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Nuestro Planeta

SOBERBIA SUICIDA (PARTE III)


Claudio Tygier
ARGENPRESS.info*

Este artículo corre el velo sobre las consecuencias de la utilización de la soja transgénica en América Latina y los productos asociados a esta como el glifosato, poniendo especial énfasis en dos aspectos: la salud humana y la diversidad biológica.

¿Qué es el glifosato?
El glifosato es un herbicida de amplio espectro usado para eliminar malezas. El nombre comercial de Monsanto para este compuesto es Roundup. Los cultivos de soya Roundup Ready están manipulados genéticamente para sobrellevar la fumigación del herbicida. De esta manera, es posible aplicar el herbicida después de la emergencia del cultivo, matando las malezas, pero no a las plantas del cultivo resistentes al Roundup, tales como la soya Roundup Ready (SRR).
Químicamente, el glifosato es un organofosforado, como muchos otros pesticidas, sin embargo, no afecta el sistema nervioso como otros productos organofosforados. El glifosato es un herbicida de amplio espectro usado para eliminar malezas. El nombre comercial de Monsanto para este compuesto es 'Roundup'. Las plantas Roundup Ready están manipuladas genéticamente para sobrellevar indemnes la fumigación del herbicida.
Se trata además, de un herbicida no selectivo que mata todas las plantas, incluidos pastizales, plantas de hojas grandes y plantas leñosas. Es absorbido principalmente a través de las hojas y al ser transportado por el sistema vascular de la planta, mata todas sus partes. Actúa inhibiendo una secuencia de reacciones bioquímicas, la secuencia del ácido eshkímico. Con bajos niveles de aplicación actúa como regulador del crecimiento. Existen tres formas de glifosato utilizadas como eliminadores de malezas, glifosato isopropilamonio y glifosato sesquidio, ambos patentados por Monsanto y glifosato trimesio, patentado por ICI, hoy Zeneca, una de las cuatro mayores transnacionales en el rubro agroquímicos, superada por Monsanto o Novartis. Algunos nombres comerciales comunes son también Rodeo, Accordo o Vision.
Resulta extremadamente difícil, en términos técnicos, medir el glifosato en muestras ambientales. Solamente un puñado de laboratorios en el mundo manejan las técnicas y tienen el sofisticado equipamiento necesarios para este fin. Esto significa que, los datos sobre los niveles de residuos de este herbicida en los alimentos y en el entorno ambiental, no existen en la mayoría de los casos, y que los datos disponibles pueden no ser confiables.
Las aseveraciones de Monsanto, respecto a que el uso de SRR y de glifosato puede disminuir costos, comparado con otras opciones, (nunca hasta hoy identificadas por los voceros de la corporación) no han sido respaldadas con pruebas. Nunca se ha hecho mención en sus informes de las posibles desventajas, como ser, favorecer el surgimiento de malezas resistentes al herbicida. Existe un reporte que informa sobre resistencia al glifosato ocurrida en pastizales en Australia publicado en la revista New Scientist, en julio de 1996. Es importante aclarar que dicha resistencia se manifiesta aún antes de la siembra masiva de organismos genéticamente modificados, es decir con un uso de glifosato muy por debajo en relación con el registrado a partir de la siembra de SRR.
Control de malezas
El producto de la venta de glifosato rondaba en el año 1997, los U$S 1.200 millones anuales. Durante la década de los '80, en los EE.UU., el glifosato fue utilizado anualmente en una cantidad de hectáreas que oscilaba entre las 5,5 a 6,3 millones. En el Reino Unido fue usado en 1994 en casi 360.000 hectáreas. Debido a su amplio espectro de acción, se lo utiliza para controlar una gran variedad de arbustos leñosos, pastizales de ciclos anuales, bianuales y perennes, setos y malezas de hoja ancha. Es utilizado en cultivos frutales, viñedos, plantaciones de coníferas y en muchos cultivos agrícolas (café, te, bananas), en la etapa de precosecha, en la de pos-emergencia de malezas, y en una amplia gama de cultivos agrícolas (soya, cereales, hortalizas y algodón.), en áreas no cultivables (bermas - banquinas - o sitios de paso peatonal), en el rastrojo de cereales, viveros forestales, jardinería y horticultura. Otros usos de sales de glifosato tienen lugar durante el crecimiento en el maní y en la caña de azúcar, para regular el crecimiento y acelerar la maduración.
