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Latinoamérica

URUGUAY: EL PACTO DE PUNTA CARRETAS
MUTIS POR EL FORO

Guillermo Waksman
BRECHA

La versión más difundida es que, en una jugada maestra, Jorge Batlle le impuso un candidato forista al líder del Foro. Poco menos que habría logrado vengarse del brazo que le arrancó Sanguinetti hace 15 años, cuando prefirió a Tarigo como su posible sucesor. La realidad es más compleja: como puede pasar en la perinola, esta vez todos ganaron, aunque para algunos la tajada haya sido mayor y más sabrosa.

La lista 15 tenía un problema: el senador Alejandro Atchugarry no aceptaba ser candidato presidencial y no había sustituto potable. Julio María Sanguinetti tenía otro problema: no quería ser candidato porque podía aspirar, a lo sumo, a ganarle al Partido Nacional en octubre. En esa hipótesis, lo más probable es que al mes siguiente le ocurriera lo que para él sería la peor de las desgracias: perder un mano a mano con Tabaré Vázquez. Finalmente, Guillermo Stirling era el candidato cantado para sustituir a Sanguinetti en el caso de que éste finalmente decidiera no postularse, y ése era precisamente su problema: a nadie le gusta entrar como suplente sólo porque el titular se lesiona o, peor, porque no quiere perder.

No se trataba de resolver de cualquier manera esos tres conflictos; cada uno de ellos requería una salida digna. La 15, 'sólo' por no tener ningún candidato con posibilidades, no podía limitarse a acompañar al candidato del Foro Batllista, fuera quien fuera y lo eligiera quien lo eligiera. No alcanzaba con seguir el viejo proverbio que aconseja 'antes de ser derrotado por tu enemigo, súmate a él'. Era necesario dar la impresión de que no había vencidos ni vencedores (o por lo menos, que el sector del actual presidente no fue vencido). Había que poner alguna condición y, de ser posible, tomar la iniciativa de proponer al candidato común. Sólo así se disimularía la imagen de una subida al carro de último momento, ante una situación de emergencia.

Sanguinetti precisaba un mutis elegante. Que nadie fuera a pensar que abandona el timón ante la inminencia del naufragio, que lo corría el lejano tercer lugar que el Partido Colorado ocupa en todas las encuestas o el hecho de que la opinión pública tenga un mayor rechazo por él que por Stirling. Otro hecho lo condicionaba: él podía competir contra cualquier postulante colorado -Atchugarry u otro de la 15, Alberto Iglesias (UCB), Manuel Flores Silva (Cbi), Ricardo Lombardo (Fuerza Independiente de Renovación, Fir) u Ope Pasquet- pero no contra uno de su propio sector: el liderazgo no está en juego; lo único que se disputa es la candidatura y ésta la decide el líder, o sea él. Por esas dos razones estuvo tanto tiempo sin decir que sí ni que no, o -retomando su propia metáfora del caballo al cual nunca se habría subido- con un pie en el estribo y el otro en la tierra. No faltarían quienes salieran rápidamente a calificar su paso al costado como 'un gesto de grandeza' o 'de magnanimidad y de apertura', como el senador Pablo Millor y el diputado Washington Abdala (El País, jueves 11).

Stirling, por su parte, estaba dispuesto a ser candidato. Sabía que sus posibilidades de ganar son prácticamente iguales a cero. Pero no se está inmolando: si sale tercero, como es probable, nadie le podrá reprochar nada porque es el lugar desde el cual arranca y fueron otros los dirigentes que pusieron al partido en esa posición. Pero además, cada punto porcentual que avancen los colorados -y en los tramos finales de una campaña todos los partidos crecen gracias a los indecisos- se computará a su favor. Eso sí: no podía ser candidato como último recurso, sólo porque alguien tenía que cumplir ese papel. Tampoco podía seguir esperando a que el número uno, cual Hamlet sin calavera en la mano pero con urna, decidiera subir o no subir al caballo. Debía dar un paso al frente por voluntad propia, y no sólo porque alguien lo daba al costado. Nada mejor, entonces, que anunciarle al propio líder del Foro que él será candidato 'bajo cualquier circunstancia', es decir incluso en el caso de que debiera competir con él por esa candidatura. No sólo anunciarlo, sino que trascendiera. Que todo el mundo lo supiera. No sólo él quedaba bien parado al asumir el papel de desafiante; además su interlocutor tenía un argumento que le ayudaba a poner los pies en polvorosa invocando la unidad.

La galera

Había que pergeñar una fórmula que tuviera en cuenta todos esos ingredientes. Salió, dicen, de la galera de Batlle. Es muy probable. Tiene su impronta. Pero sin duda contó con el visto bueno no sólo de Stirling sino también del propio Sanguinetti. No da la impresión de que ésta sea la revancha del 89. Más bien parece que se hubiera cocinado lentamente entre los tres, a lo largo de las reuniones que mantuvieron entre el domingo 29 de febrero y el sábado 6, algunas en la casa de Sanguinetti, que cada vez que participó jugó de locatario, y otras en el Edificio Libertad.

