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Latinoamérica

15 de enero de 2004

Soñando la guerra

Gore Vidal
La Jornada

De todos los enemigos de las libertades públicas, la guerra es quizá el más temible, porque contiene y desarrolla el germen de todos los demás. Como padre de los ejércitos, la guerra fomenta las deudas y los impuestos, que son los instrumentos conocidos para someter a la mayoría a la dominación de unos pocos. En la guerra se amplía asimismo el poder discrecional del ejecutivo (...) y todos los medios de seducir a las mentes se suman a las formas de sojuzgar la fuerza del pueblo...

De este modo nos prevenía James Madison en los albores de nuestra república.

Después del 11 de septiembre, gracias a la ''dominación de unos cuantos", el Congreso y los medios de comunicación guardan silencio mientras el ejecutivo, por medio de la propaganda y de sondeos sesgados, seduce a la opinión pública, crea centros de poder hasta la fecha impensables, como la Defensa de la Patria, y el 4 por ciento de la población del país ha sido invitado a afiliarse al TIPS, un sistema civil de espionaje para denunciar a quienes despiertan sospechas o ponen objeciones a lo que el gobierno está haciendo en el país o en el extranjero.

Aunque todos los países conocen la manera -si tienen los medios y la voluntad de hacerlo- de protegerse de los matones que nos ha deparado el 11 de septiembre, la guerra no es una alternativa. Las guerras se hacen contra países, no contra grupos desarraigados. Se pone un precio a sus cabezas y se les captura. En época reciente, Italia lo ha hecho contra la mafia siciliana, y nadie ha propuesto todavía que se bombardee Palermo.

Pero la Junta Cheney-Bush quiere una guerra para dominar Afganistán, construir un oleoducto y obtener el control del petróleo de los Stan de Eurasia para sus socios empresariales, así como para causar a Irak y a Irán el mayor daño posible debido a que estos países malvados algún día pueden tapizar de ántrax o algo parecido nuestros campos ámbar de cereales.

Los medios de comunicación, nunca muy finos para los análisis, pierden cada vez más resuello y coherencia. En la CNN, hasta el impasible Jim Clancy empezó a hiperventilar cuando un académico indio trató de explicar que Irak fue en otro tiempo nuestro aliado y ''amigo" en su guerra contra nuestro satánico enemigo Irán. ''Nada de ese rollo de conspiración", gruñó Clancy. Por lo visto, ''rollo de conspiración" ahora es un eufemismo de ''verdad que no se puede decir".

Por el mes de agosto, había un consenso creciente, al menos entre economistas, respecto a que, teniendo en cuenta nuestra inmensa deuda nacional (tomamos prestados 2 mil millones de dólares al día para mantener la actividad del gobierno) y la drástica reducción de la base impositiva decretada por la junta, con el fin de beneficiar al uno por ciento que posee la mayor parte de la riqueza nacional, no hay manera de encontrar los miles de millones necesarios para destruir Irak en ''una guerra larga", y ni siquiera en una corta, con toda Europa alineada contra nosotros. Alemania y Japón, a regañadientes, pagaron la guerra del Golfo, aun cuando Japón, en el último momento, desató una disputa irritada acerca del tipo de cambio en la época del contrato. Ahora la Alemania de Schroeder dice que no. Japón no abre la boca.

Pero los tamtam siguen repicando venganza, y el hecho de que la mayoría del mundo se oponga a nuestra guerra sólo sirve para pintar un febril color rosa en las mejillas de Bush padre, miembro del Carlyle Group; Bush hijo, de Harken; Cheney, de Halliburton, Condoleezza Rice, de Chevron-Texaco; Rumsfeld, de Occidental, y Gale Norton, de BP Amoco. Si alguna vez hubo un gobierno que debiera recusarse a sí mismo en cuestiones relativas a energía, es la junta actual. Pero no se parece a ningún otro gobierno de nuestra historia. Es evidente que tienen el corazón en otro sitio, ganando dinero, lejos de nuestros templos de estilo romano, y que, ay, sólo nos dejan sus respectivas cabezas, soñando la guerra, de preferencia contra débiles estados periféricos.