Toxicidad para los humanos
Debido a la inexistencia de la secuencia de reacciones del ácido eshkímico en los animales, el grado de toxicidad del glifosato es bajo para ellos. El glifosato puede interferir en algunas funciones enzimáticas de los animales, aunque sólo se observa síntomas de envenenamiento en caso de dosis muy elevadas. Sin embargo, los productos que contienen glifosato, contienen también otros compuestos que pueden ser tóxicos. Muchos, en particular, contienen substancias detergentes como las polioxietileneaminas (POEA). Algunas de éstas son mucho más tóxicas que el glifosato. Se trata de compuestos que irritan intensamente el tracto respiratorio, los ojos y la piel y suelen estar contaminados con dioxane, del cual se sospecha que es carcinógeno. Algunos de estos compuestos son también tóxicos para los peces.
En California, el glifosato es la tercera causa más comúnmente registrada de enfermedades relacionadas con exposición a agroquímicos entre los trabajadores agrícolas.
Toxicidad ambiental
El glifosato es uno de los herbicidas de mayor grado de toxicidad. Muchas especies de plantas silvestres resultan severamente dañadas o 'asesinadas' por aplicaciones que no alcanzan los 10 microgramos por planta. Este herbicida puede ser más destructivo para la flora silvestre que muchos otros herbicidas. Esto, a causa de que la fumigación aérea con glifosato puede tener desviaciones de entre 350 a 700 m y la fumigación en tierra puede causar daños a plantas sensibles al herbicida hasta los 90 m de distancia del terreno fumigado. Se piensa que el uso del glifosato afecta los árboles de los setos, ocasionando desfoliaciones fuera de estación y que reduce su capacidad de sobrevivencia durante la época invernal y de resistencia a enfermedades fungosas. La toxicidad directa del glifosato para mamíferos y aves es baja. Sin embargo, sus efectos en la flora pueden tener un efecto perjudicial en los mamíferos y aves a causa de la destrucción de hábitats. La agencia de protección ambiental de EE.UU., EPA por su sigla en inglés, determinó que muchas especies de plantas, así como también el sapo de Houston están en peligro de extinción a partir del empleo del glifosato.
Glifosato en el país de las maravillas
Los peces y los invertebrados evidencian mayor sensibilidad a las formulaciones de glifosato. Como ocurre con los humanos, los detergentes copresentes en él son responsables por la mayor parte del daño. La toxicidad aumenta con temperaturas más elevadas en el agua, y con el crecimiento del pH. En Australia, las instrucciones de empleo establecen que la mayoría de las formulaciones de glifosato no debe usarse en el agua o cerca de ella, a causa de sus efectos tóxicos en renacuajos y ranas adultas. Las formulaciones más recientes, como el Roundup Biactive no están incluidas en estas recomendaciones.
Entre nueve herbicidas probados para determinar el grado de toxicidad para los microorganismos del suelo, se halló que el glifosato era el segundo más tóxico para una variedad de bacterias, hongos, actinomicetes y levaduras. Sin embargo, en la publicidad difundida por Monsanto se declara que, cuando el glifosato entra en contacto con el suelo, se fija rápidamente a las partículas del mismo, y queda inactivo. El glifosato que se fija, resulta luego degradado por bacterias. La reducida actividad debida a la fijación a las partículas del suelo sugiere que los efectos del glifosato en la ecología del suelo han de ser limitados. No osbtante, algunos trabajos de investigación recientes muestran que el glifosato puede ser fácilmente liberado de ciertos tipos de partículas del suelo, y por lo tanto, puede filtrarse hasta los acuíferos o ser absorbido por las plantas.
