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Argentina: La lucha continúa



¿Despenalizar el aborto o penalizar la pobreza?
La Iglesia opta por lo segundo

Emilio Marín
La Arena

El gobierno recomenzó la entrega masiva de anticonceptivos a cargo del Ministerio de Salud y arreciaron las críticas de la Iglesia. Esta pelea no tuvo respiros desde febrero último, cuando el obispo castrense deseó que el ministro de esa cartera fuera arrojado al mar. La postura de la Iglesia, intransigente, lo será más aún luego de la designación del nuevo monarca en Roma. La campaña eclesiástica contra los preservativos no se suaviza ni ante la necesidad de combatir los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual. Eso no es defender la vida.

La realidad

Los datos de la realidad asustan. En Argentina se producen 500 mil abortos por año y muchos de ellos terminan con la vida de las mujeres que se ven en la necesidad de practicárselo.

Las que mueren son mujeres pobres, que no llegan a los discretos consultorios de médicos privados que cobran 1.000 o 1.500 pesos a sus clientas de clase media para arriba. El hospital público tiene prohibido hacer abortos, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, Alemania, Cuba, China y muchos otros países donde están permitidos.

Las féminas que abortan, de una u otra condición social, lo hacen amargadas, apenadas y con muchísima culpa. Saben o intuyen, además, de los traumas psicológicos que les dejará la interrupción del embarazo. Unas cuantas mujeres dejan la vida propia en lugares de mala muerte.

Por otro lado están las enfermedades de transmisión sexual como el virus HIV, en aumento en casi todo el mundo menos en Cuba. Se estima que en el planeta hay 40 millones de enfermos de SIDA, flagelo que en la mayor de las Antillas infecta a sólo el 0,05 por ciento de su población. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de Argentina y tantos otros países de bajos y medianos ingresos donde la OMS (Organización Mundial de la Salud) relevó más de 3 millones de decesos en 2004.

La lógica de Ginés González García, el ministro de Salud, es de hierro: para prevenir embarazos no deseados y evitar la propagación del SIDA es necesario informar a la gente de esos riesgos y cómo prevenirlos. Pero no sólo eso. También hay que proporcionarle los diferentes métodos para que cada quien elija en consulta con los facultativos de los hospitales. La gratuidad es fundamental en un territorio donde el 40,2 por ciento de los argentinos se tutea con la pobreza. Allí suele no haber plata para adquirir y colocarse un dispositivo intrauterino (DIU). A veces ni para comprar un par de condones.

Así fue que el viernes 29 el mencionado ministerio puso en marcha por tercer año consecutivo el 'Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable'. La titular, Inés Martínez, detalló que enviaban a las 24 provincias un total de 10 millones de preservativos, 5,8 millones de blisters de pastillas, 1,6 millón de anticonceptivos inyectables y 450 mil DIU. La funcionaria precisó que 1,5 millón de personas participa del programa y a fin de año esa cifra se habrá elevado a 3 millones.

A contramano

La noticia de que Salud ponía en marcha su programa fue como una señal de largada para que la Iglesia arreciara con sus diatribas. La institución del papable Jorge Bergoglio quemó cubiertas, de contramano.

El organismo que salió a pista fue el Secretariado Nacional para la Familia, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina. Su comunicado calificó de 'facilista' y 'poco ético' la iniciativa gubernamental. Los fundamentalistas llegaron al extremo de asegurar que tantos métodos anticonceptivos iban 'a acarrear enfermedades para las usuarias como aumentar el riesgo de cáncer' y 'fomentar las relaciones promiscuas y consecuentemente el aumento de las enfermedades de transmisión sexual'.

Quizás lo más grave de la postura del órgano del Episcopado haya sido su incursión en el terreno político, traspasando el tema específico en debate. Es que su comunicado sostuvo que el gobierno de Néstor Kirchner está buscando con el mencionado programa de Salud 'la imposición autoritaria de un modelo único que nos está condenando a desaparecer como Nación'.

Afortunadamente este no es un tiempo muy propicio para los golpes de Estado, al menos en el corto plazo, porque de lo contrario los oficiales castrenses más cavernícolas ya habrían desenvainado su espada para 'salvar a la Patria'. Estos sectores existen y dieron amplia difusión a la carta de lectores de 'La Nación' de Cecilia Pando, esposa del mayor de Inteligencia Mercado, adhiriendo a lo manifestado por Antonio Baseotto. Como se recordará, a mediados de febrero se conoció el texto de una carta del obispo castrense a González García donde -brotado por el plan de distribución masiva de preservativos- le deseaba que le pusieran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar.

