VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

La continuidad de los noventa

Carlos del Frade
TMO

Conflictos varios en el Gran Rosario. En los primeros siete días hábiles de noviembre de 2005, hubo casi cien despidos en la ciudad de Rosario, se produjeron paros en el diario "El Ciudadano & La Región" y en la radio LT 3 por falta de pagos y la CGT local reapareció denunciando situaciones parecidas a las sufridas en el siglo diecinueve. Pero lo más emblemático de los conflictos abiertos a fin de año fue la casi huelga de hambre a la que se sometió el sacerdote Salvador Yaco, en la ciudad de Capitán Bermúdez, para llamar la atención sobre diecisiete menores de doce años que están mal alimentados. Estos hechos no se hacen más que mostrar la continuidad de la lógica de los años noventa en pleno tercer milenio más allá de los dichos diferentes que parten de diversas esferas del poder político.
1887
Es necesario que el salario mínimo "se ajuste a la canasta básica familiar real, que no baja de 1.600 pesos", dijo el secretario general de la Confederación General del Trabajo de Rosario, el dirigente municipal Néstor Ferrazza.
Dijo que es necesario "frenar el accionar de algunas empresas de la región que aplican represalias a los trabajadores que se sindicalizan".
Remarcó que "no hay producción sin trabajo ni crecimiento sin trabajadores" y apuntó que "en 30 años perdimos el 70 por ciento del poder adquisitivo del salario. Estamos casi igual al año 1887 en cuanto al promedio de horas trabajadas".
Si alguno cree que "se crece sin el Estado y sin los trabajadores, se equivoca", dijo Ferrazza.
Las declaraciones del dirigente vuelven a mostrar que todavía la CGT existe y ya es hora que comience a jugar el partido que le tiene reservado la historia.
Espuma
En los primeros días de noviembre de 2005, los trabajadores del sector de transporte de Liderma S.A. -Eva Perón al 7000, en Rosario- ante el despido de 26 operarios por reclamar la deuda que mantiene la empresa desde 1995, decidieron manifestarse exigiendo la inmediata reincorporación y el pago de lo adeudado.
Dicha empresa que se dedica a la distribución de bebidas en esta ciudad y dejó de pagar desde hace diez años el 20 por ciento de ticket canasta, el 13 por ciento del presentismo que corresponde por ley, "y ha ignorado sistemáticamente el pago de las horas reales de los trabajadores contratados por agencia, desconociendo además el pago por categoría", denunciaron los trabajadores.
Autos
General Motors despidió 34 trabajadores el martes 8 de noviembre de 2005, una docena de ellos del sector carrocería. En el mismo día se conocía que el nuevo representante de la Secretaría de Trabajo de la Provincia de Santa Fe en Rosario es Hugo Din, ex secretario general del sindicato de mecánicos, el gremio que nuclea a los obreros de la General Motors. Una feroz tarjeta de bienvenida.
"Hace falta ser competitivo. Si hay pujas salariales salvajes, nos dejan descolocados frente al mundo", dijo Rovera. "Entramos en un proceso de refuncionalización para mejorar nuestra competitividad", dijeron los directivos Sebastián Sarapura, Juan Cervantes y Gonzalo Kohan. "Estamos pensando en inversiones a cinco años, esto no es más que una lamentable situación de empresa" argumentaron.
Pero los que se quedan sin trabajo, sin futuro, son los 34 obreros mecánicos.
Telefónicos
Telecom factura más de mil pesos cada sesenta segundos. Sin embargo terceriza sus actividades para derivar responsabilidades empresariales en firmas de dudoso patrimonio. De tal manera despide sin mayores costos.
También a principios de noviembre de 2005, la empresa Pipam, subsidiaria de Telecom, se deshizo de trabajadores de limpieza de hasta quince años de antigüedad.
La quincena de trabajadores venía realizando servicios de mantenimiento y limpieza en diferentes edificios de la compañía telefónica y, según algunos de ellos, Pipam accedería a pagar las indemnizaciones pero licuando la verdadera antigüedad de los empleados cesanteados, que en algunos casos supera los cuatro años. "Nos tenían con un contrato que duró cuatro meses", comentaron. Desde el sindicato de trabajadores telefónicos se exigió la reincorporación de las empleadas y demás obreros.
"No hay ninguna queja contra nosotras. Mienten y despiden sin ninguna razón", dice una mujer que llora de bronca porque ya no contará con los ochocientos pesos mensuales que recibía por casi diez horas diarias de trabajo y que destinaba para aguantar su familia compuesta, entre otros, por dos nietas. Llora de bronca y pide perdón porque no habla bien. Ella, la castigada, pide perdón porque el sistema la hace sentir vergüenza de ser víctima. La vergüenza, en realidad, la deberían sentir quienes la despreciaron luego de más de una década de esfuerzo permanente.