Las organizaciones conservacionistas que promueven la creación de áreas reservadas tienen mucho que decir con respecto al uso de herbicidas sistémicos como el glifosato y sus consecuencias para las especies amenazadas y endémicas.
Efectos derivados de la siembra de OGM resistentes a herbicidas
La introducción de cultivos manipulados con resistencia al glifosato podría tener efectos tan dañinos como aumentar, en primer lugar, el empleo del herbicida y en segundo lugar, estimular la emergencia de malezas resistentes a éste. Monsanto asegura que la introducción de los cultivos resistentes al herbicida reducirá la cantidad de herbicida usado. Ellos aducen que el glifosato reemplazará a otros herbicidas más dañinos para el ambiente, porque solamente se requiere usar glifosato en lugar de varios compuestos diferentes. Ellos también esgrimen el argumento de que el exterminador de malezas será usado con menor frecuencia en los cultivos resistentes. También consideran que el glifosato es un herbicida seguro, y que no causa perjuicios al ambiente, fundando esta afirmación en su reducida capacidad de fijarse en partículas del suelo y en la baja toxicidad para los humanos.
Otros herbicidas utilizados en la soya y otros cultivos son perjudiciales, de manera incuestionable, para el medioambiente y para la salud humana. La pregunta es si el glifosato es o no realmente menos dañino y si las plantas resistentes al herbicida reducirán o no la cantidad de agroquímicos empleada con riesgos ambientales y humanos. Evaluar la cantidad global de productos tóxicos utilizados, tomando como parámetro el peso o el volumen del producto empleado, no nos dice nada acerca de las diferencias en el grado de toxicidad entre los distintos compuestos utilizados.
Otro punto a debatir es si ha de haber o no una reducción en el número de aplicaciones del herbicida. En sus informes a las autoridades de los EE.UU. Monsanto declara que bajo las condiciones actuales, se requiere entre una a cinco aplicaciones de diversos herbicidas o cócteles de éstos, para el control de malezas en los sembradíos de soya. Con la soya Roundup Ready (SRR), afirma Monsanto, sólo se necesita una, o posiblemente dos aplicaciones del herbicida Roundup. No obstante esto, la información distribuida por Monsanto a los productores en Argentina recomienda el uso del herbicida Roundup con la soya homónima, antes de la siembra, cuando los plantines tengan entre tres a cuatro hojas, y luego en cualquier momento en el que el agricultor encuentre malezas. Esto implica más de dos aplicaciones y más frecuentemente.
Inducción de resistencia a herbicidas en malezas
Una de las mayores preocupaciones de los científicos dedicados a investigaciones en torno al control de malezas, es la adquisición por éstas de resistencia a herbicidas, la cual se induce mediante la siembra de OGM resistentes a herbicidas. La resistencia a herbicidas surge de un modo análogo a la resistencia a los antibióticos en bacterias. La ocurrencia de mutaciones en las plantas permite que algunas desarrollen la resistencia al herbicida empleado. Esta adaptación dará a estas plantas ventaja sobre otras que no la tengan, permitiéndole crecer y florecer, y por consiguiente propagarse tornándose dominante.
Resulta sencillo inducir resistencia al glifosato en plantas de laboratorio. Monsanto afirma que es improbable que surja resistencia al glifosato en el campo porque el herbicida no persiste en el suelo. Sin embargo, la resistencia de malezas al paraquat, un herbicida con persistencia en el suelo inferior al glifosato ya constituye un problema serio. Un especialista en malezas concluyó, comparando con el caso del paraquat, que 'puede que la resistencia al glifosato, presumiblemente, pudiera obtenerse también con tratamientos multianuales'. La soya Roundup Ready está diseñada para ser usada con tratamientos multianuales y esto, seguramente facilitará la generación de resistencia.
