VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Hay 102 millones de indigentes que ni siquiera logran darle de comer a sus hijos

La tad de los 400 millones de latinoamericanos no puede satisfacer sus necesidades básicas y hay 102 millones de indigentes que ni siquiera logran darle de comer a sus hijos. Con pobres cada vez más pobres, ricos cada vez más ricos y una clase media que se evapora, una nueva miseria se apodera de América Latina para convertirla en una de las regiones más desiguales del mundo.

Elisa Lieber - Montevideo, AFP
La República

La larga crisis y el costo social de los modelos ultraliberales aplicados en los años 90 agudizaron los profundos dramas de la región y esfumaron las ilusiones de alcanzar el nivel de los países desarrollados.
Niños que viven en la calle, ancianos que mendigan, familias que comen de la basura y profesionales que manejan taxis ya forman parte habitual del paisaje de las principales ciudades latinoamericanas.
Casi 91 millones de personas se convirtieron en pobres en los últimos 20 años: en total, 226 millones de individuos viven con menos de dos dólares al día en América Latina.
No sólo aumentó la cantidad de pobres en términos absolutos, sino que también hubo un nítido crecimiento de la indigencia o miseria extrema: actualmente, hay 40 millones más de indigentes que hace 20 años. Eso significa que 102 millones de personas no tienen los ingresos necesarios para consumir el mínimo de proteínas y calorías que necesarias para vivir.
Al aumento y la profundización de la pobreza en los sectores marginales, se ha sumado un nuevo proceso: la desaparición de la clase media.
"Lo nuevo es que ha cambiado la naturaleza de este fenómeno (la miseria) en América Latina al añadirse a los sectores tradicionales de pobreza los 'nuevos pobres', constituidos por aquellos grupos que la crisis y las políticas de ajuste desplazaron de sus posiciones económicas y sociales", reconoció el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, en una reciente asamblea del organismo.
Con una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, América Latina es -según las estadísticas- el continente donde existe la peor distribución de la riqueza.
"América Latina y el Caribe son la región del mundo con el mayor nivel de desigualdad no sólo en el ingreso, sino también en los servicios como educación, salud, telefonía", entre otros, que incluso superan a los países de Europa del Este y gran parte de Asia, dijo el vicepresidente del Banco Mundial, David de Ferranti, al presentar un estudio titulado: "Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?".
Como ejemplo de la desigualdad en la región, explicó, se puede afirmar que el país latinoamericano más equitativo en el ingreso es más desigual que la nación más injusto de Europa, Europa del Este y es sólo comparable con algunas zonas de Africa y los países surgidos de la desintegración de la Unión Soviética.
En medio de este desolador panorama, lo que más preocupa a los especialistas es el aumento de la pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad latinoamericana, entre ellos ancianos, mujeres, indígenas y, sobre todo, niños.
Un espiral de carencias golpea a millones de familias latinoamericanas, que -según los pronósticos- no pueden avizorar otro futuro más que sus hijos sigan siendo pobres.
América Latina crea nuevos pobres
23 millones de latinoamericanos dejaron de ser de clase media para pasar a ser pobres en los últimos seis años en la región, según cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), dependiente de la ONU.
La clase media ha ido desapareciendo del mapa social en la mayoría de los países de América Latina y cayó en picada en el Cono Sur, que hasta principios de los 90 contaba con una fuerte masa de ese estrato.
"El fenómeno más notable que se registró en los últimos años es el de los nuevos pobres, gente que no era pobre hace algunos años o que sus padres no lo eran. Pertenecían a la clase media y se cayeron en la escalera social", indicó Bernardo Kliksberg, coordinador del área de desarrollo social del BID.
"Esto convirtió a América Latina en la región con más inequidad del mundo. Mientras que en Suiza la clase media representa 60% de la población, en varios países latinoamericanos es menor a 20%", explicó a la AFP.
Argentina -por ejemplo- sufrió un marcado deterioro de la calidad de vida de la población: la tasa de pobreza se duplicó entre 1999 y 2003, al pasar de 19,7% a 41,5%, mientras que la indigencia casi se multiplicó por cuatro, ascendiendo de 4,8% al 18,6%, sobre todo a partir de la crisis de fines de 2001, según Kliksberg del BID.
