VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Medio Oriente - Asia - Africa

17 de marzo del 2004

¿Por qué luchar por la justicia para los palestinos es hacerlo por la causa judía?

Shifra Eva Stern

The Electronic Intifada. Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Recientemente me han hecho una pregunta que se me ha repetido antes en muchas ocasiones, la mayoría de las veces por judíos: ¿Por qué dedico tanto tiempo a pedir justicia para los palestinos en lugar de dirigir mis esfuerzos y entusiasmo a luchar por la noble "causa" judía? Seguramente, dicen los que me preguntan- y yo estoy de acuerdo con ellos-existen muchas causas judías mejores por las que luchar. En el mismo sentido, puedo enumerar una lista sin fin de merecidas causas humanitarias a la que cualquiera, judío o no, debería dedicar tiempo y energía para ayudar, por ejemplo, a encontrar un remedio para el SIDA, detener la represión de la mujer en el mundo, y terminar con la terrible pobreza que aflige en gran medida al Tercer Mundo.

Como resulta imposible implicarse en todas las causas humanitarias, yo he decidido canalizar mis esfuerzos en luchar para conseguir una solución justa del conflicto entre Israel y Palestina porque creo que ahí es donde puedo resultar más útil. Como judía, mi oposición a la política de Israel tiene un mayor peso- para bien o para mal- simplemente porque soy judía, de la misma manera que los artículos de Gideon Levy o Amira Hass en el diario israelí Ha'aretz también- para bien o para mal- tienen una mayor influencia que los despachos o análisis de los periodistas no judíos que escriben para The Guardian británico. En mi doble condición de judía y estadounidense, cuyos impuestos en dólares financian la brutal e ilegal ocupación de Israel, tengo una mayor responsabilidad moral en el conflicto entre Israel y Palestina. Es más, dada mi historia personal y familiar, no puedo sino sentirme profundamente afectada y enfrentada a la política israelí.

Mis padres, ambos, son supervivientes de los campos de concentración nazi. Al menos 70 miembros de la extensa familia de mi madre perdieron la vida en Auschwitz, incluido su padre, asesinado a tiros por un oficial nazi por negarse a entregarle sus tallis y tefillin (vestimentas para el rezo judío). La narración de mi madre de su experiencia con 17 años, esperando en fila completamente desnuda, con otros hombres y mujeres (ella pertenecía a una familia profundamente religiosa) para que un médico nazi decidiera si iba a conservar la vida o morir, ha quedado grabada indeleblemente en mi memoria. El relato de mi padre sobre su interminable marcha desde un campo de trabajos forzados en Yugoslavia hasta los campos de concentración de Dachau y Flussenber en la Alemania nazi, sin comer ni beber durante días enteros, mientras los SS alemanes, los gendarmes húngaros y los fascistas croatas les golpeaban para que caminaran más deprisa, me ha dejado una impronta que no podré olvidar jamás y de la que no podré escapar. De los 3.600 hombres que acompañaban a mi padre en aquella marcha de la muerte sólo 200 sobrevivieron.

A pesar del riesgo de sonar melodramática, me siento obligada a revelar que el sufrimiento de mis padres a manos de los nazis me ha impregnado de manera que siempre tengo la impresión de que respiro el aire de los campos de exterminio. Como consecuencia de su sufrimiento, he estado inmersa en la historia del Tercer Reich y del genocidio judío llevado a cabo por los nazis durante los 25 últimos años. Aunque no me considero, ciertamente, una experta en la materia, creo que tengo un suficiente y sólido historial para perfilar algunas conclusiones fundamentadas.

Lo que más me ha obsesionado e intrigado a lo largo de los años no ha sido tanto los motivos de los asesinos y de sus centenares de miles de colaboradores sino el comportamiento de los ciudadanos alemanes que contemplaban cómo los judíos eran arrastrados desde sus casas y brutalmente acorralados y expulsados del país que amaban. Quizás el Dr. Norman Finkelstein lo resume mejor en su libro A Nation on Trial, (Un país ante el Tribunal) cuando comenta: "el casi total consenso entre los investigadores es que la mayoría de los alemanes lo contemplaban con perversa indiferencia". Y el eminente historiador del Holocausto, Ian Kershaw, ha escrito: "El camino hacia Auschwitz fue construido por el odio pero fue pavimentado por la indiferencia (cursiva de la autora).

Existe también una valiosa cita del discurso que el rabino Joachim Prinz pronunció en la marcha por los derechos civiles en 1963: " Cuando ejercí como rabino de la comunidad judía en Berlín durante el régimen de Hitler aprendí muchas cosas. La cosa más importante que aprendí en mi vida, y en circunstancias trágicas, es que la intolerancia y el odio no son los problemas más serios. El problema más grave, el más escandaloso y el más vergonzoso es el silencio. Un gran pueblo que había creado una gran civilización se había transformado en una nación de espectadores silenciosos. Ellos permanecían en silencio frente al odio, frente a la brutalidad y frente al asesinato masivo".

¿Qué tiene que ver- se puede preguntar alguien- nada de lo que cuento con el conflicto Israel/Palestina y con mi apasionado apoyo a un acuerdo justo para palestinos e israelíes? Israel proclama que es un Estado judío (legalmente, se denomina a sí mismo "el Estado soberano del pueblo judío") y ha dejado meridianamente claro desde su constitución que "habla" y "se comporta" en nombre de los judíos del mundo. Como investigadora, sigo el conflicto muy de cerca. Mi fuente principal de información no es el New York Times u otros periódicos y revistas estadounidenses sino los propios periodistas israelíes que informan día a día desde los Territorios Ocupados. Además, leo los informes de la premiada B'Tselem,( organización de derechos humanos), de (Physicians for Human Rights [Médicos pro Derechos Humanos] de Israel), del observatorio de Amnistía Internacional y de los Derechos Humanos. Todos ellos han llegado a la conclusión de que Israel de forma constante ha cometido graves violaciones de las leyes humanitarias y de los derechos humanos.