Crece la resistencia al herbicida
Aún antes del aumento del uso del glifosato registrado con la introducción de cultivos resistentes al herbicida, ya ha habido informes de resistencia al glifosato en una maleza que ocurre en pastizales de Australia. Según constataron los investigadores en la Charles Sturt University de Nueva Gales del Sur, luego de 10 fumigaciones efectuadas a lo largo de un lapso de 15 años, la maleza más común en Australia, ryegrass, podía tolerar casi cinco veces la dosis de aplicación recomendada para el glifosato. Si la aplicación es realizada con cierta regularidad, sostienen los investigadores, las malezas presentes en el área desarrollaran ,con seguridad, tolerancia. Esto hará necesario el uso creciente del herbicida, y la cantidad de residuos del mismo presentes en el alimento inevitablemente crecerá. Monsanto admite, aunque tácitamente, que ello ocurrirá, pues ha solicitado a las autoridades en EE.UU, en la UE y en Australia el aumento del límite permitido de residuo de glifosato en la cosecha que era de 6 miligramos por cada kilogramo de peso seco, hasta los 20 miligramos. ¡¡Apenas un 330% de incremento!!
También pueden aparecer malezas resistentes al glifosato, si ocurre un flujo genético entre la soya y una planta silvestre emparentada, o si la soya sobrevive como para convertirse ella misma en maleza en la siguiente siembra. En este caso, dijimos que recibe el nombre de 'voluntaria'. El flujo genético es factible en Sudamérica y en el Lejano Oriente. Conviene recordar que, en el caso del Lejano Oriente, la soya es originaria de allí, y que existen entonces con seguridad parientes silvestres.
Las plantas 'voluntarias' resistentes al herbicida pueden ser un problema serio en regiones de clima templado, al ser posible para la soya sobrevivir durante el invierno. Las plantas que resisten a los herbicidas son un problema cuya solución es costosa para los agricultores. Tener malezas resistentes a un herbicida como triazina, por ejemplo, ocasiona para su erradicación, costos extras a los productores estimados en unos U$S 22 por hectárea. Habría, entonces, un castigo adicional para agricultores que siembran cultivos resistentes al glifosato, si las malezas evolucionaran hacia la resistencia al herbicida, porque, no solamente tendrían que modificar sus prácticas de control de malezas, sino también por el hecho de haber pagado una prima 'tecnológica' por la semilla resistente al herbicida.
Riesgos potenciales por cambios del patrón de uso del glifosato
La soya SRR está, obviamente, desarrollada para usarse en conjunción con el herbicida glifosato. Este es un exterminador de malezas de amplio espectro de acción. Su modo de actuar es de tipo sistémico. Significa que es absorbido por la planta, y luego distribuido en la totalidad de la misma, destruyendo todos los tejidos del organismo, no sólo en aquellas partes con las que inicialmente ha tomado contacto. Se espera que las ventas de Roundup crecerán como resultado de la introducción de cultivos resistentes al mismo, como la soya SRR.
A pesar de las afirmaciones relativas a la seguridad que brindaría este herbicida, ello es en sí mismo contradictorio, por cuanto se trata de un compuesto químico sintético que se emplea en virtud de sus efectos fuertemente tóxicos para las plantas: algo así no puede ser benigno para el medioambiente. Hay evidencias de que Roundup puede ocasionar daños en el ambiente y en la salud de las personas, aun en los niveles relativamente reducidos de uso, antes de la introducción de la SRR. Puede que el aumento en el uso del glifosato contamine acuíferos, y conduzca a una disminución aún mayor de la diversidad en las plantas silvestres. Puede también causar daños a animales superiores y a microorganismos benéficos para la ecología de los suelos.
