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Argentina: La lucha contin�a

A cuatro a�os de la rebeli�n argentina
Continuidades, rupturas y transformaciones

Sergio Zeta
Nuevo rumbo

A cuatro a�os de aquel diciembre donde el pueblo sali� a las calles, a los miles de hombres y mujeres que seguimos actuando y ensayando nuevas formas de lucha y organizaci�n -con la vista puesta en otra Argentina donde ser ni�o no sea sin�nimo de pobre y futuro sea m�s que un mero tiempo verbal- nos recorre un debate sobre qu� perdur� de aquellos d�as y las condiciones actuales para el cambio social. No se trata de un debate acad�mico, estamos urgidos a �l por la pobreza que sigue campeando en la mayor parte de la poblaci�n (mientras se ensancha la brecha con el sector m�s rico) y por la profundizaci�n de los factores que nos conducen -a pesar del actual ciclo expansivo de la econom�a- a una mayor destrucci�n nacional. Las recientes elecciones legislativas donde los pol�ticos de siempre -ayer repudiados y acosados hasta el cansancio- volv�an a lucir sus calculadas sonrisas por televisi�n y a renovar sus bancas, en otro "milagro" de la democracia representativa, nos coloca frente a la necesidad de recuperar experiencias, herramientas y puntos de apoyo para proyectar y articular una estrategia popular de emancipaci�n.
El escenario ya no es el de fines del 2001 y gran parte del 2002, y ahora es el gobierno quien va logrando manejar los tiempos y la agenda pol�tica. Su triunfo en una campa�a electoral donde las chicanas y golpes de efecto suplantaron todo debate sobre alternativas de fondo, se�ala la unidad del bloque dominante alrededor del modelo econ�mico vigente. Acompa�ando estos cambios, el movimiento popular ya no se encuentra a la ofensiva sino en una situaci�n de acumulaci�n de fuerzas, donde la creciente lucha de los trabajadores por recuperar lo perdido (sum�ndose as� a un movimiento social que perdura), aporta impulso y densidad social a lo nuevo que - con ritmos m�s lentos y subterr�neos- sigue gest�ndose. El hast�o popular ante la falta de soluciones, una y otra vez estalla en forma espectacular, como sucedi� recientemente en la estaci�n de Haedo. Pero la fragmentaci�n y las dificultades para plasmar aquello expresado en su momento con "piquete y cacerola, la lucha es una sola", da cuenta que "la crisis es tambi�n una crisis de las clases subalternas, en tanto no consigan forjar una voluntad com�n e imponer un nuevo proyecto hegem�nico."
"Normalizaci�n" argentina en el marco de la ofensiva yanqui y la revuelta latinoamericana La reconstrucci�n de la hegemon�a burguesa en la Argentina se da en el marco de la ofensiva global del imperialismo yanqui por reordenar el mundo a su favor, en una estrategia que si bien discutida hace a�os, se despliega con total desfachatez tras la excusa brindada por los atentados a las torres gemelas. Ofensiva que tiene como respuesta un "clima de revuelta en los de abajo que explica la inestabilidad latinoamericana, donde la movilizaci�n popular derrib� a seis presidentes constitucionales en los �ltimos a�os, desmont� reg�menes autoritarios y corruptos, y fren� procesos privatizadores. Explica tambi�n, el desarrollo de una nueva onda expansiva de antiimperialismo en la regi�n al comp�s del atolladero imperialista en Irak. De all�, las manifestaciones masivas contra la guerra, el apoyo a la revoluci�n bolivariana de Venezuela, y la persistente solidaridad popular con el pueblo y gobierno de Cuba"
Esto marca -si bien mediadas- las posibilidades, l�mites y contradicciones de la vuelta a la "normalidad" capitalista en la Argentina. La ofensiva yanqui, si por un lado limita las posibilidades de los gobiernos de implementar medidas populares y les ocasiona r�pidos desgastes, por el otro acent�a las penurias del pueblo trabajador y acota lo que en el imaginario popular se percibe como cambio social "posible".
Pero hechos como la persistente lucha del pueblo boliviano, que derrib� sucesivos gobiernos en pro de recuperar los hidrocarburos para s�, no puede dejar de tener influencia sobre nuestro pa�s. Y tampoco puede soslayarse el surgimiento y desarrollo extraordinariamente m�ltiple de nuevas organizaciones sociales, que si bien influyen positivamente, chocan con el l�mite de no haber logrado hasta ahora la determinaci�n de objetivos comunes a todos ellos y su organizaci�n en una voluntad popular colectiva. "El enfrentamiento de las fuerzas de la izquierda radical e incluso de los movimientos sociales se viene dando en las fronteras nacionales, aunque en los �ltimos a�os ha progresado significativamente hacia un cuadro de acoplamiento continental. En esta fase, falta todav�a, un liderazgo social y pol�tico anticapitalista y antiimperialista que pueda afirmar una contra-autoridad al poder (y al Estado) de las elites dirigentes y las clases dominantes, una contra-autoridad basada en las evoluciones efectivas del movimiento real de las masas trabajadoras" .