La cuestión de los derechos de la mujer, la salud reproductiva y la despenalización del aborto ha generado una gran discusión política. Como en tantos otros tópicos, la postura de la jerarquía eclesiástica es retrógrada e intolerante incluso con quienes profesan la fe católica. Es que el presidente Kirchner y su mujer están dentro de esa confesión y se manifiestan en contra del aborto. Sin embargo, la cúpula de la Iglesia desearía embarcar a uno de los ministros en uno de los 'vuelos de la muerte'. Y su Secretariado Nacional para la Familia acusa al gobierno de 'condenarnos a desaparecer como Nación'. Llegado a ese punto no se está discutiendo si despenalización del aborto sí o no, sino si debemos vivir en democracia o no. La posición del Secretariado dependiente del Episcopado es atrasada y falsa, pues al programa oficial de Salud opone 'en primer lugar la abstinencia, en segundo la fidelidad y en tercero el preservativo'. La primera medida es antinatural e inhumana; la segunda, deseable pero escasamente lograda; y la tercera, falsa, pues la Iglesia y el Papa se oponen a los condones con la furia del HIV.

Los agujeros de Baseotto

No es que la política del Ministerio de Salud sea 'saludable' en todos sus aspectos. En estas últimas semanas se vio que su titular está a favor de limitar el ingreso a Medicina con el remanido argumento de que en el país 'sobran médicos', que en verdad están mal distribuidos. También resulta indigerible que el presupuesto de Salud se haya mantenido en 2005 igual al del año anterior, $2.745 millones, resultando una disminución del 8,6 por ciento en comparación con el crecimiento poblacional, según un estudio del diputado Claudio Lozano.

Pero en la pulseada con los cruzados de las las sotanas no se puede dudar: la razón está del lado de González García y no del cardenal primate Bergoglio. La ira de éste se había disparado con las declaraciones del ministro a Página/12 (14/2), donde sostuvo: 'yo pienso que hay que despenalizar el aborto; si el aborto se hubiera despenalizado, muchas de esas mamás que no concurren al médico o que llegan al borde de la vida, se salvarían'.

Hace años que la Iglesia ha tratado de buscar algunos argumentos seudo científicos para fundamentar su primitivismo. Así fue que se fundaron en las universidades católicas los 'Institutos de Bioética' donde se graduaron algunos personajes como Baseotto. Muy orondo, el obispo castrense sostuvo 'que el látex del preservativo tiene poros mucho más grandes y puede ser superada esa barrera que dicen por el virus del SIDA en una proporción de 250 contra uno'. Los especialistas lo mandaron a marzo recordándole que esos poros existen pero son varias veces más pequeños que ese virus con su material acompañante.

La OMS, la OPS (Organización Panamericana de la Salud) y la ciencia en general recomiendan el uso de preservativos. Algunas mentes de la Iglesia que atrasan menos siglos que Baseotto y Benedicto XVI, han admitido bajo ciertas condiciones el uso de los adminículos. Por caso, el cardenal de Ginebra, George Cottier, lo consideró necesario cuando el acto sexual conlleve riesgo de muerte o frente a epidemias del SIDA en Africa. Los hombres de las cavernas, vestidos de sotanas, siguen repitiendo la letanía de la abstinencia, la virtud, la castidad y la procreación. Tratando de darle un toque 'progresista' a su discurso dicen que la distribución de condones es 'un negocio de las multinacionales'. En estas ventas masivas al Estado hay un margen de ganancia para determinadas empresas pero esa crítica la pueden hacer los que se oponen a las trasnacionales. No suena creíble en labios de los representantes de un poder económico y político con casa matriz en Roma.

Claro que hay intereses comerciales en las ventas de látex y plástico. También hay que puntualizar que la toma de posición del Vaticano no es angelical: gana con el resultado derivado del no uso de preservativos, el auge de la pobreza y las enfermedades. Es que sus obispos reclutan para sus declinantes feligresías prometiendo una felicidad celestial a las familias de ocho hijos y ninguna esperanza terrenal.

Los sacerdotes más delirantes sostienen que el uso de preservativos equivale a millones de abortos. En la revista Rumbos (30/4), el padre Fernando Altamira, de la Fundación 25 de marzo, escribió que 'si en nuestro país se pudiesen calcular los abortos que se producen por el uso de los anticonceptivos, tendríamos cifras de magnitud impensada. ¿Muertes de niños por millones, tal vez?'

Estas falsificaciones truculentas de la realidad son indignantes. Mucho más cuando provienen de especialistas en familia que no pueden formar una propia, que hablan en nombre de la mujer discriminada por la Iglesia puertas adentro y en nombre de niños ajenos (para no hablar de 'Felices los niños' del padre Julio Grassi).