Se cree que el glifosato se inmoviliza en el suelo, porque se fija fácilmente a las partículas del mismo, sin embargo, hay un estudio que indica que puede liberarse muy fácilmente de ellas y entonces filtrarse hasta las napas de agua. En Alemania, el ingrediente activo del glifosato fue hallado en el agua potable. El Roundup es tóxico para los peces en un grado que depende de varios factores, incluyendo la dureza del agua, su temperatura y la edad de los peces. En algunos casos, concentraciones de glifosato tan bajas como 10 partes por millón, pueden ser mortales para los peces, de acuerdo con informes publicados en 1994 de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUD) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Dispersión del herbicida y persistencia de sus residuos
Este herbicida afecta también el crecimiento y la supervivencia de las lombrices de tierra. Un estudio realizado en Nueva Zelanda mostró que el glifosato causaba la reducción en el crecimiento, y un aumento en la mortandad de las lombrices de tierra más comúnmente halladas en ese país. El glifosato es también muy tóxico para muchas micorrizas, hongos benéficos que facilitan la absorción de nutrientes del suelo por las plantas.
Las fumigaciones suelen desviarse entre 400 a 800 metros del sitio de aplicación, provocando daños a las plantas silvestres. A su vez, la muerte de éstas últimas puede afectar de forma negativa a especies de animales silvestres, aves y mamíferos, así como también a insectos que dependen de la vegetación para alimentarse o como refugio.
Residuos de glifosato han sido hallados en frutillas, lechugas, zanahorias, cebada, y en peces. Estos residuos habían permanecido por mucho tiempo después del empleo del herbicida. Las lechugas, zanahorias y la cebada contenían residuos de glifosato al ser plantadas un año después del tratamiento con el herbicida. Monsanto, por su parte, sostiene, casi con orgullo, que Roundup es rápidamente descompuesto en el suelo por microorganismos, que lo transforman en monóxido de carbono, amoníaco y fosfatos. Ellos afirman que luego de una semana, no quedan trazas detectables del herbicida.
En los Estados Unidos, la Coalición del Noroeste para Alternativas a los Plaguicidas, (Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides) ha emprendido exámenes exhaustivos sobre la toxicología del glifosato y sus consecuencias en los seres humanos, y en los ecosistemas. Esta institución halló que los productos que contienen glifosato son extremadamente tóxicos para los humanos. Los síntomas son irritación de ojos y de piel, paro cardiaco y vómitos. Esta toxicidad parece ser resultado de la presencia de compuestos inertes contenidos en algunas formulaciones del herbicida. Su forma de actuar sobre el organismo no ha sido aún comprendida del todo. De todos modos, comprobaciones como éstas siembran de dudas las afirmaciones de Monsanto acerca de los beneficios del uso del Roundup, como por ejemplo, aquella sobre su supuesta 'aceptabilidad ambiental'.
Política 'contra-evolucionaria'
El grupo ambientalista Greenpeace afirma en su sitio web, que con este desarrollo, la industria química y la agroindustria están moviéndose en una dirección peligrosa: adaptando plantas a venenos químicos (sintéticos). Además, el uso de la soya Roundup Ready podría tornar dependientes de una sola corporación a los agricultores. Monsanto es propietaria de Asgrow Seed. Co. y trabaja también con las principales compañías sementeras de los EE.UU., como DeKalb, Northup King Co. y Pioneer Hi-Bred International Inc.. Esta última fue la que desarrolló soya con genes de nueces de Brasil (castañas), retirada del mercado debido a la ocurrencia de reacciones alérgicas en humanos.
Monsanto sostiene que sus inversiones y esfuerzos en la ingeniería genética son un paso hacia adelante en dirección a un medioambiente más seguro, y hacia el mejoramiento de la provisión de alimentos en el mundo. Sin embargo, la trayectoria de Monsanto ha sido, y es, introducir en el mercado productos extremadamente peligrosos para la salud y para el ambiente. Sus investigaciones en manipulación genética están orientadas a acrecentar sus beneficios pecuniarios, no al incremento de la disponibilidad de alimentos en el mundo. Esta última sólo puede mejorarse a través de la diversificación genética, no de la eliminación de esa diversidad vía OGM, tal como se plantea hoy. En realidad, la variabilidad es condición de posibilidad de los fenómenos evolutivos exitosos, por cuanto resulta irremplazable para garantizar la adaptación frente a presiones selectivas. Nadie en su sano juicio, con mínimos conocimientos sobre el tema, puede sostener seriamente que las manipulaciones genéticas, llevadas a cabo hasta ahora por diversas corporaciones agroalimentarias, pueden mejorar procesos evolutivos o coevolutivos que han pasado con éxito el test de eones de tiempo.
