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Latinoamérica

A 50 años del degüello de Guatemala

Niko Schvarz

La revolución de octubre de 1944 en Guatemala derribó la dictadura del general Jorge Ubico y convocó a elecciones en que resultó electo Juan José Arévalo (el de la Fábula del tiburón y las sardinas), sucedido por el coronel Jacobo Arbenz. El nuevo régimen inició una acción transformadora que incluyó la expropiación de feudos del monopolio bananero de la United Fruit. El imperio respondió con la invasión de las huestes del coronel traidor Castillo Armas desde Honduras, organizada por la CIA. Fue el degüello de la Guatemala democrática y el comienzo de un nuevo ciclo de cinco dictaduras militares. De esto hace hoy 50 años.

La revolución que expropió a la United Fruit

El nuevo régimen consagró a plenitud las libertades democráticas, instauró el voto de las mujeres, la ley orgánica del trabajo, un sistema de seguridad social y de atención materno-infantil, un plan de electrificación rural, la construcción de vías de comunicación. Se propuso el rescate de las riquezas naturales, la ampliación del mercado interno, la liberación de los campesinos mediante la liquidación de los sistemas semifeudales y casi esclavistas existentes. De esa obra ingente se destaca la ley de reforma agraria en un país en el cual el 2% de los propietarios poseía el 70% de las tierras. Decía el canciller Guillermo Toriello: 'Con la reforma agraria estamos liquidando los latifundios, incluso los de la United Fruit. En una política de dignidad nos hemos negado a ampliar las concesiones de esa compañía'.
Esto le valió la acusación de 'cabeza de playa del comunismo en América Latina'. La excomunión fue pronunciada en la X Conferencia de Cancilleres de Caracas de marzo de 1954 por el secretario de Estado John Foster Dulles, con la particularidad de que éste era a la vez abogado y principal accionista de la United Fruit. Y su hermano Allen Dulles era simultáneamente el director de la CIA y ex presidente de la compañía frutera.
La resolución que presentó Estados Unidos bajo el título de 'Declaración de solidaridad para la preservación de la integridad política de los Estados Americanos contra la intervención del comunismo internacional' fue aprobada el 14 de marzo, con el único voto en contra de Guatemala. La OEA justificó con creces su condición de Ministerio de Colonias de los EEUU. En los días previos John Moors Cabot, miembro caracterizado de la diplomacia yanki, declaró que el objetivo de su país en Caracas era la proscripción de 'toda la actividad comunista' en el continente.

El canciller de la dignidad vs. Foster Dulles

La declaración era el anuncio de la invasión que se lanzó tres meses después. Hicieron coro a Foster Dulles los siguientes personajes: el delegado del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, Joaquín Balaguer, a quien los yankis dejaron como presidente después de invadir al país con 25 mil marines en 1965; Núñez Portuondo, canciller del tirano Fulgencio Batista, de Cuba; Sevilla Sacasa, embajador en Washington del verdugo Anastasio Somoza (de Nicaragua) y presidente de la Conferencia. Estos demócratas pura uva se sacaron chispas al servicio del imperio.
El alegato del guatemalteco Guillermo Toriello, que se ganó el título de canciller de la dignidad de América en su enfrentamiento con Foster Dulles, es un documento de latinoamericanismo consecuente. Está incluido en su libro Tras la cortina de banano, con ediciones en México y La Habana, y en su opúsculo anterior, La batalla de Guatemala. Constituyen un material de consulta por contener una lista de las intervenciones yankis en el continente, fundamentadas en la doctrina Monroe que, como el autor demuestra, no es sino una declaración unilateral, carece de generalidad y reciprocidad e invade la jurisdicción soberana de nuestras repúblicas. En su discurso Toriello señala que bajo el rótulo anticomunista se procura suprimir toda manifestación de nacionalismo, independencia económica y progreso social, y que el proclamado 'panamericanismo' es un instrumento para mantener a los pueblos de América Latina en condiciones semicoloniales, para beneficio de los monopolios extranjeros.

Un lago de sangre

El 18 de junio de 1954 se inició la invasión, con la complicidad de las dictaduras de Honduras, El Salvador, Nicaragua y la Dominicana. Las tropas de Castillo Armas perpetraron masacres de campesinos, que la propaganda atribuyó a las tropas leales al presidente Arbenz. Es lo que Miguel Angel Asturias describe en su cuento 'Cadáveres para la publicidad'. Su hijo Rodrigo, antes comandante guerrillero del PGP, fue candidato presidencial de la UNRG tras la firma de los acuerdos de paz de 1996, que por cierto están lejos de cumplirse a cabalidad.