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Latinoamérica

Paraguay y su fascismo vegetativo

Federico Tatter
Argenpress

Así como el modelo económico terrateniente y rentista, herencia del siglo XIX, sigue vigente en el Paraguay del siglo XXI, le sobrevive en correspondencia un vetusto sistema político semi feudal que aleja al país cada vez más de las diversas corrientes económicas y políticas mundiales, pervierte la democracia social dejando solamente espacio para un hueco calendario donde caciques de turno jugarán a la ruleta electoral de tanto en tanto.

El principal responsable, sin duda alguna, es el fascismo vegetativo del partido-estado que reina discrecionalmente desde hace más de cincuenta años en el Paraguay con sus expresiones cíclicas de violencia e intolerancia. Cuatro décadas bajo una cruel dictadura policial-militar de corte facistoide, y en los últimos quince años bajo el imperio formal de una transición tutelada desde dos o tres embajadas influyentes del continente americano y que han sido en extremo benignas con el dictador saliente, así como buenos socios políticos y comerciales con los militares y empresarios que asumieron el control del país a partir del golpe palaciego y familiar de 1989.

Analistas coinciden en destacar que el partido colorado, autodenominado 'agrarista', dado que el mayor porcentaje de adherentes proviene de los sectores rurales, ha sido eficaz por lo menos en su primera fase en contener el temido 'avance del comunismo internacional' en un área sudamericana de extrema injusticia social, pero a un alto costo para las generaciones venideras. Con la resultante de una grave contrarreforma agraria, alta concentración en pocas manos de rentistas o ganaderos extensivos, con la correspondiente desindustrialización, devastación medioembiental y más de la mitad de la población por debajo de los niveles de pobreza. Aunque el mismo partido es incapaz de adecuarse a la modernidad, a los standares de la democracia real, y mucho menos es capaz de liderar el proceso de cambio de sistema económico hacia la industrialización con solidaridad social.

El anciano dictador que hasta el día de hoy vive un dorado asilo en la República Federativa del Brasil, consolidó un firme liderazgo a través de una simple fórmula, la trilogía corporativa de la unidad de las fuerzas armadas, el estado y el partido a la que denominó 'democracia sin comunismo' y sirvió para recibir todas y cada una de las donaciones y apoyo de partidos, gobiernos y estados de ultraderecha del mundo de su época, desde el racismo sudafricano, pasando por el nacionalismo taiwanés hasta el republicano norteamericano.

Caído el muro de Berlín, decidida la suerte de la guerra fría, trasmutado el peligroso 'oro de Moscú' en un archipiélago de cuasi repúblicas, también en nuestro subcontinente dejaba de ser útil un estado semi fascista como el stronista, aunque quienes de él se sirvieron ensayaron una suerte de simulación democrática que serviría como fachada y tónico vigorizante del mismo sistema económico argopastoril y contrabandista, ahora sí bajo reglas más presentables ante la comunidad internacional como una nueva constitución, nuevos jueces, nuevos camaristas, nuevos senadores, nuevos y mágicos empresarios y fundamentalmente, muchos nuevos ricos entre los que abundan militares y policías.

El mismo partido absorbió en su seno todas las contradicciones de la falta de un único y sólido líder. Reyertas de gángsters que se resolverían, incluso violentamente, cada cierto tiempo, y todo esto se llevaba a cabo como si el mundo no cambiara, cuando efectivamente el mundo está sufriendo un severo e irreversible proceso de transformación que se da en llamar globalización. Precisamente, cuando en la región se desarrollaban procesos difíciles, con semidemocracias neoliberales, economías endeudadas ex profeso, saqueos financieros desde el estado, quiebras de estados enteros con anuencia de organismos monetarios.

Pero es hoy, luego de la devastación conservadora de todo el continente, y cuando en la región comienza a corporizarse una fuerte corriente por la autodeterminación, por la reinvención de la democracia social, por la construcción de economías sustentables más humanas, en el Paraguay del infortunio, las nuevas y viejas huestes del conservadorismo, unidos sólo por la sobrevivencia y ante la inviabilidad de su razón de ser o estar en el poder, es decir, a contramano absolutamente del desarrollo histórico que les señala la caducidad de su existencia, es cuando se sacan su piel de cordero democrático, del que usan para épocas de comparsa electoral, para dejar al descubierto su verdadero esqueleto autoritario, su médula fascista y retardataria, inventando irresponsablemente enemigos imaginarios, agitando banderas de violencia y muerte, amenazando con llenar de cruces la tierra; evidenciando finalmente, la inmensa nostalgia de un pasado estronista de gloria y arbitrariedad bajo el cual nacieron, y bajo el cual desean eternizarse.