Mohammed Heikal es un brillante periodista y observador egipcio, que en su día fue ministro de Exteriores. El 10 de octubre de 2001 declaró al Guardian:

''Bin Laden no tiene los recursos para una operación de esta envergadura. Cuando oigo a Bush hablar de Al Qaeda como si fuese la Alemania nazi o el Partido Comunista de la Unión Soviética, me río porque sé de qué se trata. Bin Laden ha estado años sometido a vigilancia: todas sus llamadas telefónicas eran escuchadas, y Al Qaeda ha estado infiltrada por el servicio de inteligencia estadunidense, el paquistaní, el saudí y el egipcio. No ha-bría podido mantener en secreto una operación que requería un grado semejante de complejidad y organización.''

El antiguo presidente del servicio interior alemán de inteligencia, Eckehardt Werthebach (American Free Press, 4 de diciembre de 2001), lo explica con detalle. El ataque del 11 de septiembre exigía ''años de planificación", mientras que la escala en que se produjo indica que fue producto de ''acciones organizadas por un estado". Eso es. Quizá, después de todo, Bush hijo tenía razón al llamarlo una guerra. Pero ¿qué estado nos atacó?

Por favor, que los sospechosos se pongan en fila. ¿Arabia Saudita? ''No, no. Caramba, os estamos pagando 50 millones de dólares al año por entrenar al servicio de seguridad real en nuestro propio, aunque árido, sagrado suelo. Es cierto que hay en el reino muchos enemigos ricos e instruidos, pero..." Bush padre y Bush hijo intercambian una mirada cómplice. ¿Egipto? Ni hablar. En bancarrota a pesar de la calderilla estadunidense. ¿Siria? No tiene fondos. ¿Irán? Demasiado orgullosa para ocuparse de un estado advenedizo como Estados Unidos. ¿Israel? Sharon es capaz de cualquier cosa. Pero le faltan las agallas y el estado de gracia del auténtico kamikaze. De todos modos, Sharon no estaba al mando cuando la operación dio comienzo con la infiltración de activistas ''durmientes" en las cinco escuelas de vuelo estadunidenses, hace cinco o seis años. ¿Estados Unidos? Hay elementos del empresariado ansiosos de que se produzca ''un ataque masivo externo" que nos permitiría declarar la guerra cuando el presidente lo considerase oportuno, al tiempo que se suspenderían las libertades civiles. (Las 342 páginas de la Ley Patriótica, Patriot Act, fueron elaboradas antes del 11 de septiembre.)

Bush padre y Bush hijo se están riendo tontamente ahora. ¿Por qué? Porque en aquel entonces el presidente era Clinton. Cuando el ex presidente es excluido de la lista de sospechosos, dice más enfadado que triste: ''Cuando dejamos la Casa Blanca teníamos un plan para una guerra sin cuartel contra Al Qaeda. Se lo entregamos a este gobierno y no hicieron nada. ¿Por qué?" Pasa de largo, mordiéndose el labio. Los Bush ya no se ríen. Pakistán prorrumpe: ''¡Fui yo! ¡Lo confieso! No pude contenerme. Salvadme. Soy un malhechor".

Es obvio que el culpable es Pakistán: en parte. Ahora debemos remontarnos a 1979, cuando se desencadenó ''la más amplia operación encubierta en la historia de la CIA", en respuesta a la invasión rusa de Afganistán. Ahmed Rashid, especialista en Asia central, escribió en Foreign Affairs, noviembre-diciembre de 1999:

''Con el apoyo activo de la CIA y de los ISI paquistaníes (Servicios de Inteligencia Internos), que querían convertir la jihad afgana en una guerra global, librada por todos los estados musulmanes contra la Unión Soviética, unos 35 mil musulmanes radicales de 40 países se alistaron en la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992 (...) más de 100 mil musulmanes radicales extranjeros sufrieron la influencia directa de la jihad afgana.''

