VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica


10 de abril de 2004

Malinche ya no vive aquí

Juan Carlos Monedero- Profesor de Ciencia Política - Universidad Complutense de Madrid - jcmonedero@cps.ucm.es
Rebelión.org


Esta Primavera saldrá a la luz el nuevo libro de Samuel Huntington ¿Quiénes somos?, donde el prestigiado politólogo norteamericano extiende su tesis del Choque de civilizaciones a México, algo ya apuntado en su anterior trabajo pero ahora extremado hasta convertir al país al sur del río Bravo en una civilización peligrosa. La amenaza mexicana estaría representada por la inmigración de este país en los Estados Unidos, llevada a cabo en las últimas décadas y que promete continuar en tanto en cuanto procesos como la actual globalización o el TLC (al que no tiene a bien citar el profesor de Harvard), sigan condenando a la economía mexicana a la subordinación y la miseria.

Huntington lleva cuarenta años marcando la estrategia exterior norteamericana. En los años sesenta, cuando estuvo implicado en labores de inteligencia en Vietnam, publicó El orden político en las sociedades en cambio, alertando de los peligros del cambio social en países que pretendían transitar al socialismo. En los setenta, con La crisis de las democracias (informe a la Comisión Trilateral), impuso el concepto de gobernabilidad sobre el de legitimidad (que cuestionaba la estabilidad y moralidad del capitalismo), y cargó la culpa de los desórdenes a la participación ciudadana. En los ochenta dio a las imprentas de todo el mundo La tercera ola, que señalaba la senda que debían seguir los países ex comunistas tras perder la guerra fría. En los noventa, regaló a Occidente el nuevo enemigo, los árabes, lo que justificaría el rearme de los Estados Unidos, la guerra preventiva y el disparate en que la administración Bush ha convertido Oriente Medio. Ahora, para inaugurar el siglo, nos recuerda la amenaza latina, caballo de Troya en el corazón de los Estados Unidos. Malinche ha emigrado y se ha vuelto aún más peligrosa. ¿Podrá redimirse la princesa azteca?

Un problema central ligado a la globalización está en las dificultades para entender las obligaciones que implica importar mano de obra barata. Se trata de entender que el beneficio que generan los inmigrantes trae consigo la exigencia de compartir los beneficios de la vida social, uno de los cuales es la identidad cultural. Huntington no se cuestiona que el excelente nivel de vida del que disfrutan muchos norteamericanos tenga que ver con los millones de inmigrantes que hacen los trabajos más duros de la sociedad norteamericana a salarios ínfimos (sin contar la deuda social y ecológica que el Norte mantiene con los países del Sur). Al no plantearse esa explotación, puede igualmente ignorar que esos seres humanos quieran encontrar sus propias referencias, las de sus padres, su infancia, la lengua materna, sus recuerdos y su forma de sentir aprendida en el proceso de socialización en su lugar de nacimiento. Para Huntington, la relación social con los inmigrantes termina cuando se les paga un salario que estaría dispuesto a que fuera ?justo?. Su sociedad es sobre todo un mercado.

La inmigración estaría cuestionando los valores norteamericanos: ?Si la tendencia continúa, la división cultural entre hispanos y anglos puede llegar a sustituir a la división racial entre negros y blancos y convertirse en la escisión más grave de la sociedad estadounidense?. Para apoyar sus tesis, recurre a una visión parcial de la historia norteamericana: ?En 1917, el ex presidente Theodore Roosevelt dijo: ?Debemos tener una sola bandera. Y debemos tener una sola lengua. Que debe ser la lengua de la Declaración de Independencia, el discurso de despedida de Washington, la proclamación de Lincoln en Gettysburg y su segunda toma de posesión?, En cambio, en junio de 2000, el presidente Bill Clinton aseguró: ?Confío en ser el último presidente de Estados Unidos que no sepa hablar español (?) A pesar de la oposición de muchos estadounidenses, el español se está aproximando a la lengua de Washington, Jefferson, Lincoln, los Roosevelt y los Kennedy como idioma de Estados Unidos?.

Al igual que ocurriera durante el siglo XIX y comienzos del XX con la clase obrera, y al igual que hiciera la minoría blanca, anglosajona y protestante con la población afroamericana, el único discurso racional para mantener fuera de la ciudadanía a los extranjeros es el discurso del miedo. En Europa lo empezaros a desarrollar en los noventa los teóricos de la democracia liberal (Sartori es de los más relevantes), contando con el altavoz de los medios de comunicación y la derechización del continente en los veinte años de hegemonía conservadora. Los sucesos del 11 de septiembre y el posterior 11 de marzo de Madrid han alimentado en la opinión pública el argumento de Huntington del ?choque de civilizaciones?. Es el último cartucho retórico del sistema.

