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Latinoamérica

El neoliberalismo en el deporte.

Emir Sader*
Agencia Carta Mayor.
Traducción para La Fogata por Alicia Giménez

Pasada la euforia neoliberal en la economía, se debería hacer una revisión de los efectos nocivos de la onda liberalizante que ayudó a profundizar las falencias de los clubes, promovió la mercantilización del derecho de pase, debilitó el espíritu asociativo de los clubes e hizo del jugador la vitrina de sus patrocinadores.

Simultáneamente con la euforia neoliberal, la confianza redescubierta en el mercado como "mejor proveedor de recursos", motor de la dinamización de la economía y de todo lo demás, se creó un aparente consenso en cuanto a que la profesionalización del fútbol sería la solución para el reino de los "dirigentes sombrerudos", para el carácter deficitario de los clubes de fútbol y para la falta de incentivo para los otros deportes.

Después de varias tentativas, fue aprobada la Ley Pelé (ministro de deportes del gobierno de Fernando Henrique Cardoso), que revolucionaría los deportes en Brasil, empezando por el fútbol. La llegada de financiamientos privados impediría que los "sombrerudos", electos por sus pares, impusiesen el poder de una minoría, haciendo que los clubes pasen a ser administrados conforme a la racionalidad imperante en las empresas privadas y no ya con el carácter discriminatorio y corrupto que predomina en los clubes. Esta medida, junto a cualquier tipo de regulación estatal, fue desechada, en nombre de las relaciones de oferta y demanda, que permitiría a Brasil gozar de una infinita cosecha de jugadores, irrigando interminablemente nuestros clubes.

Pasada la euforia neoliberal en el plano de la economía, se debería hacer una revisión drástica de los efectos nocivos de esa onda liberalizante que ayudó a profundizar ala falencias de los clubes, promovió la mercantilización más radical del antiguo derecho de pase de los jugadores, que dejaron la autocracia de los clubes por la ganancia desenfrenada de los empresarios, debilitó el espíritu asociativo de los clubes e hizo de los estadios y los jugadores vitrinas de patrocinadores de los más diferentes tipos. Al mismo tiempo, deportes como el vóley o el básquet, quedaron a merced de los planes publicitarios de la empresa privadas que pueden, ya sea patrocinar con muchos recursos a un equipo o permitir que se extinga en poco tiempo. Los clubes de diferentes modalidades quedan totalmente expuestos a las disposiciones de los medios de transmitir o no un campeonato, mientras que los jugadores son exportados como si fueran bananas verdes, a los 15 ó 16 años, para cualquier lugar del mundo, y las transferencias millonarias rinden muy pocos recursos para los clubes o quedan como recursos de destinos nunca suficientemente esclarecidos. El " todo se vende, todo se compra", debilita el espíritu de los clubes, el llamado "amor a la camiseta" y la fidelidad de las hinchadas a los grandes clubes.

Para espanto de muchos, no existe campeonato de fútbol femenino en Brasil, porque no es rentable, ya sea por que no hay patrocinadores privados interesados, o porque no hay interés de parte de los canales de televisión para transmitirlos. Los clubes de vóley llevan el nombre de la empresa que en el momento patrocina al equipo, desfigurando el espíritu de la competición y la propia existencia de los clubes, que desaparecen detrás de los logotipos de los patrocinadores.

En suma, la llamada Ley Pelé, sin siquiera haber representado la moralización en los deportes (véanse los escándalos protagonizados por empresarios de grandes jugadores presos), significó lo opuesto de lo que el deporte significaba, con el reinado del dinero y no de la dedicación a un club, de la importancia de la competición, de la belleza técnica de las jugadas. Cuando un técnico- Pericles Chamusca, actualmente en el San Caetano- dijo recientemente que quien quisiese ver un espectáculo, debería ir a ver el show de Yvete Sangalo, reveló un secreto por todos conocido. Cuando tantos recursos monetarios están en danza, cuando el jugador tiene un precio que puede variar según lo que haga o deje de hacer en un juego, cuando un jugador juega para dos equipos distintos en el mismo campeonato, porque fue vendido de un club a otro, cuando el público en los estadios cuenta poco, porque los recursos fundamentales vienen de las transmisiones y no de la hinchada, cuando son los empresarios quienes deciden el destino de los jugadores y no los clubes que los dieron a conocer, cuando impera el reino del dinero, el deporte queda herido de muerte.

Sin una vuelta al espíritu asociativo, sin un mayor protagonismo de los clubes, sin que estos sean financiados por los socios y las hinchadas antes que por los medios, sin que los jugadores deban permanecer en el país hasta una edad mínima, sin que el poder público financie la formación básica de jugadores, sin que estos puedan tomar parte en las decisiones sobre cuáles serán los campeonatos en los que participarán, sin que se democraticen y moralicen las federaciones, la liberalización del fútbol tendrá representada su mercantilización con el triunfo del dinero sobre el deporte. Solución de fondo, sólo con una educación pública universal y de calidad que se una a la práctica deportiva sólida. Mas para esto no alcanza con romper con la mercantilización actualmente reinante, será preciso romper con la propia lógica del lucro.

*Emir Sader es profesor de la Universidad de San Pablo (USP) y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la UERJ y autor, entre otros, de "La venganza de la Historia".