Una herramienta eficaz para la recomposici�n de la gobernabilidad capitalista sigue siendo el r�gimen democr�tico representativo que propone a los pueblos rebelados �una y otra vez- el objetivo de elecciones anticipadas, desvi�ndolos de una construcci�n aut�noma contra-hegem�nica; as� como tambi�n se ha demostrado eficaz en la cooptaci�n ideol�gica o "material" de dirigentes del movimiento de masas.
El gobierno tiene una de sus preocupaciones en el mantenimiento de esta gobernabilidad "democr�tica" en Am�rica Latina, tanto que su gobierno la propuso como tema de la Cumbre de las Am�ricas, indicando que se da perfecta cuenta de la importancia que tiene para su gobierno la situaci�n regional, en sinton�a con el gobierno de Washington. Colabora, entonces, mandando tropas a Hait�, mediando en Bolivia, intercediendo con Hugo Ch�vez (al tiempo que promueve los intereses de Repsol o Monsanto en Venezuela), entre otras muchas cuestiones. Todo esto en nombre de un fantaseado eje Lula-Kirchner-Ch�vez-Tabar�, con que el "progresismo" aut�ctono intenta embellecer al gobierno argentino y a sus colegas del Cono Sur.
La construcci�n de una alternativa de las clases populares, opuesta a la dominaci�n actual, requiere por tanto y en primer lugar, de saber distinguir entre gobiernos que �como el de Ch�vez- se plantean hacer reformas... �y las hacen!, de quienes s�lo se acuerdan de ellas en las tribunas. Y requiere de librar una intensa batalla pol�tica, intelectual y moral que -en este marco latinoamericano- se proponga la construcci�n de una alternativa anticapitalista y antiimperialista. La ca�da del muro a fines de los �80 abri� su posibilidad "te�rica", al terminar con el falso "socialismo real", aunque en lo inmediato fortaleci� al capitalismo imperialista que apareci� como lo �nico posible.
Con el alzamiento zapatista, las movilizaciones de Seattle y las rebeliones latinoamericanas, su posibilidad dej� de ser virtual, en un contexto que sigue estando signado por la crisis de alternativas al capitalismo imperialista, pero �ste se ve cuestionado en su legitimidad y ya no se visualiza como �nico due�o del escenario, mientras va surgiendo, dificultosamente, un nuevo internacionalismo. El repudio continental a la venida de Bush fue un jal�n importante, m�s all� de los intentos del "progresismo" por apoderarse y esterilizar el mismo. El pr�ximo Foro Social Mundial que se realizar� en enero del 2006 en Caracas, Venezuela, podr� serlo tambi�n, por realizarse en el �nico lugar (adem�s de Cuba) donde su gobierno no implementa obedientemente las directivas yanquis.
El bloque dominante se recompone y transforma
Es cada vez m�s claro que el gobierno K, por m�s que se diferencie en varias cuestiones de los gobiernos anteriores, tiene muchos puntos de continuidad con lo que se dio en llamar el modelo neoliberal, que con sus vaivenes, viene siendo aplicado desde la dictadura de la d�cada del �70.
La sustituci�n de la agotada convertibilidad por un modelo de d�lar alto y de sostenido super�vit fiscal, han trasladado el centro del bloque burgu�s �hoy recompuesto tras su ruptura hacia finales de los �90- desde las privatizadas, el sector financiero y los importadores, hacia los grandes exportadores del campo y del �rea petrolera, as� como a un grupo escogido de grandes empresas industriales exportadoras, como Techint, Arcor o el complejo automotriz. El resto de las fracciones burguesas, a pesar de exigencias y algunos roces, han aceptado su predominio, faltos de un plan de alternativa a la necesaria reestructuraci�n capitalista tras la crisis.
Es dable esperar que esta unidad burguesa en torno a la nueva pol�tica econ�mica se mantenga mientras contin�e el crecimiento econ�mico basado en las crecientes exportaciones y en un aumento del consumo por parte del sector de la clase media alta que ha visto mejorar sus ingresos. La pata floja de la reactivaci�n �habr� que ver su desarrollo- es que las inversiones productivas, si bien han comenzado a crecer, no llegan a un nivel que permita mantener el crecimiento en forma sostenida. El "cuento chino" es una manifestaci�n de esta debilidad.
La unidad burguesa se sostiene tambi�n en la baja brutal que han sufrido los salarios a partir de la devaluaci�n y en el mantenimiento de las formas flexibles del trabajo y fue aceitada por la intervenci�n del gobierno que mantuvo en lo esencial de la pol�tica hacia las privatizadas, aument� los ya millonarios subsidios a las mismas, compens� a los bancos por la pesificaci�n y logr� la salida del default.
Por �ltimo, el miedo al pueblo movilizado y a la crisis del sistema institucional "democr�tico" con el cual ven�an ejerciendo el control, es otro de los factores que motoriz� tal recomposici�n.