Por supuesto que fue una decisión cupular y que una vez más hubo dedazo. Pero eso no tiene nada de extraño: el Partido Colorado no tiene el hábito de tomar sus resoluciones en sus órganos de base. ¿Cuánto tiempo hace que no se reúne la Convención? Ni siquiera lo hace regularmente su Comité Ejecutivo Nacional. Y en todo caso, aquí se trataba de un acuerdo entre dos sectores, los principales, es cierto, pero no más que eso. No tienen mucho fundamento, entonces, las protestas de dirigentes de otros sectores que participarán en las internas, por más que este acuerdo reduzca aun más sus pocas posibilidades.

Es cierto que tampoco participaron en las deliberaciones otros dirigentes de la 15 ni los del Foro (más allá de que los quincistas José Luis Batlle, Juan Justo Amaro y Juan Adolfo Singer y el forista Luis Hierro tuvieron alguna intervención incidental), y que la mayoría de ellos se enteró de su resultado por la prensa. En el grupo del presidente la noticia fue muy bien recibida y la sensación fue de alivio. En el Foro, en cambio, hubo quejas, más que por el resultado final, según se dijo, por los procedimientos. Las protestas provinieron, sobre todo, del senador Julio Herrera y del cogollo forista de Canelones, partidarios de la candidatura de Sanguinetti. Ayer, jueves, al cierre de esta edición, estaba reunida la Agrupación de Gobierno Ampliada del Foro Batllista, que preside Sanguinetti. Se esperaba con ansiedad su informe previo a la proclamación de la candidatura de Stirling.

Algunas incógnitas

La existencia de una candidatura común de los dos sectores mayores del Partido Colorado hará que las internas de esta colectividad tengan menor interés, aunque no sea poco lo que habrá de dirimirse en esa instancia. Poco menos que descartados los otros candidatos, se definirá, por un lado, el candidato a la Vicepresidencia o, en rigor, cuál de los dos sectores acuerdistas lo elegirá (el que logre más votos, parece). En principio, habría que apostar a que esa tarea le corresponderá al Foro, y a partir de ahí las posibilidades se multiplican (Hugo Fernández Faingold, Washington Abdala, incluso, llegado el caso, alguien de la 15, porque el acuerdo no impide que sea de otro sector). Pero además se elegirá la Convención y, más allá de que este órgano no tenga, a esta altura, incidencia alguna en la vida partidaria, la posición que logren los distintos dirigentes es una especie de adelanto de la configuración de las listas al Parlamento.

Según el acuerdo Foro-15 en principio Sanguinetti y Batlle encabezarán las listas al Senado de sus respectivos sectores (aunque eso no está confirmado en el caso del actual presidente, que parece haberse olvidado que hace cuatro años estaba en la Estación Carnelli). Existen abundantes antecedentes de líderes que se postulan al Parlamento y que finalmente, en lugar de asumir sus bancas, las ceden a dirigentes con menor convocatoria electoral: entre otros, el propio Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle. Pero esta vez el líder del Foro ya ha dicho, como lo hizo en la última elección, que en el caso de un triunfo de la izquierda asumiría su lugar en el Senado para encabezar desde allí la oposición al nuevo gobierno.

Si la proclamación del candidato colorado a la Vicepresidencia no tiene demasiada importancia, el acuerdo de Punta Carretas que consagró la candidatura única de Stirling deja algunas interrogantes. Las especiales circunstancias que lo rodearon y la peculiar situación del Partido Colorado permiten descartar que se trate de una remake del Batllismo Unido, la agrupación que reunía a ambos sectores y que terminó destruida a raíz de la interna de 1989 entre Batlle y Enrique Tarigo.

Las primeras preguntas las dejó planteadas el politólogo Oscar Botinelli (miércoles 10, en radio El Espectador): '¿Cómo va a ser la campaña electoral? ¿Va a ser una campaña donde el candidato presidencial, Stirling, va a formar su propio equipo de campaña, va a tener su jefe de campaña y su propio equipo recaudador? ¿O la 15 y el Foro van a poner todos los soportes y los apoyos? Va a haber un juego muy interesante porque, obviamente, más allá de Stirling, Batlle y Sanguinetti, hay gente interesada en que Stirling se posicione solo, gente interesada en que lo rodee la 15 y gente interesada en que lo rodee el Foro'.

Otra incógnita a despejar -sin duda la más trascendente- es cómo incide en la competencia electoral el hecho de que el candidato sea Stirling y no Sanguinetti, más allá de que éste haya acompañado la fórmula común para evitar una derrota histórica, como se coincidió en la Mesa Política del Frente Amplio el lunes 8. Si la falta de renovación de los candidatos de los partidos tradicionales ha contribuido hasta ahora al paulatino crecimiento de la izquierda, parece atinado suponer que Stirling y, en el caso del Partido Nacional Jorge Larrañaga, si se impone a Lacalle, serán rivales más difíciles para la izquierda: porque son caras nuevas, al menos en la carrera presidencial; porque, al ubicarse más al centro que los líderes de ambos partidos tradicionales, compiten con la izquierda al menos por una parte del electorado; y porque, al tener una imagen más tolerante, generan un rechazo menor en muchos ciudadanos hoy indecisos que podrían volcarse hacia Vázquez.