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Latinoamérica

Incógnitas de El Salvador

José Steinsleger
LA JORNADA

Cincuenta años de dominación oligárquica y gobiernos represivos (1931-79), doce de guerra civil (1980-91) y otros tantos de capitalismo salvaje acabaron por desintegrar y corromper el tejido social de El Salvador (1992-2004). La interrogante se justifica: ¿qué porvenir le queda a un país que al nacer como república independiente se integró y fue viable en la federación centroamericana impulsada por el general Francisco de Morazán (1824-1839)?
Hasta fines del siglo XIX, El Salvador vivía del añil. Durante el siglo pasado se conformó una oligarquía cafetalera que hoy no tiene donde colocar sus productos y una burguesía industrial sin luces empresariales, surgida en 1960 bajo el ala de un pretencioso y paupérrimo Mercado Común Centroamericano. Hoy El Salvador vive de los dólares que sus pobres transfieren desde Estados Unidos.
En el decenio de 1980, El Salvador fue "noticia". La guerra de clases que tuvo lugar en su territorio (diminuto como el de Israel y con igual número de habitantes) acabó con un saldo varias veces superior a las bajas de israelíes y palestinos: tres muertos y medio por kilómetro cuadrado, 75 mil en total.
En el campo diplomático y militar, la solidaridad mexicana estuvo presente. En 1981, México y Francia emitieron una declaración conjunta confiriendo representatividad política al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en alianza con el socialdemócrata Frente Democrático Revolucionario (FDR).
En las filas del pueblo salvadoreño cayeron más de 160 mexicanos en combate. ¿Alguien los recuerda? Desde la época prehispánica y durante las luchas independentistas y antimperialistas, la presencia de México en El Salvador no fue casual. El territorio conocido con el nombre de Cuscatlán había sido poblado por los pipiles de Topilzin Acxtil, último señor de Tula, quien emigró en busca del presunto lugar de origen de los toltecas. El náhuatl fue y sigue siendo lengua madre entre los indígenas, por influencia del imperio mexica.
Siglos después, en condiciones menos dignas, los descendientes de aquellos pueblos recorren el camino inverso: son los maras, bandas tribales de adolescentes violentos, nacidos durante la guerra y la pobreza extrema cultivada por el modelo económico neoliberal.
Sólo en El Salvador (pues el fenómeno también alcanza a jóvenes de Guatemala, Honduras y Nicaragua) el número de maras triplica el de los 8 mil guerrilleros que llegaron a tener las organizaciones armadas, superando la cantidad de efectivos de la Policía Nacional Civil. En marzo de 1998, rigiendo la "paz" y "democracia" de los politólogos impolutos, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estimó que, anualmente, 25 por ciento del crecimiento económico potencial de El Salvador se perdía "a causa de la violencia política y criminal". Los nuevos informes del BID, organismo "apolítico" del FMI, son del mismo estilo.
El BID desestima que durante el gobierno de Francisco Flores, el peón más obsecuente de Washington en el continente, y a consecuencia del incumplimiento permanente de los acuerdos de paz suscritos en enero de 1992 en el castillo de Chapultepec, la violencia social creció a extremos de abrir serias dudas sobre la gobernabilidad del país.
Elías Antonio Saca, presidente electo en los comicios del domingo pasado, dijo que lo eligieron "para resolver el futuro, no para revolver el pasado". Sin embargo, a la entrada del cuartel general de su partido, Alianza Republicana Nacionalista (Arena), surgido del terror fascista, se erige la estatua de su fundador: el mayor Roberto D'Aubuisson (1943-1992), jefe de los escuadrones de la muerte a quien el ex embajador de Estados Unidos, Robert White, definió como un "sicópata asesino".
El 24 de marzo de 1980 -hoy se cumplen 24 años- el grupo de D'Aubuisson asesinó a monseñor Arnulfo Romero durante una misa en la que estaba presente el arzobispo primado de México, cardenal Ernesto Corripio Ahumada.
Entre las prioridades de Saca figura la demanda sentida del puñado de oligarcas que controlan el país: represión y "mano superdura" contra los maras. Criminalización del conflicto social que podría resultar más difícil que luchar en el monte o derrotar en las urnas al FMLN.
El FMLN obtuvo más de 800 mil votos razonados y conscientes. Dada la previsible campaña de intimidación y confusión de la oligarquía, el terrorismo mediático y el intervencionismo de Estados Unidos en los comicios, puede decirse que más de 30 por ciento de los votos son muchos votos.
La causa del FMLN en adelante deberá retomar y actualizar desde abajo los ideales de Morazán, que en las circunstancias actuales tienen más vigencia que nunca. El respaldo democrático conseguido por el FMLN en este país, donde alguna vez Saint-Exupéry divisó desde su avión a El Principito cultivando rosas en un volcán, permitirá, algún día, lavar la sangre que en el siglo pasado derramaron miles de héroes por la liberación de América Central.