equivalentes a más de 
200.000 argentinos de 1976), seguido por el de los paraguayos, negros y criollos 
de ambos lados masacrados en la Guerra de la Triple Alianza (750.000 varones 
paraguayos asesinados o remitidos como esclavos a Brasil, sumados a varios miles 
de argentinos muertos en la guerra) y el genocidio Mapuche realizado en la mal 
llamada "Conquista del Desierto" (en realidad robo de las tierras Mapuches y 
Pampas) por el genocida Julio Roca.
Estos genocidios constituitivos de la hegemonía económica y política de la 
burguesía terrateniente, que privarían a las masas populares -y luego a los 
inmigrantes- del libre acceso a la tierra en forma opuesta a lo que ocurriera en 
la revolución Francesa, en los EE.UU., o en la revolución Rusa de 1917, serían 
coincidentes con similares hechos ocurridos sobre la población originaria en el 
mismo período en los EE.UU., Canadá, Sudáfrica, Australia, China, India, otras 
regiones de África y de la América del Sur. Matanzas de millones de pobladores 
originarios producidas en la segunda mitad del siglo XIX por las potencias de 
Europa Occidental y que permitirían la localización de la población sobrante 
europea que arrojaba al hambre y el desempleo la Segunda Revolución Industrial 
producida por la máquina de vapor. Dicha política estratégica de las Grandes 
potencias europeas (primero Inglaterra y Francia, luego con Alemania y los EE.UU) 
permitiría liberar amplias zonas de territorio mundial para ubicar dicha 
población sobrante -más de 50 millones de personas entre 1850 y 1900 (Argumedo, 
1996) impidiendo o retrasando de esa manera la revolución social en Europa, 
situación que Karl Marx describiría como que "América impide la revolución en 
Europa". O más claramente "la Marcha al Oeste en los EE.UU., diluye 
continuamente la lucha de clases y actúa como factor de aplastamiento 
revolucionario en los EE.UU., y en Europa"(14).
Un reciente trabajo de los Dres., G. Botta y D. Selis de la Universidad Nacional 
de La Plata muestra de alguna manera las conexiones existentes entre la primera 
contrarrevolución de las Pampas y esta segunda (Botta y Selis, 2003). Según los 
autores el paquete tecnológico de referencia vinculado al cultivo de soja RR, 
está produciendo: una fuerte disminución del trabajo agrícola permanente y por 
ende del número de trabajadores rurales; un aumento de los trabajadores 
agrícolas temporarios; una fuerte concentración de la tierra; una disminución 
del número de explotaciones agrícolas; un marcado aumento de la pobreza; la 
marginalidad; la precarización laboral y el hecho novedoso consecuencia de los 
dos primeros factores, cual es la expulsión del proletariado rural de los campos 
y su localización como población marginal y miserable, no sólo en las grandes 
ciudades sino ya en las propias aldeas o poblados rurales, no pudiendo ser 
absorbido por una industria devastada, constituyendo así un nuevo núcleo de 
desplazados y hambrientos en la masa de desocupados que pueblan la Argentina y 
que se observan en la mayoría de las ciudades y pueblos del país y en particular 
en la distribución de los planes Jefes y Jefas de Hogar.
Los autores señalan un hecho estructural de la técnica de la Siembra Directa 
como causante de esta tragedia social (que algunos llaman progreso -o más 
cínicamente como "costos del progreso" y que los técnicos del BM, del FMI o de 
la Escuela de Chicago denominan "tasa de sufrimiento del ajuste estructural".
La desaparición de labores y preparación del suelo durante todo el año que la 
nueva técnica trae aparejada se observa en que el Tiempo Operativo de la 
Labranza Tradicional erade 3 horas-hombre por hectárea, en la Siembra directa es 
de: 40 minutos-hombre por hectárea. Esta reducción implica la pérdida de 4 de 
cada 5 puestos de trabajo en la agricultura bajo el régimen de Soja RR-SD-Glifosato 
(Botta y Selis, 2003).
De alguna manera la siembra directa repite la misma tasa de desempleo que 
ocurriera con la aparición de la robotización y la automatización a partir de 
los ‘80, también allí la tasa de desempleo era de 4 cada 5 puestos de trabajo, 
lo cual generó la grave crisis social que aún aqueja a 2/3 partes de la 
humanidad provocando cifras de hambre, desnutrición y mortandad que habían sido 
superados luego de la Segunda Guerra Mundial.
Esta situación ha sido reconocida por el subsecretario de política Agropecuaria 
de la nación, Claudio Sabsay quien aceptó en un reportaje que "por cada 500 has 
que se incorporan a la superficie sembrada con soja se agrega sólo un empleado" 
(De La torre, 2004).