El gobierno se cuida bien de ocultar sus esfuerzos por recomponer el bloque dominante -en un nuevo juego de prestidigitaci�n verbal- y lo presenta como el surgimiento de una nueva burgues�a nacional. Pero si entendemos a la misma no a la nacida aqu�, sino a la que tiene como ejes de su reproducci�n el mercado interno y formas de acumulaci�n m�s end�genas, no se vislumbra ning�n sustento, siquiera d�bil, al nacimiento de un capitalismo "nacional", productivo o como se lo quiera llamar. Ninguna de las v�as para su surgimiento es viable: los grandes grupos econ�micos est�n definitivamente transnacionalizados, las pymes sobrevivientes no pueden tener otro proyecto pol�tico-econ�mico que aspirar a ocupar alg�n nicho exportador o alrededor de uno de los gigantes y por �ltimo, su promoci�n desde el Estado, exigir�a una pol�tica de utilizaci�n de los recursos nacionales opuestos al pago de la deuda y al sostenimiento de las privatizadas, que K no est� dispuesto a implementar. La �nica "utilidad" que tienen quienes siguen apostando a un proyecto de capitalismo "nacional", es ocultar la realidad y aportar a una nueva frustraci�n popular.
Cualquier pol�tica contra-hegem�nica debe tomar en cuenta los elementos de continuidad, pero tambi�n sus transformaciones, huyendo de las afirmaciones superficiales que, poniendo el centro en que el gobierno K sostiene una continuidad de los gobiernos de Menem o De la Rua, olvidan que la rebeli�n del 2001, si bien se dirigi� contra los pol�ticos, las instituciones del Estado, los bancos, las privatizadas, el FMI y los principales s�mbolos del imperialismo como los Mc Donalds, no avanz� en identificar como enemigos a los exportadores o industriales. Por el contrario, mientras ya pocos creen, por ejemplo, en la panacea de la privatizaci�n, se alientan esperanzas que el aumento de las exportaciones traiga aparejado un derrame hacia el resto de la sociedad o se alimentan ilusiones en industriales preocupados por dar trabajo.
La confianza en K y la vuelta a la espera pasiva de vastos sectores populares, se sostiene en este sentido com�n que hunde profundamente sus ra�ces en el pasado argentino y en que el rol de dichos sectores fue ejercido tras bambalinas durante el per�odo anterior, as� como en la actual recuperaci�n econ�mica. Una pol�tica que apunte a construir una contra-hegemon�a no puede subestimar este factor ni sumirse en los micro-climas de "izquierda" que s�lo ven en forma excluyente los elementos de continuidad y la inminencia de las crisis. Ni tampoco ignorar que lejos de iniciar un camino de desarrollo, la econom�a argentina acelera su dependencia de los ciclos de la econom�a internacional en general, y de la econom�a yanqui en especial.
Una "quita" en la deuda que quita todo sentido a los discursos sobre "soberan�a"
La reinserci�n en los mercados financieros internacionales -m�s all� de la promocionada "quita"- dej� a la Argentina con un nivel de endeudamiento mayor en relaci�n al PBI (el 84% del mismo) que antes de la crisis. Lo que se ha logrado en realidad es un aplazamiento de los pagos, que la coloca a corto plazo en una situaci�n m�s s�lida, pero a mediano plazo en una situaci�n explosiva. A�n as�, la necesidad de comenzar a pagar la parte de la deuda que no se ven�a pagando, impone al gobierno la necesidad de renegociar con el FMI y lo obliga a redoblar su doble discurso para hacer pasar su pol�tica frente a un pueblo que viene de rebelarse contra la dependencia.
La "perla" discursiva es la pol�tica de "desendeudamiento" con el FMI, nuevo nombre de lo otrora llamado "honrar la deuda" o m�s sinceramente, pol�tica de sumisi�n. Porque m�s all� de las palabras, signific� 12.000 millones de d�lares pagados al FMI en los �ltimos tres a�os y una cifra similar para los pr�ximos tres, obligando a seguir con los ajustes permanentes. El Fondo, por su parte, est� entusiasmado ante esta "soberan�a" posmoderna que va en el sentido de la orientaci�n votada por su directorio, de reducir la exposici�n del organismo financiero con los grandes deudores como Argentina o Turqu�a. M�s all� de diferencias puntuales o pol�tica medi�tica, el gobierno de K. implementa toda la pol�tica imperialista para Am�rica Latina, por lo que mantiene vigencia la denuncia del pago de la deuda as� como la lucha contra la dependencia nacional, en un marco de integraci�n de los pueblos latinoamericanos.
Acentuaci�n de la concentraci�n econ�mica, de la p�rdida de soberan�a y del car�cter destructivo del capital
El nuevo modelo de "d�lar alto" y super�vit fiscal no s�lo no ha revertido el proceso de concentraci�n de la econom�a, sino que lo ha acelerado. Las primeras 10 empresas que representan menos del 1% de las empresas que exportan, pasaron de tener el 31,2% de las ventas al exterior en el 2001, al 42,8% en el 2003.