"Unos siete millones de personas, 20% de la población argentina, dejaron de ser de clase media para transformarse en pobres en los últimos años", precisó. Como resultado de ese fenómeno, muchos individuos optaron por emigrar, mientras otros comenzaron a desempeñar tareas que ellos mismos consideran "humillantes", agregó. Una humillación que se refleja en la cantidad de médicos que venden mercadería puerta por puerta, ex comerciantes que se dedican a pintar casas, profesores que trabajan de meseros por las noches o arquitectos que conducen taxis. El desempeño de cargos inferiores a la capacitación del trabajador, el multiempleo y el desempleo por períodos largos se convirtieron en moneda corriente en América Latina, donde el trabajo se transformó en uno de los bienes más preciados de la sociedad.
En 2003, el desempleo promedio en América Latina alcanzó su peor nivel histórico al ubicarse en 10,7% y en muchos países de la región superó el 20% de la población. La evaporación de la clase media latinoamericana dio lugar a una sociedad cada vez más desigual: "Hay una gran diferencia entre el grupo más rico y el que le sigue", indicó Enrique Ganuza, economista jefe del Programa de la ONU para el Desarrollo para América Latina y Caribe (PNUD).
"La calidad de vida de las personas de clase media bajó, debido a la transformación del Estado, por ejemplo la privatización de la administración de los servicios básicos", afirmó -por su parte- el jefe de unidad de estadísticas sociales de la Cepal, Juan Carlos Feres.
América Latina, donde los pobres son más pobres y los ricos son más ricos
10 por ciento del segmento más rico recibe un ingreso medio 20 veces superior al que recibe el 40% más pobre en América Latina, un continente que -hasta hace poco- era la esperanza del mundo emergente. Ganuza, del PNUD, explicó a la AFP que los pronósticos son desalentadores porque los niveles de desigualdad son "demasiado" altos, una perspectiva que comparte con su colega de la Cepal. "Basados en la experiencia de los últimos 20 años, una de las cosas que realmente preocupan es la rigidez de la distribución del ingreso. Es una dimensión muy preocupante del problema del bienestar. Hay un panorama muy difícil para que se logre un crecimiento. Si no se refuerza la capacidad de ampliar la riqueza nacional, con una mejor distribución de la misma, difícilmente podamos cambiar", afirmó Feres a la AFP.
La inequidad social también es señalada como una de las causas del aumento de la violencia, una gran preocupación para las sociedades latinoamericanas.
El problema de la inseguridad sólo se resolverá cuando la "población logre satisfacer sus necesidades", estimó el economista argentino Eduardo Pompei.
Advirtió además que tales necesidades crecen ante las ostentaciones de riqueza y, "sobre todo, por mensajes que equiparan el éxito individual con la posesión de bienes y marcas que sólo se pueden obtener con ingresos fuera del alcance de más de la mitad de la población". Los expertos destacaron que esta desigualdad en la distribución de la riqueza afecta principalmente a determinados grupos de la sociedad.
"Hay grupos emergentes que están adquiriendo un alto nivel de vulnerabilidad, como los ancianos, las madres jefes de hogar, las etnias y los niños. Aun cuando existen políticas sociales de protección, esos sectores están más presentes entre los grupos más pobres", indicó Feres.
La mayoría de los 500.000 indígenas que vive en la capital mexicana es pobre y, cuando llegan a la megalópolis, "no pueden acceder a una vivienda, ya que sus características no están dentro de lo que establecen las reglas de operación" del mercado inmobiliario, según un informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ciudad de México (Cdhdf). Esta situación los sumerge en una espiral de miseria, que también atrapa a sus familias hasta convertirlas en una masa de personas desprovistas de herramientas para cambiar su situación en el futuro.
América Latina manda sus niños a la calle
Uno de cada tres niños tiene hambre y el 60% es pobre en América Latina, una región -paradójicamente- que tiene una enorme capacidad de producción de alimentos.
En los semáforos o en las puertas de los restaurantes, solos o en grupos, mendigando u ofreciendo golosinas, los menores pululan por las calles de Rio de Janeiro, Bogotá o Ciudad de México, donde pasan el día en busca de algo para comer. "La desnutrición en los menores de cinco años causa déficit en el desarrollo intelectual, afecciones respiratorias agudas, enfermedades infecciosas en general y puede culminar con casos de muerte", indicó Kliksberg. Como consecuencia de esa situación, cada año unos 190.000 niños latinoamericanos fallecen por males ligados a la pobreza que podrían ser prevenidos.
Pero esta miseria no sólo arrastra problemas alimentarios, sino que también provoca deserción escolar y genera trabajo infantil.
