VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente - Asia - Africa

26 de april del 2004

La arrogancia engendra errores, lo que se comprueba con ocasión del error desastroso cometido por Bush y Sharon
Gaza, ¡adiós!

Marwan Bishara
La Vanguardia

El peor escenario de pesadilla ha asomado mientras el presidente George W. Bush suscribía las concepciones extremistas del primer ministro israelí, Ariel Sharon, al respaldar su plan de evacuación unilateral de la degradada franja de Gaza a cambio de la consolidación de la posición de Israel en Cisjordania, la construcción del muro y el rechazo del derecho de los palestinos al retorno. Mientras el presidente republicano se quitaba la careta para abrazar a su nuevo "amigo" -el general israelí más radical de Israel- acababa con todo lo que queda de la credibilidad estadounidense. Washington ya no se halla en condiciones de abanderar el cuarteto internacional -Estados Unidos en unión de las Naciones Unidas, la Unión Europea y Rusia- con el fin de aplicar la "hoja de ruta" que se ha sacado de la manga en relación con el proceso de paz en Oriente Medio.

Bush no puede ser de fiar en lo concerniente a los procesos de paz desde el momento en que reemplaza la "hoja de ruta" internacional por el plan internacional de Sharon y consiente que su perspectiva acerca de un Estado palestino independiente viable se transforme en la perspectiva de Sharon de un Estado parecido a un régimen de apartheid. El primer ministro israelí solicitó en su día que su plan se incorporara a la guerra mundial contra el terrorismo. El presidente Bush accedió reiterando su lema, que dice que "se es favorable a la paz cuando se lucha contra el terrorismo". Según esta óptica, no cabe inquietarse ante el hecho de que la política de ocupación de Israel y en general la de Sharon constituyan el principio generador del extremismo y la violencia que presenciamos en Oriente Medio.

Ambos se han reunido en un momento en que las relaciones entre Estados Unidos e Israel son tan sólidas pero cuando también sus respectivos líderes muestran una situación de vulnerabilidad y aislamiento. Dan por sentado que el vínculo que les une los preservará de los crecientes desafíos que entrañan las investigaciones oficiales, los fallos de la seguridad y su decreciente popularidad. Desgraciadamente, las cosas no son tan sencillas. Los próximos meses mostrarán que esta reciente cumbre de "líderes tambaleantes" ha contribuido en mayor y no en menor medida a incrementar sus apuros y a erosionar la posición de Estados Unidos en la zona. Bush, queriendo asegurarse la forma final de las negociaciones entre israelíes y palestinos según sus preferencias políticas al sellar con su actitud aprobatoria la postura de Sharon, ha puesto aún más si cabe en un aprieto a los aliados árabes de EE.UU. y se ha distanciado aún más de ellos; aliados que precisa urgentemente a medida que EE.UU. se ve más mortificado e incomodado por tres guerras: las de Iraq, Afganistán y el terrorismo internacional. Aún peor, ha reforzado la determinación de los enemigos de su país alentándolos a reclutarn más adeptos en tanto que su propia ciudadanía se siente cada vez más decepcionada por el proceso diplomático y político actual. Asimismo, el hecho de que Sharon haya rechazado tratar con los dirigentes palestinos y haya preferido reunirse y negociar su plan con el presidente norteamericano (¡su décima reunión hasta la fecha!) demostrará ser un profundo y definitivo fracaso. Socavar la autoridad de los dirigentes palestinos no facilitará que prosperen los activistas proisraelíes sino, por el contrario, que surja el caos susceptible de acarrear mayor inseguridad a Israel y a la zona.

La arrogancia engendra errores, lo que se comprueba con ocasión del error desastroso cometido por Bush y Sharon -ebrios de un poder espoleado por el objetivo de la seguridad- al arrasar literalmente la senda del proceso de paz de Oriente Medio, predeterminar sus resultados y destruir todas las esperanzas posibles en la conclusión de una fórmula diplomática viable de solución del conflicto.

Conviene añadir que ambos están apostando asimismo por el poder del dinero. La Administración Bush confía en que miles de millones de dólares en concepto de ayuda a Israel (10.000 millones según los israelíes) contribuyan a que Sharon estimule la economía y a que resarza o reasiente a 10.000 colonos, con lo que obtendría el visto bueno de su partido para facilitar que la cumbre árabe del verano cuente con la anuencia árabe y la suma de factores allane el camíno a la cumbre del G-8, que apruebe así 10.000 millones de dólares para que los palestinos puedan reconstruir la franja de Gaza.

Representantes estadounidenses, británicos y del Banco Mundial, reunidos con los palestinos e israelíes, así como con representantes del sector privado, estudian la forma de destinar 1.000 millones de dólares anuales durante diez años para la rehabilitación urbana y el asentamiento de población refugiada en nuevas localidades en la franja de Gaza. Como ya es habitual al tratarse de un proceso de paz promovido por EE.UU., dará la sensación de que el método funciona... durante un tiempo, para fracasar cuando los árabes caigan en la cuenta de que Israel no ha hecho más que volver a desplegar -y no retirar- sus fuerzas, actuando con entera libertad so capa del derecho otorgado por EE.UU. de luchar contra el terrorismo según le parezca conveniente. Y aumentará la cólera de los palestinos mientras Israel se traga el resto de Cisjordania y ellos no logran tomar realmente posesión de la deteriorada franja de Gaza, una de las áreas más subdesarrolladas del mundo con un 80% de refugiados.

En Palestina, como en Iraq, Estados Unidos tendrá ocasión de aprender en definitiva que el poder y el dinero no bastan para construir la paz y la democracia cuando éstas se pretenden implantar al dictado de países y potencias extranjeras. Al fin y al cabo, ¿que gana un pueblo controlando el mundo si se pierde a sí mismo?

¡Qué deplorable que Estados Unidos e Israel no hayan aprendido de los errores ajenos e insistan en incurrir en los propios!

20/04/2004
* Profesor de la Universidad Norteamericana de París