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Latinoamérica

"Célula subversiva" en Maquilatitlán

Un avezado dirigente sindical de la frontera decía que la guerra entre entidades para atraer a industrias de la maquila llegaba a extremos bochornosos: "Los de Chihuahua ofrecen: ‘aquí les pueden dar hasta nalgadas a los trabajadores’". Y sí, así ha ocurrido desde que amplias porciones del país mudaron su nombre por el de Maquilatitlán.

MASIOSARE
LA JORNADA

Los gobiernos de todos los niveles condonan impuestos, construyen infraestructura, regalan servicios, se hacen de la vista gorda con las violaciones a los derechos laborales... todo con tal de no tocar a las maquilas ni con la hoja de un contrato colectivo de trabajo. La vida en Maquilatitlán, de por sí difícil para los obreros, se ha tornado más difícil con la amenaza, cumplida en buena parte, de mudar las empresas a China, donde además de las nalgadas, las multinacionales pagan salarios todavía más bajos.
Con tal de que no se vayan al lejano oriente, las autoridades de todos los niveles aprietan tuercas, como sucede en estos días con los alcaldes de Monclova y Frontera, en Coahuila.
Desde hace unos años, una ONG ha realizado labores de capacitación sindical entre los trabajadores de la región y denunciado las duras condiciones de trabajo de las obreras de varias empresas, entre ellas Confecciones de Monclova. Esta empresa es subsidiaria de Sara Lee Corporation, con sede en Chicago y maquiladoras en 40 países. Sara Lee vende marcas como Playtex, Wonderbra, Rimbros, DKNY, Caperucita, Zwan y Kir. Sus ventas superan los 100 millones de dólares.
En los últimos días, obedeciendo aparentemente órdenes de ésta y otras empresas, los alcaldes, los dirigentes de la Confederación de Trabajadores de México y algunos medios locales se han lanzado contra lo que llaman, como en las mejores épocas del PRI, "células subversivas".
Sólo bastó que dirigentes de la industria maquiladora hicieran algunas declaraciones, que hacían referencia a "desestabilizadores" laborales, para que los alcaldes, como si fuera una orden, comenzaran a combatir a los que llaman "terroristas", amenazándolos con echarlos de Monclova. Los periódicos locales cabecearon: "Detectan aquí célula subversiva" y "Preocupa al alcalde el grupo subversivo", por ejemplo.
El alcalde panista de Frontera, Mario Alberto Dávila Delgado, dijo que la "inestabilidad laboral" en Sara Lee es propiciada por un "grupo externo llamado Sedepac (Servicio, Desarrollo y Paz A. C.)", y dijo que se trata de "gente financiada por sindicatos de Estados Unidos hasta con 40 mil dólares anuales".
Como si se tratara de un guión escrito por los directivos de la maquiladora, el alcalde monclovense, Jorge Williamson Bosque, se sumó al coro: "Son movimientos que se vienen haciendo desde hace tiempo, son sindicatos avalados por Estados Unidos con gente de México, pero no vamos a permitirlo, porque eso significaría la pérdida de muchas fuentes de empleo".
El señor Williamson hizo tales declaraciones tras salir de una reunión con directivos de la empresa, encabezados por James E. Eager, vicepresidente de manufacturación. Los empresarios no dijeron nada a la prensa local. Se dieron por satisfechos con la amenaza del alcalde: "Que se vaya de Monclova esa gente, como presidente municipal voy a dar la cara y proteger esas fuentes de empleo".
Un diario local abundó: "(El alcalde) les brindó todo su apoyo para combatir las acciones subversivas que ha efectuado la organización Sedepac en las maquiladoras Sara Lee y Hanes".
Las graves acusaciones contra Servicio, Desarrollo y Paz, que participa en una red de organismos civiles y sindicales de México y Estados Unidos, son que "vía Internet" trata de "desestabilizar" a las maquiladoras y que recurre al "terrorismo laboral", consistente en "manipular a los empleados" y "motivarlos para que generen problemas". Ese panorama, en la visión de los alcaldes, puede conducir al "cierre de la planta".
Desde hace unos años, Sedepac y otras organizaciones han denunciado violaciones a la libertad sindical, despidos injustificados, hostigamiento sexual –80% de los trabajadores son mujeres— y bajos sueldos (325 pesos a la semana por jornadas de 45 horas semanales).
Igualmente, ha apoyado a trabajadoras y ex trabajadoras de la planta que sufren enfermedades profesionales que la empresa no reconoce como tales (túnel carpiano, tendonitis, asma bronquial, asma crónica).
Hace unos días, el diario Vanguardia recogió los testimonios de algunas trabajadoras que padecen diversas enfermedades derivadas de las jornadas extenuantes, pues son obligadas a cubrir una cuota de más de 30 docenas de camisetas por hora (los turnos son de 10 horas).
La nota recoge también el relato de la ex trabajadora Claudia García Montoya, quien fue despedida en 2001 y afirma que, al echarlas, un directivo las llamó "chatarra", porque sus padecimientos en los huesos ya no les permitían un alto rendimiento.
"La empresa ha amenazado con que se quiere ir, dejándonos todas fregadas. Ahora, ¿adónde se irá a fregar más gente?", dijo otra de las trabajadoras.
¿Y las autoridades federales? Desde finales de 2000, la Secretaría del Trabajo certificó a Confecciones de Monclova como empresa "responsable" en materia de seguridad e higiene en el trabajo. (Arturo Cano)