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Medio Oriente - Asia - Africa

La agenda oculta del sionismo

Iosu Perales
Alai-amlatina

Sin Yaser Arafat nada será lo mismo. Él ha reunido en su persona el drama, la lucha, el fusil y la rama de olivo, la dignidad y la voz de un pueblo, y al mismo tiempo ha representado gráficamente, recluido tres años en la Mukata, la soledad de la causa palestina. Amado y odiado, defendido y criticado en la misma Palestina, es posible que también haya sido un cautivo de propia personalidad, de su forma unipersonal de gobernar, un hombre astuto que consintió la corrupción de su entorno para manejar mejor las fidelidades. Pero no hay que olvidar que fue elegido abrumadoramente en enero de 1996 en las únicas elecciones democráticas que se han podido hacer, con la presencia de 2.500 observadores internacionales. Símbolo de la resistencia, bajo su liderazgo se forjó la nación aunque no haya podido ver hecho realidad su sueño de un Estado propio.

Son bastantes las voces que tras la muerte de Arafat hablan de una nueva época en el conflicto palestino-israelí y no dudan en pronosticar que ahora sí la paz es posible. Este tipo de análisis parte del principio extendido por el sionismo y por Estados Unidos de que Arafat era "el problema", el mayor obstáculo para la paz. En realidad este es un principio perverso, cínico, un pretexto que bien utilizado por Ariel Sharon ha servido para ocultar una agenda que contempla la continuidad de la ocupación de la mayor parte de Cisjordania y la totalidad de Jerusalén. El gran pecado de Arafat se produjo en julio de 2000, cuando se negó a firmar en Camp David la renuncia para siempre al retorno de cerca de cuatro millones de refugiados y exilados palestinos y a la doble capitalidad de Jerusalén. La Cisjordania que Barak y Clinton ofrecieron a Arafat en aquella ocasión era tan sólo el 42% de su territorio. Desde ese momento se cargó sobre la víctima, sobre el liderazgo del pueblo ocupado, la culpa de no aceptar los hechos consumados de una ocupación que se prolonga 55 años (desde 1948 Israel se anexionó unilateralmente el 22% del territorio dado por Naciones Unidas a los palestinos; en 1967 Israel completó la ocupación).

El 11 de septiembre de 2001 dibujó un escenario internacional muy perjudicial para la causa palestina y para el propio Arafat. De inmediato se inició un esfuerzo liderado por el gobierno de Israel y por el de Estados Unidos por cambiar la percepción de la opinión pública internacional acerca del conflicto:

1. La extensión de la doctrina antiterrorista a la interpretación y diagnóstico de todos los conflictos, incidió en presentar a la resistencia palestina en general, pero también al propio Arafat y la Autoridad Nacional Palestina, como actores terroristas que ponen en peligro la seguridad de Israel y hacen inviable un proceso de paz. La ecuación Bin Laden-Arafat, es simplista y poco creíble, pero ambos gobiernos han tirado de este hilo para intentar imponer quiénes deben ser los interlocutores del lado palestino y proseguir con el cautiverio de Arafat en Ramalah.

2. El paradigma de la Seguridad, a partir del 11 de septiembre, ha venido desplazando en el caso de este conflicto al paradigma de la Soberanía palestina, que debería ser el centro de cualquier plan de paz. Esta es precisamente la lógica de la Hoja de Ruta: se divide en tres fases la primera de las cuales señala que sólo cuando la ANP garantice la seguridad israelí desarmando a su propia resistencia será posible avanzar hacia una segunda fase en la que se negociará las fronteras provisionales de Palestina. De este modo la seguridad de la potencia ocupante, no el fin de la ocupación, constituye la palanca principal de la Hoja de Ruta. Esta lógica o enfoque deja en manos de los extremistas de uno u otro lado la posibilidad de caminar hacia una paz justa.

3. Israel y Estados Unidos han hecho asimismo un gran esfuerzo en favor de la desnaturalización del conflicto. No hablan de ocupación, sino de disputa de la misma tierra, de lucha por fronteras, como si se tratara de contendientes con igual responsabilidad. Me parece sumamente peligroso que la propia Unión Europea haya caído en esta lógica llevada por un pragmatismo que siempre favorece al fuerte, a Israel. Así por ejemplo es frecuente que la UE y los gobiernos europeos "llamen a las partes a negociar" como si se tratara de un contencioso con igual división de responsabilidades, cuando en realidad se trata de una ocupación colonial.