La CIA entrenó clandestinamente y financió a estos combatientes.

En marzo de 1985, el presidente Reagan promulgó la directiva 166 de Seguridad Nacional, por la que se incrementaba la ayuda militar al tiempo que especialistas de la CIA se reunían con sus homólogos de los ISI cerca de Rawalpindi, Pakistán. La mejor crónica de este encuentro es la del Jane's Defense Weekly (14 de septiembre de 2001): ''La mayoría de los instructores pertenecía a los Servicios de Inteligencia Internos (ISI) de Pakistán, agencia que aprendió su oficio de los comandos de Boinas Verdes de América y de la Armada en diversos centros de instrucción de Estados Unidos". Esto explica por qué la administración se mostraba reacia a explicar la causa de que tantas personas no calificadas, y a lo largo de tanto tiempo, obtuvieran visados para visitar nuestras hospitalarias costas. En Pakistán, ''la instrucción masiva de mujahidines (fanáticos) afganos fue posteriormente dirigida por el ejército paquistaní bajo la supervisión de los servicios especiales de elite. (...) En 1988, con conocimiento de Estados Unidos, Bin Laden creó Al Qaeda (La Base), conglomerado de células terroristas islámicas cuasi independientes, en territorios situados en unos 26 países como mínimo (...) Washington se hizo de la vista gorda con la fundación de Al Qaeda".

El 4 de septiembre de 2001, el Daily Telegraph de Londres informó de la llegada a Washington del director general de los ISI, el general Mahmoud Ahmed. El 10 de septiembre, el diario paquistaní The News señaló:

''La semana de estancia en Washington del jefe de los ISI, el general Mahmoud, ha suscitado conjeturas sobre el orden del día de sus misteriosas reuniones en el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional (...) Fuentes oficiales de Departamento de Estado afirman que realiza una visita de rutina para devolver la que el director de la CIA, Charles Tenet, hizo a Islamabad. Dichas fuentes confirman que se ha entrevistado con Tenet esta semana.''

No se facilitaron más detalles. Pero el 8 de octubre Mahmoud fue destituido como jefe de los ISI y adelantó su jubilación. El Times de la India (8 de septiembre de 2001) fue el primero en informar del motivo:

''Fuentes locales de alto nivel confirmaron el martes que el general perdió su empleo debido a las 'pruebas' presentadas por la India que demuestran sus vínculos con uno de los pilotos suicidas que destruyeron el World Trade Center. Las autoridades estadunidenses solicitaron su destitución tras confirmarse el hecho de que el jeque Ahmad Uhmar, a instancias del general Mahmoud, giró desde Pakistán 100 mil dólares al secuestrador.''

Ahora sabemos que Mohammed Atta estaba al mando de los 19 hombres que secuestraron los cuatro aviones el 11 de septiembre de 2001. Murió en la colisión con la primera torre. ¿Ordenó el general Mahmoud, durante su visita a Washington, que se le enviara dinero, como afirma el Times de la India y ratifica el Wall Street Journal (10 de octubre de 2001)?

Esta es, sin duda, una de las preguntas que serán respondidas durante el futuro proceso de impeachment contra George W. Bush, hijo. Esperemos que el Jefe Cheney le haya explicado la conexión con Pakistán.

Cuando el avión de Mohammed Atta se estrelló contra el World Trade Center, Bush y la niña de la escuela primaria de Florida estaban hablando del cabritillo de la alumna. Por casualidad, nuestra palabra (tragedia) viene del griego: tragos (macho cabrío) y oide (canción). ''Canción del macho cabrío." Fue de lo más apropiado que este lamento, que se cantaba en las antiguas obras de sátiros, se oyera de nuevo en el momento exacto en que nos alcanzó el fuego del cielo y empezó para nosotros una tragedia cuyo final no se ve en el horizonte.