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Latinoamérica

Bush aún no ha perdido

Ángel Guerra
Cubarte

Cubarte: George W. Bush es el gobernante más aislado de la Tierra. La enemistad y el descrédito que le ha granjeado a Estados Unidos en el mundo no tienen precedentes. Irak abrió los ojos a muchos y desde que se perfilaba la agresión generó las más grandes protestas que se recuerden. Hechos anteriores como el desconocimiento del Protocolo de Kyoto y de la Corte Penal Internacional cobraron una dimensión más amenazadora, confirmada al develarse las mentiras con que se intentó justificar la guerra y conocerse los crímenes contra la humanidad que la han acompañado.

En el camino a Bagdad, Washington consiguió agriar por largo tiempo la relación con Francia y Alemania al humillarlas ostensiblemente en una ruptura con las maneras diplomáticas que les permitían encubrir su subordinación a la hegemonía estadounidense. Por consecuencia logró la quiebra de la OTAN, que ahora a duras penas alcanza a hacer un simulacro de despliegue policial en Afganistán, donde también hay resistencia y florece como nunca el cultivo del opio.

Capítulo aparte merece la gran humanidad dependiente del sistema imperialista donde el nuevo césar ha unificado en su contra a musulmanes y árabes, incentivado la rebelión latinoamericana contra el neoliberalismo y creado el marco para la recomposición del tercermundismo a escala de numerosos gobiernos, como se vio en las reuniones de la OMC en Cancún, sobre el ALCA en Miami y en las más recientes del MERCOSUR y de los cancilleres del CARICOM en La Habana.

En la propia ciudadela imperial y pese al ficticio clima de amenaza perenne a la seguridad nacional creado deliberadamente para infundir el miedo colectivo, Bush no ha podido impedir que le sea adversa una porción significativa y plural del electorado, incentivada por posturas críticas que van desde la izquierda liberal y radical hasta personeros del conservadurismo tradicional, e incluso ex integrantes de su gabinete como Paul O´Neill. Ni el chantaje patriotero ni instrumentos represivos como el Acta Patriótica lograron conservar el discurso monolítico desplegado por la maquinaria mediática después del 11/9, roto en parte cuando salieron a la luz las imágenes de Abru Ghraib, pero también por el sorprendente auge de los medios alternativos. Las redes de internet y el último documental de Michael Moore han sido al parecer decisivos en instalar el debate sobre Irak, el corrupto vínculo de los bushistas con las grandes corporaciones y el deterioro insólito del empleo, la educación, la salud y la seguridad social.

No obstante, aún no está claro quién ganará las elecciones del 2 de noviembre próximo e incluso si habrá elecciones en esa fecha. El demócrata John Kerry se ha ido delante en las últimas encuestas, pero Bush dispone de un sólido apoyo de Wall Street, los bancos y los grandes negocios y, por lo mismo, de más dinero, factor clave en los comicios imperiales. No hay ninguna garantía de que no esté en preparación un nuevo fraude electoral, sobre todo en Florida, como apuntan ya numerosos reportes.

En este cuadro, no debe descartarse tampoco que si se ven acorralados los bushistas echen mano al providencial atentado terrorista –a la manera del incendio del Reishtag- con que amaga el zar de la seguridad interior Tom Ridge como argumento para posponer las elecciones. Es sospechoso que las acciones atribuidas a Al Quaeda siempre abonen la agenda del emperador y se sabe que esa organización fue creada a la sombra de la CIA, sin contar los viejos vínculos de negocios entre la familia del millonario saudita y la del presidente. El hecho de que se derrumbara su popularidad no lo privaría de los poderosos resortes a su alcance para perpetuarse en la Casa Blanca. Al contrario, sería un estímulo para emplearlos.

Atravesamos un periodo sumamente peligroso del bushismo-neonazismo, cuando apelar a la unidad nacional contra la amenaza externa podría quedar como el único recurso para permanecer en la poltrona después de noviembre. En esa perspectiva, tiene toda la pertinencia seguir pensando en la probabilidad de una agresión a Cuba, país contra el que Bush ha desplegado la mayor hostilidad durante su mandato y que se ha convertido en un tema crucial en la batalla por el voto cubanoestadounidense. Por eso es muy acertado el lema del Movimiento Mexicano de Solidaridad con la isla para la marcha del lunes 26 de julio: La defensa de Cuba es la defensa de la soberanía e independencia de América Latina.