Argentina: La lucha contin�a
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Scilingo ...todos ten�an y tienen nombres
Andrea Benites-Dumont
El d�a 22 de febrero se inici� la �ltima jornada de los testigos propuestos
por las acusaciones particulares y populares en el juicio que contra el ex
militar Adolfo Scilingo se sigue por genocidio, terrorismo y torturas en la
Audiencia Nacional en Madrid.
Ana Mar�a Careaga, fue secuestrada el 13 de junio de 1977 cuando tan s�lo ten�a
16 a�os y estaba embarazada, era estudiante y toda su familia hab�a llegado de
Paraguay perseguida por la dictadura de aquel pa�s.
Permaneci� secuestrada en Club Atl�tico, un almac�n de suministros de la Polic�a
Federal que hab�a sido acondicionado como campo de concentraci�n que si bien
estaba a cargo la Polic�a Federal, era utilizado conjuntamente por las
diferentes armas y particularmente por el Ej�rcito. Estuvo secuestrada cuatro
meses en ese centro clandestino de detenci�n, y, antes de comenzar a detallar a
requerimiento del tribunal, las torturas que sufri� pidi� perd�n a los
familiares, a las victimas y a sus seres queridos por el sufrimiento que les
deparar�a su relato.
Ana Mar�a fue encapuchada, desnudada, golpeada, le aplicaron descargas
el�ctricas en el cuerpo, en la vagina, en el ano, fue colgada de los brazos y
piernas, le colocaban bolsas de pl�stico en la cara, y le quemaron con
cigarrillos. Despu�s de los primeros d�as fue colocada en un pasillo, maniatada
y encapuchada. Se�al� el especial ensa�amiento que empleaban con los prisioneros
de ascendencia jud�a, acompa�ados permanentemente de la transmisi�n de discursos
de Hitler. Relat� el modo en que se realizaban los traslados, los prisioneros
eran llamados por el n�mero que ten�an asignados, deb�an dar un paso al frente,
girarse y colocar la mano sobre el hombro del compa�ero o compa�era que tuvieran
delante, y, avanzar al destino que todos intu�an. En un trabajo de investigaci�n
posterior y junto a otros sobrevivientes del Club Atl�tico, ha podido
reconstruirse la lista de detenidos-desparecidos y tambi�n la de los represores
que actuaron en dicho campo, calcul�ndose en 1500 los pri
sioneros que por dicho centro clandestino de detenci�n pasaron; de los 300
supervivientes est�n contactados entre s� 220.
Cuando Ana Mar�a fue liberada, su mam� Esther Ballestrino de Careaga, que se
hab�a integrado a las Madres de Plaza de Mayo, se dirigi� al encuentro semanal
para compartir con las otras madres la aparici�n de su hija; a pesar que
aparentemente se hab�a agotado su b�squeda individual, Esther Ballestrino de
Careaga, corporiz� el sentir colectivo que hab�an procreado las Madres de la
Plaza, la maternidad colectiva, socializada: VOY A SEGUIR HASTA QUE APAREZCAN
TODOS.
Ana Mar�a y su hermana ya se encontraban refugiadas en Suecia cuando les
comunicaron que su madre hab�a sido secuestrada en el operativo de la Iglesia de
Santa Cruz, cuando fueron secuestrados familiares y amigos de los desaparecidos
a consecuencia del trabajo de infiltraci�n que hab�a realizado el teniente de la
Armada, Alfredo Astiz. En los tr�mites posteriores a esta detenci�n colectiva,
en la denuncia que se present� ante diversos organismos internacionales, en
lista que Ana Mar�a confeccion� y entreg� figuraba el reclamo tambi�n por
Gustavo Ni�o, que no era otro que Alfredo Astiz
Marta Ocampo, Presidenta de Madres de Plaza de Mayo-L�nea Fundadora, relat� los
hechos sobre su hija Mar�a Marta V�zquez Ocampo, de 23 a�os, secuestrada en
1976, y como consta en numerosos testimonios conducida a la ESMA. Relat�
detalladamente la entrevista que mantuvo con Scilingo en la c�rcel de la ciudad
de La Plata, y cuando el ex militar al ver la foto de su hija le dijo que ella
no viv�a pero que su nieto s�. Hubo un posterior encuentro en el domicilio de la
Sra. Ocampo, Scilingo mencion� que hab�a visto a su hija dos veces cuando en la
primera vez s�lo habl� de una. En ambas tanto Scilingo como la esposa de �sta
hablaron de los vuelos de la muerte.
El periodista Juan Irigaray, ampli� la entrevista que realiz� en 1995 cuando
Scilingo se present� en la sede de France Press. En esa oportunidad le relat�
los dos vuelos de la muerte en que Scilingo hab�a participado, conduciendo 17 y
13 personas respectivamente. De regreso a la ESMA en ocasi�n del primer vuelo,
un capell�n castrense "alivi�" la conciencia de Scilingo argument�ndole que
"deb�an separar la paja del trigo, y que dios lo iba a perdonar porque cumpl�a
sus tareas y con la patria". Relat� la participaci�n rotativa en los vuelos para
sellar de esta forma el pacto de sangre y de silencio entre todos los miembros
de la Armada.
Soledad Alameda, periodista de El Pa�s, fue en 1997 a entrevistar a Adolfo
Scilingo a la c�rcel de Carabanchel. Le refiri� el car�cter de voluntario de
presentarse en la ESMA, y los diversos hechos que ya hab�a hecho p�blicos en
otros medios de informaci�n. Si bien detalles de la entrevista se le hab�an
desdibujado, efectu� una afirmaci�n de gran importancia: "es un hombre extra�o,
no dudo que los hechos sean ciertos, pero s� a�n hoy tengo dudas sobre su
arrepentimiento".