Enfermeros
Tienen un básico que no llega a los cuarenta pesos mensuales.
Todo lo demás son cifras clandestinas, en negro, según una definición racista.
Son enfermeros del Hospital Provincial del Centenario, en Rosario.
Trabajan muchas horas y ponen el cuerpo para hacer posible el concepto de salud pública.
Veintiuno de ellos acaban de ser despedidos.
No hay mayores explicaciones.
No hay por qué.
Los que inventan sonrisas y multiplican botiquines de la nada, ahora ya no sirven según la extraña ecuación que se maneja en los sabios de los números oficiales de la provincia de Santa Fe.
Medios de comunicación
"A un mes del intento del cierre de El Ciudadano los trabajadores del diario nos encontramos en estado de asamblea permanente porque los problemas que originaron aquel conflicto permanecen sin solución. A pesar de la buena voluntad manifestada en incontables oportunidades por los trabajadores del matutino, nos hallamos en los primeros días de noviembre sin haber percibido los haberes correspondientes al mes de septiembre y sin una fecha concreta de pago. A esto se suma la sistemática falta de pago de los aportes previsionales y de obra social por parte de la patronal, lo cual agudiza la crisis en la empresa periodística", sostuvieron los trabajadores del diario "El Ciudadano & La Región", propiedad de Eduardo López, empresario y titular del Newells Old Boys.
Los periodistas, gráficos y demás trabajadores del medio fundado en 1998, reiteraron su preocupación "ante la deserción empresarial frente a sus responsabilidades mínimas, que no comenzaron ahora sino que se eternizan en el tiempo".
Le pedían a "la comunidad en su conjunto, a no permanecer indiferentes ante este conflicto, en el que están en juego los derechos laborales de los trabajadores y también los derechos a la información y la libertad de expresión de la sociedad toda".
La otra empresa periodística, también propiedad de López, LT 3, realizó un paro de actividades de doce horas en los primeros días de noviembre de 2005.
"Los trabajadores de LT3 han demostrado en todas las oportunidades buena voluntad y tolerancia pero los reiterados incumplimientos de la patronal han provocado una situación insostenible para las compañeras y compañeros que a diario y con esfuerzo mantienen la salida al aire de la emisora. La falta de pago conlleva la angustia cotidiana para todos los trabajadores de LT3 y sus familias al no poder hacer frente a gastos mínimos para la subsistencia. Los compromisos asumidos frente a la Secretaría de Trabajo por la parte empresaria con respecto a los salarios caídos de septiembre han sido sistemáticamente ignorados a lo que se suma la incertidumbre por el pago de octubre. Esto agravado por la histórica falta de pago de los aportes previsionales y de obra social retenidos lo que agudiza la crisis general", decía el documento emitido.
En la ciudad de Rosario, corazón del llamado boom sojero, los grandes medios de comunicación están en manos de personas que están muy lejos de cumplir una función social.
Los medios justifican los fines del sistema, escribió hace algunos años, el periodista y escritor uruguayo, Eduardo Galeano.
Los fines del sistema es ganar dinero a partir de la explotación de las mayorías. Una vieja práctica que es mucho más sencilla si los que son más no pueden discernir quiénes son los productores del dolor. Por eso los medios de comunicación están en manos de quienes están.
El ayuno del padre Salvador
Salvador Yaco es hijo de ferroviario, hincha de Central y cree en Cristo.
Es sacerdote y desde hace mucho tiempo se juega el cuerpo a favor de los crucificados permanentes del sistema.
Sigue en la institución iglesia aunque descree de la jerarquía.
-No puede ser que se escandalicen por la manera de dictar educación sexual en las escuelas y no se escandalicen porque los chicos se mueren de hambre. Es un signo de incoherencia total -dice el sacerdote de la parroquia Santa Catalina de Capitán Bermúdez, al norte de Rosario.
No es cualquier ciudad del ex cordón industrial. Es el territorio en el cual fundamentó su poder Celulosa Argentina y desde allí aparecieron los intereses del Citibank durante el menemismo rubicundo y su brazo mediático, el CEI, con un ex rugbier como directivo, Richard Handley. El abogado de Celulosa, a principios de los años noventa, era el doctor Daniel Funes de Rioja, uno de los principales impulsores de la reforma laboral y luego asesor permanente de las grandes empresas a través de la Unión Industrial Argentina.
No es cualquier ciudad del ex cordón industrial. En un mismo año, 1994, allí en Capitán Bermúdez fueron cerradas las empresas Electroclor, Colpal, Porcelanas Verbano (que luego reabrió) y Frigorífico Depauli. Fue una maldición bíblica. Se rompió la racionalidad social y se perdió la racionalidad política. En la máxima postal de esta locura que generó la destrucción de los puestos laborales industriales hubo un pedido de análisis sobre la supuesta insana mental de un intendente, mientras que otro jefe comunal solamente atinó a pedirle a la firma Electroclor que le dejara la playa para el municipio en forma paralela que quedaban centenares de bermudenses en la calle.
