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Nuestro Planeta

17 de mayo del 2004
 

Plantas transgénicas y antibióticos

Patrice Courvalin
Resumen

¿Los Organismos Genéticamente Modificados representan riesgo de agravar el problema crucial de la resistencia bacteriana?

Ahora que las bacterias desarrollan una resistencia cada vez más eficaz a todos los antibióticos, la introducción en gran escala de plantas transgénicas plantea el riesgo de facilitarles esa tarea. Muchos de esos organismos genéticamente modificados (OGMs) portan, integrado a su genoma, un gene de resistencia a los antibióticos que sirve de marcador. Los expertos han tratado ese riesgo con ligereza, pero es mucho más serio dado que paralelamente se favorece la resistencia de las bacterias patógenas al utilizar gran cantidad de antibióticos en la alimentación del ganado. Antes de esparcir los OGMs en el medio ambiente, sería conveniente efectuar "construcciones genéticas" que no utilicen los genes de resistencia.

* Responsable del Centro Nacional de Referencia sobre Mecanismos de Resistencia a los Antibióticos y director de la Unidad de Agentes Antibacterianos del Instituto Pasteur.

Traducción hecha por Greenpeace México, del artículo P. Courvalin. Plantes transgéniques et antibiotiques. Les OGMs risquent-ils d'aggraver le problème crucial de la résistence bactérienne?, publicado en LA RECHERCHE, 309 MAI 1998.

La construcción y producción a gran escala de plantas genéticamente modificadas o transgénicas, genera muchas esperanzas, pero al mismo tiempo suscita numerosas interrogantes. Una de las más graves atañe a lo que llamamos la resistencia y plantea dos cuestiones distintas. En primer lugar, la resistencia al producto del gene transferido al interior de la planta, pero esta cuestión pertenece a un campo diferente al mío1. En segundo lugar, la resistencia a los antibióticos. Esta última podría esparcirse debido a los genes bacterianos utilizados para llevar a cabo la operación de transgénesis y que se han dejado subsistir en la planta transgénica en la cual ya no son útiles. No se puede excluir que esos genes de resistencia a los antibióticos puedan emigrar de la planta transgénica a las bacterias. ¿Puede ese eventual "regreso al remitente" plantear un gran riesgo de incrementar el fenómeno de la resistencia a los antibióticos de las bacterias patógenas para el hombre?

La transgénesis consiste en introducir dentro el genoma de un organismo viviente un gene extranjero, llamado transgene, el cual, se supone, conferirá una ventaja ecológica, nutricional o de otro tipo, a su nuevo anfitrión, llamado OGM (organismo genéticamente modificado). El aislamiento y la purificación del transgene de interés se efectúan en el laboratorio por clonación dentro de una bacteria, generalmente Escherichia coli. La clonación exige el empleo de "vectores" que permitirán introducir el gene dentro de la planta (ver el cuadro "Técnica de la transgénesis"). Los vectores de clonación bacteriana portan las características de resistencia a los antibióticos para facilitar la selección de las construcciones genéticas. En ciertos OGMs, esos genes bacterianos se transfieren con el transgene, a pesar de no tener ninguna utilidad en la planta misma. Se trata pues de residuos de una de las etapas de la construcción genética. Según el tipo de construcción efectuada, tales genes se expresan o no. Se expresan por ejemplo en el tomate desarrollado por Calgene, pero muy frecuentemente, como en el maíz Novartis, no se expresan.

Esas elecciones particularmente desafortunadas revelan ignorancia de la ecología de la resistencia a los antibióticos

Para sobrevivir en la presencia de antibióticos, las bacterias han desarrollado diversos mecanismos de resistencia (1). Uno de los más eficaces y más esparcidos es la síntesis de enzimas que desactivan los antibióticos. La producción de estas enzimas generalmente se debe a la adquisición de genes provenientes de otras bacterias, por transferencia "horizontal" (es decir, de una bacteria a otra bacteria perteneciente a una especie o a un género diferente por oposición a la transferencia "vertical" de una generación a la siguiente). La elevada incidencia de resistencia a los antibióticos en las bacterias patógenas se debe principalmente al hecho de que éstas desarrollaron sistemas de transferencia de ADN extremadamente eficientes y con un enorme espectro de anfitrión. La transferencia se efectúa por diferentes medios (2) : la conjugación, la cual implica contacto físico directo entre bacteria donante y bacteria receptora, y por la cual el plásmido pasa de una a otra; la transformación, por la cual una bacteria llamada "competente" incorpora ADN simple presente en el medio ambiente; y la transducción durante la cual el ADN es transportado por un bacteriófago.

