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Latinoamérica


15 de marzo del 2004

Demasiados enemigos para el 'ayatolá del Caribe'

Roberto Montoya
El Mundo

Si los dos periodos de Titid Aristide como presidente de Haití han resultado sumamente turbulentos, no ha sido menos tortuoso el camino que recorrió hasta llegar a ese cargo. Su programa electoral, sus promesas, venían avaladas por años de lucha y resistencia contra la tiranía de los Duvalier y ello explica la masividad del apoyo que obtuvo en las urnas. El entonces sacerdote tenía en su contra no sólo a los sanguinarios Duvalier, sino también al gran protector de éstos, Estados Unidos, y, el hecho de ser entonces un representante de la Teología de la Liberación le hizo también sufrir las represalias del Vaticano.

Bajo el paraguas de la Doctrina Monroe, Estados Unidos había invadido con sus marines Haití en 1915 y tras aniquilar la resistencia popular, permaneció con sus tropas y funcionarios en ese país hasta 1934, modelando no sólo la economía haitiana de acuerdo a sus propios intereses, sino también diseñando sus Fuerzas Armadas.Estas serían especialmente mimadas durante la Guerra Fría, y particularmente tras 1959, cuando en la vecina Cuba una revolución armada derrocó al dictador pronorteamericano Fulgencio Batista.

La imagen de terror que se ganó rápidamente en el mundo la dictadura de Françoise Duvalier (1957-1971), con sus matanzas diarias, sus terribles centros de torturas y los campos de concentración, llevó a John Kennedy a ejercer fuertes presiones sobre su régimen.

Las relaciones diplomáticas se rompieron en 1963, y al llegar Johnson al poder, EEUU buscó una alternativa a Duvalier, temiendo que el emergente movimiento izquierdista haitiano lograra derrocarlo y se hiciera con el poder. Por ello, a finales de los 60, la CIA adiestró y financió a grupos armados derechistas, pero antiduvalieristas, que bajo el nombre de Coalición Haitiana de Fuerzas Democráticas, llevaron a cabo incursiones armadas contra Duvalier. A pesar de estar pertrechados con aviones y armas pesadas, las tropas haitianas lograron derrotarlos.

Poco después EEUU cambiaría nuevamente de táctica, y en 1971, el entonces embajador norteamericano en Haití, Clinton Knox, se erigió en el hombre clave para garantizar que se cumpliese el legado de Duvalier: que le sucediera en el poder su hijo Jean-Claude, Baby Doc, que contaba con sólo 19 años. Knox prometió entonces, en nombre de su Gobierno, ayuda al joven Duvalier, mientras el Pentágono desplazaba a la zona buques de guerra para impedir que la momentánea acefalía de poder fuera aprovechada por los opositores del régimen.

Tras el levantamiento militar encabezado por el jefe del Ejército haitiano, el teniente coronel Henri Namphy, EEUU terminaría sacando del país en 1986 a Baby Doc -que demostró ser tan sanguinario como su padre- en un avión de la US Air Force rumbo a Francia, en cuya Côte d'Azur viviría su exilio dorado. Cuando, cuatro años más tarde, los movimientos populares lograron arrancar a la junta militar la convocatoria de elecciones generales, la Casa Blanca apostó por un candidato bien distinto a Aristide.

Estados Unidos apostó por Marc Bazin, ex ministro de Finanzas de Duvalier, ex directivo del Banco Mundial y representante del Partido Nacionalista Progresista Revolucionario Haitiano (PANPRA), a través de quien daba por seguro que EEUU podría seguir controlando los resortes económicos y políticos de Haití.

Bazin sólo llegó a conseguir un 14,2% de los sufragios. EEUU volvería a insistir más tarde en su candidato. Con el respaldo del Ejército haitiano, Washington logró imponer a Bazin como primer ministro del régimen de facto que había derrocado por la fuerza precisamente meses antes a Aristide.

Al volver éste al poder, tendría que aceptarlo incluso como ministro sin cartera. Bazin es hoy líder de uno de los partidos de la oposición, el Movimiento por la Instauración de la Democracia en Haití (MIDH)

El mensaje incendiario de Aristide, que abogaba a favor de un régimen democrático, justo y participativo, lo convirtió pronto en blanco prioritario de los Tonton Macoutes, la temible guardia pretoriana de los Duvalier. Nacido en 1953, con una licenciatura de Psicología en su haber, consagrado sacerdote en 1982 y doctorado en Teología en la Universidad de Montreal, Aristide tuvo su parroquia en los suburbios de la capital haitiana, en los paupérrimos bidonvilles (barrios de chabolas), donde logró gran popularidad a través del hogar para niños de la calle que fundó.

Aristide sufrió varios atentados y estos siguieron aún después de la huida a París de Baby Doc. En agosto de 1987, estuvo a punto de ser quemado vivo dentro de un automóvil donde viajaba junto a otros sacerdotes. En septiembre de 1988, grupos armados incendiaron la iglesia de San Juan Bosco, en la que oficiaba misa. A pesar de que Aristide salió ileso, 13 personas murieron carbonizadas.

Al comprobar su cada vez mayor compromiso social y político por los sectores más pobres de Puerto Príncipe, la jerarquía salesiana le ordenó dejar el país para trasladarse a una parroquia canadiense.Aristide rechazó la orden, lo que le valió un proceso de suspensión por parte del Vaticano y su expulsión de la orden salesiana en 1988. En 1994 decidiría dejar los hábitos. Se casó y tuvo varios hijos. En 1992, con Aristide en el exilio, el Vaticano firmó un acuerdo alimentario con Emile Jonassaint, presidente del gobierno provisional haitiano, que no era reconocido por la comunidad internacional.

Aristide denunció desde la tribuna de la Asamblea de Naciones Unidas, a finales de septiembre de 1992, el reconocimiento inmediato del régimen de los golpistas que había hecho el Vaticano.

Paradójicamente, la Santa Sede se enfrentó desde el primer momento con el único sacerdote católico en ejercicio que llegaba a la Presidencia de un país, y que lo hacía precisamente en una república donde desde hacía siglos reinaba el vudú.