Frankenstein desencadenado
La ingeniería genética es, esencialmente, una técnica para transferir genes entre especies que no guardan ningún parentesco o vínculo analógico entre sí. Esto implica la creación de organismos nuevos, cuyos procesos metabólicos resultan absolutamente impredecibles. Estos organismos poseen la capacidad de transmitir los genes transgénicos a las siguientes generaciones, y también a otras especies emparentadas. Los cambios en el largo plazo como consecuencia de esto son también impredecibles. Ante preguntas tales como ¿Desplazará del ecosistema la soya modificada a otras plantas? ¿penetrará otros hábitats? ¿Contaminará la genética de especies silvestres emparentadas o, eventualmente de otras especies que no están emparentadas?¿qué cambios se operarán en el largo plazo, gracias a su resistencia a substancias tóxicas? No hay forma de responderlas con aceptable certidumbre.
El Dr.Thomas Mikkelsen y sus colegas del Riso National Laboratory en Dinamarca establecieron que el transgene para resistencia a herbicida introducido en la colza, Brassica napus, se transmitió con facilidad a su pariente silvestre, Brassica campestris, y produjo malezas fértiles, transgénicas en sólo dos generaciones de hibridización y retrocruzamiento, es decir cruza de plantas parentales con su descendencia.
También fue detectada la transferencia de genes entre rábanos cultivados, Raphanus sativus, y malezas emparentadas. Las malezas híbridas resultantes produjeron más frutos y semillas que la original. De esto se deduce que un gene que confiera tolerancia a un herbicida, transferido de los rábanos cultivados a las malezas emparentadas, permanecerá en la planta híbrida resultante, y no se descarta que, con el transcurso del tiempo, aumente la frecuencia de ocurrencia en la 'piscina o reservorio genéticos' de la especie. Una consecuencia fundamental a partir de estas comprobaciones es la siguiente: La ocurrencia en los ecosistemas de la diseminación de propiedades genéticas de OGM, introducidas mediante manipulación, en particular, aquellas que otorgan ventajas de supervivencia a las plantas, como lo son la resistencia a herbicidas o a plagas, es sólo una cuestión de tiempo, mas que de coincidencia estadística o cálculo de probabilidades. Aun en el caso de propiedades que acarrean ciertas desventajas, como la tecnología 'terminator' (autoesterilización inducida de la semilla), o la maduración retardada o inhibida, serán capaces de entrar en la piscina o reservorio genéticos de especies emparentadas. A este respecto, el investigador Paul Hatchwell manifestó que, 'en los ecosistemas sensibles, en especial en aquellos donde ciertas especies se hallan amenazadas de extinción, grandes cantidades de nuevas inserciones de genes podrían significar la diferencia entre la extinción y la continuidad de esas especies'.
Irreversible incertidumbre
Las elevadas cantidades de OGM liberados en el medioambiente, tanto en pruebas de campo como en siembras agroindustriales, asegurarán que, al menos, algunas de ellas perduren y se difundan fuera de todo control y afecten los ecosistemas. Dichas liberaciones bien podrían estar ocurriendo a escala más rápida que, aquella a la cual los ecosistemas estarían en condiciones de absorber esos organismos manipulados. Para empeorar las cosas, las combinaciones de genes de organismos radicalmente distintos (papas y ranas, algodón y bacterias o tabaco y virus) poseen características genéticas y metabólicas que no registran precedentes en el marco evolutivo de las especies. La dimensión real del problema se manifiesta una vez liberados al ambiente los transgenes, a partir de este hecho, y aunque pudiera detectarse efectos nocivos, colaterales o no deseados, no habría forma alguna de seguirles el rastro y devolverlos al laboratorio. Se trata de un efecto irreversible, análogo a las ondas en la superficie del agua, luego de la caída de una piedra, que se propagará de modos diversos a otras especies, insectos, microorganismos del suelo, aves, peces o mamíferos, sin poder predecir cuándo, hasta qué grado o en cuáles especies tendrá lugar la contaminación genética.