4. El liderazgo de EEUU, tras el 11 de septiembre, en lo referente a iniciativas de paz en la región es algo ligado a su interés por establecer un plan para toda la región de Oriente Próximo que incluye: poner freno a los movimientos y regímenes islámicos; organizar una zona de Libre Comercio; normalizar las relaciones de Israel con los países árabes a cambio de un estado palestino frágil; colocar a Israel como potencia en la región. Las posiciones de Estados Unidos e Israel se apoyan asimismo en la ideología: la guerra global de civilizaciones; la amenaza contra occidente y sus valores liberales. En este programa la causa palestina debe encontrar acomodo en un mini-estado, subordinado a la fuerza y las condiciones que le imponga su vecino Israel.

Es justamente a esto último a lo que se refieren quienes afirman que sin Arafat es posible la paz. Están pensado que un nuevo liderazgo deberá aceptar la propuesta de Camp David e incluso una peor. ¿ O es que sin Arafat Israel pondrá fin a la ocupación, desalojará las colonias de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este –al menos la mayoría-, y aceptará el derecho de retorno de los refugiados? ¿Desaparecido Arafat Israel aceptará por fin las 37 resoluciones de Naciones Unidas que viene incumpliendo? Sería propio de incautos el pensar que esto puede ocurrir. Entonces, ¿de qué paz hablan? ¿Hablan acaso de una paz impuesta con el concurso de un liderazgo- marioneta y en contra del sentir mayoritario del pueblo palestino? Me temo que se trata de esto último. Precisamente uno de los reproches que se le hace a Arafat es que quiso morir sin traicionar a su propio pueblo, como si el hacerlo fuera una virtud. Se dice que Arafat prefirió erigirse como mito, símbolo o leyenda, antes que se pragmático. De manera que ahora se busca un líder políticamente corrupto y sumiso, al gusto de Israel.

Ariel Sharon tiene una agenda oculta. Ella contempla el abandono de Gaza para quedarse para siempre en Cisjordania. El costo económico y el esfuerzo militar por mantener a 7.000 colonos en la pequeña franja en la que habitan cerca de un millón y medio de palestinos no compensa en absoluto la aspiración religiosa de los ortodoxos de permanecer eternamente. No obstante y para que quede claro que dejar Gaza no significa no poder volver Sharon lanzó recientemente "una guerra preventiva" contra Gaza matando a 130 personas en apenas quince días. El mensajes es claro: "podemos hacer una nueva matanza siempre que queramos". Sin Arafat, con la presión internacional volcada contra la parte débil a la que se responsabilizará –ya lo han adelantado Bush y Blair- de todos los fracasos en el avance de negociaciones, Sharon aspira a completar su agenda oculta: a) hacer del Muro condenado por Naciones Unidas y por el Tribunal Internacional de la Haya la nueva frontera provisional que dejaría a los palestinos menos del 50% de Cisjordania, con el reconocimiento de la nueva ANP; b) consolidar el 90% de las colonias de Cisjordania; c) hacer que los palestinos acepten la soberanía judía sobre Jerusalén a cambio de un estatus especial de la Explanada de las Mezquitas que de participación a los palestinos; d) hacer que los palestinos renuncien al retorno de los refugiados a cambio del permiso de regreso de una cantidad ínfima, simbólica. Pero la agenda oculta se reserva para Israel el asunto de las fronteras definitivas. Sharon no firmará el fin de la expansión sionista. Ello sería su propio fin. Podrá reconocer la provisionalidad de fronteras delimitadas por el Muro, pero nunca renunciará a toda la Judea y a toda Samaría. De ahí que la solución paz por territorios será concebida por Israel tan sólo como un paréntesis en su aspiración de construir el Gran Eretz, un proyecto que tiene como base el Antiguo Testamento.

Estados Unidos estará siempre del lado de este proyecto. En su concepción obscena y pervertida de la resolución de este conflicto sólo será democrática una autoridad palestina que lo acepte. Está por ver en consecuencia hasta qué punto Sharon y Bush respetarán unas elecciones limpias o pretenderán influir decisivamente en las mismas desde la advertencia reiterada de quiénes deben ser los elegidos. También está por ver si los actuales hombres fuertes de la ANP y la cúpula de la OLP reconocen o no la necesidad de incorporar a Hamas a una estrategia de unidad nacional, lo que podría tener que ver con presiones externas orientadas a imponer una guerra civil bajo el pretexto de limpiar de terroristas Gaza y Cisjordania. Queda por saber si la Unión Europea seguirá una vez más los dictados de Estados Unidos con su Hoja de Ruta llena de trampas, o asumirá por fin una política propia liberada del permanente chantaje israelí que acudiendo al holocausto neutraliza toda iniciativa europea en favor del pueblo palestino, es decir de la justicia. Hasta el presente Solana, Moratinos y otros dirigentes europeos no han hecho otra cosa que adular a los israelíes, dicen que para ganar su confianza; estrategia infame que sólo ha servido para que Sharon se ría de Europa y continúe con su terrorismo de Estado colocando a Israel fuera del derecho internacional.