Sin embargo, en el centro de esta argumentación desaparecen las razones históricas o se tergiversan. No se explica cómo Occidente, especialmente los Estados Unidos, como potencia hegemónica durante la práctica totalidad del siglo XX, se encargó de desmantelar aquellos países a los que luego ha acusado de Estados canallas, fallidos o terroristas. Dos de los casos más emblemáticos son los de Irán y Afganistán, donde los norteamericanos impidieron en repetidas ocasiones que cuajaran alternativas socialistas fomentando golpes de Estado y gobiernos de dictadores títeres. El caso mexicano, que ahora parece preocupar tanto a Huntington, es otro gran ejemplo de intervención norteamericana para evitar que la revolución que constitucionalizó por vez primera los derechos sociales en el mundo (Querétaro en 1917) transformara el país e impidiese ser el patio trasero que deseaban los estrategas de la Casa Blanca. En vez de choque de civilizaciones debiéramos hablar de una civilización de choque: la norteamericana.

Recuerda Huntington que Texas, Arizona, Nuevo México, California, Nevada y Utah fueron mexicanas, y también consiente en que los mexicanos, al no olvidar ese episodio de su historia, ?sienten que tienen derechos especiales sobre esos lugares?. En realidad, simplemente constata lo que es obvio. Sin embargo, lo relevante es que continúa el argumento para advertir que el suroeste de los Estados Unidos podría convertirse en el Québec norteamericano (zona canadiense de cultura francesa con tensiones secesionistas). Para insistir en el discurso del miedo termina: ?La historia demuestra que, cuando la gente de un país empieza a referirse al territorio de un país vecino en términos posesivos y a reivindicar derechos especiales sobre él, hay serias posibilidades de conflicto?. Que no diga México que no está siendo avisado.

El argumento del miedo es llevado al paroxismo para que pueda ejercer su efecto catártico. Al igual que otros enemigos del interculturalismo, la presencia del extranjero se caricaturiza y extrema para criminalizar su comportamiento (algo que ya se hizo con el comunismo durante la guerra fría). Si para Giovanni Sartori los inmigrantes de origen árabe son todos malvados con una daga en la mano (ahora con dinamita) que están esperando detrás de las puertas para extirpar el clítoris a las mujeres occidentales y volar nuestras iglesias, los mexicanos de Huntington son sediciosos que no aman lo suficiente al país que les da de comer: ?En 1994, los estadounidenses de origen mexicano se manifestaron enérgicamente contra la proposición 187 de California ? que limitaba las prestaciones de Seguridad Social a los hijos de inmigrantes ilegales ? recorriendo las calles de Los Ángeles mientras ondeaban decenas de banderas mexicanas y volvían boca abajo las de EEUU. En 1998, en un partido de fútbol entre México y EEUU en esa misma ciudad, los mexicanos abuchearon el himno nacional estadounidense y atacaron a los jugadores de la selección. Y esas acciones de rechazo tan espectaculares no son exclusivamente obra de una minoría extremista dentro de la comunidad de inmigrantes mexicanos. Muchos no parecen identificarse, ni ellos ni sus hijos, con Estados Unidos?. Parece ser que, cada cuatro años, hay terribles sucesos que estremecen la tranquila conciencia del antiguo jefe de contrainsurgencia en Vietnam.

Es sin más obvio que para un mexicano tenga más significación el grito que el 4 de julio, además de que toda la construcción simbólica norteamericana se ha hecho para las élites anglosajonas. Resulta cuando menos atrevido que, como científico social, no constate Huntington que es más fácil para un mexicano identificarse con los tacos que con el pavo del día de Acción de Gracias, aún más cuando nunca se les ha hecho partícipes en los Estados Unidos de las ventajas de vivir en sociedad más que como consumidores (y por lo común en los estratos bajos del mercado). En Los tres caballeros de Walt Disney el gallo mexicano era tonto (como malvados los árabes de Aladdin, simples los negros en Mary Poppins, estúpidos los españoles de David Crocket, etc.). Ni Hollywood ni los libros escolares, ni el trato a los inmigrantes ni el papel reservado a los hispanos en el ejército favorecen una identificación que pueda arraigar en sus perversos corazones.

El principal peligro que enuncia Huntington está en que ?se obstruya el crisol?, es decir, que se frene la asimilación por parte de los inmigrantes de las pautas de los padres fundadores de los Estados Unidos. Citando a un profesor de la Universidad de Nuevo México, advierte nuevamente: ?en 2080 los Estados del suroeste de EEUU y los Estados del norte de México habrán constituido la República del Norte?. Mientras tanto, existiría el riesgo de que la concentración étnica no hiciera deseable la asimilación a la ?vida cotidiana, multiétnica y de habla inglesa?. El prototipo de región peligrosa está servido: Miami.

