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Argentina: La lucha continúa

A la sombra del arbusto

Enzo Vicentín
Mando del hacha

El viernes comienza la IV Cumbre de las Américas, con la presencia de 33 presidentes americanos. Uno de ellos, el norteamericano, llegará este jueves a Mar del Plata. De los demás, no se sabe cuando llegarán, salvo algunos casos que se cuentan con los dedos de una mano. Es que todos los flashes irán sobre George W. Bush. Será el protagonista excluyente de la Cumbre, de hecho ya lo es antes de la Cumbre misma. Y de los demás presidentes poco se dice, e incluso algunos pasan y pasarán totalmente inadvertidos por Mar del Plata. Me arriesgo a decir que el 98 % de la gente que lea esta nota no sabrá decir quiénes son los actuales presidentes de Suriname, Trinidad y Tobago o Santa Lucía. Pero ese no es el tema. La figura del presidente norteamericano genera en esta Cumbre un movimiento centrípeto, que absorbe la atención de la totalidad de los medios de comunicación y de la mentada opinión pública, al punto de "oscurecer" la presencia de otros presidentes americanos. Gracias al "arrastre" mediático que genera y generará Bush, otros presidentes pasarán tranquilamente por tierras costeras cuando, por lo que hacen en sus respectivos países, deberían ganarse nuestro público desprecio. La "sombra" que proyecta Bush le servirá entonces a más de un presidente para estar en Argentina sin recibir la atención de parte de aquellos críticos de la cumbre oficial.
Obviamente no estoy hablando de los 32 presidentes además de Bush. Hay algunos presidentes que tendrán peso propio en la Cumbre, como es el caso de Hugo Chávez, que además de estar dentro de la "zona de exclusión" junto a las demás delegaciones gubernamentales, saldrá de ella para participar de un acto en el Estadio Mundialista que levanta banderas contra la cumbre oficial. Chávez tendrá una cuota de protagonismo por ello que no se soslayará ante la presencia de Bush. Algo parecido, pero por distintos motivos, podría decirse de Kirchner o Lula, dos presidentes que también atraerán la atención mediática. Pero hay algunos mandatarios que por el "efecto Bush" se verán beneficiados. Veamos algunos casos. Vicente Fox, por ejemplo. El presidente mexicano es, y no descubrimos nada al decirlo, un neoliberal que defiende el libre comercio propuesto por Estados Unidos (apoyando el TLC o NAFTA). Que defiende un modelo económico que precariza las condiciones laborales de los trabajadores. Una estadística no muy lejana en el tiempo marca que el 20% más pobre de la población reúne tan sólo el 4.2% de los ingresos totales del país, mientras que el 20% más rico dispone del 55% de los ingresos nacionales. Tal vez lo que distinga a Fox de otros gobiernos que siguen las mismas líneas económicas es que el mexicano fue y es un empresario, algo que salta a la hora de sus discursos y sus ideas sobre la sociedad. Haber estudiado en Harvard lo hace más repulsivo, pero sin embargo casi nadie se acordará de él y de las políticas que aplica en México cuando este fin de semana esté en Mar del Plata.
Otro caso: Alfredo Palacio. Con solo 6 meses en el gobierno ecuatoriano, Palacio todavía está atravesando el período de "reconstrucción de la democracia" que todo régimen burgués atraviesa después de una profunda crisis institucional como la de Abril pasado. Es decir que el destino del actual "gobierno de transición" no está definido. Pero mientras, Palacio gobierna para volver al "orden" traicionando aquellas palabras que expresó al asumir. El ingreso al TLC por ejemplo, criticado desde los sectores populares que se levantaron en contra de Lucio Gutiérrez, y que Palacio prometió discutir, hoy sigue su marcha hacia la aprobación. El gobierno ecuatoriano apoya el tipo de comercio que está haciendo estragos en la economía mexicana o que también lo sienten los trabajadores chilenos. Por otra parte, Palacio está impulsando un sospechoso proyecto de fomento al "modelo autonómico" a través de una consulta popular. Según René Báez, de Alainet, "Las autonomías (…) tienen como soporte la vieja divisa romana del divide et impera. En los tiempos que corren, el postulado hace parte de la estrategia de securitización y libre mercado