Al mismo tiempo se ha acelerado el car�cter de "saqueo" que adopta el capitalismo imperialista en nuestro pa�s, demostrando que la globalizaci�n no s�lo no ha disuelto las diferencias interestatales, sino que ha acentuado el car�cter jer�rquico y desigual del sistema internacional en que se inscriben los Estados nacionales.
El 25% de las exportaciones argentinas se basan en la soja, el petr�leo y sus derivados. Por lo que el gobierno, que necesita como el aire de las retenciones para enfrentar el pago de la deuda y asumir los raleados gastos estatales, no puede m�s que hacer la vista gorda a la destrucci�n del suelo que produce la primera, y al agotamiento de los recursos que ocasiona la segunda, en busca del aprovechamiento de los altos precios actuales. La situaci�n es grave. Se calculan las reservas de petr�leo en 10 a�os m�s, y se considera que la tierra s�lo podr� seguir rindiendo -ante la erosi�n ocasionada por el cultivo de soja que ocupa el 50% de las tierras cultivadas- un promedio de otros 15 a�os solamente.
Este car�cter destructivo del capitalismo-imperialista y del plan econ�mico es uno m�s de los motivos que empujan a la lucha. "En un contexto en el cual el poder imperialista avanza sobre el control de los recursos naturales, la defensa de la soberan�a es un eje potencialmente unificador del campo popular a la vez que delimitador (de los intereses de los grupos dominantes locales), no s�lo en el marco nacional, sino tambi�n latinoamericano. Soberan�a s�, ALCA no, es la consigna del MST del Brasil. Tierra y trabajo, ALCA al carajo fue la consigna del MTD An�bal Ver�n y el MOCASE, en el escrache a la empresa multinacional Monsanto. La defensa de la soberan�a nacional es un componente de la lucha por la emancipaci�n del capital en el marco del sistema mundial de relaciones interestatales asim�trico".
Se van generando resistencias. La lucha de familias campesinas, por sus intereses y por la soberan�a alimentaria, para la cual "la tierra tiene como objetivo prioritario y excluyente la de alimentar en forma suficiente y sana a todos los habitantes de la naci�n. Pero adem�s, hacerlo previendo las necesidades de las generaciones futuras, utilizando m�todos y tipos de producci�n no "extractivos", que permitan la regeneraci�n de los nutrientes de la tierra" , es una de ellas. Los pueblos que, como Esquel, se rebelan contra la instalaci�n de minas en sus cercan�as por sus efectos letales sobre la salud de la poblaci�n, son otra de sus manifestaciones, as� como organizaciones como el MoNaReFa se levantan en defensa de los ferrocarriles y por otro pa�s. Estas luchas deber�n multiplicarse y triunfar, so pena de encontrarnos en pocos a�os con un p�ramo donde otrora se levantaba el "granero del mundo".
Se cristaliza un nuevo descenso en el nivel de vida
El gobierno construye, con media verdad, una enorme mentira, ya que si bien la recuperaci�n econ�mica ha dado lugar a cierta mejor�a del empleo y en algunos sectores del salario, esto es s�lo si lo medimos con el pico de la crisis. Pero ni se volvi� ni se volver� a los niveles previos a la misma, dejando a millones de personas en una pobreza y desempleo estructurales.
Puede ser �til comparar la actualidad con lo ocurrido en crisis anteriores. Mientras en la crisis del �89 la tasa de pobreza lleg� al 47,3%, con la recuperaci�n posterior volvi� a descender al 19,7% (aunque nunca regres� a los niveles anteriores). Hoy, tras haber llegado en el 2002 a una tasa de pobreza del 54,3%, a fines del 2004 si bien descendi�, s�lo lo hizo hasta el 40,2%. Es decir, que no estamos recuper�ndonos, como dice el gobierno, sino "cristalizando un nuevo escal�n hacia abajo en el nivel de vida de los argentinos."
Llevado a n�meros m�s tangibles, 15.619.000 argentinos viven en la pobreza, de los que 5.828.000 permanecen en la indigencia, quedando bajo otra luz la falsedad del supuesto "derrame social" que producir�a el crecimiento, lo que se agravar� a�n m�s ante la imposibilidad de sostener por mucho tiempo tasas del crecimiento del PBI al nivel de las actuales. El peligro m�s grave es naturalizar esta nueva situaci�n. Luchas como la del subte o la del Hospital Garraham �que pretenden que el salario no sea menor a los $1820 en que est� valuada la canasta b�sica familiar- tienen la virtud de negarse a aceptar dicha naturalizaci�n, proponiendo a los sectores populares otra l�gica, lo cual explica la sa�a de los medios de comunicaci�n y del gobierno.