Actualmente, unos 40 millones de niños viven o trabajan en la calle en América Latina, denunció la organización no gubernamental Casa Alianza. En Centroamérica, por ejemplo, más de dos millones y medio de menores trabajan.
La cifra de menores que trabaja "coincide con el número de adultos desempleados, por lo que es una paradoja: por una parte, los adultos buscan empleo y no tienen. Por otro lado, hay niños y niñas que deberían estar en la escuela y están trabajando", lamentó un representante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el italiano Guillermo Dema.
Y es que los niños repiten los modelos de sus mayores, muchos de los cuales utilizan la "calle" en su medio de subsistencia.
El "cartonero" es un protagonista más de la vida urbana, tanto en el centro como en el sur del continente, aunque en ambos lugares tenga una acepción diferente.
En Centroamérica llaman así a las personas que duermen en las calles cubiertas de cartones, mientras que en Sudamérica se califica de ese modo a quienes juntan cartón y basura reciclable para luego venderlos. Muchos de los "cartoneros" del Cono Sur recorren las calles en familia, generalmente en carritos tirados por caballos, bicicletas o, inclusive, por ellos mismos. A su paso, hurgan en los recipientes de basura ante la mirada acostumbrada y muchas veces resignada del resto de la población.
En algunos basurales de la región, la policía debió colocar una guardia permanente para evitar que la búsqueda de residuos comestibles degenere en riñas y asesinatos.
Las poblaciones de emergencia -conocidas como villas miserias, favelas, chabolas, ciudades perdidas o cantegriles- se han multiplicado como hongos en los últimos años, sobre todo en las periferias de las metrópolis. En esos barrios precarios se vive cada día en peores condiciones de hacinamiento.
En las favelas brasileñas viven 6,5 millones de personas, cifra que representa más del doble de la población de Uruguay. En la ciudad de Buenos Aires y sus suburbios, las villas miserias cobijan 1,3 millones de habitantes, según Diego P. Gorgal, de la Fundación Atlas.
América Latina, un estanque de pobreza
58 por ciento fue el aumento del gasto social por habitante en América Latina entre 1990 y 2001, según la Cepal, pero los resultados son decepcionantes o apenas visibles.
La lucha contra la pobreza y el desempleo figura en la mayoría de los programas de los gobiernos latinoamericanos, aunque muy pocos lograron resultados efectivos y duraderos.
Algunos países latinoamericanos -como Chile o Panamá- han podido cosechar algunos frutos de una buena gestión económica.
Los chilenos en situación de pobreza mejoraron sus condiciones en los últimos 10 años. Su nivel de vida se acerca a las características que presenta esta franja de la población en los países desarrollados.
La evolución de la calidad de vida de los pobres en Chile se debió a un crecimiento de la economía que estuvo acompañado de políticas sociales a largo plazo, con énfasis en la educación y la vivienda.
Ante los embates económicos internos y externos, según los especialistas consultados, la mayoría de los gobiernos no ha logrado tomar las medidas adecuadas para hacer frente a este flagelo a largo plazo. Los expertos entrevistados por la AFP pronostican una difícil salida de esta situación de miseria, debido al estancamiento en el proceso de superación de la pobreza en la región.
En los últimos años, entre 1999 y 2002, la tasa de pobreza aumentó del 43,8% al 44,0%, y la indigencia alcanzó a 19,4% de la población regional, según la Cepal.
Con este panorama, algunos expertos no sólo vaticinan que la pobreza seguirá siendo un común denominador en América Latina en los próximos años, sino que también se animan a lanzar hipótesis más arriesgadas.
Según Ganuza, "el grado de descontento con la democracia, tiene que ver con la pobreza. Hubo una democratización en América Latina en los últimos años, pero la calidad de vida no conforma.
La situación desesperada que vive la mitad de la población de la región puede abrir la puerta a cualquier tentación totalitaria: la mayoría de latinoamericanos, un 54,7%, estaría dispuesta a aceptar un gobierno autoritario en su región si resolviera sus problemas económicos, según un descarnado informe de la ONU sobre Democracia en América Latina. "La democracia es cuestionada y su sustentabilidad está en duda", insistió Ganuza.
Ese riesgo se evidenció -entre otros casos- con la revuelta social en Bolivia, que derrocó al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, y con la crisis de 2001 en Argentina, donde el mandatario Fernando de la Rúa perdió el poder arrastrado por un vendaval popular.