En un sentido este salto tecnológico puede compararse al enorme desarrollo 
producido por la ciencia y la técnica entre 1945 y 1975. Período donde la 
revolución científico-técnica actual comenzó su expansión. Sin embargo este 
período, "los 30 dorados", tiene los índices sociales más altos y benéficos de 
la historia conocida de la humanidad, ya que la los índices del hambre, de 
empleo, de mortandad, de desarrollo social, de distribución del ingreso, de 
longevidad, de salud, de educación de desaparición de enfermedades endémicas, 
etc., son los mejores de la historia.
Es decir que en este caso el enorme salto tecnológico producido entre el 
mencionado período, no produjo desempleo sino todo lo contrario, es decir pleno 
empleo. ¿Por qué?
Porque es en ese período cuando la jornada de trabajo soporta la mayor reducción 
de la historia: en 1939 cuando comienza la II Guerra Mundial la jornada de 
trabajo legal era cercana a las 12 horas diarias; a partir de 1945 cuando el 
nazismo fue derrotado y la bandera del Ejército Rojo flameó sobre el Reichstag, 
la jornada laboral legal disminuyó a 8 horas diarias, produciendo la mayor tasa 
de empleo y bienestar social de la historia conocida del capitalismo, dando 
origen a la etapa conocida como Estado de Bienestar. Es decir que la historia 
muestra que el avance técnico -en el sentido que la Siembra directa pueda serlo- 
no tiene porqué generar desempleo si se incluye el aumento del bienestar de la 
población como la primera condición económica a cumplir. Esto implica considerar 
en el planeamiento económico la introducción de mejoras en el proceso 
productivo, la distribución de los beneficios que la mejora introduce en el 
proceso del trabajo, incluyendo por supuesto la distribución del trabajo 
generado entre la población, a través de la reducción de la jornada de trabajo o 
la distribución de la tierra.
Coincidentes con las cifras precedentes, los autores Botta y Selis señalan que 
los principales sectores sociales perjudicados por este proceso son el 
proletariado rural y los pequeños y medianos productores que tienden a 
desaparecer cediendo su tierra a los pools de siembra o a propietarios mayores.
Advierten a su vez que la situación es de tal gravedad que el INTA Marcos Juárez 
-el mayor difusor de la Siembra directa- ha advertido recientemente que no son 
viables las producciones rurales menores a 190 hectáreas (Botta y Selis, 2003). 
En Pergamino, Martínez y Dougnac, trabajando con los datos de los Censos 
Nacionales Agropecuarios de 1988 y 1999 muestran que la situación de 
concentración de la tierra que produce el sistema de Siembra directa-sojaRR-glifosato 
es de tal magnitud que la expulsión o disminución de productores sólo cesa 
cuando la extensión de los predios llega a las 500 has (Botta y Selis, 2003). 
Esta situación nos remite a la grave concentración de la tierra a que hiciéramos 
referencia al principio y resumiremos en que 6900 propietarios son dueños del 
49.6% de la superficie cultivable de la nación y si hasta los ‘80 la superficie 
promedio pampeana orillaba las 252 Has (el promedio nacional subía a 421 Has), 
en la actualidad la misma ha crecido a las 538 Has.
Aspecto que ilustra desde el panorama agropecuario a la política de revanchismo 
social y distribución regresiva de la Renta Nacional a la que hiciéramos 
referencia.
Algunos efectos del monocultivo de soja RR sobre la salud de la población
Si bien tiene también relación con los aspectos ecológicos, no podemos dejar de 
ubicar entre los efectos sociales de la expansión del monocultivo de soja RR la 
grave contaminación que está produciendo el excesivo uso de plaguicidas en dicho 
sistema y los efectos sobre la salud de la población que se manifiestan en 
alergias, cáncer y enfermedades autoinmunes, como ya se han reportado en Barrio 
Ituzaingó Anexo en Córdoba donde se han hallado restos de plaguicidas vinculados 
al monocultivo de soja RR -Endosulfán, Paraquat, Diquat- en tanques de agua y en 
las calles de tierra, habiéndose registrado ya más de 130 casos de cáncer y 
enfermedades similares en la población lindera a las fumigaciones. Casos 
similares se han reportado en Loma Sené, en Formosa, Pueblo Italiano, Río 
Ceballos, Saldán, Alto Alberdi, Jesús María y Colonia Caroya todos en Córdoba.
