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Latinoamérica

La carta que no publicó El País

LOS MARINES SACARON DE SU RESIDENCIA AL PRESIDENTE DE HAITÍ ENCAÑONADO Y ESPOSADO

Arachu Castro
La Jiribilla (Cuba)

Hola XXXXXXXXXXXXX: Acabo de dejarte un mensaje en el contestador. El 12 de enero de 2003 nos publicaste en El País un artículo sobre Haití, "Castigo a los más pobres de América", escrito por Paul Farmer y por mi. Desde entonces, y de mucho antes, hemos seguido a diario la situación de Haití y la campaña de desinformación lanzada desde el gobierno actual de los Estados Unidos y desde la Unión Europea.
Hace unas tres horas, Mildred Trouillot, abogada y mujer de Jean-Bertrand Aristide, nos llamó desde la República Centroafricana. Nos contó que ayer por la mañana el embajador Foley de los Estados Unidos se presentó en su residencia rodeado de un grupo de Marines quienes les apuntaron con sus armas y les esposaron. El embajador les dijo que si no se iban inmediatamente del país, habría una carnicería ("carnage" fue la palabra que empleó). Se los llevaron acto seguido al aeropuerto, sin ni siquiera tener tiempo de hacer una llamada. El editorial de hoy de El País explica que Aristide huyó de Haití. En realidad fue secuestrado y expulsado. Los hechos recuerdan más a los de Allende en el Palacio de la Moneda, salvo que en el caso de ayer no mataron al presidente de un país soberano.
Un ejemplo de desinformación es que casi toda la prensa publica que Aristide ganó en unas elecciones fraudulentas. Como explica nuestro artículo del año pasado, las elecciones que la "oposición" haitiana consideró fraudulentas fueron las legislativas de mayo de 2000. Pero la comunidad internacional aceptó las elecciones presidenciales de noviembre de 2000, por las que Aristide ganó con 65% de participación electoral y 92% del voto. Juan Jesús Aznárez fue uno de los tantos periodistas que omitió que cuando Aristide retomó la presidencia solicitó a los siete senadores de su partido, elegidos por mayoría simple en mayo de 2000 pero que no celebraron una segunda vuelta, que renunciaran a su cargo, cosa que hicieron (el octavo senador era de uno de los tantos grupúsculos de la "oposición"). La Unión Europea y los Estados Unidos utilizaron el pretexto de estos senadores, a pesar de que renunciaron, para bloquear la ayuda prometida al Gobierno de Haití para reconstruir el país tras el golpe de 1991 a 1994. El artículo que nos publicasteis el año pasado fue uno de los primeros en denunciar el bloqueo de la ayuda. El resto de la prensa se quedó callada, hasta este mes cuando por casualidad toda la prensa internacional empezó a explicar que debido a las elecciones fraudulentas de Aristide la comunidad internacional se vió obligada a bloquear la ayuda al gobierno. En realidad, Aristide estuvo arrinconado desde que asumió la presidencia en febrero de 2001, y tuvo muy poca maniobra de acción para crear y reforzar, a contracorriente, las instituciones que iban a permitir la democracia en Haití. Muchos de los artículos publicados en El País este mes y escritos por Aznárez están llenos de errores factuales, lo cual conduce inevitablemente a graves errores de interpretación.
Tal como escribisteis en el editorial del sábado pasado, los "rebeldes" tienen muchos antecedentes criminales. Está ampliamente documentado que estuvieron financiados y formados por la CIA ( The Nation tiene varios artículos escritos por Nairn que lo confirma). También está documentado que estos "rebeldes" son el brazo militar de la "oposición" haitiana: el 22 de noviembre pasado hubo una reunión entre ambas facciones en el norte de Haití donde ondeaban las banderas de la época de los Duvalier. En varias entrevistas, los líderes de estos terroristas explican que su único objetivo era arrestar a Aristide, pero que responden a las órdenes de otros. ¿De la "oposición" haitiana? ¿De un gobierno extranjero? Pongo comillas a la palabra oposición porque en realidad representan a más de 400 grupos diferentes, elegidos por 8% del electorado, cuya única plataforma común era la destitución de Aristide. Y porque esta "oposición" está liderada por André Apaid, ciudadano de los Estados Unidos (de origen libanés nacido en Nueva York) y sin nacionalidad haitiana, pero dueño de quince fábricas en Haití y con grandes intereses comerciales en los Estados Unidos. Cuando Aristide quiso subir el salario mínimo, que es de 1,60 dólares de Estados Unidos por día, Apaid y la élite que representa se opuso y el salario mínimo no aumentó. Se trata de un dato importante, porque Haití es una fuente de mano de obra baratísima y a tan poca distancia de los Estados Unidos que es uno de los mejores paraísos para quienes se interesan en obtener márgenes sustanciosos de beneficio sin crear empleo digno.
Me encantaría seguir hablando contigo de este tema, y espero que El País contribuya a esclarecer los hechos.
Muy agradecida, Arachu Castro