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        Argentina: La lucha continúa 
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En la Argentina los más pobres siempre estuvieron excluidos de las oportunidades 
educativas'
Sólido teóricamente, con claridad conceptual y un manejo envidiable del 
discurso, Pablo Gentili es un destacado especialista en materia de Políticas 
Educativas. Sus textos y conferencias abordan la compleja trama de relaciones 
entre economía, política y educación en América Latina. La realidad política del 
Cono Sur y los cambios en su clima político analizados en consonancia con las 
repercusiones que esto puede acarrear en el diseño de las políticas educativas.
La mitad de una hora parece muy poco tiempo para abordar los ejes principales 
de la realidad educativa en Argentina y América Latina. Cuando de esos iniciales 
treinta minutos diez se pierden en presentaciones y formalidades, el temor se 
torna más cierto. No hay tiempo, y muchas preguntas por hacer. Pero algo ocurre 
y hace que en el poco tiempo que nos queda Pablo Gentili se explaye sobre todos 
los puntos de discusión propuestos y agregue inquietantes y complejos análisis 
durante una entrevista breve pero por demás sustanciosa. 
Licenciado en Ciencias de la Educación recibido en la Universidad de Buenos 
Aires, Pablo Gentili está radicado en Brasil desde hace 13 años. Allí es 
coordinador el Observatorio Latinoamericano de Políticas Educacionales (OLPED) 
dependiente de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro. Desde este espacio 
multidisciplinar de análisis, divulgación y documentación, desarrolla diversos 
proyectos de investigación y formación en áreas docentes orientadas a las 
políticas educativas en América Latina. 
Invitado por la Universidad Nacional del Litoral a participar del II Congreso 
Internacional de Educación organizado por la Facultad de Humanidades y Ciencias 
entre el 20, 21 y 22 de octubre pasados, Gentili aceptó la entrevista a minutos 
de dictar su conferencia magistral titulada de modo inquietante Sólo la 
educación salva (a los ricos).
-¿Es necesario volver a entender las políticas educativas como una cuestión 
política en contraposición a la lógica de los mercados que imperó durante la 
década del 90?
-Siempre se hacen políticas educativas. Rescatar la dimensión política de la 
política educativa es demostrar que en estos últimos años en América Latina las 
políticas neoliberales tendieron a promover la transferencia de los servicios 
educativos desde el Estado hacia la sociedad, la comunidad y la familia. Aunque 
ese discurso y esas estrategias hacen pensar que las políticas educativas se van 
disolviendo o diluyendo, eso también es una política educativa. Transferir la 
responsabilidad de la educación a la comunidad, no sólo la responsabilidad de 
educar, sino también de financiar la educación, y transferir decisiones que son 
parte de una escuela hacia los individuos, es parte de un proceso que los países 
latinoamericanos vivieron y todavía viven en estos últimos 20 años. Durante ese 
período esas políticas tuvieron un efecto excluyente, discriminador, de refuerzo 
de las diferencias y de las desigualdades que existen en el sistema.
-¿Cuál puede ser el rol del Estado en este contexto?
-Es necesario pensar una política educativa que desde el Estado asuma y 
reconozca --más allá del discurso, desde la práctica efectiva-- que la educación 
es un derecho humano, un derecho social, y en tanto tal es una responsabilidad 
del Estado. Pero que la comunidad participe no significa crear peores 
condiciones para que los más pobres garanticen su propia educación y los ricos 
acaben teniendo los privilegios y las oportunidades que históricamente tuvieron. 
No es que esas prácticas neoliberales no sean también una política educativa. De 
hecho la política neoliberal es una política educativa que tuvo y está teniendo 
efectos nefastos en América Latina. No porque esas políticas hayan creado o 
inventado las desigualdades en América Latina, sino porque han sido responsables 
de reforzar esa desigualdad, de cristalizarla a través de un discurso que busca 
desresponsabilizar al Estado de las situaciones de crisis, de fracaso, de 
segregación y de exclusión que sufre la gran mayoría de este continente.
-¿Hasta qué punto las políticas del Estado pueden contrarrestar la avanzada del 
mercado en el ámbito de la educación?
-Es claro que se puede, pero para hacerlo es necesario decisión política y una 
acumulación de fuerzas que permita revertir este ciclo de reformas neoliberales 
que sufrió América Latina y que tuvo consecuencias muy negativas y 
desestabilizadores de las condiciones para el fortalecimiento de la igualdad, de 
la justicia social, de la equidad en los sistemas educativos latinoamericanos. 