En el mismo sentido es necesario señalar los efectos nocivos que puede arrojar 
el consumo de soja forrajera transgénica para la alimentación de la población 
carenciada, cuestión señalada como deseable por los grandes productores de soja, 
quienes en un gesto demagógico e irresponsable, ofrecieron regalar soja RR a los 
comedores populares, para mitigar el hambre de los millones de pobres que el 
propio monocultivo de soja está expandiendo por la nación.
En su momento luego de felicitarlos el gobierno de Duhalde debió emitir un 
comunicado a través de la Secretaría de Salud de la Nación prohibiendo el uso de 
soja en la alimentación de niños menores de cinco años y para mujeres 
embarazadas, advirtiendo sobre los peligros de su uso masivo en la alimentación, 
ya que la soja forrajera transgénica no es apta para consumo humano. Por 
supuesto dicha comunicación fue apenas difundida cubriendo las espaldas del 
gobierno de entonces, que no quería malquistarse con el pool sojero el cual 
según señalan algunos "aporta 2700 millones de dólares para los planes 
sociales". Planes sociales que -justo es decirlo- son necesarios por el hambre y 
la desocupación que el propio modelo de exportación de commodities genera.
Sin embargo dicho comunicado reconoció lo que va siendo un secreto a voces y es 
que la soja tanto transgénica como la común, no es apta para consumo humano en 
forma directa, pues puede afectar la salud en casos de ingestas abundantes y 
frecuentes como la pretendida para los comedores de los pobres: dos raciones 
diarias de soja como único alimento. En las poblaciones de Oriente de donde la 
soja es originaria, la misma no es consumida en forma directa, ni en forma 
frecuente como grano -sí como brotes de soja- sino que es fermentada y 
transformada en subproductos, siendo consumida pocas veces al año, ya que el 
principal destino del grano de soja en Oriente es la cría de cerdos, destino al 
cual sirve también el grueso de nuestra producción de soja.
Entre otros aspectos de riesgo la soja posee un alto contenido de fitoestrógenos 
(isoflavonas), que si bien pueden ser beneficiosas para las mujeres de edad 
avanzada, pues disminuyen las posibilidades de cáncer y atenúan los efectos de 
la menopausia, no lo es para las mujeres jóvenes o para las niñas, ya que sus 
efectos son equivalentes al consumo de dos pastillas anticonceptivas diarias, lo 
que produce serias alteraciones en el desarrollo de la sexualidad de los jóvenes 
alimentados con ‘soja solidaria’ adelantando el inicio de la menstruación y la 
diferenciación sexual en las niñas y alentando rasgos feminoides secundarios en 
algunos varones. Arriesgando la capacidad reproductiva de la población en el 
futuro.
Algunos informes señalan que la soja afecta los metabolismos del Calcio y de la 
vitamina D, produciendo raquitismo en niños alimentados por ella, caída de 
dientes y pérdida de esmalte dental, así como osteoporosis en adultos. También 
produce deficiencia de Zinc (Boy, 2003). Investigadores de la Facultad de 
Odontología de la UBA informaron efectos producidos sobre niños con altos 
consumos de los jugos realizados en base a la llamada "leche de soja" que 
producían pérdida de piezas dentales, de esmalte y disminución de densidad 
dental vinculado a efectos sobre el metabolismo del Calcio (Sánchez y Fernández, 
2002).
Está claro que estos efectos de la soja como alimentos se ven agravados por el 
carácter transgénico de la soja producida en Argentina. Dado que al introducir 
material genético extraño a una especie no sólo se está modificando una 
característica deseada, como es en este caso la resistencia al herbicida 
glifosato, sino que se está alterando otro tipo de rasgos aún desconocidos que 
requieren largos ciclos de investigación y análisis, tiempos no coincidentes con 
el rápido deseo de ganancia o beneficio de las empresas privadas 
multinacionales, que producen y son dueñas de estas variedades transgénicas. Sí 
puede señalarse que la transgenia afectará de alguna manera la síntesis y 
química de las proteínas de los materiales GM y por ende afectará la salud de 
los consumidores en el presente o en el futuro. Principalmente en los aspectos 
vinculados con las afecciones producidas alrededor de la química de las 
proteínas: cáncer, alergias, enfermedades autoinmunes y algunos otros efectos 
que aun desconocemos. El Profesor de la UNAM Gian Carlo Delgado Ramos (2003) ha 
reportado numerosos casos de alergias y afecciones diversas al sistema 
inmunológico; informó que una soja RR de Pioneer provocó 27 muertes y afectó de 
diversas maneras a 1500 personas en los EE.UU., debiendo ser retirada de la 
venta. Hay experiencias con papa GM que altera el sistema inmunológico en 
ratones y les retarda el crecimiento. También reportó que las toxinas Bt en sus 
formas Israelensis y kunstaky producen toxicidad en células humanas y citó un 
trabajo de Tabayali y Selis que encontraron que dichas toxinas producen 
irritación de piel, infecciones y debilitamiento del sistema inmunológico en 
humanos, en función de la cantidad consumida.