Federico G�mez Miranda, hijo de Conrado G�mez, ten�a 10 a�os en enero de 1977
cuando fue secuestrado su padre. Abogado de gran prestigio y defensor de presos
pol�ticos; era asimismo empresario y pose�a un cuantioso patrimonio del que fue
despojado por la Armada. Federico aport� detalles substanciosos de la creaci�n
de una agencia inmobiliaria en la ESMA, a cargo de Jorge Rol�n, con el objeto de
apoderarse y administrar las numerosas propiedades de Conrado G�mez. Con la
autorizaci�n del tribunal Federico G�mez dio lectura a una carta en que Scilingo
describe escrupulosamente el funcionamiento de la ESMA, de los grupos
operativos, y el destino del coche de Conrado G�mez, que Scilingo ha mencionado
en varias oportunidades por que el mismo era �nico en la flota de los 202
autom�viles que utilizaban el grupo de tareas A instancias de la acusaci�n
particular, se le mostr� la carta a Scilingo quien la reconoci� como propia y en
todos sus t�rminos. Es important�simo referir que
en dicha carta Scilingo asume que estuvo destinado en la ESMA desde los primeros
meses de 1976 y durante todo 1977, y no en la reducci�n temporal en esta fase de
arrepentirse de su arrepentimiento.
Juan Cabandie de 26 a�os. Antes de comenzar la declaraci�n y para identificar al
testigo desde el juzgado argentino se da lectura a la resoluci�n de la C�mara
Federal de Buenos de Aires, que certifica que el compareciente es JUAN CABANDIE
hijo de ALICIA ELENA ALFONSIN y DAMI�N ABEL CABANDIE.
Juan reconstruy� �l s�lo su vida. A partir de la adolescencia comenz� a expresar
una sensibilidad por los problemas sociales siendo duramente maltratado por la
que hasta entonces supon�a su familia. Hab�a presentido -como generalmente
ocurre a los ni�os adoptados- que era ajeno a la casa donde hab�a crecido.
En el a�o 2000 se acerca a las Abuelas de Plaza de Mayo, y solicita la
realizaci�n de an�lisis y comprobaciones de ADN, con los que se constata que fue
apropiado por el miembro de la Polic�a Federal, Luis Falco, quien lo hab�a
anotado como hijo propio bajo el nombre de Mariano Falco.
Inicia entonces el periplo de recuperar su identidad y con ella la vida de sus
verdaderos padres. DAMI�N ABEL CABANDIE de 19 a�os, era delegado gremial en la
empresa ENTEL, y activista barrial; su mam� ALICIA ELENA ALFONSIN de 16 a�os,
desarrollaba un trabajo pol�tico y social en una villa miseria en la provincia
de Buenos Aires. Fueron secuestrados en noviembre de 1977, y le consta por
testimonios de supervivientes que estuvieron prisioneros en el centro
clandestino de detenci�n conocido como Club Atl�tico, posteriormente en el de
Banco, y que su mam� fue conducida a la ESMA en diciembre de 1977 para dar a luz
en la maternidad de la que se jactaba Massera. Juan naci� en marzo de 1978.
Habl� con Sara Osatinsky, sobreviviente de la ESMA, quien le relat� que su mam�
tan s�lo estuvo 20 d�as con �l, siendo finalmente fue trasladada.
Antes de retirarse del estrado de testigos, solicit� hablar al tribunal espa�ol,
y el presidente de la Sala, le autoriz� con "sumo gusto".
Juan entonces superando la emoci�n y los nervios, con voz pausada dijo: "Quer�a
reafirmar que lo m�o no es un hecho aislado, tiene que ver con el plan de robo
sistem�tico de beb�s como otros casos m�s de hijos de detenidos-desaparecidos;
que sabemos que hab�a un registro de todas las personas y de sus hijos.
Necesitamos justicia, por los derechos humanos, por las v�ctimas... esperamos
mucho de este juicio, esperamos justicia".
Todas las sesiones y las horas sucedidas en esa sala de la Audiencia Nacional,
conforman un viaje a la memoria, mejor dicho a la responsabilidad de la memoria
ya que sin ella no hay justicia porque entonces se disipar�a la noci�n de las
injusticias vigentes, y como expresa Jean Am�ry que "as� como los muertos est�n
entregados inermes a nuestro recuerdo entonces es el recuerdo la �nica ayuda que
les ha quedado; en �l expiraron, y si todo muerto se asemeja a uno que fue
exterminado por los vivos, as� ciertamente tambi�n se asemeja a uno que ellos
han de salvar, sin saber si alguna vez lo conseguir�n. El sufrimiento, declarado
por la raz�n in-significante se constituye en condici�n de toda verdad. La
verdad no es impasible, ni imparcial, sino una aprehensi�n de la realidad en su
totalidad que arranca precisamente de la venida a presencia de la parte ausente.
Ahora bien, si para construir una teor�a de la verdad hay que tener en cuenta
esa mirada de lo oculto, no habr� derecho,
ni moral, ni pol�tica que valga al margen de ella.
Y esta es la raz�n de este procedimiento y de todos cuantos se inicien para
juzgar y condenar a los autores, ejecutores y c�mplices del genocidio desatado
en Argentina.
Una �ltima aclaraci�n, todos los detenidos-desaparecidos eran despersonalizados,
al entrar en los campos de concentraci�n se convert�an en un n�mero, pero por
siempre jam�s todos ten�an y tienen un nombre, y al pronunciarlos se convoca la
vida derrotando a la muerte.