Fue allí, en Capitán Bermúdez, donde los sacerdotes del llamado decanato norte del arzobispado de Rosario comenzaron a celebrar la Marcha de los Santos Inocentes, condenando la exclusión, la desocupación y los renovados herodes argentinos.
Fue a principios de los años noventa cuando los trabajadores comenzaron a ser despedidos como trapos viejos que encontraron en la parroquia de Santa Catalina un lugar en el mundo.
Allí había un curita que se jugaba con ellos, que iba a las manifestaciones, que denunciaba a los explotadores con nombre y apellido y que, por otra parte, ponía su salud en juego en huelgas de hambre largas, fuertes, reales.
Uno de esos sacerdotes responsables de la Marcha por el Pan y el Trabajo de los 28 de diciembre, es este hijo de ferroviarios, Salvador Yaco.
-Debería darnos vergüenza que no seamos coherentes con lo que predicamos. No puede ser que la justicia haya decidido que el ejecutivo provincial y el municipal se hagan cargo de la alimentación de diecisiete chicos hace ya dos años largos y que nadie lo haya puesto en práctica. Por eso hago este ayuno. A ver si alguien se conmueve...De cualquier lugar pero que hagan algo por estos chicos...-repite Salvador.
Los chicos son pibes menores de doce años y son hijos de los eternos desocupados, de muchachos que jamás conocieron ni vieron en su vida un recibo de sueldo en blanco. Son tercera generación de excluidos en la región que ahora se ofrece como símbolo de la exportación del sur provincial. Miles de dólares por minuto, provincia proveedora de alimentos, y diecisiete chicos mal alimentados como "ejemplo de algo mucho mayor que nadie quiere ver. Nos acostumbramos a que haya pibes que se mueran de hambre. Esto es terrible", denuncia una y otra vez el padre Salvador.
Los chicos son petisos, algunos barrigones, muy flaquitos y apenas se pueden hacer entender. El hambre y la mala alimentación hacen estragos en el cerebro. Cuando se presentó el recurso de amparo para ellos, hace más de dos años, la justicia les dio la razón pero ahora le sumó un extraño mandamiento. Los padres deben producir micoemprendimientos para superar el estado de calamidad en el que se encuentran. Huertas orgánicas o algo parecido que los muestre como dispuestos a dejar de lado el peligroso filo de la navaja que los desbarranca al delito o a la droga, aconseja una jueza.
-Es indignante que una jueza quiera hacer moralina mientras diecisiete chicos se mueren de hambre -vuelve a señalar Salvador mientras es acompañado por algunos integrantes de la comunidad parroquial, dos o tres sacerdotes de la zona y militantes políticos y sociales de la zona del ex cordón industrial del Gran Rosario.
El cura hace rato que es mal visto desde el arzobispado rosarino que hasta hace algunos días tenía como titular al ex presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Eduardo Vicente Mirás.
Pero no le importa.
-No puedo dormir en paz sabiendo que los chicos se mueren de hambre. Algo hay que hacer. ¿Qué haría Cristo en casos así?...-se pregunta Salvador mientras ofrece su cuerpo en desesperada señal a favor de los crucificados del sistema.
Mientras tanto, las chimeneas de Celulosa siguen tirando basura al medio ambiente, los desocupados siguen a la vera de la ruta 11 y los grandes empresarios celebran el boom sojero.
Allí, en el corazón del ex cordón industrial, hay un sacerdote que no quiere que los pibes se mueran de hambre. Se llama Salvador Yaco y pelea porque cree que el amor puede ganarle al poder.
-Si no haga esto, todo sería una mentira. La iglesia, el periodismo...todo sería un circo, un gran verso -siguió diciendo el cansado padre Salvador después de cinco días de ayuno.
Cuando este cronista le volvió a preguntar por qué hacía esto, Yaco contestó: "Hace algunos años leí que cierto día en Auschwitz, el campo de concentración, los nazis decidieron colgar a tres prisioneros. Dos personas mayores y un chico. Los grandes se murieron casi al instante. El pibe no. Estaba tan flaquito que hasta parecía una hoja mecida por el viento. Frente a tamaño espectáculo alguien de los condenados que asistía al triple asesinato se animó a gritar: "¡¿Adónde está Dios?!"...Y otra voz se oyó, entonces, de otro prisionero. "Dios está ahí, en ese chico que está muriendo ahorcado"...Y yo creo eso, que los chicos que hoy se mueren de hambre son la presencia de Dios en la Tierra", dice el cura de Capitán Bermúdez. El que ofreció su cuerpo para que la sociedad se escandalizara por el hambre de los pibes en la provincia que más alimentos produce. A veces suele ser más sencillo creer en ciertos curas que en Dios. Porque curas como Yaco hacen posible la existencia de algo superior.