Resulta evidente, entonces, que el problema no es la pobreza sino la concentraci�n de la riqueza. Porque plata para levantar salarios y satisfacer las inmensas necesidades sociales como en salud, vivienda o educaci�n, hay. Por el lado del Estado, se calcula que este a�o habr� un super�vit fiscal de $16.000 millones, m�s de lo comprometido con el FMI. Por el lado privado, un estudio de la CTA y CLACSO revela que el incremento de la productividad por encima de los salarios permiti� que los empresarios se embolsen $33.548 millones extra en los �ltimos 12 a�os.
Los alertas gubernamentales y de las c�maras empresarias sobre los efectos inflacionarios de los pedidos de recomposici�n salarial, una vez superada la indignaci�n que causan, se revelan como un nuevo intento de seguir concentrando la riqueza en unos pocos.
Hegemon�a gubernamental y crisis institucional
La recuperaci�n econ�mica y las transformaciones en el bloque de poder, como sustento y trasfondo de la gestualidad sobre la que el gobierno Kirchner fue construyendo su actual hegemon�a �junto a los propios l�mites del movimiento popular del 2001/2002-, le han permitido capear, aunque no terminar de solucionar, la crisis pol�tica.
La recomposici�n de la figura presidencial �la hiperactividad de K contrasta con el "aburrido" De la R�a o el hedonismo menemista- no constituye por s� mismo una recuperaci�n de todo el sistema institucional resquebrajado. Los recambios en la Corte Suprema le ha permitido retraer el rechazo popular a la misma as� como sacar de escena el debate sobre que justicia necesitamos, pero cuestiones como la liberaci�n de Chab�n o de Mar�a Julia, vuelven a minar su credibilidad. Por su parte, las instituciones represivas, a pesar del descr�dito popular, parecen no mostrar fisuras importantes, m�s all� de algunos conflictos salariales en polic�as provinciales. El gobierno se ocup� en garantizarles pertrechos y, la falta de alternativas, hace que contradictoriamente, haya sectores que exijan m�s polic�a y "mano dura". Si hay algo que el gobierno se ocup� de motorizar, es enfrentar a sectores de las clases dominadas contra otras, para evitar su unidad contra el r�gimen.
El sistema de partidos pol�ticos que ofici� de andamiaje del r�gimen representativo sigue sin encontrar salida a su crisis. La conformaci�n de dos grandes coaliciones, una de centro-izquierda y otra de centro-derecha, que en la estrategia gubernamental servir�an para recomponer el destruido bipartidismo PJ-UCR y canalizar el descontento popular, sigue constituyendo, por ahora, s�lo un anhelo de K.
Los aires renovadores en la pol�tica, que en sus inicios pretendi� mostrar el gobierno, se fueron agotando cercados por los profundos l�mites pol�ticos, econ�micos y sociales de los mismos. Se termin�, entonces, recostando en el rancio aparato del PJ, en las c�pulas sindicales de la CGT (dejando en el aire a la CTA que le brind� su apoyo) y en los restos del radicalismo. El diario Clar�n, tras las elecciones, editorializ�, preocupado, por la ausencia de una oposici�n articulada a nivel nacional que viabilice la alternancia (am�n de la falta de consistencia del urdido oficialista), as� como por la ausencia de festejos populares tras el escrutinio.
El ocultamiento de datos no logr� tapar totalmente que un 31% no concurri� a votar y un 9% lo hizo en blanco o anul� su voto. En este marco, el triunfo de gobierno, si bien lo fortalece, s�lo parece mayor ante lo mal que le ha ido a la mayor parte del resto de los candidatos.
El gobierno ha logrado capear la crisis. Pero la tendencia a las crisis pol�ticas constituye un rasgo espec�fico de la fase capitalista actual. "La tendencia creciente a la centralizaci�n de la propiedad y de la riqueza en menos manos, la existencia de crecientes masas de poblaci�n sobrantes para el capital y la profundizaci�n de los procesos de pauperizaci�n y de proletarizaci�n de diversas fracciones y capas sociales, con el consiguiente desalojo de los espacio sociales que ocupaban, se corresponden con una p�rdida de grados de ciudadan�a de la mayor parte de la sociedad, una de cuyas manifestaciones es la crisis de las mediaciones pol�ticas existentes. Estas tendencias �irreversibles en esta fase aunque no lineales-, convierten al problema de la democracia en un problema central" .
En Argentina, esta tendencia a las crisis pol�ticas, probablemente se acent�e ante el hecho que casi ninguna de las aspiraciones democr�ticas y sociales del 19 y 20 se han visto satisfechas. Por otra parte, por m�s que el gobierno intente mostrar su gesti�n como fundacional de otra Argentina, carece de base social que de sustento a dicha aspiraci�n.
