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Latinoamérica


Exposición retrospectiva de Rodrigo Moya, con placas captadas entre 1954 y 1968


Foto insurrecta, crisol de imágenes "hechas desde la disidencia"
El periodismo gráfico, en decadencia, en parte debido a los medios, lamenta el fotógrafo
MERRY MAC MASTERS
"Son fotografías hechas desde la disidencia, fundamentalmente, por la situación que viví en los años 70, que demostraban el otro México que no aparecía mucho en las imágenes". Así califica Rodrigo Moya (1934) las placas que integran Foto insurrecta, exposición retrospectiva cuyo material proviene de la revisión emprendida de su archivo, que abarca de 1954 a 1968, la cual será inaugurada el jueves 9 a las 19:30 horas en el Centro de la Imagen (Plaza de la Cuidadela 2, Centro Histórico).
Moya también tuvo la "suerte" de gravitar como reportero en los movimientos armados, pero no aquí. "En México estuve en los encuentros callejeros, en todos los paros históricos de los maestros, muy violentos algunos. Pero la guerrilla en México llega después de que me había retirado de la foto. Sí participé como fotógrafo en algunas insurrecciones, de allí el título de la muestra. Estuve en Guatemala, Venezuela, en República Dominicana en el momento de la invasión yanqui; en Panamá en varias ocasiones. En fin, en los años 60 circulé en ese ámbito de disidencia histórica".


Contrario a los corresponsales de guerra de hoy, en esa época "uno se introducía en los movimientos por relaciones políticas. Ahora se ha convertido en todo un show. En mi época era un riesgo absolutamente personal que lo cubría el periódico en cierta forma con el salario y nada más. Ahora el camarógrafo está controlado por los organismos militares de un lado u otro, así que no tiene facilidad de movimiento. Lo hemos visto en Irak, por ejemplo, lo que se llaman los camarógrafos montados. Van asignados, pueden tomar algunas cosas y pueden no tomarlas. Lo que hice era muy elemental comparado con lo que se hace ahora, pero también mucho más libre. Convivía con esas personas y corría los mismos riesgos que ellos".
-¿No estaba usted con otros fotorreporteros?
-No había hora del bar a las ocho, bajar a comentar y pasarse los tips. No, no. Era una guerrilla en serio. Cuando aparece el subcomandante Marcos, a quien admiro muchísimo, me parecía paradójico que yo era el único fotógrafo que nunca hizo una foto de él, mientras en mi época fui el único que hizo fotografías de los movimientos armados fuera de México. Ahora, todo el mundo tiene una foto de Marcos, la gente va y está en los hoteles. Es otra historia. El periodismo también es otro.
-¿Prefiere el periodismo que le tocar vivir?
-Mire, de pronto se siente una gran nostalgia por el oficio del periodista. Lo que pasa es que me gustaban las dos cosas, tanto reportear y escribir como fotografiar. El periodismo actual es mucho más desarrollado, están más preparados los periodistas. Los mismos fotógrafos son otra especie. En mi época éramos en general operarios de cámaras. El reportaje, el ensayo fotográfico, el testimonio, los ejercían pocas personas, como Nacho López, Juan Guzmán, en algún momento, Héctor García, que siempre hizo diarismo, y yo.
"Finalmente, acabamos por abandonar un medio que no ofrecía ni oportunidades ni salarios. El que permaneció siempre fue Héctor García, que tiene su valor enorme de consistencia. El periodismo de hoy hay que verlo con otros ojos, tanto en redacción como en imagen, pero también hay muchos controles. Sigo pensando que no hay un espacio para el periodismo gráfico, que está en una decadencia enorme, en parte debido a los medios, en parte por lo que nos presenta la televisión.
"Entonces, el documental fotográfico también con la digitalización se convierte en una afición, se toca mucho con la publicidad. Se arman las escenas, las cosas y pierde esta vitalidad, esta esencia realista que tiene la foto directa, que es la que practiqué y me sigue gustando, sin dejar de reconocer todo el universo que ofrecen los nuevos sistemas y los medios."
A su vez, Alfonso Morales Carrillo, curador de Foto insurrecta, señala que durante 14 años Rodrigo Moya fue "parte de la amplia nómina de reporteros gráficos que hicieron posible el último periodo de esplendor de la prensa ilustrada mexicana. En revistas como Impacto, Siempre! y Sucesos para todos dio a conocer trabajos sobre la más variada temática: reinas de la farándula, acontecimientos políticos, catástrofes citadinas, personajes callejeros, muertos ilustres, infancias sin futuro..."
Más allá de las rutinas periodísticas, "Moya condujo su cámara por las zonas ocultas, apartadas o limítrofes en que la realidad no se ajustaba al triunfalismo de gobiernos que se decían progresistas y revolucionarios".
Moya afirma que desde niño le gustó escribir, llevar diarios y hacer cuentos, pero de repente descubrió la fotografía, que lo dominó un tiempo corto, aunque de entrega total. Después, volvió a la escritura.
-¿Alcanzó a tomar fotos del movimiento estudiantil del 68?
-En el movimiento del 68 participé como manifestante en casi todas. Me salvé de Tlatelolco por una pura circunstancia. Tomé algunas fotos, pero ya no era fotógrafo, sino más bien editor e impresor -responde Moya.
-¿Las situaciones dramáticas que retrató siguen igual?
-La injusticia es dramática porque se ha instituido como un sistema mundial del neoliberalismo. La miseria sigue igual o peor. Pero la realidad no es sólo desgracias y tragedias. La realidad está llena también de humor y de cosas bellas, de encuentros y de formas. Todo eso es lo que llamo realidad. No forzosamente tiene que ser niños pobres, casuchas derruidas, aunque también hay una cierta atracción por el documento que enseña lo que otros no ven y no saben que existe.
Hace un lustro, ya instalado en Cuernavaca con la intención de escribir, Moya inició una revisión superficial de su archivo fotográfico más que nada en busca de "un álbum familiar".
Pero "la imagen me devoró otra vez, como cuando era joven. Entonces empecé a copiar, imprimir, a comentar estas fotos con algunos amigos, escritores y periodistas. Se fueron prendiendo esas imágenes que no valoraba mucho hasta que me dedicó un número la revista Cuartoscuro. Fue como un detonante. Simultáneamente se hizo mi primera exposición en Jalapa, donde voy mucho y donde soñé con vivir algún día.
"He seguido explorando, sin apoyo alguno, pero con mucha alegría. De hecho, es una especie de veta que todavía no agoto. Todos los días encuentro algo, el archivo no es muy basto. Inclusive, me he negado a contarla porque no creo que sean los millones o cientos de miles, pero está en el proceso de organizarse con ciertos parámetros de época, de reportajes, de testimonios."
Coincide con la exposición un libro homónimo, publicado por Ediciones El Milagro y la Secretaría de Cultura del Gobierno de Puebla, con textos de Alfonso Morales Carrillo, Juan Manuel Aurrecoechea y prólogo de Carlos Montemayor, que será presentado a principios de 2005.