Por ejemplo, el 3 de abril de 2002, cuando Israel lanzó una importante operación militar contra el campo de refugiados de Jenin, Human Rights Watch (Observatorio de Derechos Humanos) informó de que "durante su incursión... las fuerzas armadas israelíes comerieron graves violaciones de las leyes internacionales humanitarias que pueden considerarse a primera vista como crímenes de guerra". En Jenin hubo una importante destrucción de casas, "agravada por las insuficientes medidas de protección de sus habitantes. Aunque las Fuerzas Armadas Israelíes tomaron medidas... la mayoría de los civiles sólo se dieron cuenta del peligro cuando los bulldozers comenzaron a aplastar sus casas. Jamal Farid, un paralítico de treinta y siete años fue asesinado cuando las FDI derribaron su vivienda sobre él, negándose a dar tiempo suficiente para permitir que sus familiares le sacaran de la casa...Muhammad Abu Saba'a tuvo que suplicar a un bulldozer que detuviera el derribo de la casa mientras su familia se encontraba en el interior; cuando volvía a la casa semiderruida fue asesinado por un soldado israelí" (Human Rights Watch, Jenin: IDF Military Operations, mayo de 2002).

En una apasionada denuncia de esos crímenes, el antiguo ministro británico de asuntos exteriores en la sombra, Gerald Kaufman, que es judío, declaró "Sharon ha ordenado a sus tropas que utilicen métodos bárbaros contra los palestinos...Es el momento de recordarle a Sharon que la Estrella de David pertenece a todos los judíos y no a su repulsivo gobierno en exclusiva. Sus actos están ensangrentado la Estrella de David. El pueblo judío, cuyas aportaciones a la civilización incluyen a Einstein...ahora está representado por el matonismo tonante de Ariel Sharon, un criminal de guerra implicado en la masacre de palestinos en los campos de refugiados de Sabra-Shatila, y que ahora se ve envuelto una vez más en las matanzas de palestinos" (The Guardian, 17 de abril 2002).

Así que mi respuesta a la pregunta de "Por qué no se une a la 'causa judía' es la de que el buscar la justicia para los palestinos, de hecho, es la causa judía, porque es ahí donde los judíos podemos resultar más valiosos. Cuando se cometen crímenes terribles en mi nombre, si quiero ser capaz de mirarme al espejo cada mañana, no quiero ver que se refleja en él la imagen de un judío que muestra " una perversa indiferencia" mientras Sharon actúa de forma bárbara contra los palestinos. Todo lo contrario, quiero ver reflejada la imagen de un judío normal y decente que reacciona contra los crímenes israelíes diciendo clara y orgullosamente "¡ Basta" Usted no habla ni actúa en mi nombre!".

Por doloroso que resulte tener que enfrentarse a ella, la realidad es que sin el continuo apoyo moral, espiritual y financiero que le presta la judería mundial, Israel se habría visto obligada a abandonar los Territorios Ocupados hace tiempo. Aunque el apoyo diplomático, económico y militar que presta Estados Unidos a Israel le posibilita la continuación de la brutal ocupación, si la mayoría de los judíos del mundo denunciara los crímenes de Israel, las tropas israelíes y los políticos no podrían proseguir con sus vergonzosas actuaciones. Lo que me produce esperanza en estos momentos es el hecho de que, aunque todavía es una minoría, un número significativo de judíos comienza a expresar su disconformidad con las políticas de Israel y no están dispuestos a seguir apoyándolas.

Es evidente que estoy totalmente de acuerdo en que los hamikazes palestinos son- como ha puesto de manifiesto Human Rights Watch en su informe de octubre de 2002 :Erased in a Moment: Suicide Bombing Attacks Against Israeli Civilians (Suprimidos en un instante: atentados con kamikazes contra civiles israelíes)- son "crímenes contra la humanidad" y "crímenes de guerra", ello no disminuye los más graves y diarios crímenes que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino desde la creación del Estado en 1948, que produjo la destrucción de más de 400 aldeas palestinas y la expulsión de más de 700.000 refugiados, y muchos más desde el comienzo de la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967. Ahí estriba nuestra responsabilidad colectiva como judíos, no comportarnos como hicieron los alemanes "indiferentes moralmente" durante los años 30 y 40 para permanecer como "espectadores silenciosos". Es el momento de decir a Sharon y a su gobierno, de una vez por todas: "¡Basta! No vamos a permitir por más tiempo que tiña la Estrella de David con sangre!".



Shifra Eva Stern, es investigadora y editora de un dossier sin publicar sobre Israel's Operation 'Grapes of Wrath' and the Qana Massacre" Operación Israelí 'Las uvas de la ira' y la masacre de Qana. ) (Abril de 1996). Tras la lectura del dossier y de entrevistar a la sra. Stern, Robert Fisk escribió en el diario británico The Independent. " El sentimiento de ultraje de la sra. Stern es tan valiente como solitario; aunque muchos judíos estadounidenses están preocupados por el comportamiento del gobierno ultraderechista de Israel, y por las sangrientas aventuras en las que se ha visto envuelto en Líbano durante los 20 últimos años, la mayoría no acepta cortésmente la preocupación de Eva Stern porque se proclame la verdad." (Sábado, 15 de junio de 1997).