La transgenia en sí es todo un problema, tal vez el mayor a largo plazo dado que 
la contaminación genética sobre el ecosistema es irreversible produciendo 
alteraciones endémicas. Al respecto ya se descubrió en México -centro de origen 
del Maíz- contaminación genética endémica irreversible de los maíces originales, 
denunciado en un estudio de la UNAM, el Instituto Politécnico y la Universidad 
de Berkeley, quienes descubrieron como contaminantes a las toxinas del maíz BT 
procedente de varias de las empresas que lo producen: De Aventis, Monsanto y 
Novartis, así como la proteína CP4-EPSPS resistente a Roud-up de Monsanto 
(Delgado Ramos, 2003).
Si bien nos referiremos en particular, es de destacar para concluir que el 
investigador de la Agencia de Colaboración Técnica de Japón (JICA). K. Kobayashi, 
reportó que zonas de China sometidas al monocultivo de soja han resultado 
afectadas por una desertificación casi irrecuperable: "Hace cuatro años, visité 
los campos de cultivo de soja en el noreste de China. Recuerdo haberme 
horrorizado de las extensas tierras áridas, donde se veía claramente la 
desertización, como resultado del deterioro del suelo a causa del monocultivo. 
Esta situación obligó a China a tratar el tema a nivel nacional, y desarrollar 
un programa para frenar la expansión de los daños causados por el monocultivo de 
la soja" (Kobayashi, 2003). Si uniéramos algunos de estos problemas señalados 
-la desertificación del suelo, los efectos sobre la salud reproductiva y sobre 
la salud en general- podríamos preguntarnos qué política de largo plazo 
persiguen los promotores del modelo soja RR respecto de la población de nuestro 
país y otros pueblos del Tercer Mundo.
En resúmen queremos señalar que las consecuencias sociales vinculadas a la 
expansión del monocultivo de soja RR con su sistema tecnológico asociado, está 
produciendo: una fuerte concentración de la tierra, una gran disminución del 
número de producciones agrarias, un aumento desmedido del desempleo rural, una 
mayor precarización laboral entre los trabajadores, un gran aumento de la 
miseria y la marginalidad social aun en las pequeñas ciudades rurales del 
interior. Una marcada expulsión de trabajadores rurales y de pequeños y medianos 
productores, el desarrollo de una agricultura sin agricultores, la apropiación 
por las compañías multinacionales de semillas y agroquímicos de la propiedad de 
la simiente, quitando un derecho ancestral al agricultor como lo es ser el dueño 
de la simiente que produce y siembra y graves amenazas para la salud de la 
población. En conclusión la propagación del monocultivo de soja transgénica 
forrajera, está expandiendo el hambre generalizado en la población y la pérdida 
de la soberanía alimentaria de la misma.
Por último quiero advertir de la gravedad del problema que enfrentamos con la 
expansión descontrolada del modelo soja RR-Siembra Directa-Glifosato, que no 
sólo propaga un modelo agrario sin agricultores sino también una agricultura sin 
suelo vivo, por lo cual hacemos nuestras las palabras del economista agrario 
norteamericano Charles Benbrook, quien nos advierte: "la historia enseña que una 
excesiva insistencia en una única estrategia de control de malezas o de insectos 
fracasará en el largo plazo, en el aspecto de las respuestas ecológica y 
genética.(..) La Argentina enfrenta graves problemas agronómicos para los cuales 
no tiene ni los recursos ni los expertos para resolverlos. El país ha adoptado 
la tecnología de los OGM más rápidamente y más radicalmente que ningún otro país 
en el mundo. No tomó las debidas precauciones de manejo de la resistencia y de 
protección de la fertilidad de sus suelos. Basada en el extendido uso de la 
tecnología RR no creo que su agricultura sea sustentable por más que un par de 
años"(11) (Charles Benbrook citado por Sue Brandford, 2004)
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23.- Clarín, 8-1991
Abreviaturas
SD: Siembra Directa
GM: material genéticamente modificado
OGM: Organismo genéticamente modificado
JNG: Junta Nacional de Granos 
JNC: Junta Nacional de Carnes
INV: Instituto Nacional de Vitivinicultura
INA: Instituto Nacional del Algodón
*Ingeniero Agrónomo -Genetista- Ex docente de la UBA.