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Argentina: La lucha continúa

 

La marcha de los piamtaditos

Carlos del Frade
Argenpress

Diez noches consecutivas dura el Festiart de Piamonte, un pueblito de menos de cuatro mil personas en el centro oeste santafesino que reúne, entre otros artistas nacionales e internacionales, a figuras como León Gieco, Víctor Heredia y Teresa Parodi. Pero lo importante es que más de dos mil personas se acercan a la plaza del lugar y gozan con la invención contra corriente de las llamadas Escuelas Kumelén, palabra mapuche que significa felicidad. Hace ocho años que un dúo de artistas empezó la tarea de producir teatro y murga en estas comunas supuestamente condenadas al conservadurismo, la chatura y la indiferencia. No fue fácil. Pero hoy, a cinco años del primer festival, casi doscientos pibes menores de veinticuatro años participan a diario de las actividades de las escuelas de teatro, danza, folklore, murga y tango. Y en ellas participan los pibes que no pueden ser contenidos en la educación oficial y los habitantes que rara vez se asomaban a la región pudiente del pueblo. Construcción de un espacio de integración existencial real y efectiva a partir del arete. El Festiart es una de las más claras postales de la esperanza colectiva argentina. De lo que se mueve por abajo en estos arrabales del universo.

Una carta

El sábado primero de enero subieron al escenario hecho con las propias manos de los 'artistas' las murgas 'Los Piamtados' y 'Los Piamtaditos'. Era la consecuencia del origen de las escuelas Kumelén. Una idea que surgió de la experiencia de un artista que durante años había trabajado en el Centro Cultural Rojas de Capital Federal, Jorge Zanuzzi, oriundo de la ciudad de Carlos Pellegrini, muy cerca de Piamonte.

-Si tenés entre tres y ochenta y nueve años sumate a la murga.

Esa fue la consigna que se pintó y pegó en las paredes y pizarrones de las escuelas de Piamonte, Pellegrini y El Trébol, ocho años atrás.

En aquella primera noche de 2005, más de dos mil personas abrazaron al escenario y a sus propios familiares, los artistas de la geografía íntima.

'A través de estas sencillas palabras queremos hacerles llegar nuestras felicitaciones ya que lo vivido ayer (no sólo en el escenario) fue espectacular, emotivo y principalmente una luz de esperanza', empieza diciendo la carta que de puño y letra escribieron los papás de Florencia y Agustín Grosso, desde El Trébol.

'Hemos vivido una realidad que nos revela que la juventud puede ser protagonista de cosas importantes, que es posible pensar en un futuro mejor. Ellos sólo necesitan alguien que los guíe, que pueda transmitirle un sueño, un motivo por qué luchar, que las utopías se pueden concretar', agregaba.

'Cuando ayer llegamos y observamos durante tantas horas cómo esos chicos trabajaban sin descanso, estando atentos a cada detalle, sin necesidad de que alguien los controle (como nos sucede muchas veces a los adultos) es fácil suponer que ustedes lo han logrado y cuánto más importante si lo que los une es nuestra cultura. Hoy queremos alentarlos a que continúen por el camino ya trazado, es evidente que es el correcto, no hay más que contemplar los resultados', termina diciendo la carta de los papás.

La marcha

La Asociación Kumelén ha dejado señales de su marcha históricas en estos lugares del centro oeste santafesino muy cerca de la frontera con la provincia de Córdoba.

La huella más impactante es un mural que refleja el trágico momento de la conquista española sobre las culturas amerindias.

Se pueden leer versos del Taki Ongoy, aquella monumental obra conceptual que interpretó y escribió Víctor Heredia y apreciar los dibujos de Guanam Poma y otros cronistas de estas tierras.

La muchachada de Piamonte habla del legado de los pueblos originarios y contrapone sus valores a los del consumismo del presente.

El mural está sobre una de las paredes del edificio de la Sociedad Italiana del pueblo.

A través de una pequeña puerta se desciende a lo que está debajo del escenario del viejo local de los inmigrantes y ese es el exacto reducto de Kumelén.

Pero tampoco es el principio.

Los comienzos fueron en las oficinas de la comuna de Piamonte, donde Jorge Zanuzzi coordinaba los primeros grupos de teatro y murga.