Son precisamente algunos de esos genes de resistencia los que se utilizan en la construcción de plantas transgénicas. Los dos criterios que rigen la elección entre los numerosos genes de resistencia a los antibióticos son su gran incidencia en la naturaleza, o el hecho de que confieren resistencia a los antibióticos que ya no se utilizan en la clínica humana. Como vamos a demostrarlo, tales elecciones particularmente desafortunadas, sólo revelan ignorancia de la ecología de la resistencia a los antibióticos (3) y conocimientos muy superficiales sobre los mecanismos de resistencia y su evolución (4).

Casi inmediatamente después de la introducción de la penicilina G en la clínica a mediados de los años 40, surgieron cepas patógenas resistentes a ese antibiótico. Las cepas resistían al producir una enzima, la penicilinasa, que hidrolizaba* el antibiótico. Los químicos de la industria farmacéutica siguieron dos pistas para evadir ese mecanismo. En primer lugar, la síntesis de moléculas derivadas de la penicilina G y refractarias a la acción de la enzima. En seguida, la síntesis de inhibidores de la enzima que restauran la sensibilidad a las penicilinas de las cepas productoras de penicilinasa y las cuales se utilizan en asociación con esos antibióticos.

El gene denominado blaTEM-1 muy utilizado en la modificación genética de las plantas como el maíz de Novartis recientemente autorizado, y en biología molecular en general, desencadena la producción de una penicilinasa capaz de degradar muy eficazmente las penicilinas (penicilina G, ampicilina, amoxicilina, etc.). Así pues, transfiere la resistencia a una de las clases de antibióticos más utilizados en la terapéutica humana. Se sabe que las alteraciones de ese gene pueden aumentar considerablemente el espectro de resistencia que confiere la enzima cuya síntesis rige, y con ello alargar la lista de los antibióticos que se vuelven ineficaces. En efecto, las mutaciones puntuales (es decir, el cambio de un par de bases) en numerosos sitios de ese gene pueden conferir a la enzima la propiedad de desactivar los cefalosporinos* más recientes (5), o la de ser refractario a la acción de los inhibidores de las penicilinasas6 . Así, el más simple acontecimiento genético que se pueda concebir en ese gene --y se considera que esa ocurrencia es inevitable con una frecuencia relativamente elevada*-- es capaz de arruinar décadas de esfuerzos de la industria farmacéutica y transferir una resistencia eficiente a los antibióticos, particularmente a los utilizados en clínica, especialmente los administrados en casos de infecciones graves, y con mucho, los más prescritos en el mundo.

El gene blaTEM-1 se encuentra distribuido en las enterobacterias* responsables en especial de las infecciones adquiridas en los hospitales y llamadas nosocomiales. Asimismo aparece en la mitad de las Escherichia coli, bacterias presentes en el tubo digestivo que, en ciertas condiciones, pueden provocar infecciones. Es, al contrario, incorrecto pensar que ese gene está presente en "50% de las bacterias patógenas del tubo digestivo"3. Su predominio en las bacterias patógenas responsables de diarrea (salmonelas, shigellas, Escherichia coli, productores de ciertos factores de virulencia y el Vibrio cholerae) varía según las especies, pero de ninguna manera sobrepasa algunos puntos porcentuales. Además, la producción de las penicilinasas en Europa aún no ha sido detectada en el enterococo, bacteria intestinal patógena para los sujetos inmunodeficientes, la cual se aísla cada vez con mayor frecuencia en la patología humana, cuando que tales cepas se han descrito ya en Norte y Sur América. El gene blaTEM-1 entonces no es ni anodino ni ubicuo en las bacterias patógenas para el hombre.

