Carta del obispo de Iguazú
¡Vamos a gritar más fuerte!
Joaquín Piña Batllevell SJ VOX POPULI
'A
mí me preocupa el que la gente -muchos, no todos- haya perdido hasta la
capacidad de protesta. No protestan, se callan, por miedo a las represalias, a
perderlo todo'. Me parece que todos saben que la celebración de hoy, Día Mundial
del Trabajo, tuvo su origen, ya hace más de un siglo, en una protesta, -y una
Obispo Joaquín Piña Batllevell SJ.
masacre represiva...- de los trabajadores que, al comienzo de la era industrial,
eran objeto de una infame explotación laboral, por parte del sistema y de la
economía, del modelo capitalista-liberal, que se había impuesto en los países
más avanzados.
Habría que preguntarse si las consecuencias de aquel sistema, -hoy día hablamos
de neoliberalismo, no son todavía peores que las que, en aquel tiempo,
provocaron la rebelión de la clase obrera. Y dijeron: Esto no da más.
Digo peores, porque el extremo de la dominación, -opresión, esclavitud, o como
quieran llamarlo-, es cuando se ha logrado que los oprimidos acepten su
condición. Que ya no protesten. Que se callen, porque están amordazados por el
miedo. Le temen a la represión, y a perder lo poquito que aun les queda.
Mi amigo Ramón Juste, cuando estábamos en el Paraguay, bajo la dictadura de
Stroessner, escribió un artículo que se titulaba: 'El Paraguay, un país dominado
por el miedo'. ¿Será que aquí no nos puede ocurrir algo parecido? A pesar de que
estamos en democracia, (por lo menos formal), yo veo que la gente tiene miedo.
Mucho miedo. Miedo a perder lo poco que tiene. Un puestito de trabajo, aunque
sea de ñoqui, o del Plan, o de esto que ahora llaman punteros, o asesores. (Los
mismos perros con distintos collares, dice el refrán).
Todo el mundo se da cuenta de que estamos mal, (¡menos unos poquitos que lo
pasan muy bien!). Todos reconocen que tenemos una clase dirigente corrupta. De
cómo se han enriquecido éstos a quienes votamos, porque nos habían prometido 'el
oro y el moro'.
¡Qué ingenuos que fuimos!
Lo peor es que todavía hay gente que sigue creyendo en ellos. ¿Algún día esto
terminará?
A mí me preocupa el que la gente, -muchos, no todos- haya perdido hasta la
capacidad de protesta. No protestan, se callan, por miedo a las represalias, a
perderlo todo.
Y es una lástima, porque únicamente si uno protesta es como podrá alcanzar algo.
Que las cosas cambien. Como ocurrió aquel 1 de Mayo.
Uno tiene que ser capaz de hablar, y si hace falta, de gritar. Tener un mínimo
de sentido crítico y de dignidad, y no callarse ante las injusticias. El último
derecho humano, que no nos pueden quitar, es el de quejarnos. De protestar.
La Biblia, (Ex. 2,24) dice que el Pueblo, que era oprimido en Egipto, llegó un
momento que dijo: Esto no da más. Y 'clamó al Señor'. Y, por supuesto, que Dios
les escuchó, y bajó a liberarlos.
El problema, me dirán algunos, es que estos señores de ahora, -que parece que se
creen dioses- no nos escuchan.
Vamos a gritar más fuerte, y no nos vamos a cansar. Porque, si nadie protesta,
todo va a seguir igual. Y ya hemos visto que los cambios sociales de la era
moderna, comenzaron con aquella protesta social de un 1 de Mayo.
Es verdad que hubo mártires. Y los tiene que haber. Jesucristo fue el primer
mártir, que nos liberó con el precio de su vida. Desde luego que con cobardes,
con gente que se encierra en su casa, nunca vamos a lograr nada.
Yo soy un hombre de esperanza. Yo creo que, algún día, las cosas tienen que
cambiar. Y no es posible que la política tenga que ser siempre patrimonio de los
más corruptos.
Me decía uno que no es posible que, sin plata, alguien pueda ganar unas
elecciones. Y yo le decía que, algún día, tenemos que demostrar que es posible
lo contrario. Y casos ha habido...
Por lo pronto, el 1 de Mayo no es sólo una fecha para comer un asadito, -bañado
con vino...,-con los compañeros de trabajo, sino para reflexionar: ¿Cómo vamos a
defender nuestros derechos? Para que las cosas cambien.
Con afecto, de su Padre Obispo. Joaquín Piña Batllevell