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Argentina: La lucha continúa

Lecciones de una elección (II)
Resultados y perspectivas

Daniel Gamboa

¿Para qué sirven las elecciones? Desde la perspectiva ideológica de la clase trabajadora Federico Engels resuelve el interrogante, señalando que "los comicios sirven a los socialistas para hacer un recuento de fuerzas, ver de qué se dispone, y comprender hasta que punto la propaganda ha calado en los sectores del movimiento obrero o no".
Tomando esas líneas directrices, observamos que el 23 de octubre de 2005, los partidos de la burguesía, considerados en un sentido amplio, comprensivo incluso de los partidos Socialista y Humanista, recogieron alrededor del 97 % de los votos emitidos.
Si ligamos esta cifra a que el plan de acción del Ministro Lavagna no fue objetado explícitamente, en lo sustancial por ninguna de esas fuerzas políticas, es necesario concluir que se ha operado la consolidación, en términos de consenso otorgado por la masa votantes, de la burguesía como clase social dominante.
Esto último significa también -frente al magro porcentaje colectado por los partidos que se reclaman de la izquierda marxista-, que los trabajadores y desocupados, puestos en condición de votantes, no sacaron como conclusión que debe terminarse con la dominación capitalista, ni avanzaron en la necesidad de optar por legisladores que lucharan desde el parlamento por la estatización de los medios de producción con control obrero, sino que, por el contrario, se inclinaron por reclamar la necesidad de un orden económico social de esa naturaleza, con ciertos visos de seriedad, lo cual implica honestidad en las funciones y no corrupción en las esferas estatales.
Los 900.000 votos colectados por los partidos de izquierda revelan que este grupo de organizaciones, en ningún caso logró convertirse en una variante para las masas de explotados, lo que demuestra tangencialmente que en sí misma, una campaña electoral no tiene, en todos los casos, aptitud suficiente como para modificar la voluntad y la conciencia que gran porcentaje de trabajadores tienen hacia el sistema que los cobija.
Esto ocurre, porque los asalariados en general prefieren seguir soportando políticas económicas como las que desarrollan Kirchner-Lavagna, a caer en una situación que juzgan peor, por la ausencia de alternativas válidas.
Este dato objetivo no se modifica aún cuando el conjunto de los partidos que se reclaman de izquierda hubieran arribado a la justa electoral con una propuesta unificada. No es la diáspora de organizaciones la que evita el voto programático contra la dominación capitalista, sino que el programa de la liberación social no ha llegado ni siquiera a conformar una vanguardia en la clase trabajadora.
Es en el sentido de lo desarrollado, que afirmamos, como lo sostuvimos en la primer parte de este balance, que las elecciones del 30 de octubre resultan ejemplificadotas de la legitimación político-social, en el marco de la democracia burguesa, del poder presidencial y evidencian, asimismo, que la crisis política iniciada con anterioridad a la caída de De La Rúa el 19 y 20 de diciembre de 2001 ha llegado a su cierre.
Nada indica un cambio cualitativo que suponga un giro de las masas hacia la izquierda. Los resultados del comicio revelan que la ideología predominante es la de los dueños de los medios de producción.
Hay por ende una estabilización del curso político burgués, con importante control de los aparatos políticos tradicionales en las provincias, en particular de los punteros e intendentes del Gran Buenos Aires, hoy pasados en masa a las filas del Kirchnerismo.
La clase trabajadora enfrenta una ofensiva del capital que busca consolidar las posiciones sociales y políticas ganadas durante la década del noventa, naturalizando esos resultados e impidiendo todo atisbo reivindicativo que pudiera suponer el retorno a niveles de distribución del ingreso y calidad de vida, anteriores a ese período.
Esto último significa que los próximos episodios de la lucha de clases han de asumir carácter defensivo, toda vez que el objetivo de la confrontación será impedir el saqueo del salario por vía inflacionaria y el mantenimiento de las fuentes de trabajo.
Es asimismo esperable, ya que se infiere del carácter de clase del Estado Nacional y su gobierno, que sea cada vez más marcado el doble juego en el esquema de dominación impuesto por Kirchner, que supone la búsqueda de consenso social en los trazos políticos fundamentales a través de la apoyatura de la infraestructura estatal y el acuerdo con los medios masivos de comunicación, y la represión lisa y llana por vía de la judicialización de la protesta social, para aquellos sectores que enfrentan tales actos de poder.
La izquierda partidaria tradicional conforme lo evidencian los datos del sufragio representa una expresión política marginal, sin un asentamiento de relieve en las masas. Este marco impone necesariamente como táctica el desarrollo del Frente Único Obrero, con base en un acuerdo común de todas las organizaciones por la defensa de las reivindicaciones elementales de la clase, definiendo tal táctica en la unidad de acción, combinada con la lucha por la defensa de las libertades democráticas.
Este Frente Único Obrero ha de ser además el escenario para la lucha política e ideológica en el objetivo de construir una herramienta política de los trabajadores. Corresponde acompañar los procesos sociales objetivos propagandizando el programa socialista y denunciando el carácter de clase del Estado y el gobierno de Kirchner.
Además debe tenerse presente que la hegemonía burguesa evidenciada en las urnas no es un resultado estanco y agotado del proceso político, sino un momento de la dialéctica que subyace en la lucha de clases. Es posible por ello, en función del alto porcentaje de votantes potenciales que no acudieron a las urnas, al que se le suman aquellos que rechazaron al sistema anulando su voto o haciéndolo en blanco, en un marco de creciente intervención de los trabajadores en el conflicto social, acumular fuerzas y desarrollar organismos para la resistencia, desde donde conquistar posiciones ideológicas que permitan avanzar hacia la conformación de una vanguardia expresada políticamente en un partido revolucionario de los trabajadores.