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Argentina: La lucha continúa


El imperio glotón y la argentina

Enrique Oliva

En la historia de la humanidad, los grandes imperios han durado siglos, hasta muchos siglos, sostenidos siempre por el terror y la fuerza militar. Aunque hayan tenido periodos de cierta grandeza, todos llegaron un día a la decadencia y desaparición. En la actualidad, el acelerado ritmo de los cambios tecnológicos aplicados a la guerra, con una capacidad de muerte y destrucción jamás imaginada por las mentes más fantasiosas, pueden disminuir los tiempos de las hegemonías. Los métodos no han cambiado: genocidios, expansionismo, desaparición de culturas y naciones, racismo y esclavitud.
Desde los conquistadores venidos de Oriente hasta los surgidos en Europa, minoritarios en habitantes, iban aumentando sus fuerzas sirviéndose de cipayos (que luchan contra sus propios compatriotas) y mercenarios (asesinos a sueldo). Los vencedores los incorporaban a cambio de perdonarles la vida o la esclavitud y ofrecerles botines de próximas guerras.
Griegos, romanos, españoles, otomanos y otros, no inventaron nada, ni tampoco la "civilizadora" España.
Los ingleses perfeccionaron esa "tradición", venida del fondo de los tiempos. Con una población de poco más de 10 millones de habitantes, crearon el imperio más grande que se haya conocido. Con "esclavos" de una colonia conquistaban otra y seguían aumentando sus fuerzas. Con la enorme flota dominando los mares, a cañonazos tomaban estrechos y puertos estratégicos, como por ejemplo en Gibraltar; en China donde desembocaban los grandes ríos. Construían un fuerte y desde allí imponían la "libertad de comercio". También aplicaron la piratería en gran escala, como el tráfico de esclavos y del opio, éste con la forzada legalización por los mandarines de su libre venta y consumo. Tras las migajas coloniales que dejaban los ingleses, iban Estados Unidos y varias naciones europeas, incluso vendiendo opio y tomando esclavos.

El turno del Imperio yanqui

A partir de la Segunda Guerra Mundial, donde las grandes potencias coloniales europeas pelearon por última vez con soldados de sus dominios, cuando los "aliados" estaban al borde de la derrota, entró en el conflicto Estados Unidos, con el dudoso "pretexto" de Pearl Harbor. Los norteamericanos, con prolijo planeamiento, en poco tiempo se quedaron con el dominio económico del malherido Imperio Británico. La nación yanqui fue la única que salió gananciosa de ese conflicto y el resto de los aliados como sus deudores. De inmediato, con el "generoso" Plan Marshall redondeó su control sobre Europa, por la módica ayuda (más en ventas que en efectivo) de 12.000 millones de dólares. A la Unión Soviética no le dieron nada, aunque fue quien frenó a Hitler, al costo de casi 30 millones de muertos (militares y civiles) y la tierra arrasada desde Ucrania a las puertas de Moscú. En líneas rectas, significó un frente, o espacio, de 2.400 kilómetros por casi 3.000 kilómetros de ancho (desde Leningrado a Georgia).

Fuerza y debilidad del nuevo Imperio

El conquistador George W. Bush, ha dejado bien en claro que está por encima de cualquier norma internacional, siendo capaz de todo; cuando se le cuestiona legitimidad como presidente por fraudes en sus dos elecciones y que el atentado terrorista de las Torres Gemelas no fue cometido por Al Qaeda, hasta dudándose hoy de la existencia misma de esta organización.
Militarmente ya tiene bajo sus armas a todo el Medio Oriente y el objetivo real es dominar al mundo por el manejo del petróleo y otros recursos indispensables a los países industrializados.
También ha echado mano Estados Unidos a los servicios de mercenarios propios y procedentes de sus obligados "aliados", temerosos estos de quedarse fuera de la repartija del petróleo. El conjunto de ocupantes tampoco se priva de nada en el salvaje clima de la guerra injusta, sangrienta y depredadora. El escándalo de las torturas y humillaciones sexuales de militares yanquis en Iraq ya no es el único caso con estado público, pues también se han probado, y fotografiado, abusos similares cometidos por ingleses, australianos y dinamarqueses en sus respectivas áreas.
Evidentemente, las realidades han cambiado. Estados Unidos posee un presupuesto de guerra igual a la suma de todos los del resto del mundo. Pese a ello, las armas más sofisticadas y mortíferas, soldados robot incluidos, no pueden eliminar las religiones que llevan a los creyentes al sacrificio del suicidio, en defensa de sus creencias y tierras para ellos sagradas.
Pero la historia nos muestra que los pueblos suelen inventar recursos ingeniosos para desalentar a sus opresores. Por ahora, si la fuerza de dominio mundial que prácticamente ya tienen los yanquis, es el petróleo y el gas, poco y nada han podido sacar de Afganistán e Iraq por la vulnerabilidad de los largos oleoductos y gasoductos que son volados. Otro tanto le podrá pasar si toma a Irán. El venezolano Chávez amenaza con lo mismo de ser invadido.
En su actual recorrida europea, Bush no ha encontrado ninguna oposición seria de parte de los gobiernos "aliados" aunque no pueda mostrarse en público. Los pueblos no aplauden los atropellos cometidos ni tampoco sus amenazantes planes contra otros países.

Cuando el mundo aun no ha superado el miedo a volar a raíz de los feroces atentados sobre las torres gemelas y el Pentágono, los medios noticiosos internacionales del pasado jueves 24 de febrero incrementó el pavor al difundir dramáticas declaraciones del presidente yanqui. Según él, trató con el presidente de la Federación Rusa Putin, "el peligro de ataques a aviones comerciales de pasajeros por misiles tierra-aire, ya llegados a manos de terroristas islámicos".

Subordinación forzada al Imperio

El machote socialista Rodríguez Zapatero, arribado a la presidencia de España por prometer retirar sus tropas de Iraq, como lo hizo, acaba de admitir que ahora enviará "instructores" a ese mismo país petrolero ocupado.
Los contundentes aprietes del imperio se sienten por todo el globo. Siria, por primera vez ha comenzado a acatar el repetido ultimátum yanqui de retirar sus tropas del Líbano. Lula, inexplicablemente ha anunciado que privatizará la mitad de la boscosa Amazonía (que ya figura como norteamericana en libros escolares de Estados Unidos) "para evitar las luchas por la propiedad y explotación de esas tierras".
Aunque se advierta que el gran matón del barrio terráqueo, va en camino de un gigantesco nuevo Vietnam, de impredecibles consecuencias internacionales, por ahora es peligrosísimo. Nadie le responde al contundente desprecio por tratar con el Mercosur y menos con la Unión Suramericana. Los quiere a todos en su hermética bolsa del ALCA.
Ante esta innegable realidad y la manifiesta obsesión del halcón Richard Cheeney sobre el objetivo Triple Frontera, ¿qué podría hacer Argentina para sobrevivir como nación con integridad territorial y soberanía?.
¿No cabría reunir a los mejores cerebros nacionales, argentinos de verdad no comprometidos con el imperio e intereses de multinacionales, poniéndolos a trabajar discretamente en planes y estrategias para la pos guerra imperial petrolera? Tal convocatoria patriótica nos uniría junto a otros pueblos hermanos, sin desgastarnos en internas.