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Latinoamérica

LA evolución del MPP
Aproximación a una metamorfosis


Para ser la primera fuerza de la izquierda, los dirigidos por Mujica han aggiornado mucho su discurso, moderando viejos planteos. Sin embargo, tanto por el tono llano del discurso de su principal líder como por su historia, conservan el aura antisistema que viene de su pasado guerrillero.

Marcelo Pereira
BRECHA

A esta altura todo parece indicar que el Movimiento de Participación Popular (MPP), con su constelación de alianzas, será la primera fuerza de la izquierda uruguaya. Para ello han sido necesarias varias mutaciones de una fuerza política que tiene como eje vertebral al Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros), entre ellas, absorber como parte de su propia estrategia la lógica de la lucha electoral, aprendiendo de los partidos tradicionales muchos recursos antes desestimados. Algo que visto a la luz de los acontecimientos, el MPP aparenta haber resuelto con buena nota.
El hecho de que un sector con predominancia de ex guerrilleros se transforme en la puerta de ingreso al EP-FA de muchos votantes, grupos y personalidades, que otrora estuvieron enfrentados a la izquierda, no es sólo fruto del descontento con la realidad económica y social sino de cambios sustanciales en la forma de hacer política del conglomerado.
Una expresión de esas modificaciones -tal vez no la fundamental, pero sí la más visible- es la afirmación en boga en filas frenteamplistas de que "el Pepe (José Mujica) es al MPP lo que Tabaré (Vázquez) al EP-FA". Es decir que el sector se ha cimentado en un fuerte liderazgo, donde a la manera de los antiguos caudillos blancos y colorados, ambos dirigentes determinan la línea a seguir y sus organizaciones deben acomodar el discurso a los dichos y virajes del caudillo. Esto abonado por la participación esporádica en los organismos de dirección sectorial tanto de Mujica como del otro dirigente histórico de los tupamaros, el senador Eleuterio Fernández Huidobro.
LOS AMIGOS QUE LLEGAN. Mujica ha sido el principal hacedor de la apertura del MPP hacia nuevos escenarios, y promotor de uno de los rasgos distintivos del grupo: la política de alianzas. Y lo es por sus frases célebres sobre la necesidad de "tragarse algún sapo" o "abrazar alguna culebra", pero fundamentalmente por la ubicación del triunfo electoral en octubre de este año como la principal tarea de la izquierda. Por tanto toda la acción política es subsidiaria de ese horizonte. De ahí, en otros aspectos, la posición que el MPP adoptó en el reciente congreso del FA sobre el tema de los derechos humanos (véase BRECHA 26-XII-03).
Nadie cuestiona, entre los frenteamplistas, que la posibilidad de acceder al gobierno sería la culminación de muchos esfuerzos y un terremoto en el escenario político uruguayo. Sin embargo critican la modalidad adquirida por el MPP -y en especial por Mujica- de cimentar alianzas no basadas en aspectos programáticos.
En realidad la tesitura madre del grupo de juntar a todos los descontentos con un "modelo excluyente" no es ajena a los demás sectores de la coalición de izquierda, siempre que se habla de crear la fuerza social y política de los cambios. Incluso la idea de construir alianzas a partir de la "contradicción principal" (en los años sesenta oligarquía/pueblo), y comenzar a avanzar en reformas económicas que pudieran terminar en un horizonte socialista, fue una construcción teórica de los sectores progresistas del país, en especial de sus partidos históricos. Los cuestionamientos surgen cuando esas líneas se concretan; así el acercamiento de Mujica a un ex intendente de San José, el blanco Jorge Cerdeña, disparó los reflejos contrarios de los demás sectores y los propios del MPP. En especial, según los trascendidos, porque había un compromiso de que Cerdeña volvería a ser candidato a la jefatura de la comuna si ingresaba a la coalición entre el EP-FA y el Nuevo Espacio (NE).
El episodio fue tomado como ejemplo palpable del "abrazo con las culebras".
Es más, se dice que el MLN conserva la misma inflexibilidad táctica que observó mientras practicó la lucha armada. Entonces todo era tributario de dicha metodología, una actitud -dicen sus críticos- que repite cuando abraza el camino electoral y "todo sirve para sumar", aun cuando los acuerdos no se sustenten sólidamente.
