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Medio Oriente - Asia - Africa

12 de enero del 2004

Justicia para Sadam Husein

Kepa Landa
Deia

Vaya por delante que no pienso ejercer de abogado de Sadam Husein. Los tiranos, déspotas y dictadores no son santos de mi devoción. Y las andanzas, desmanes y desvaríos de semejante personaje, se han prolongado demasiados años para no ser conocidos y sufridos en la distancia.

Su megalomanía, la persecución de minorías y pueblos como el kurdo, no son un modelo a seguir para nadie, ni un ejemplo de modernidad para el mundo musulmán y los países del medio oriente.

Pero el personaje no puede impedirnos ver la situación creada en Irak. No puede ocultar lo que allí está ocurriendo. Y no impide centrar la atención en qué se está haciendo, cómo y por quién.

Su detención fue gran noticia en los medios de comunicación. Pero curiosamente a los EE.UU. ya no les interesa que se hable del personaje en cuestión, y éste ha desaparecido de páginas, ondas y televisores. ¿Por qué? Pasada la ola informativa es el momento de pensar en el alcance de su situación, porque es paradigma de lo que ocurre en esa parte del mundo.

Sadam ha sido detenido en su propio país, por fuerzas armadas de un Estado extranjero. Alguien debiera explicar qué legitimidad tenían esos militares para detener personas en Irak. Y de paso explicar igualmente cuántos prisioneros hay en este momento en Irak, por qué motivos, en qué situación, con qué derechos,…

Porque ya es el segundo ejemplo que nos muestran, de su modelo de justicia y estado de derecho. En Guantánamo continúan presas sin garantía alguna cientos de personas. Y ese modelo de prisión sin jueces, abogados, juicios, ni leyes, lo han extendido ahora a otro Estado más.

Los EE.UU. y sus acólitos aliados nos han dado a todos un cursillo acelerado de las leyes de la guerra, que se reducen a que no hay leyes. Quien tiene la fuerza militar trata de presionar primero con sus reglas diplomáticas. Y si no son suficientes las presiones, se acude al ataque directo sin más trámites. Desde ese momento la razón de la fuerza es la única norma, y pretender desarrollar otro tipo de razones es un vano esfuerzo.

Ahora que el ataque se ha consolidado en forma de ocupación, y los agresores se reparten el botín, cabe preguntarse cuáles son las leyes que están en vigor en Irak. Quién las puede aplicar. Qué estructura judicial independiente puede actuar en su papel de administración de justicia. Y la respuesta no puede ser más obvia. La ley del más fuerte está de nuevo en vigor. Al ocupante no le controla nadie. Y de los ocupados, lo único que preocupa es que molesten al ocupante en sus actividades.

Por ello vamos a conocer la represión penal de todas aquellas conductas, que perjudiquen los intereses económicos y políticos de quienes están rapiñando los bienes iraquíes. Pero no importará lo que puede ocurrir en otros ámbitos de la vida social interna. Será la propia sociedad iraquí la que tenga que recrear sus normas de convivencia, porque los ocupantes poco van a hacer en ese sentido.

Y en este contexto, ¿quién va a juzgar a Sadam? ¿Quién va a nombrar a los que compongan el tribunal que pueda someterlo a juicio? Poca legitimidad tendría un tribunal interno tutelado por fuerzas de ocupación. Pero poca o nula la tendría un tribunal creado ex profeso para el caso, cuando precisamente los EE.UU. han demostrado al mundo que no respeten otras leyes y otras jurisdicciones que las suyas. Y no es de ahora con el Tribunal Penal Internacional, pues ya anteriormente han despreciado resoluciones del Tribunal de la Haya.

Si se hace difícil pensar en un tribunal con legitimidad para juzgarle, ¿qué decir de las normas a aplicar? ¿Qué códigos serían usados para hacer justicia en este caso? Pero sobre todo, ¿de qué se le va a acusar? Porque si repasamos aunque sea puntualmente la historia política de Sadam Husein, el tema promete.

No será por iniciar la llamada Guerra del Golfo, pues quienes se enfrentaron a él no hicieron nada por derrocarlo una vez rindió sus fuerzas ante los ejércitos enemigos. Y desde entonces hasta la última invasión, se le ha dado tratamiento de mandatario de un Estado. Nadie lo entendería.

Supongo que no le acusarán de haber sostenido una guerra anterior con Irán. Porque lo hizo precisamente alentado por los países occidentales, que además del control del petróleo hicieron un pingüe negocio con la venta de armas a ambos bandos.

No creo que le acusen de reprimir a la oposición religiosa y política interna, pues esa práctica se desarrolla hoy en decenas de Estados, y con todos ellos las relaciones diplomáticas se mantienen con normalidad, y no motivan invasiones ni agresiones militares.

Y tampoco le acusarán de haber reprimido a los kurdos y asesinado con gas a miles de personas. Porque es lo mismo que ahora ocurre por ejemplo en Turquía, y nadie dice nada. La misma teoría de no tratar "asuntos internos" de otros Estados, debiera ser aplicada al caso.

Y además, ¿le juzgarían solamente a él, o incluirían a sus cómplices? ¿Juzgarían a quienes le vendieron el gas, a quienes le enseñaron a manejarlo, a las agencias de información que taparon la tragedia, a quienes siguieron teniendo relaciones políticas y comerciales con él, a quienes continuaron vendiéndole armamento,…?

Pero si se hace difícil encontrar leyes, tribunal y hechos para juzgar a Sadam, ¿qué decir de los prisioneros de guerra que ahora mantienen ocultos los invasores? Son soldados o civiles armados, que estaban actuando dentro de su país, y se han enfrentado a fuerzas de ocupación extrañas. ¿De qué les van a acusar, y quién les va a juzgar? Y si eso no va a ocurrir, no hay explicación para que sigan privados de libertad.

EE.UU., Gran Bretaña, España y demás ocupantes deben ser conscientes de que imponer situaciones de fuerza, supone subvertir hasta tal punto el sistema de normas internacionales y de relaciones entre los Estados, que cualquier nueva acción de agresión, con la forma que adopte y sea quien sea el autor, tiene el camino abierto.

No sólo se ha generado un conflicto de difícil control y costoso mantenimiento. Se ha iniciado el siglo con un estilo de actuación que traslada a la política internacional, a las garantías que debieran amparar a los ciudadanos y ciudadanas del mundo, a escenarios más propios de sociedades sin ley ni orden.

No hay más seguridad en el mundo ni hay más justicia, desde que los estadounidenses imponen sus métodos. Y cada vez hay menos libertad. De ello no son culpables solamente los Sadam Husein de turno.