Las bacterias patógenas, entre ellas Staphilococcus aureus desarrollan creciente resistencia a los antibióticos utilizados con más frecuencia. El asunto es particularmente preocupante en los hospitales, donde las infecciones se multiplican

Se han utilizados otros genes bacterianos para la modificación genética de las plantas. El gene aph3'-2, conocido también bajo la designación NPTII, es uno de los más utilizados: se le vuelve a encontrar por ejemplo en el tomate de Calgene, en una colza de PGS y una colza de Calgene, etc. Introduce resistencia a ciertos antibióticos de la familia de los aminósidos, especialmente la kanamicina y la neomicina. Debido a su toxicidad, esos antibióticos son poco utilizados en la terapéutica humana. Pero a semejanza del gene blaTEM-1 una mutación puntual en ese gene puede conferir a la bacteria que le aloja, la resistencia a un derivado de la kanamicina, la amicacina7 . Este aminósido se utiliza ampliamente para el tratamiento de infecciones nosocomiales y recientemente se le indica en el tratamiento de la tuberculosis: se sabe que el bacilo de Koch resiste cada vez más los antibióticos normalmente administrados para eliminarlo.

El gene aph3'-38 , emparentado con el anterior, especifica de entrada la resistencia a la amicacina; una resistencia vergonzosa, dado que es indetectable por las técnicas comunes de estudio de la sensibilidad in vitro de las bacterias a los antibióticos utilizadas en los laboratorios de bacteriología.

Un cuarto gene de resistencia utilizado en las construcciones de OGMs, aad3"9, utilizado además en una variedad de algodón de Monsanto, confiere resistencia a la estreptomicina y a la espectinomicina. Si este último antibiótico se utiliza exclusivamente, y cada vez menos en el tratamiento de la gonorrea, existe un nuevo interés en la estreptomicina a pesar de los efectos secundarios indeseables (toxicidad, dolor en el punto de inyección). En efecto, este aminósido, no presenta, por oposición a los demás miembros de esta familia, resistencia cruzada con la gentamicina en las bacterias Gram positivas* (estafilococos, estreptococos y enterococos). Puesto que la resistencia a la gentamicina es cada vez más frecuente en lo enterococos, la estreptomicina es indicada de nuevo en asociación con penicilinas en infecciones severas como la endocardía (infección bacteriana, esencialmente localizada en las válvulas cardiacas)9.

El principal riesgo de la presencia de genes de resistencia en las plantas modificadas genéticamente es el de contribuir a la diseminación de la resistencia a los antibióticos en las bacterias patógenas. Mientras que los transgenes de interés agrícola (resistencia a la toxina de bacillus thuringiensis o a los herbicidas por ejemplo) podrían diseminar por vía sexual a las especies próximas, la forma de transferir la resistencia a los antibióticos de las plantas hacia las bacterias podría resultar de una transferencia horizontal de ADN.

Siempre es necesario tener presente que las oportunidades de intercambio de material genético entre organismos en la naturaleza son inmensas

Es cierto que los conocimientos sobre la transferencia de información genética entre organismos muy alejados en el plan filogenético son recientes y en campos limitados, y que nuestro conocimiento está en plena evolución. Si la existencia de un flujo de genes de los cocci de Gram positivo hacia los bacilos de Gram negativo10 y la existencia de un sistema de transferencia genética de las bacterias hacia las plantas11 en condiciones naturales se conocen desde hace quince años, la demostración en el laboratorio de una transferencia de ADN de los bacilos de Gram negativo a los cocci de Gram positivo, de las bacterias a los hongos12 o a las células de los mamíferos, incluyendo las humanas,13 es en cambio mucho más reciente.

Se ha probado que las transferencias de ADN pueden implicar a los reinos más alejados. La transferencia inversa, que nos preocupa actualmente, de los eucariotes a los procariotes, es pues concebible en realidad, y se ha propuesto en algunos casos, especialmente de manera muy convincente, para el gene Pgi, que porta el código de una enzima, la isomerasa de la glucosa de fosfato14 , y para los genes de los campos del tipo III de las proteínas fibronectinas15.

