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Latinoamérica

Las pérdidas de Porto Alegre y San Pablo no dejan ninguna duda de que algo muy serio está ocurriendo en la relación del PT con la sociedad

La hora de la verdad

Adital

El reciente resultado de las urnas debilitó de manera innegable al gobierno de Lula y al Partido de los Trabajadores (PT). Esa es la conclusión de cualquier observador independiente. No hay indicadores claros, sin embargo, de que la señal emitida por las urnas sea decodificada de forma correcta puesto que esa habilidad parece cada vez más embotada dentro del partido que tendría la responsabilidad principal de hacerlo con propiedad.

Las pérdidas de Porto Alegre y San Pablo no dejan ninguna duda de que algo muy serio está ocurriendo en la relación del PT con la sociedad. El problema reside principalmente en la clase media, el segmento formador de opinión, que se aparta cada vez más del partido, dejando de ver en él un referencial de cambio positivo, tanto en el aspecto social, como en el ético. Por lo pronto, era esa imagen aureolada la que venía justificando la tolerancia inicial en relación con la demora del gobierno en presentar resultados concretos que aliviasen la situación de ahogo vivida por ese segmento desde el final del "milagro económico", en la década del 70.
El "pragmatismo" del PT golpeó profundamente a la clase media, aunque era dudoso que ella se mantuviera al lado del partido si el país comenzase a sufrir las consecuencias de la reacción del establishment a una política efectiva de izquierda (en el caso que el PT hubiese mantenido su plataforma histórica). Probablemente, emigraría en masa hacia la posición de los sectores conservadores, cuando los medios de comunicación masivos comenzasen a tildar de "aventurera" y "stalinista" a la posición del gobierno.
Fue imaginando que esta última situación pudiese configurarse más rápido de lo que se suponía (a causa de la situación catastrófica dejada por la coalición de centroderecha liderada por los tucanos), lo que produjo que los sectores mayoritarios del PT trazaran la estrategia de formación de un amplio abanico de alianzas, fuera de su campo ideológico, para posibilitar la gobernabilidad, a través de la composición de una mayoría en el Congreso.
Ese contorsionismo político e ideológico afectó a la clase media, sobre todo cuando se tradujo también en el mantenimiento de la bandera de la reforma del Estado, ya empalmada por los tucanos (y por la cual ellos habían sido rechazados), sobre todo en ítems contra los cuales el PT había presentado una oposición histórica (mínimamente el partido debería haber discutido con sus bases partidarias y electorales el pensamiento que pasó a defender públicamente). Júntese a eso, la necesidad de mantener la política macroeconómica de Fernando Henrique Cardoso, inclusive los contratos dejados por él. Todo eso, tal vez, tendría alguna chance de ser asimilado por la clase media, en una batalla ideológica bien conducida, si de hecho se tratase sólo de una cuestión táctica, para evitar la inviabilización del gobierno, en una primera fase. Con todo esto, las señales cada vez más evidentes de que no habrá plan B, esperado por los que confiaron estar frente a medidas de emergencia para ganar tiempo hasta que la Casa estuviese mínimamente acomodada, pusieron todo a perder.
Ninguno ignoraba que la estrategia del PT para ganar la presidencia de la República, aliándose con un partido conservador como el Partido Liberal (PL), era extremadamente arriesgada por encajar esos riesgos en dañar la imagen del partido. A partir del momento en que fue aceptada, la esperanza era que se tratase de un recurso táctico. Realmente, sin mayoría en el Congreso, el gobierno habría sido inviabilizado. Los admiradores del partido, sobre todo la clase media, se convencieron mientras tanto, de que no habría cambios en ese rumbo, pues el gobierno no trató de formar alianzas con la sociedad organizada para enfrentar al Congreso en una etapa posterior, cuando la reacción del establishment se presentase. Como no ocurrió eso, esos segmentos se sintieron "traicionados" por el PT.
El "pragmatismo" resultante de la estrategia de alianzas indiscriminadas terminó por dañar el aura ética del partido. Eso tendría que reflejarse inmediatamente en la clase media, altamente sensible a esos aspectos simbólicos. El desmoronamiento de esa imagen se completó con las alianzas electorales realizadas por el PT, fuera de Brasil, sin ningún criterio, confundiéndose con las viejas prácticas condenadas en el pasado. No habría cómo salvarse a partir de ahí, sobre todo, cuando se vio la poco creíble alianza con sectores malufistas en San Pablo.
Evidentemente, el gobierno de Marta Suplicy hizo una opción por los pobres, tanto que la periferia votó masivamente por ella. Perdió en los sectores que forman la opinión porque el PT demolió los referenciales simbólicos que llevaba a la clase media a identificarse con sus banderas.
Eso puede ser reforzado por lo que pasó en Fortaleza. La clase media votó masivamente por la candidata del PT porque ella retomó los símbolos del PT originales, mostrándose crítica en relación a la postura adoptada por la línea mayoritaria nacional.
¿Eso quiere decir que la clase media apoyaría un gobierno efectivo de izquierda? No se tiene seguridad en cuanto a eso. No obstante, es una posibilidad. Además de que es la única alternativa para que el PT recobre la confianza de sus bases electorales, ya que de continuar del modo en que está yendo, su derrota será inevitable en el 2006. Para eso, tendrá que rescatar la línea originaria del partido y apostar a la auto-organización de la sociedad, estrechando más los lazos con los movimientos sociales y luchando por la creación y aplicación de los instrumentos de democracia directa, previstos en la Constitución de 1988, para liberar al gobierno de la extorsión de un Congreso conservador. Es la última chance que tiene para salvar su historia.