Y a pesar de que aparecieron centenares de panfletos acusándolo de cualquier cosa, Zanuzzi, los chicos, un grupo de padres y el presidente comunal, Norberto Bianciotto, sostuvieron la marcha contra corriente.

Hasta que surgió la primera 'fiesta nacional de las culturas' que incluía 'música, danza, murga, cine, teatro, artesanías, charlas, muestras y talleres'.

Y aparecieron símbolos de salud mental.

Porque remar contra corriente es sinónimo de salud mental.

El caso de Abel es un ejemplo.

El tipo es verdulero. De los que ofrecen su mercadería con su carro.

Vive en el barrio. Mote que diferencia la geografía del pueblo. Del otro lado están los que viven en el centro. Diferencia económica, cultural y política. Fronteras siempre presentes en la internidad de los pueblos argentinos.

Abel se las ingenió para armar su propio conjunto de música popular y para robarle tiempo al poco descanso que tiene y se metió en Kumelén.

Hoy es uno de los principales referentes de la murga.

Durante 2004 surgió la posibilidad de participar en un encuentro mundial en Brasil. Y aunque no correspondía que Abel viajara, su dedicación, su identificación con el proyecto lo llevó al país gigante del sur. Abel no cabe en si mismo de la felicidad que vive gracias a 'Los Piamtados'. Aunque tiene una materia pendiente: aprender a bailar el tango. No lo pudo hacer con los austríacos con los cuales compartió la experiencia en las tierras del pentacampeón.

Cuentan que en algún momento de la marcha de Kumelén, para uno de los festivales, había surgido una pelea entre muchachos del centro y los del barrio.

La cita para definir el pleito era nada menos que Festiart.

Jorge entonces propuso la integración. No la represión.

-¿Y si atienden el buffete del Festiart? -propuso.

-Pero...¿cuánto tendríamos que pagar? -respondieron sorprendidos.

-Es al revés. Ustedes van a cobrar.

El escudo de Piamonte todavía exhibe la cabeza de vaca que alguna vez sintetizara el lugar como de producción ganadera. Hoy forma parte del pasado. La soja ha barrido con casi todo. Como resultado de la fiebre sojera, los pibes cuando terminan la educación media se van a estudiar a Santa Fe y Rosario y no vuelven.

Salvo para sumarse a las actividades de Kumelén.

Bajan de los colectivos o las combis y están hasta la madrugada ensayando.

Solos o con sus padres.

Ya no hay fronteras generacionales ni demasiados problemas.

Desde siempre la seguridad estuvo garantizada por los chicos, sus padres y todos los que hacen el Festiart.

Este año, con la conducción de un oficial de apellido tristemente célebre en La Santafesina SA, se impusieron adicionales a razón de cincuenta pesos cada uno. El hombre quería recaudar. Adujo que vendrían hippies drogadictos desde Rosario. Pero no fue el único desmanejo de los uniformados. Hacen gala de ser pesados. Exhiben Itakas en caminos rurales en donde todo el mundo se conoce. Pero ellos quieren meter miedo para poder sacar algo a cambio.

Tiempo atrás el propio presidente comunal se tuvo que ir del lugar por varios días porque hizo cerrar una ruleta clandestina que funcionaba en uno de los bares fomentada por la propia Santafesina SA.

Aunque hoy no son los mismos, los integrantes de la policía son los únicos que pueden generar problemas en el Festiart.

Pero lo más importante pasa con los pibes.

Joaquín tiene diez años y un pasado familiar pesado, complicado.

Difícil de aguantar en las escuelas, algún funcionario del Ministerio de Educación de Santa Fe propuso llevarlo a otra localidad.

Nadie lo quería a Joaquín.

Hasta que se sumó a la murga 'Los Piamtaditos'.

Cuando tocó y bailó, cuando sintió cómo su mamá y cientos como ella reconocían su esfuerzo, Joaquín fue feliz y dejó de lado la violencia y la intolerancia.

Kumelén responde con arte aquello para lo que muchos exigen represión.

Kumelén acierta y lo demuestra.

El arte transforma las vidas, particulares y colectivas.

Piamonte es testigo.

Allí hay una marcha contra corriente que se viste de esperanza colectiva y que sería indispensable multiplicar por el país.

Se llama Festiart y va cargada de humanidad y futuro.