La transferencia directa de ADN de las plantas a las bacterias no se ha reproducido puesto que no ha sido sujeto de estudios extensos. Ese resultado negativo no nos autoriza a considerar que el hecho de su posible aparición "no tiene razón para plantearse"16. Es necesario recordar constante-mente que son inmensas las oportunidades de intercambio de material genético entre organismos vivos en la naturaleza, y que la recreación de esas condiciones en el laboratorio, y aún en el terreno, puede ser más difícil, por no decir imposible actualmente. Esto subraya la pobre capacidad de predicción de los experimentos realizados en el laboratorio.

A causa de las etapas que se requieren, cada una con su baja probabilidad de ocurrencia, y de que la barrera de especie es una certeza, la posibilidad de la transferencia de genes de las plantas a las bacterias, si existe, es, por lo menos en teoría probablemente rara; excepto si, como vamos a ver, uno se las ingenia para multiplicar las construcciones y las circunstancias que favorezcan el hecho. En fin, es inevitable, al contrario de lo que se ha pretendido, que el cultivo intenso de una planta que aloja un gene de resistencia y por ello aumenta el número de copias de ese gene en la naturaleza, sí favorece su evolución y diseminación.

La diseminación horizontal de información genética implica tres etapas: la transferencia del ADN, su estabilización en el nuevo anfitrión (requisito para asegurar su transmisión a la descendencia) y su expresión.

El regreso de un gene de resistencia a los antibióticos de una planta genéticamente modificada hacia las bacterias podría producirse en dos tipos de circunstancias. La primera sería una transferencia en el tubo digestivo (de animales o del hombre) a las bacterias presentes en el mismo. La estabilidad térmica del ADN es tal que, en algunos casos, los genes de resistencia no serán desnaturalizados por la preparación de los alimentos antes de su ingestión. En el ecosistema intestinal, las bacterias que pertenecen a una multitud de especies, la mayoría aún no descritas, existen en números extremadamente elevados y en etapas fisiológicas variadas. Algunas pueden hallarse en estado de competencia, es decir, aptas para incorporar el ADN de una planta liberado durante la digestión - especialmente el fragmento portador del gene de resistencia blaTEM-1 el cual, si se toma en cuenta su pequeño tamaño (858 pares de bases), tiene fuerte probabilidad de permanecer intacto. Además, ya que las bacterias están en contacto muy íntimo unas con otras, el tubo digestivo representa un ecosistema extremadamente favorable para los intercambios genéticos entre bacterias que pertenecen a géneros diferentes17 . En estas condiciones, el gene de resistencia podría ser recuperado por transformación por una bacteria naturalmente competente, transmitido verticalmente a su descendencia al ocurrir las divisiones celulares; pero igualmente de forma horizontal a otros micro-organismos. El estudio de la evolución de la resistencia bacteriana a los antibióticos durante los últimos veinte años nos ha enseñado que dado el tamaño gigantesco de las poblaciones involucradas, un acontecimiento, aún extremadamente raro, puede suceder aunque las condiciones de selección adecuadas estén apenas presentes18.

Desde ese punto de vista, la utilización masiva de antibióticos como promotores del crecimiento en la alimentación animal crea las condiciones más favorables para la selección de la transferencia, después para la diseminación de la resistencia. Trabajos recientes, a propósito de la utilización de los antibióticos como suplementos alimenticios para animales, demostraron que son posibles tanto la colonización del tubo digestivo del hombre por bacterias de origen animal, como la transferencia de genes de resistencia a los antibióticos de tales micro-organismos a las bacterias comensales del hombre. Como el maíz transgénico se destina principalmente a la alimentación animal, la conjunción del uso de antibióticos en la alimentación animal y de los OGMs no puede hacer más que acrecentar el riesgo de diseminación.

