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Latinoamérica

Constituyente en Bolivia

La piel indomestiza

Andrés Soliz Rada
Rebelión

La anunciada Asamblea Constituyente, a realizarse el próximo año, ha desatado expresiones que enfatizan lo que divide a los bolivianos. Como la elección de delegados se hará, probablemente, por circunscripciones territoriales, nada mejor que hablar mal de los demás para conseguir el apoyo lugareño y culpar a "los otros" de nuestros males. Las campañas proselitistas se harán en momentos en que el Estado nacional, que nunca llegó a consolidarse, ha agudizado su debilidad debido a que las políticas neoliberales han exacerbado los conflictos interétnicos y regionales de vieja data.

El escenario se torna aún más preocupante por la existencia de importantes reservas de gas natural, controladas por transnacionales, a las que la existencia de Bolivia les importa menos que un alfeñique. En consecuencia, habría llegado el momento de hipertrofiar los legítimos derechos de nacionalidades y pueblos originarios, víctimas del colonialismo interno, Se olvida, sin embargo, que ninguna cultura es estática y que en los 500 años transcurridos desde la conquista hispana se ha producido un extenso mestizaje, que, sin anular potencialidades culturales e idiomáticas de enorme valor, como las de aymaras, quechuas o guaraníes, ha generado también un común proyecto inconcluso.

Es verdad que el mestizaje ha sido un pretexto para encubrir abusos centenarios a pongos y mitayos, pero es cierto, asimismo, que lo indomestizo, esa combinación inescrutable en la que no se sabe donde comienzan y terminan los genes de unos y de otros, ha tejido un abigarrado entramado, al que llamamos Patria. La punta de ese ovillo está en la migración quechuaymara extendida a todos los confines de la República, la que, mezclada con vigorosas culturas regionales, ha diseñado un común denominador que nos identifica como pueblo y nos diferencia como país. Lo mestizo se ha nutrido del concurso indígena en la guerra de la independencia, en la Junta Tuitiva de la Revolución paceña, en la sangre del Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana, el mayor estadista de nuestra historia, y en el gobierno heroico de Belzu. La piel de la República, nacida con la falla geológica de la opresión indígena, no resistió las invasiones foráneas al Litoral y al Acre, pero comenzó a demostrar consistencia en la Guerra del Chaco.

En ese enfrentamiento fratricida con Paraguay, salió a luz ese silencioso contacto entre campesinos y citadinos, pueblos originarios, mineros, soldados, curas, monjas, pastores evangélicos, estudiantes, campesinos y maestros que fue forjando una comunidad que impidió, en la dramática batalla de Villamontes, que Bolivia fuera fagocitada por sus vecinos. La contienda chaqueña oficializó el nacimiento de lo indomestizo, cuya fuerza social impulsó los procesos de Toro, Busch, Villarroel y, sobre todo, la gesta de abril de 1952. En la perspectiva histórica, la carretera Cochabamba – Santa Cruz, fue el fruto más consistente de la Revolución de abril, al quebrar la visión occidentalista y altiplánica de la República e impulsar el desarrollo del oriente boliviano, estructurado con el esfuerzo de sus propios hijos, al que se sumaron los brazos quechuaymaras.

El centralismo, estructurado por la oligarquía minero feudal, ha caducado. El país enfrenta enormes desafíos que serán encarados por la Constituyente. Allí se debatirán temas tan trascendentes como el nuevo país que queremos, el problema de la tierra, la forma de preservar nuestras culturas y de explotar racionalmente los recursos naturales. Se discutirá, asimismo, desde la conveniencia o no de mantener la división política de la República, hasta el bilingüismo y las bases de la identidad nacional. Sabemos, asimismo, que no podemos parcelar la política exterior, las Fuerzas Armadas, la seguridad nacional, la política monetaria y la planificación económica global. Nuestra diversidad nos obliga a tener planes educativos regionalizados, pero articulados transversalmente por el común anhelo de construir una Patria que nos cobije a todos, en el marco bolivariano impulsado por el presidente Hugo Chávez.

Frente a modelos mecánicos que nos incitan a calcar los cantones suizos o las regiones autonómicas de España, pasando por el federalismo argentino o el unitarismo francés, sólo una verdad es evidente. Bolivia, como todo país, es diferente a los demás y su fortalecimiento dependerá de la capacidad de sus hijos para encontrar respuestas propias a sus inéditos desafíos. La consistencia de la piel indomestica, respetuosa de su propia diversidad, es la fuerza aglutinadora que resistirá a quienes quieren convertirnos en los palestinos del cono sur latinoamericano.