con que la Casa Blanca viene evangelizando en esta época cibernética y poscomunista. Concretamente, con su receta autonómica "for export", Estados Unidos pretende culminar el proceso de "desnacionalización de los estados nacionales" para, de ese modo, viabilizar el "engullimiento" por parte de sus conglomerados de los recursos de distinto orden de los países periféricos, especialmente de los más débiles y desorganizados." (Palacio: refundación "al revés", publicado en Rebelión). Aunque la perspectiva de Baéz merecería una discusión, basta con marcar que hubiese sido mucho más importante incorporar en la consulta el punto de la negociación del TLC (que la población ecuatoriana vote por seguir hacia el TLC o no) y eso no fue hecho por el gobierno de Palacio, basta marcar eso para darse cuenta de dónde está parado el gobierno ecuatoriano y qué intereses defiende. Por encabezar un proceso de "recomposición de la democracia" tal cual lo hizo Duhalde en Argentina, rearmando a la derecha y ahogando las alternativas de izquierda que aparecen en cada rebelión popular, Palacio es un presidente al cual también podríamos dirigirle críticas, pero eso difícilmente suceda.
El último ejemplo: Álvaro Uribe Vélez, presidente colombiano. Caracterizar a este presidente como neoliberal o conservador sería decir algo que le cabe a muchísimos presidentes. Uribe es un tanto especial por su política de seguridad y el tipo de relación que ha llevado adelante con los paramilitares y las guerrillas colombianas. Uribe ha esgrimido un discurso de "mano dura" a lo largo de toda su gestión (y que posiblemente prolongará, ya que recientemente la Justicia colombiana ha autorizado su reelección para el 2006, y además las encuestas lo favorecen, según afirman los medios) que condensa todas las atrocidades que aquí se escuchan en boca de los preocupados por la "inseguridad". Con su ofensiva contra las guerrillas y el apoyo dado a los grupos paramilitares relacionados al negocio de la droga en Colombia, Uribe se ha ganado el aprecio del Departamento de Estado yankee, que en Agosto último ha decidido "certificar la cooperación de Colombia en materia de derechos humanos". Paradójico "premio" el obtenido por el gobierno de Uribe, que se ha dedicado a detener arbitrariamente a miembros de las comunidades indígenas o sindicalistas. Y a asesinarlos en muchos casos: "Según los cálculos de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT) y de la Escuela Nacional Sindical, desde la posesión del actual gobierno (7 de agosto del 2002) han sido asesinados en el país 164 sindicalistas" ("Álvaro Uribe Vélez. Certificado para (…) Made in USA", de Hugo Paternina Espinosa, publicada en Rebelión) Los indígenas Kamkuamos han visto morir alrededor de 100 integrantes a manos de los paramilitares desde el año 2002, sin que Uribe haya hecho nada para detener los ataques. Paradójico pero lógico si se piensa en que la mención es otorgada por EE.UU. Podemos decir que la política de mano dura de Uribe, que sin embargo es uno de los pilares de su popularidad, es una de las muestras más terribles del Estado poniéndose al servicio de la represión en la América actual. Y esto es más que suficiente para que en Argentina critiquemos la política abiertamente represiva del gobierno de Álvaro Uribe (excepto Ruckauf, Blumberg y otros), pero muy posiblemente Uribe pase desapercibido en Mar del Plata.
Estos 3 casos no resumen el carácter de todos los gobiernos americanos. México, Ecuador y Colombia son países que no representan a todos los demás, aunque algunos elementos como la defensa del neoliberalismo sea un factor común en casi todos los casos. Algunos apuntes sobre Uribe, Fox o Palacio buscan desenfocar la imagen de Bush y enfocar más en la Cumbre de las Américas. Y no creo que haya de dejar de levantar las consignas contra el terrorista de Estado que es Bush, porque se merece claramente todo nuestro repudio. Pero habiendo 33 presidentes en Mar del Plata, digo que no estará solo Bush, aunque las cámaras muestren lo contrario. Y de los 32 restantes, hay algunos que aprovechando la sombra que proyecta Bush pasarán como "silbando bajito" por la rambla marplatense, cuando en realidad no tendrían que ganarse nuestra indiferencia.