VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

La situación es particularmente crítica en el área rural y entre los indígenas

Uno de cada cuatro niños padece hambre en Bolivia

Econoticiasbolivia.com

Pese a la abundancia de alimentos y un territorio con grandes posibilidades para una agricultura de alta calidad, el 27% de los niños sufre de desnutrición crónica.
La Paz, noviembre 23, 2004.- Ser pobre e indígena y vivir en sectores marginales de la periferia urbana o en zonas rurales de la sierra o del altiplano, es una receta casi segura para sufrir de hambre en Bolivia, Ecuador y Perú. En la subregión andina, uno de cada 5 niños padece desnutrición crónica (baja talla para la edad entre 0-5 años), según un estudio presentado hoy por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Quito, Ecuador.

La situación es particularmente crítica en Bolivia, donde uno de cada cuatro niños sufre hambre. Los rigores son más extremos en el área rural y entre la población indígena.
La síntesis del documento Hambre y desigualdad en los países andinos revela que el 27% de los niños en Bolivia, el 26% en Ecuador, el 25% en Perú y el 14% en Colombia sufren este flagelo. El estudio detectó además que la situación ha empeorado en los últimos años.

Los grupos vulnerables habitan en zonas con poco acceso a servicios de agua potable y saneamiento, tienen bajo nivel educativo y en la mayoría de los casos son herederos de las condiciones socioeconómicas desfavorables de sus padres y abuelos. Es la llamada cadena de transmisión intergeneracional de la desigualdad.

Sin embargo, América Latina es un continente rico en alimentos. Según el estudio, en 24 países de la región que suman 530 millones de habitantes, el año 2002 se produjo un volumen de alimentos suficiente para alimentar a 1800 millones de personas.

Así, el hambre y la desnutrición se relacionan directamente con la desigualdad en el acceso a los alimentos. Este problema se incrementa en los países andinos por las barreras geográficas y culturales así como por la baja efectividad de las políticas alimentarias. En todo caso, el hambre y la inseguridad alimentaria son fenómenos estrechamente ligados con la pobreza extrema, aunque tienen características específicas.

Grupos étnicos más vulnerables

En Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú hay más de 190 grupos étnicos diferentes. Los indígenas habitan preferentemente en zonas rurales y el 90% de ellos se dedica a cultivos de subsistencia en minifundios y empleos de temporada, minería y artesanía, y el 10% restante vive en zonas tropicales o bosques de secano. En ambos casos su vulnerabilidad es alta debido a las presiones derivadas de la expansión de la frontera agrícola y la gran minería. Los afrodescendientes, que también sufren desnutrición en proporción mayor que el resto de la población, viven en las zonas costeras o urbanas en Colombia y en Perú.

Los datos muestran que en los hogares de habla indígena la mitad de los menores está desnutrido, lo que es un promedio mucho mayor que en los hogares donde se habla sólo español. Sin embargo, entre los grupos existen diferencias significativas. Se concluyó que los de habla quechua de Bolivia y Perú son significativamente más vulnerables que los aymaras.

La educación de la madre tiene gran influencia en este fenómeno. La incidencia de desnutrición entre los niños es de un 30% a un 40% menor cuando la madre tiene estudios de educación primaria que cuando no los tiene, y baja aun más cuando ésta cursó educación secundaria.

Sin embargo, también aquí hay que hacer matices. En Bolivia y Perú, por ejemplo, el impacto de la educación es positivo tanto entre indígenas como entre no indígenas, pero aun lo es más entre estos últimos, lo que sugiere que la educación no es condición suficiente para disminuir la brecha de oportunidades que separa a ambos grupos, sino que también hay que reforzar la especificidad cultural en los programas alimentarios y educativos.

La investigación no encontró diferencias de importancia entre niños y niñas en cuanto a desnutrición. El tema del agua sí es relevante, pues las incidencias de diarrea y desnutrición global son mayores en los hogares que no tienen acceso a agua potable y alcantarillado.

En cuanto a la distribución geográfica, los niños del campo, la sierra o la costa, tienen casi el doble de probabilidades de tener talla baja que los urbanos. Las zonas altas de la cordillera de los Andes son las más vulnerables a la desnutrición de los menores de 5 años. En Ecuador, las provincias de la Sierra (Imbabura, Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo y Bolívar) tienen valores promedio hasta un 50% superiores a las demás.

En Perú en las provincias de la sierra (Huacavelica, Cuzco, Pasco, Apurimas, Cajamarca, Huanuco, Ayacucho, Junin y Ancash), hay niveles de desnutrición crónica hasta 53% más elevados. En las zonas de la selva es en el Amazonas y Loreto, donde se dan las ocurrencias más altas, del 36%. La costa presenta menores incidencias, especialmente Lima y Tacna, pero hay enclaves rurales con ocurrencias relativamente altas. Las diferencias geográficas en Perú son mayores a las registradas en los demás países.

En Bolivia, en el norte de Potosí y Oruro en el altiplano, y Chuquisaca en el valle, los indicadores destacan altas incidencias. En la zona oriental, Beni y Pando presentan incidencias del 25,5%, y en las zonas urbanas, los indicadores más preocupantes están en Cochabamba.

Existe una diferencia significativa entre lo que sucede con la desnutrición en Colombia y en los otros tres países andinos. Colombia es el país con mayor proporción de casos urbanos, lo que se explica por la cantidad de desplazados por los conflictos armados entre el gobierno, las guerrillas y los paramilitares, sin dejar de mencionar la violencia asociada a la droga que vive el país.

En 2003, la CEPAL y el PMA unieron esfuerzos para abordar el hambre y la desnutrición en América Latina y el Caribe mediante tres estudios y la realización de foros regionales. En diciembre pasado presentaron el documento, Pobreza, hambre y seguridad alimentaria en Centroamérica y Panamá, y en 2005 se investigará la situación en el Caribe.