M�s all� de las elecciones de octubre... la pol�tica est� en otra parte
Las cercanas elecciones marcando el regreso de todos y cada uno de los viejos pol�ticos, junto a los crecientes rasgos autoritarios que va asumiendo el gobierno de Kirchner (represi�n del conflicto social, presos pol�ticos, manipulaci�n de la prensa), convierten a la cuesti�n democr�tica en terreno de batalla esencial contra el sistema. No nos referimos s�lo a la imprescindible lucha por los derechos (sociales, econ�micos, culturales y pol�ticos) vulnerados, ya que con el capitalismo-imperialista "el enfoque de la "democracia" dio un giro del ejercicio activo del poder popular al goce pasivo de las salvaguardas y derechos constitucionales y de los procedimientos; y del poder colectivo de las clases subordinadas a la intimidad y el aislamiento del ciudadano individual. El concepto de democracia se fue indentificando cada vez m�s con el del liberalismo" . La rebeli�n del 2001 puso en cuesti�n esta "democracia", para recolocar en el centro de la escena el "ejercicio activo del poder popular".
En forma confusa esto se expres� -por muchos de los nuevos sectores sociales que se desarrollaron con la rebeli�n- como la b�squeda de "autonom�a", que apuntaba contra la dependencia del Estado, sus partidos y sus instituciones "democr�ticas" que �parad�jicamente- no garantizan la democracia sino su giro de 180 grados. Confuso, sin embargo, porque muchos entendieron autonom�a como el rechazo a toda forma de delegaci�n, representaci�n u organizaci�n, lo cual constituy� un importante escollo para la consolidaci�n de los procesos surgidos de diciembre del 2001. Preferimos, entonces, una noci�n de autonom�a que "remite a la recuperaci�n de las experiencias de auto-organizaci�n obrera y popular, como parte de la construcci�n del "esp�ritu de escisi�n" necesario para concretar la ruptura con el capitalismo, pero sin renunciar a la construcci�n de formas pol�ticas alternativas (organizaci�n de "nuevo tipo" como "intelectual colectivo")."
En las recientes elecciones el gobierno busc� convalidar su gesti�n y apuntalar la representaci�n pol�tica, relegando la democracia al voto cada tantos a�os. Busc�, sobre todo, confirmar que no qued� nada del estallido de diciembre del 2001. Los resultados graficaron cuanto hab�a ya avanzado en tales prop�sitos, pero tambi�n cuanto perdura a pesar de todo. Las luchas y conflictos por la recuperaci�n del salario y por todas las demandas populares insatisfechas �antes y despu�s de las elecciones- es una muestra de ello, en un proceso electoral in�dito, en cuanto a que nada se fren� por el mismo. Ante la cat�strofe social, la destrucci�n nacional y el abismo cada vez m�s amplio entre las necesidades populares y el accionar de los pol�ticos del sistema, la pol�tica transcurre cada vez m�s por otra parte. O, por lo menos, estamos seguros que ya no transcurre s�lo por los viejos carriles.
P�rrafo aparte nos merece la actuaci�n de la izquierda (no por considerarnos fuera, sino por tener mucho en com�n con estos compa�eros) que pagaron caro en las urnas (y no s�lo en ellas) su supeditaci�n del desarrollo de los espacios de construcci�n colectiva a sus propias necesidades electorales, en el marco de una crisis de representaci�n que �nunca lo comprendieron- abarca a todos, izquierda incluida. La fragmentaci�n end�mica de este campo, no es causa sino efecto de su imposibilidad de poner el centro en el desarrollo del poder popular, antes que en su autoconstrucci�n.
Incapaces de percibir que la reapropiaci�n popular de la pol�tica no puede reducirse a construir una alternativa pol�tico-electoral de izquierda, se busca consuelo de la pobre performance electoral cont�ndose las costillas entre las raqu�ticas organizaciones, alucinando "generalizadas" votaciones o culpabilizando a la "inmadurez" popular. Lamentablemente, cotidianamente no s�lo se ignora sino se ve como competidoras a las nuevas expresiones de la recomposici�n popular y se prefiere �como antes con las asambleas- boicotear o fragmentar el agrupamiento del activismo, como act�an hacia la nueva corriente intersindical clasista, antes que permitir que la pol�tica sea asumida colectivamente m�s all� de sus partidos. La cat�strofe social y la crisis de representaci�n que perduran, son s�ntoma, puntal y acicate para la renovaci�n de una izquierda que aporte a la construcci�n de una nueva pol�tica.
La rebeli�n desde abajo: fragmentaci�n y recomposici�n
En las diversas manifestaciones de lucha de los sectores populares continua primando la fragmentaci�n, lo cual dificulta su desarrollo. Esto se hace candente en el movimiento piquetero que reproduce las divisiones de muchas de las organizaciones que lo impulsan y cuya "fragmentaci�n que parece no tener fin, guarda relaci�n con las tensiones que genera actuar como mediadores entre el Estado y los potenciales beneficiarios de los planes sociales a los que se busca organizar, con la inexistencia o severos l�mites a la democracia de base en las instancias de coordinaci�n y, m�s en general, a la inexistencia de una orientaci�n general efectiva para la confluencia con el conjunto de los trabajadores y sectores en lucha".