La segunda circunstancia posible de regreso de los genes a las bacterias, es que ADN de plantas transgénicas en descomposición, especialmente de células de raíces, pase a las bacterias que habitan el suelo. Esta posibilidad tiene a su favor el hecho de que el ADN, al contrario de las ideas recibidas y transmitidas aún recientemente4, es una molécula extremadamente estable en los suelos y que ciertas especies bacterianas telúricas pueden espontánea y eficazmente incorporar ADN19. Microorganismos, tales como los Acinetobacter, forman parte de las bacterias responsables de infecciones en los enfermos inmunodeficientes que representan una fracción creciente de la sociedad (pacientes con SIDA, pacientes que presentan leucemia o algún cáncer, enfermos que hayan sufrido un transplante, o estén hospitalizados en servicios de reanimación, ancianos).

Además del regreso del gene, es necesario, para su transmisión a la descendencia y su expresión continua, que el ADN que entre, se estabilice en la nueva célula anfitriona. La estabilización se efectúa por recombinación homóloga entre las secuencias que flanquean al gene de resistencia y el ADN de la bacteria receptora: el procedimiento es tanto más eficaz cuanto más se extiendan las zonas de homologación que interactúan. Sucede que numerosas plantas transgénicas, incluidas las recientemente autorizadas para su cultivo en Francia, surgen de la adquisición por electrotransformación (aplicación de un campo eléctrico) o por biolística o biobalística (bombardeo de las células con microbalas recubiertas del transgene), no solamente del gene de resistencia a los antibióticos, sino también de grandes regiones adyacentes de ADN bacteriano, es decir de la casi totalidad del plásmido de inicio. Se trata entonces de construcciones que no solamente son "poco estéticas"3, sino "genéticamente incorrectas", porque resultan de aproximaciones poco precisas. Cuando se estabiliza, el gene puede integrarse, ya sea en el cromosoma --para ser parte del genoma de la bacteria y así ser transmitido de forma estable a su progenie-- o, de manera más preocupante, en un elemento genético móvil3, tal como un plásmido o un transposon: en ese caso será transmitido no solamente en forma vertical, sino también horizontal, de bacteria a bacteria, por conjugación, movilización o transformación.

La tercera y última etapa necesaria para la transferencia consiste en la expresión del gene de resistencia en la bacteria anfitriona. Para los genes de resistencia a ampicilina, estreptomicina y espectinomicina, que permanecen en las construcciones bajo control de un promotor* bacteriano, la expresión será total e inmediata en las bacterias Gram negativas. En lo que concierne al gene de resistencia a la kanamicina, la situación es más compleja en la medida en que su expresión se liga a su integración descendente de un promotor bacteriano. Esto último se debe al hecho de que las construcciones genéticas colocaron ese gene bajo control de un promotor eucariote que es a priori no funcional dentro de las bacterias. La probabilidad de expresión del gene de resistencia a la kanamicina, es aquí mucho más débil por tanto, que la de los demás genes de resistencia.

Cuando la eficacia de la transferencia horizontal de los genes de las plantas a las bacterias, aún no se ha observado, se considera inverosímil, sin punto de comparación con la eficacia de los sistemas de intercambios genéticos desarrollados por las bacterias, no queda más que la interrogante.

¿Es oportuno dejar subsistir en las plantas transgénicas, genes que son inútiles para ellas pero confieren resistencia a familias grandes e importantes de antibióticos, o a antibióticos que se están retomando en la curación de ciertas enfermedades? Dejar genes que forman parte de construcciones genéticas bloqueadas que acumulan estructuras favorables a un regreso eventual hacia las bacterias? Y, sobre todo, hacerlo ahora que se dispone de técnicas que autorizan construcciones "genéticamente correctas" perfectamente definidas y que evitan esos genes de resistencia.

¿Es oportuno no aplicar el principio de precaución al autorizar la diseminación de construcciones "de primera generación" quizá útiles para el progreso de las técnicas de transgénesis, pero impropias para su utilización en el campo? ¿Y esto justo ahora, cuando el "sistema de biovigilancia" se verá imposibilitado para evaluar el impacto de esas construcciones sobre la diseminación de la resistencia a los antibióticos, ya que el origen de un gene no "marcado" es imposible rastrearlo bajo condiciones naturales11?

¿Es oportuno crear un precedente capaz de incitar a los productores de semillas a descuidar las precauciones más elementales? Todo ello, ¿es oportuno ahora cuando hace más de veinte años que no se ha introducido ninguna familia nueva de antibióticos en los tratamientos clínicos?



