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Una democracia que es revolución
Cádiz Rebelde 
Editorial 
Hugo Chávez Frías, presidente de Venezuela, ha sido refrendado en su cargo por 
abrumadora mayoría de venezolanos y venezolanas. Con ellos, con el pueblo 
bolivariano, el enorme aliento fraternal de todos los pueblos del mundo. Es día 
de enorme júbilo en América Latina. 
La "democrática" oposición que se fusionó para el golpe de estado de abril y 
para el posterior sabotaje petrolero, ha intentado todos los procedimientos de 
fraude durante el largo proceso "revocatorio". Desde la resurrección de muertos 
para que ejercitasen a las órdenes de la oposición el inmortal derecho al voto, 
hasta la clonación múltiple de vivos y difuntos para establecer que el voto 
escuálido vale mucho más que el de los pata en el suelo, pasando por 
el establecimiento del voto múltiple en las decenas de miles de planillas 
–centenares de miles de votos- rellenadas por muy poquitas manos durante la fase 
de petición del referéndum. Además, claro, la guarimba, una especie de 
paramilitarismo urbano que ya había iniciado su andadura de asesinatos y 
provocaciones criminales en la "Masacre de Puente Llaguno". Y como fondo en 
negro las amenazas continuas de los Estados Unidos. 
Ayer se descubrió a tiempo un intento de difundir, mucho antes de que 
finalizaran las votaciones, un comunicado falso de Centro Nacional Electoral que 
anunciaba la revocación de Chávez. 
Con ayuda de los grandes medios de comunicación locales e internacionales y de 
la oligarquía política mundial, la "democrática" oposición venezolana, demostró 
como se puede intentar un fraude por muy escandalosos que sean los 
procedimientos. Insistieron ferozmente en el mantenimiento de una estructura 
electoral que no permitía la votación en los saturados centros electorales de 
los barrios populares, anunciaron la proclamación de resultados a media jornada 
electoral, y orquestaron una verdadera siembra de recelos sobre la posibilidad 
de un fraude desde el gobierno con el apoyo del CNE. Prepararon a la "opinión 
pública" con el lanzamiento de encuestas falseadas y previsiones electorales 
absurdas que favorecían la revocación de Chávez. 
Desde hace meses los medios de comunicación internacionales se dedicaron a 
preparar la credibilidad del futuro fraude. Son maestros en el arte de la 
manipulación. Sólo hay que recordar su última gran hazaña: durante años 
presumieron la certeza de las burdas mentiras sobre Iraq con las que Clinton y 
Bush justificaron un embargo genocida, una guerra brutal y una ocupación 
devastadora. 
Las presunciones de falsedad o de inocencia se reparten equitativamente: la 
primera para los enemigos, la segunda para los amigos de Washington. 
Venezuela acaba de dar una enorme lección de política al mundo. 
La democracia modélica que señalan las élites económicas y políticas de 
occidente sólo sirve para que ellas ganen las elecciones. Como en la Venezuela 
anterior a Chávez todo está minuciosamente organizado para ese único resultado 
legítimo. En esas "democracias representativas de mercado electoral" –paquete 
político del "consenso de Washington"- algunos partidos de izquierda han perdido 
la vergüenza hasta el punto de legitimar un fraude mayúsculo que se repite en 
cada uno de los procesos electorales. La fórmula es: "voto entre opciones 
indiferenciables, mínima movilización política, nula participación política 
real". 
En la Venezuela de la revolución bolivariana todo es radicalmente distinto. Se 
ha cumplido una tarea gigantesca de dignificación y movilización del pueblo en 
un proceso de democracia directa que exige el ejercicio continuo de la 
soberanía. La fórmula democrática, que espanta a todas las oligarquías 
capitalistas del mundo, es totalmente distinta: "máxima participación, máxima 
toma de conciencia, máxima implicación de los ciudadanos". 
La democracia participativa y protagónica ejercida ayer en Venezuela ha 
asombrado a todos los observadores internacionales. Lo han dicho todos los 
honrados y los que conservan un mínimo de decencia, los que no que son ciegos 
por oficio y por dinero. 
Colas enormes de ciudadanos en los barrios populares ejerciendo y reclamando el 
derecho a construir un país. Una movilización gigantesca y organizada que ha 
hecho imposible el fraude, que ha dejado en ridículo las verdades y las 
previsiones que habían decretado los poderes que gobiernan el mundo. 
En Venezuela la democracia huele a pueblo.