Esta situaci�n se agrav� con la adhesi�n incondicional al gobierno por parte de la FTV de D�El�a y de Barrios de Pie y la feroz campa�a medi�tica por aislar a quienes continuaron la lucha. La coordinaci�n de piquetes de los �ltimos meses no alcanza a revertir esta falta de pol�tica para evitar el aislamiento e "invisibilidad" de los movimientos, m�xime cuando dos importantes agrupamientos como el MIJD y el Polo Obrero siguen actuando como si fueran la direcci�n no s�lo de los piqueteros sino del conjunto de los explotados. S�lo el Frente Popular Dar�o Santill�n encar� una reorientaci�n de su pol�tica en forma superadora del exclusivismo piquetero.
A pesar de su aislamiento el gobierno no termin� de desarticularlos -lo que motiva la furia de los medios de comunicaci�n de masas-, y los movimientos piqueteros siguen expresando un factor significativo de las luchas sociales y pol�ticas, as� como un importante espacio de dignificaci�n, organizaci�n y lucha de un sector de la inmensa cantidad de pobres y excluidos.
Por otra parte, sigue existiendo un activismo que surgi� de las asambleas barriales, con escasa convocatoria actual, pero que puede llegar a tener mayor relevancia ante futuras expresiones de descontento de los sectores medios bajos. Esos valiosos militantes -repartidos hoy en unos 50 grupos que si bien conservan el nombre de asamblea, agrupan s�lo un promedio de 10 compa�eros-, tras un per�odo de confusi�n con la asunci�n de Kirchner y si bien conservan su heterogeneidad, siguen siendo en su mayor�a anti-gobierno, anti-imperialistas y contin�an enfrentados al r�gimen "democr�tico". Dentro de ellos, muchos se declaran tambi�n anti-capitalistas.
Por otra parte, se sigue manteniendo la tensi�n en relaci�n a las formas organizativas que se pretenden, entre un sector minoritario autonomista m�s puro, y otros compa�eros que buscan pasar a una mayor articulaci�n y a un perfil e identidad pol�ticas en los conflictos de la realidad. Lentamente, se va procesando la crisis que ocasion� en este sector, por una parte el aparatismo de organizaciones de izquierda, pero por otra, el autonomismo y la horizontalidad extremas que negando toda organizaci�n, los fue llevando al aislamiento y el estancamiento en el que la mayor�a de estos espacios se sumieron. Los que se mantuvieron organizados fue porque tuvieron la virtud de empalmar y/o impulsar procesos concretos en sus barrios. As�, se tomaron conflictos contra la contaminaci�n ambiental de establecimientos industriales, por la defensa de la tierras p�blicas que se quieren vender, por la calidad de vida, contra el negocio del agua, contra las privatizadas, por la organizaci�n de los cartoneros, comedores, micro emprendimientos de trabajo, as� como se solidarizan con las luchas de los ocupados y los desocupados, como van contra el ALCA y, durante la Cumbre de las Am�ricas, contra la venida de Bush.
Por su parte tambi�n perduran las f�bricas y empresas recuperadas demostrando la gran capacidad obrera para preservar la producci�n y fuentes de trabajo, lo que �m�s all� de la suerte diversa de las casi 150 empresas- tiene el enorme valor simb�lico de desnudar en la pr�ctica la f�bula sobre la presencia imprescindible del patr�n para garantizar la eficiencia en la producci�n, as� como cuestiona el propio criterio de eficiencia. Si bien muchas terminaron adoptando una estructura interna gerencial y una vinculaci�n con el mercado como cualquier empresa capitalista (en especial las influenciadas por Caro y su Movimiento de F�bricas Recuperadas), otras, como la emblem�tica Zan�n, siguen resistiendo a este curso y van prefigurando nuevas relaciones sociales no s�lo al interior de las mismas, sino hacia el conjunto de la sociedad.
Y "aunque el resultado de todas estas propuestas ser� siempre relativo en un contexto de relaciones capitalistas �m�s a�n con una estrategia estatal que busca encerrar estas experiencias en el mundillo de las pymes- los esfuerzos por coordinar recursos y necesidades, por el establecimiento de contratos de provisi�n de productos y servicios de utilidad p�blica, el sostenimiento y desarrollo de nuevas relaciones sociales de producci�n al interior de esas empresas, tendr�n un valor m�s que simb�lico, en tanto no se modifique la actual relaci�n de fuerzas sociales, en el sentido de mostrar efectivamente que la gesti�n obrera directa es una salida a la crisis, cualitativamente diferente a la que proponen el capital y el mercado" .
Entre los dem�s sectores populares, el movimiento estudiantil, aunque no particip� como tal en la rebeli�n del 2001 a pesar del gran componente juvenil de la misma, ha comenzado a luchar, aunque sigue sin aparecer de conjunto y en forma sostenida en el escenario. Comenzaron a luchar los secundarios de la Capital, lo hicieron los universitarios del Comahue o de C�rdoba y se movilizan algunos institutos terciarios. Aunque conocemos muy poco, parece haber tambi�n progresos en los movimientos campesinos y entre los pueblos originarios.