REFERENCIAS

1. P. Courvalin et A. Philippon. "Mécanismes biochimiques de la résistance bactérienne aux agents antibactériens", in Le Minor et M. Véron (eds.), Bactériologie médicale, Flammarion, 1989.

2. P. Courvalin et P. Trieu-Cout, "Plasmides et transposons de résistance aux antibiotiques" in L. Le Minot y M. Véron (eds.) Bactériologie médicale, Flammarion, 1989.

3. A. Kahn, "Pourquoi tant de haine contre ce pauvre maïs? " Le Monde, 9 décembre 1997. A. Kahn, "Les OGM permettront de nourrir la planète en respectant l'environnement". Les Echos,. 18 décembre 1997.

4. P. Berche, "Résistance aux antibiotiques: l'impact des plantes transgéniques paraît anecdotique", Le Quotidien du Médicin, 18 fèvrier, 1998.

5. W.Sougakoff et al. Rev. Infect. Dis., 10, 879, 1988.

6. G. Vedel et al. , J. Antimicrob. Chemother. 30, 449, 1992.

7. S. Kocabiyik et M. H. Perlin, FEMS Microbiol. Letters. 72, 199, 1992.

8. Trieu-Cuot et P. Courvalin., Gene. 23,331,1983.

9. R. Leclercq et al. , Clin. Infect. Dis., 16, 331, 1993.

10. P. Courvalin, Antimicrob. Agents Chemother., 38,1447,1994.

11. V. Buchanan-Wollaston et al., Nature, 328, 170, 1987.

12. J. A. Heinemann et G. F. Sprague Jr., Nature, 340, 205, 1989.

13. P. Courvalin et al. C.R. Acad. Sci. Ser. III., 318, 1207, 1995.

14. L. A. Katz, J. Mol. Evol., 43, 453, 1996.

15. E. Little et al., J. Mol. Evol., 39, 631, 1994.

16. A. Kahn, "Faut-il avoir peur des aliments transgéniques?", Elle, 2711, p.160, 15 décembre 1997.

17. F. Doucet-Populaire et al., Antimicrob. Agents Chemother., 36, 502, 1992.

18. Y. Duval-Iflash et al. Infect. Immun., 28, 981, 1980.

19. J. Sihorski et al. , Microbiology, 144, 569, 1998.

20. Y. Demarly et M. Sibi, Amélioration des plants et biotechnologies. John Liebbey, Eurotext, 1996, p. 131.

La Recherche ha publicado sobre el tema también:

I. T. Mikkelsen, T. Hauser et R. B. Jorgensen, "Les gènes prennent la clé des champs", febrero de 1997.

II. Dorothée Benoît-Browaeys. "L'etiquetage des nouveaux aliments et un leurre", junio 1997.



TÉCNICA DE TRANSFORMACIÓN DE ORGANISMOS

Los genes que portan la característica que se quiere transmitir, llamados genes de interés, son de orígenes diferentes (plantas, bacterias,etc.). Se les transfiere al interior de una planta mediante una operación llamada transgénesis. Esta operación utiliza vectores que con la mayor frecuencia provienen de bacterias. Se comienza, después de haber aislado el gene de interés y de integrarlo en plásmidos: se trata de pequeñas moléculas de ADN circulares de algunos miles de bases de largo que se encuentran en el seno de algunas bacterias20.

Plásmido circular construído en laboratorio a partir de un plásmido bacteriano.

La incorporación se realiza en diferentes etapas utilizando enzimas como las ligasas, que ligan dos fragmentos de ADN. Enseguida el plásmido, a su vez, se introduce en una bacteria, generalmente de la especie Escherichia coli. Se cultivan colonias de E. coli transformadas así para preparar el plásmido vector.

Para integrar ese plásmido transformado en la planta, existen dos técnicas principales. La más extendida consiste en utilizar como intermediaria a otra bacteria, Agrobacterium tumefaciens, la cual presenta naturalmente capacidad de introducir fragmentos de ADN en el genoma de las plantas. El plásmido se transfiere de E. coli a A. tumefaciens por choque térmico o por conjugación. Después se realiza un co cultivo de A. tumefaciens con un fragmento de tejido vegetal (fragmento de hoja, tallo, embrión, etc., según la planta).