Creo que hoy las condiciones políticas mudaron en América Latina, al menos en 
algunos países, de forma importante. No creo que de forma estructural pero por 
lo menos ya se visualiza una situación de agotamiento de las políticas 
educativas neoliberales en nuestros países. En varios países de Latinoamérica 
los triunfos electorales más recientes están directamente vinculados con una 
crítica muy fuerte al discurso del neoliberalismo. Tal es el caso de Brasil, de 
Colombia -no por el gobierno de Uribe pero sí por una suma de alcaldías y 
municipios en los que se han impuestos candidatos de izquierda y de centro 
izquierda que ganaron las elecciones a partir de una crítica a las políticas 
neoliberales y de una promesa de revertir estas lógicas-. La situación que viven 
Uruguay, Bolivia de cierta forma y naturalmente Venezuela, muestra que la 
coyuntura latinoamericana cambió y, aunque no podemos decir que el ciclo de 
políticas neoliberales se haya agotado, porque aun persiste incluso en muchos de 
estos países, la situación es otra. El avance o la radicalización de estas 
políticas también depende de que se evidencia lo que considero que es una 
evidencia teórica y es que el neoliberalismo no es una tragedia natural o 
biológica sino que es el producto de un conjunto de decisiones políticas que en 
nuestros países se tomaron y que llegó a su fin. Si lo que viene después es 
mejor o peor, francamente no lo sabemos.
-¿Qué programas educativos podrían cortar con esas prácticas instaladas durante 
10 años?
-Responder eso teóricamente es más fácil que responderlo si uno fuera 
funcionario del actual gobierno. La respuesta que yo puedo dar es desde el 
análisis de las políticas educativas. Hay una cuestión que es evidente: cuando 
uno pretende cambiar las políticas pretende cambiar no sólo las medidas sino 
también los efectos que generan esas políticas. Las políticas neoliberales 
generaron en América Latina un proceso de cristalización de desigualdades 
históricas, endémicas. Ese discurso que dice que el neoliberalismo creó la 
desigualdad es un discurso que se basa en un pasado heroico que nuestras 
sociedades nunca tuvieron y que me parece bastante conservador porque pretende 
decir que en algún momento, en la Argentina, tuvimos una educación pública, de 
calidad, masiva y para todos. En términos más rigurosos sabemos que los más 
pobres estuvieron de modo general excluidos de las oportunidades educativas que 
fueron reservadas en Argentina -como en el resto de América Latina- a ciertos 
sectores de la población que se aprovecharon más de los beneficios del espacio 
público que otros. Independientemente de que en el pasado algunas cosas fueron 
mejores.
-¿O sea que estamos ante una victoria del neoliberalismo?
-La cuestión no es decir si el neoliberalismo creó la desigualdad sino ver de 
qué forma otras políticas educativas pueden revertir esa desigualdad 
cristalizada y algunos principios que el neoliberalismo logró instituir como 
verdades incuestionables, que quizás sean su más importante victoria. El 
neoliberalismo, en rigor, no ha tenido tanto éxito en algunas de sus amenazas 
más proclamadas. Por ejemplo la reducción del gasto público. Uno no observa en 
América Latina una reducción muy grande del gasto público, pero sí tuvo un 
efecto muy grande en conseguir pautar el debate acerca del presupuesto público, 
del gasto público, reconociendo que algunas cosas no dependen necesariamente de 
la voluntad del Estado, sino que son de responsabilidad compartida. Salir de la 
pobreza no es un problema público, en el sentido de políticas públicas de forma 
central: es una responsabilidad que el Estado tiene parcialmente pero también 
tienen las empresas, las familias. Y en este acuerdo, en este consenso, en esta 
concertación, se resuelven los problemas. ¿Cómo se solucionan los problemas? 
Generando mecanismos de competencia, de desregulación. Qué es lo que se hizo, en 
algunos países más que otros, durante los últimos 20 años. En el caso educativo 
Chile avanzó mucho más que el resto de América Latina. Pero sobre todo se han 
instalado cuestiones que son las que explican de manera más o menos convincente 
cómo funciona la sociedad y cómo tiene que ser la política. En materia política 
este es un tema muy importante, cambiar no las instituciones sino la cabeza de 
la gente: esta es la victoria ideológica del neoliberalismo.
-¿Eso se puede ver en algunas experiencias que hubo en Brasil durante el 
gobierno de Fernando Henrique Cardoso, que instaban a que la sociedad y las 
empresas colaboraran en un plan de alfabetización junto con el Estado, 
instalando la idea de la responsabilidad compartida?
