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Argentina: La lucha continúa

 

Mirar con la nuca

Por: Rufino Almeida
La Opinion

Una República Cromagnon, no puede sostenerse sin la impunidad.

Primitiva y más cercana al gorila que al ciudadano, resuelve las relaciones a su voluntad o a los palos. Está en su naturaleza.

Con poca inteligencia y mucha fuerza repite sin variantes sus movimientos, dirigidos por su voracidad de acumulación y por la reacción ante cualquier oponente.

Actúa sin tomar en cuenta su entorno y parece no ver con los ojos.

La realidad de miseria, hambre, desocupación, ausencia de vivienda, salud y educación desborda los límites de esta República. Y el recurso para solucionarlo siempre es la represión.

En esta vía Ibarra tras la corrupción que emparenta su gestión con el mundo del espectáculo, la droga, la policía y los jueces, repite gestos de gorila. Aparece al día siguiente de la tragedia rodeado del empresariado de la 'joda' porteña, para terminar en otro movimiento primitivo que profundiza la impunidad, con un abrazo al apoyo del PJ bonaerense.

No se equivocan los jóvenes y familiares cuando se movilizan de a miles gritando que a los pibes no los mató ni la bengala ni el rock, que los mató la corrupción.

La postergación presente y la falta de futuro que ven en su camino nuestros hijos, sus expresiones y su bronca no son causa sino consecuencia de años de genocidio, saqueo e impunidad.

En la Argentina gobernada por la UCR, la Alianza y el PJ, dos Cromagnones por semana dejan sembrados los cementerios con niños por desnutrición y causas evitables. Veintidos millones de pobres y el constante aumento de la distancia entre las mayorías más pobres y los pocos más ricos dan cuenta que tampoco las exportaciones y el superavit fiscal derraman bienestar a nuestro pueblo.

Al contrario, se retoma y consolida el sentido de una economía en manos de grupos multinacionales a expensas del pueblo. Con él se reorienta otra vez la ideología de la sociedad hacia la culpabilización de las víctimas. Y si las mayorías son responsabilizadas y criminalizadas, por supuesto que se necesita más control y más represión.

Para eso nada mejor que un experto como 'Juanjo Alvarez', que juró desempeñar su cargo con lealtad y patriotismo a la República Cromagon con el aval de la plana mayor del duhaldismo.

Alvarez construyó su carrera haciendo gala de una imagen legalista en materia de seguridad, es un gran manejador del aparato represivo, los medios de prensa y de la rosca con intendentes, policías y jueces.

Con esa habilidad destacada hoy por Ibarra y Chiche Duhalde, ejerció el Ministerio de Seguridad provincial con Ruckauf y luego en la Nación con Duhalde.

En el 2002 fue el mentor de la estrategia para reprimir a los movimientos populares que derrocaron a De la Rúa y avanzaban hacia un país con justicia social.

Mientras Oscar Rodríguez desde la SIDE y Quindimil en Lanús, planteaban el enfrentamiento en términos de 'disputarle la calle a los piqueteros y los zurdos', Alvarez apelaba a operaciones de acción psicológica desde los medios periodísticos y había repuesto la política represiva de la dictadura militar mediante el accionar conjunto de las cuatro fuerzas de represión interior, que bajo su coordinación se mostró con esplendor en la masacre del Puente Pueyrredón.

Una semana antes desató una propaganda feroz para enfrentar a las clases medias con los trabajadores desocupados movilizados y construir el clima de miedo y violencia que justificara lo que vendría.

El 26 de junio de 2002, más de 40 personas fueron heridas con munición de guerra en Avellaneda y eran asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki como resultado del operativo represivo que dirigió desde su oficina, en permanente comunicación con los Jefes de la Policía Federal, la bonaerense, la Prefectura y los servicios de inteligencia que actuaron rompiendo comercios y quemando vehículos.

Inmediatamente después de los asesinatos, y hasta que se conocieron públicamente las fotografías que incriminaban a la Policía, Alvarez se convirtió en vocero oficial repitiendo los mismos argumentos que planteaba el Comisario Fanchiotti. Aquella primera noche después de los asesinatos y en los días siguientes, insistió en destacar la existencia de armas de fuego entre los manifestantes. La policía no secuestró ni una sola arma a pesar de las 160 detenciones y ningún efectivo fue herido por disparos.

En el trabajo de Investigación 'Darío y Maxi, dignidad Piquetera', publicado por el MTD Anibal Verón, se analiza la actitud de Alvarez: 'Tan bien conocía lo que había pasado aquel día en Avellaneda que, antes de terminar la conferencia, cometió el fallido que lo delató. Refiriéndose a la denuncia del chofer al que le incendiaron el colectivo en la avenida Mitre al 1.300, a trece cuadras del Puente cuando ya no quedaban manifestantes, lo hizo en estos términos: 'Como ha denunciado un chofer de colectivos, lo ha bajado del mismo, personal que estaba con escopetas'. Con su acto fallido Alvarez no hizo más que confirmar lo que cualquiera que estuvo en Avellaneda aquella tarde sabía: que portando escopetas, armas de fuego, Itaka, el 26 de junio sólo hubo personal policial.'

Hoy en la Ciudad de Buenos Aires, como en una nueva guerra contra los pobres, propone la conformación de un 'grupo' ( de tareas? ) interjurisdiccional y 'tácticas de prevención comunitaria y prevención situacional', en villas y ocupación de espacios públicos, eufemismos que hablan de acciones para control social y represión ante posibles movimientos ciudadanos.

En la República Cromagnon el jefe de la Ciudad, con el aval del Presidente de la Nación, para responder a la demanda de gestión honesta y justicia, recurre brutalmente a lo más 'capaz' de cualquier cosa, con probada experiencia antipopular.

Néstor Kirchner acaba de denunciar en un discurso encendido a los gobiernos que han mirado al pueblo con la nuca.

Reponer a 'Juanjo' Alvarez y sus políticas, mientras pesan sobre él, denuncias como represor y el repudio de las organizaciones sociales como de los organismos de derechos humanos, da cuenta de una repetición primitiva de los actos de impunidad y esta muy lejos del mirar al pueblo a los ojos.