La British Medical Association y la Royal Society of Sciences, junto a otros investigadores independientes, analizaron la cuestión de la transferencia de genes en campo abierto y llegaron a la conclusión de que, es normalmente posible la ocurrencia de intercambios de polen entre plantas cultivadas y silvestres. Dependiendo del tipo de cultivo y de polinización, la transferencia contaminante de genes manipulados puede ir bastante más allá de los límites establecidos para la protección de campos cercanos, además de contaminar no sólo a las especies que son genéticamente emparentadas, sino también otras especies que no lo son. De masificarse las pruebas y siembras a campo abierto, se corre el riesgo de tornar imposible la práctica del cultivo biológico.
Infección transgénica
La liberación en el ambiente de OGM puede, al causar contaminación genética, alterar equilibrios inter-especies, con consecuencias graves e irreparables, como el desplazamiento de especies de flora y de fauna silvestres nativas. No debe permitirse que esto ocurra pues, los perjuicios en el equilibrio de los ecosistemas naturales tendrían carácter irreversible. En este sentido, el uso de OGM en la agricultura no permite hablar de sostenibilidad. Los impactos ambientales y los perjuicios a la salud de las personas van a ser constatados, pero a gran escala mediante experimentos incontrolados, en los que el ambiente y nosotros somos todos ratas de laboratorio: un verdadero camino sin retorno, como el de los cerdos de Gadara, con consecuencias impredecibles, irreversibles e incontrolables que serán heredadas por las generaciones futuras y sin beneficio de inventario.
Un indicador de la magnitud del proceso: En 1996 fue levantada en EE.UU. la primera cosecha de soya transgénica. En ese entonces el volumen de esta soya equivalía al 2% del total de la producción soyera en ese país. Al año siguiente, 1997, la cifra correspondió al 10% del total de la soya y desde entonces ha continuado con esta tendencia exponencial. En el 2000 en todo el mundo existían 45 millones de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos. El 68% se ubicaba en los EE.UU. y un 23% en Argentina. Más del 80% de esas superficies estaba dedicada a la soya y al maíz. No obstante el empinado crecimiento en la producción de la soya manipulada, Monsanto se opone con fervor a la identificación y separación de este producto de la soya convencional; y lo propio hace respecto al etiquetado, negándole a los consumidores el derecho a saber si la soya que están comiendo, es o no soya transgénica. De esto se deduce que ingerir soya manipulada genéticamente no da beneficio alguno al consumidor; ya que ni es más barata, ni tiene mejor sabor, ni tampoco posee ventajas nutricionales. Todos los beneficios son para Monsanto.
Los consumidores, por su parte, son recelosos con respecto a todos los alimentos producidos con OGM y no los aceptan. Cabe preguntarse entonces, ¿qué ocurre en este caso con la proclamada perfección regulatoria del 'divino Mercado', creencia defendida a sangre y fuego, sin eufemismos, por sus fieles paladines: las corporaciones transnacionales y los gobiernos de Washington y la UE? ¿no es acaso el mercado un sistema democrático per se? ¿no constituye la economía de mercado una estructura fundamental, sine qua non, asociada a la institucionalidad característica de una sociedad genuinamente democrática?

* Claudio Tygier es periodista-investigador y traductor. Premio nacional de periodismo científico 1997, miembro correspondiente del Center for Amazonian Literature and Culture, CALC, Smith College, Northampton, Massachusetts, EEUU.