Lo nuevo, es la aparici�n en escena de los trabajadores ocupados, pateando el tablero de lo que se pretend�a como naturalizaci�n del l�mite de la pobreza, como m�ximo nivel al que pod�a aspirar un trabajador. Desde agosto del 2004 hasta julio del 2005 se desarrollaron 555 conflictos salariales y mientras el promedio mensual es de 46 conflictos, en el mes de julio hubo 94, duplicando el mismo. Pero m�s all� del entusiasmo que nos despierta este aire fresco, no podemos perder de vista que estamos ante los inicios de un proceso donde "la amplia mayor�a de los trabajadores siguen estando maniatados por el control burocr�tico, el temor a la p�rdida del empleo, y especialmente, por la falta de experiencia de una camada de j�venes trabajadores, todo lo que fue posible por la ausencia, durante m�s de una d�cada, de importantes luchas de los ocupados".
Los triunfos alcanzados por algunas de las huelgas resonantes del �ltimo per�odo no pueden ocultar que el conjunto de los trabajadores no ha podido recuperar lo perdido tras la devaluaci�n. S�lo un 20% de la clase obrera ha logrado sostener su nivel de vida, encontr�ndose entre aquellos s�lo quienes han librado grandes luchas y aquellos que se encuentran trabajando en blanco en las empresas m�s concentradas, que han pegado un salto en la exportaci�n. S�lo este minoritario sector de trabajadores ha podido sostener su nivel de vida, pero es tambi�n entre �stos donde m�s ha crecido la tasa de explotaci�n, por la enorme productividad lograda, que de ninguna manera es retribuida.
Sobre esta situaci�n es que han comenzado a surgir las nuevas formas de agrupamiento y de solidaridad de clase de las que el "encuentro intersindical", es una de las m�s prometedoras e importantes, si logra empalmar con el resto de los trabajadores.
La entrada en escena de los trabajadores ocupados, si bien es hoy un segmento m�s de la clase, tiene una importancia estrat�gica ya que "... a pesar de la heterogeneizaci�n, complejizaci�n y fragmentaci�n de la clase obrera, la posibilidad de una efectiva emancipaci�n humana a�n puede ser concretada y viabilizada socialmente a partir de revueltas y rebeliones que se originan centralmente en el mundo del trabajo; un proceso de emancipaci�n simult�neamente del trabajo, en el trabajo y por el trabajo. Esto no excluye ni suprime otras formas importantes de rebeld�a y contestaci�n. Pero, viviendo en una sociedad que produce mercanc�as, valores de cambio, las revueltas del trabajo tienen estatuto de centralidad.
Todo un amplio abanico de asalariados que comprende el sector servicios, adem�s de los trabajadores tercerizados, los trabajadores del mercado informal, los trabajadores dom�sticos, los desempleados, o los subempleados, etc�tera, pueden sumarse a los trabajadores directamente productivos y por eso, actuando como clase, constituirse en segmento social dotado de mayor potencialidad anticapitalista. Del mismo modo, la lucha ecol�gica, los movimientos feministas y tantos otros nuevos movimientos sociales, tienen mayor vitalidad cuando consiguen articular sus reivindicaciones singulares y aut�nticas con la denuncia a la l�gica destructiva del capital �en el caso del movimiento ecologista- y del car�cter fetichizado, extra�ado y desrealizador del g�nero humano, generado por la l�gica societal del capital �en el caso del movimiento feminista".
Y tiene una importancia estrat�gica, tambi�n, porque las luchas que est�n librando hoy, se inscriben en la nueva situaci�n que vivimos desde la rebeli�n del 2001/2002 y, por sus caracter�sticas, requiere de la interacci�n y unidad de esfuerzos de los diversos sectores hoy dispersos, vecinos, asamble�stas, organizaciones piqueteras, organismos de defensa de los recursos naturales, la salud o la educaci�n, intelectuales, medios alternativos culturales e informativos, y todos quienes queremos cambiar esta situaci�n en que vivimos, para la tarea de recomposici�n del pueblo trabajador y de la construcci�n de una perspectiva y estrategia pol�tica contra-hegem�nica al capitalismo.
El cuadro, entonces, es el de un movimiento social complejo y diverso que perdura y seguir� luchando, como perduran gran parte de las demandas que dieron origen a la rebeli�n popular del 2001. Ninguno de los partidos u organizaciones populares actuales puede adjudicarse resumir en su seno tal diversidad, por lo que sigue planteada la necesidad de un nuevo movimiento que la contenga y proyecte. El trabajo paciente por ir articulando y por elaborar propuestas alternativas a las de este sistema que supedita a los hombres y mujeres a las ganancias de unos pocos, son los desaf�os de la hora para el movimiento popular y, como parte del mismo, para los grupos y organizaciones que como Cimientos, nos proponemos aportar a la lucha por la emancipaci�n humana.
Noviembre de 2005 nuevo_rumbo@yahoo.com.ar 

 
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