Ahora bien, ¿ha ocurrido algo para que Miami se convierta en una señal de peligro? La aculturación de Miami la resume Huntington con una pegatina de coche que rezaba: ?El último estadounidense que salga de Miami, por favor que traiga la bandera?. Pero no es Miami lo que molesta a Huntington, pues la ciudad siempre se ha significado por su fuerte carácter anticastrista y su enemistad con la revolución cubana (algo de lo que participa Huntington). La comunidad de Miami siempre ha compartido la política exterior norteamericana y nunca ha puesto en cuestión el american way of life. ?La hispanización de Miami fue rápida y explícita, y estuvo impulsada por motivos económicos, La hispanización del suroeste es más lenta e implacable, y está impulsada por motivos políticos (?) En el suroeste, la inmensa mayoría de los inmigrantes mexicanos son pobres, sin cualificar y con escasa educación, y sus hijos se enfrentan a condiciones similares?. El problema pues, como ya ocurrió anteriormente con otros grupos marginados del bienestar social en siglos anteriores, es la toma de conciencia y las ?espectaculares? respuestas en forma de manifestantes reclamando derechos sociales acordes con su contribución laboral en la sociedad norteamericana.

Sabe Huntington que el neoliberalismo está dando en América Latina sus últimas bocanadas y quiere poner la venda antes de que la herida sangre a la puerta de su casa. Todo inmigrante latinoamericano que no haya leído y aprendido La cabaña del tío Tom y el modelo de inmigrante bueno se convierte en un gran peligro. No deja de llamar la atención que Huntington, para reforzar su apuesta por la superioridad de los valores norteamericanos respecto de los mexicanos, recurra a Jorge Castañeda, con quien parece compartir desprecios similares respecto del carácter de los ciudadanos de México (además de análisis acerca del papel de Cuba en el contexto latinoamericano). En la misma línea, cita el politólogo de Harward al empresario Lionel Sosa, quien afirma que los mexicanos tienen como rasgo ?la aceptación de la pobreza como una virtud necesaria para entrar en el cielo?, junto a un comentario de un tal Alex Villa recogido por Robert Kaplan (otro neoconservador), quien afirmaría que ?no conoce a casi nadie, en la comunidad mexicana del sur de Tucson, que crea que la educación y el trabajo son la vía hacia la prosperidad material y que, por tanto, esté dispuesto a participar en EEUU? (no deja de ser curioso que, pese a la supuesta invasión latina no mencione trabajos de científicos sociales mexicanos, fuera de Jorge Castañeda). En definitiva, los mexicanos son vagos, beatos, analfabetos, más preocupados por el pasado que por el futuro y protestones. Tosco retrato de un país al que se tiene que temer tanto.

Termina Huntigton con esas buenas formas a las que acostumbra, quitando fuego al asunto para, en verdad, azuzar espasmódicamente las conciencias de los que deben saber que su pasado, su presente y su futuro, sus dioses y sus demonios, sus propiedades y la virginidad de sus hijas van a ser arrebatadas por los nuevos bárbaros. ?La transformación de Estados Unidos en un país (bicultural) no tendría que ser el fin del mundo, pero sí sería el fin del país que conocemos desde hace tres siglos. Los estadounidenses no deben dejar que ocurra, a no ser que estén convencidos de que esa nueva nación será mejor. (?) No existe el sueño americano. Sólo existe el American Dream creado por una sociedad angloprotestante, Si los estadounidenses de origen mexicano quieren participar en ese sueño y esa sociedad, tendrán que soñar en inglés?. Aunque sean nightmares.

No se ha insistido lo suficiente en el hecho de que el neoliberalismo en crisis tiende a militarizarse. Los sucesos que se observan en Iraq o Afganistán ya forman parte de ese proceso. El Plan Puebla-Panamá, el recrudecimiento del conflicto en Colombia o la intervención norteamericana en el golpe de Estado de Venezuela son mojones también de ese camino. Mojones que siempre han venido precedidos de su justificación intelectual. De ahí que tengan que preocupar las palabras de Huntington, preocupación que se agrava vista su influencia en las últimas décadas.

?Los nuevos nacionalistas blancos ? continúa el ideólogo del Departamento de Estado ? no defienden la supremacía de la raza blanca, sino que creen en la supervivencia racial y afirman que la cultura es producto de la raza. Sostienen que estos cambios anuncian la sustitución de la cultura blanca por otra negra o mestiza, intelectual y moralmente inferior?. Y para que no quepa duda de lo que puede pasar menciona el ejemplo por excelencia del enfrentamiento atávico: ?Cuando un grupo social, étnico, racial o económico sufre o cree sufrir pérdidas de poder y categoría, casi siempre se esfuerza para dar la vuelta a la situación. En 1961, la población de Bosnia-Herzegovina era un 43% serbia y un 26% musulmana. En 1991 era un 31% serbia y un 44% musulmana. Los serbios respondieron con la limpieza étnica. En 1990, la población de California estaba formada por un 57% de blancos no hispanos y un 26% de hispanos. Se prevé que para 2040 sea un 31% de blancos no hispanos y un 48% de hispanos. La posibilidad de que los blancos californianos reacciones como los serbobosnios es nula. Pero la posibilidad de que no reacciones también es nula?. Malinche quiere dejar de estar maldita. Y a Huntington, como buen colonizador, le asusta. Convendrá no dejarla sola.