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Latinoamérica

Misión en Haití:
Haitianos rechazan la tutela internacional


Evandro Bonfim*
Adital

El principio de soberanía que instaura el Estado moderno y con él la organización del mundo contemporáneo, nunca ha sido tan burlado como a principios del nuevo siglo, con las intervenciones externas en los asuntos domésticos de países como Irak, Afganistán y los propios países sudamericanos bajo la mirada del combate al narcotráfico. El arbitrio internacional de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) está siendo constantemente desconsiderado por potencias internacionales como los Estados Unidos y el Reino Unido, ambos países que ya exploraron colonias en el continente americano.

Como alternativa, la ONU viene usando países carismáticos, como Brasil, para las misiones de pacificación que emprende en todo mundo. El Brasil comparte la condición de nación en desarrollo y el pasado colonial, como muchos de los territorios en donde ha sido convocado a ayudar: la ex colonia portuguesa en Asia, Timor Leste, liberada del yugo indonesio, y actualmente Haití, recién salido de la convulsión social que derrocó al presidente Jean Bertrand Aristide y de la ocupación de sus tierras por tropas de dos antiguas metrópolis del país: Francia y EEUU.

Sin embargo, la condición de tutelado (así como para el Brasil, nación tenida como pacífica pese la sangrienta Guerra de Paraguay), no agrada a los haitianos. "No podemos apoyar la presencia de fuerzas militares extranjeras en nuestro país después de 200 años de independencia", afirma el director de la organización campesina Mouvement des Paysans de Papaye (MPP), Chavannes Jean-Baptiste. En la época de la llegada de las primeras tropas de la misión de paz, se levantó, incluso, una campaña internacional en contra de la presencia militar en el país caribeño, que todavía no logró resultados.

Ya Gérard Pierre-Charles, coordinador del Partido Organización del Pueblo en Lucha, recuerda que el escenario actual repite hechos anteriores, como la última intervención de la ONU tras la ocupación de Haití por 20 mil militares estadounidenses bajo el comando de restaurar la democracia en el país, que sofría con violaciones provocadas, por ejemplo, por el jefe de los rebeldes haitianos Guy Phillipe. Esta ocupación ha durado dos años y terminó con Aristide a su vuelta fraudulentamente al poder.

"Estamos en contra de cualquier tipo de ocupación del país y pedimos explicaciones al gobierno de transición sobre la naturaleza de la presencia de estas fuerzas militares extranjeras en el país, cual es su mandato, su duración. Pero el gobierno, todavía, no dice nada", se queja Chavannes del presidente Boniface Alexandre, convocado para sustituir Aristide y que ha solicitado tanto la presencia de las fuerzas de emergencia como de las fuerzas de estabilización de la ONU comandadas por el Brasil, pero que cuenta con la participación de naciones sudamericanas como Chile y Uruguay.

En jaque la intención de reconstruir Haití

Sin embargo, a pesar de la resistencia de los haitianos, tras los saqueos y destrucciones realizados por la propia población cuando de la derrocada de Aristide, como también a consecuencia de las inundaciones ocurridas en mayo pasado, el país no puede seguir, materialmente, solo. Por eso, el gobierno haitiano pide que Brasil empeñe su palabra de comprometerse activamente en la recuperación económica del país, elemento esencial para se lograr la estabilidad deseada. Haití es considerado por el Banco Mundial, el país más pobre del mundo, y va a recibir más de mil millones de dólares en donaciones para la reconstrucción.

El problema es tal que el primer ministro haitiano, Gerard Latortue, ha solicitado del Brasil transferencia de tecnología agrícola y apoyo a cooperativas de trabajadores rurales para la producción de harina y jugo de frutas. Para el canciller brasileño, Celso Amorim, esto debe ser sólo el principio de la ayuda a ser prestada. "Debe haber un compromiso, a largo plazo, de la comunidad internacional con Haití, de realmente trabajar por cambios, y no ser esta oportunidad más una mera acción militar que, una vez terminada la situación de emergencia, va a dejar el país en la misma situación", defiende Amorim.

Pero, para los activistas haitianos presentes en el Foro Social de las Américas, la semana pasada en Quito, la reconstrucción es solamente un pretexto para que empresas textiles estadounidenses se instalen en el país para explotar la mano de obra local a través de maquiladoras o sweat shops, centros industriales con desgravamientos fiscales y extrema flexibilización de los derechos laborales. Y para ellos, el Brasil es quien prepara el camino para esta invasión económica.

"Brasil, que lidera la fuerza de ocupación internacional en Haití, es muy querido a causa del fútbol. Pero mal saben los haitianos que acá, los brasileños tienen órdenes de matar, caso se necesite. Sobre las fuerzas de paz, encabezadas por Brasil, se denominan fuerzas de reconstrucción. Pero, en realidad, son fuerzas de explotación, y por ello nosotros nos sentimos como Irak", declara Camille Chalmers, secretario de la Platform for the Advocacy of Alternative Development en Haití. Por lo visto, los reclutas brasileños no son tan queridos como los jugadores de fútbol, y pueden enfrentar más riesgos del que supone el ministro de la Defensa de Brasil, José Viegas.

* Evandro Bonfim es periodista de Adital.