Una parte del plásmido que contiene el gene de interés se transfiere al núcleo de la célula vegetal y se integra en su genoma -es precisamente debido a esta propiedad que se utiliza A. tumefaciens.

El otro gran método de transferencia llamado "biobalística o biolística" consiste en extraer el plásmido de E.coli, y cubrir con él pequeñas balas de tungsteno o de oro del tamaño de un micrón de diámetro y bombardear directamente con ellas las células vegetales, de la cuales, algunas integran el gene de manera aleatoria. Este método es más apropiado para las plantas monocotiledonas (maíz, sorgo, arroz…) con las cuales la transformación con A. tumefaciens resulta poco eficiente.

A fin de verificar el éxito de la operación se integra en el plásmido vector, unido al gene de interés, un gene marcador o reportero, que permite seleccionar las células vegetales que integraron el gene de interés. Los genes marcadores utilizados son los de resistencia a los antibióticos o a los herbicidas. La verificación es fácil: en cada etapa, se seleccionan las células vegetales transformadas por su capacidad de multiplicarse en un medio que contiene el antibiótico o el herbicida considerado. Las que sobreviven portan el gene de interés. A pesar de que se investigan otras técnicas para "marcar" el gene de interés, por lo general, la selección por antibióticos es la que se sigue practicando.



¿CUAL ALTERNATIVA?
Hervé Kempf

Los genes de resistencia a los antibióticos son el marcador de selección más utilizado en las construcciones genéticas. Pero los industriales, conscientes de los problemas que plantean, buscan activamente alternativas. La primera es utilizar como marcador un gene de resistencia a un herbicida. Esta solución parece ser la preferida por muchos industriales como Monsanto Rhone-Poulenc. La segunda consiste en colocar un gene marcador y un gene de interés en dos fragmentos diferentes de ADN que pueden integrarse en dos sitios de genoma, y separarlos en la descendencia de las plantas. Esta técnica es costosa y no puede aplicarse a las plantas que se reproducen por multiplicación vegetativa (esquejes o tubérculos, como la papa). Otra más, es colocar el gene marcador en medio de secuencias específicas, que reconocidas enseguida por una enzima que las corta, permite eliminar el gene indeseable. Ese método se llama "sistema CRELOX". Se estudian otras técnicas más, como hacer la selección por genes que dan un cierto color a la planta que lo porta.

Aún no es posible decir si todos esos métodos alternativos de marcaje son inofensivos desde el punto de vista del medio ambiente o de la salud. Más aún, la lista presentada aquí es incompleta: los industriales estudian otras técnicas, aunque en forma discreta debido a la intensa competencia comercial que domina este campo.

Formas de transferencia de información genética entre bacterias

En la naturaleza una transferencia puede efectuarse por diferentes medios: la conjugación, la transformación y la transducción.

1) La conjugación. Existe contacto físico directo entre la bacteria donante y la receptora, y el plásmido pasa de una a otra.

2)La transformación: La bacteria incorpora ADN simple presente en el medio ambiente a su cromosoma.

3)La transducción. El ADN es trasladado por un virus bacteriófago.

GLOSARIO

· Hidrólisis. Es un reacción química durante la cual hay ruptura de uniones establecidas por moléculas de agua.

· Cefalosporinos. Grupo de antibióticos de la familia de las b- lactaminas, cuyo más vieja representante es la penicilina G.

· La tasa media de mutaciones en las bacterias es del orden de 10-7 a 10-9.

· Enterobacterias. Bacterias especialmente encontradas en el tubo digestivo del hombre y los animales.

· Promotor. Es una región del ADN a partir de la cual se inicia la expresión de un gene vecino. Un gene no puede pues expresarse si no es bajo el control de un promotor que es específico para él.

· Bacterias Gram positivas y Gram negativas. Se distinguen según su reacción diferente a una técnica de coloración, establecida por el danés Christian Gram.