También se señala la oscilación del MPP en la política de alianzas respecto de 1994, cuando se opuso a la creación del ep en el Congreso del FA (véase entrevista en esta cobertura donde Mujica hace un balance autocrítico de su actuación en aquella circunstancia). Ese tipo de cuestionamientos, según dirigentes emepepistas, no parece de recibo, dado que en todo caso la "variación fue en sintonía con los demás sectores frenteamplistas". Los mismos dirigentes recuerdan el planteo de Raúl Sendic, apenas salido de la cárcel en 1985, de creación de un Frente Grande, capaz de conjuntar distintos sectores para superar la situación del país que emergía de la dictadura.
Todo ese andamiaje político del MPP se sustenta en la concepción de que el país debe ir a un proceso de "refundación nacional". El documento político a discutir en el VI Congreso del MPP del 26 de marzo próximo afirma que "en la etapa actual el programa de transición, ese que une las tareas concretas de la etapa con las tareas socialistas, ya no puede apoyarse en aquellas consignas de 1965. Ya no son el escalón más bajo sobre el que hay que apoyar todo lo demás. Mataron el país productivo y los excedentes de producción que antes se pretendía redistribuir no alcanzan para nada. Hoy es necesario emprender la refundación nacional sobre bases nuevas. Es necesario iniciar un proceso de reconstrucción del aparato productivo, del entramado social y de las relaciones de solidaridad y cooperación que durante tanto tiempo caracterizaron al pueblo oriental".
El modelo planteado en el borrador del congreso sostiene la necesidad de estimular la reactivación económica "a través del apoyo a la producción y el trabajo nacional"; considerar patrimonio nacional el aparato productivo ocioso; modificar el sistema financiero para que canalice el ahorro interno hacia la producción; desarrollar políticas activas por parte del Estado; fortalecer las empresas públicas para fomentar la actividad económica; crear el impuesto a la renta; renegociar la deuda pública a partir de "presentar este modelo de desarrollo a los organismos internacionales de crédito".
DENTRO DE FILAS. Las tensiones del crecimiento del MPP no sólo se registran fuera de filas, también las hay internas. De ahí que convivan tendencias con posturas "radicales" con aquellas que han asimilado la moderación del discurso en función de resolver "la tarea del período": alcanzar el gobierno.
En el último congreso del FA, el Frente de Educación del sector, encabezado por la diputada Nora Castro, condujo la discusión que culminó con la aprobación del documento de la unidad temática frenteamplista del mismo nombre, al que se habían opuesto los grupos mayoritarios del Frente. La posición de Castro y sus compañeros rompió el acuerdo que había en la coalición de izquierda, en base a una postura que suponía la eliminación de los cargos de dirección de la enseñanza de todos aquellos que participaron de la reforma educativa implementada por Germán Rama.
También las alianzas del frente sindical del MPP difieren sustancialmente de las acordadas a nivel político. Así, en el último congreso del PIT-CNT los sindicalistas del MPP trabajaron junto a sus pares del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) y Corriente de Izquierda (CI), mientras en el Espacio 609 el MPP tendía puentes hacia sectores moderados como Claveles Rojos, de Víctor Vaillant, o buscaba ahondar los acuerdos con el NE de Rafael Michelini.
No obstante, los episodios de diferencias internas, aunque amplificados mediáticamente como en el caso de San José, no parece que tengan importancia a la hora de prepararse para la contienda electoral, ni derivarán en cimbronazos internos.
Incluso esas corrientes desalineadas con la orientación dominante del MPP aseguran la permanencia de una imagen radical que no se ha modificado a partir de la actualización (o moderación) del discurso de sus principales líderes. Una de las ventajas de este sector es que posee una épica antisistema, propia de un grupo que apeló al uso a las armas durante buena parte de los años sesenta hasta 1972. Ese es uno de los factores que en el imaginario colectivo alimenta la idea de una propuesta diferente de las demás y separa al propio Mujica -de discurso cada vez más marcado por lo electoral, pero siempre en sintonía con la sensibilidad de la gente- del resto de los políticos. La inercia de esa percepción no es modificable a corto plazo, razón por la cual el previsible predominio del MPP en la interna más amplia de la izquierda no corre riesgo. Otra cosa -se pronostica desde distintas tiendas frenteamplistas- será cuando los socios de Mujica sorteen las elecciones y deban desarrollar una política común en el gobierno o en el Parlamento. De todas formas, es un riesgo que los emepepistas están dispuestos a correr, pues en definitiva -sostienen- "son los problemas del crecimiento".