-Sí, y al fracasar esa instancia de responsabilidad compartida eso es lo que 
lleva al discurso a decir: si hay un problema de analfabetismo estructural en 
Brasil, a la hora de solucionarlo la sociedad no quiere asumir su papel. De esta 
forma el gobierno se eximía de gran parte de su responsabilidad, porque decía: 
yo no puedo solucionar un problema que la sociedad no quiere solucionar, que los 
sindicatos no quieren solucionar. Una política alternativa tiene que construir 
nuevos sentidos en el orden de la educación. La disputa acerca de las palabras 
es hoy una cuestión crucial. Pero también se tiene que generar políticas que 
permitan demostrar que es posible revertir algunas de las cuestiones más 
estructurales que las políticas neoliberales generaron.
-¿Cómo se trabaja con problemas estructurales como el analfabetismo de las 
sociedades latinoamericanas?
-El problema del analfabetismo en América Latina es un problema de carácter 
estructural en tanto que los índices se mantienen en un sector de la población 
sobre el cual no se aplica ningún tipo de política, no es un problema sólo de 
campaña de alfabetización. Que es otra cosa que se instaló: las campañas las 
hacemos entre todos. Y una política democrática tiene que generar condiciones de 
vida que permitan revertir la situación que lleva a que los analfabetos 
continúen siendo analfabetos. Lo que hace que un analfabeto siga siendo 
analfabeto son las pésimas condiciones de inserción de esa población adulta a 
derechos, posibilidades y beneficios de los cuales están sistemáticamente 
afuera. Entonces, pensar que se va a solucionar el problema del analfabetismo 
con una campaña milagrosa con la que un día llegan los educadores y salvan a 
esos ignorantes, me parece que es continuar vendiéndole espejitos de colores a 
la gente. La política educativa, en forma aislada, no alcanza para solucionar 
los problemas educativos que tiene la población, porque los problemas educativos 
de las sociedades latinoamericanas no son estrictamente educativos.
-¿Cómo se relacionan estas realidades con los compromisos asumidos con los 
organismos internacionales de crédito?
-Los países latinoamericanos gastan una enorme cantidad de recursos, pero el 
tema educativo se va a solucionar cuando se solucionen otros problemas 
estructurales, como por ejemplo el de la Deuda Externa. Nuestros países tienen 
una deuda que es como la que tenía la Cándida Heredia con su abuela desalmada en 
el cuento de García Márquez: una deuda que no se acaba nunca. Cuanto más pagan, 
más deben. Los ministerios de Educación de Colombia, Brasil, Venezuela, 
Argentina que intentan hacer una política medianamente inclusiva, el primer 
problema que aparece es que no hay recursos. Y no hay recursos porque hay una 
crisis muy profunda pero también porque muchas veces las prioridades en materia 
económica son totalmente disociadas de las prioridades en políticas de inclusión 
social. Entonces no va a haber una política que revierta esta situación si no 
hay una confluencia de la política social con la política económica, con la 
política laboral, orientadas a generar condiciones de igualdad, no sólo 
condiciones de competitividad en el sentido de los mercados. Así y todo, el 
documento del Banco Mundial para el 2005 sostiene que lo que sacará a los países 
del estancamiento es 'crear clima para la inversión'. Generar clima para las 
inversiones significa desregular la economía, generar mejores condiciones de 
competitividad, menos impuestos y condiciones de mayor libertad y desregulación 
de los mercados de trabajo. La misma receta que el Banco Mundial dio diez años 
atrás y que generó el caos de la economía.
-¿Ante estas condiciones estructurales el panorama se avizora negativo?
-Creo que reconocer los puntos de conflicto en nuestros países no significa 
decir que esto va a ser así para siempre. Significa ver qué es lo que se puede 
hacer para que haya una política pública que pueda ser pensada desde el único 
principio que debe guiarla que es la igualdad social. Políticas económicas 
eficientes en sociedades desiguales es la evidencia del cinismo instalado en la 
esfera gubernamental: decir que vamos muy bien porque la economía está 
equilibrada cuando la gente es cada vez más pobre.
-¿Cuál es el rol de las universidades en ese contexto?
-La universidad tiene la responsabilidad de llamar la atención de estas 
cuestiones y no solucionarlas porque desde allí no se solucionan los grandes 
problemas. La universidad tiene una función que es la de ayudar a que el debate 
se establezca en el punto que se tiene que establecer. Un encuentro como este 
tiene esa función: llamar la atención sobre otra forma de pensar y ver la 
realidad educativa.