VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Internacional

28 de marzo de 2004

Bush y las armas de destrucción masiva
Infamias (I)

Antonio Maira
Cádiz Rebelde
"La comunidad internacional también lo creyó"

Ese ha sido uno de los últimos argumentos justificativos de Bush y sus cofrades.
Ellos creyeron –dicen- que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y la comunidad internacional también lo creyó.
En realidad, ni la comunidad internacional ni el gobierno de Washington creyeron nunca en semejante estupidez. Bush y su gabinete imperial porque fueron ellos los inventores de la infamia, la "comunidad internacional" porque todos ellos conocían el largo proceso del embargo y de las peripecias en Iraq del primer Equipo de inspección de la ONU. Todos sabían cuál era la realidad. Todos podían anticipar desde hace años la conclusión que ha formulado Kay hace algunos días: en 1991 Iraq destruyó sus arsenales. Pero el gobierno de Bush actuó como si lo creyera y los gobiernos de los países occidentales actuaron como si aquella tremenda estafa organizada por os Estados Unidos fuese realmente creíble, más creíble que la inocencia de Iraq. De ese modo, mintiendo unos y dando crédito los otros a la patraña, cargaron sobre Irak la obligación imperativa de demostrar su inocencia. De paso, permitieron que los EEUU y el RU elaborasen pruebas falsas e hiciesen imposible que cualquier comportamiento de Iraq evitase la guerra.
Así pues, Bush tiene toda la razón que le da la cobardía y la complicidad de los países de occidente. La de los países que aprobaron la indigna resolución 1.441 que abrió el camino hacia la guerra.
Nadie como el implacable Rumsfeld para resumir esta historia que combina la farsa y la infamia. Fue él quien señaló la enorme extensión de la complicidad interna o internacional, voluntaria o forzada: "El consenso entre las agencias de información, en anteriores gobiernos, en ambos partidos, en el Congreso y en buena parte de la comunidad internacional, es que Sadam Hussein estaba intentando desarrollar armas de destrucción masiva. Su comportamiento reforzó esa conclusión". "La comunidad internacional también simuló que lo creía", debería haber dicho Bush y quedaría absuelto, porque ¿Quién se atrevería entonces a lanzar la primera piedra?
Patriota Bush, cuerdo y bien iluminado

"Hussein tenía la capacidad de fabricar un arma y luego dejar que cayera en manos de alguna oscura red terrorista". Eso ha dicho Bush, al que gusta señalar la oscuridad en la que viven y actúan los enemigos de los Estados Unidos. Bush también ha contrastado a su "patria" –los Estados Unidos- y a su deber de garantizar su seguridad, con la amenaza que representaba la "locura de Sadam Hussein". Iraq no tenía armas de destrucción masiva, ni tampoco, casi, armas convencionales –después de la ocupación de Irak, los EEUU no han podido presentar más que un modelo de avión sin tripulantes, casi de aeromodelismo, y durante la guerra sólo hemos visto algún vetusto carro de combate a la sombra de los árboles en los accesos de Bagdad- pero eso lo decía un loco, y ante las afirmaciones de un loco hay que echar mano de la pistola. Ese ha sido el argumento central de todo un presidente de los EEUU ante las declaraciones del dimisionario David Kay, súbdito fiel del emperador pero agotado y avergonzado después de más de ocho meses de búsqueda, de interrogatorios masivos, de amenazas y de repartos de zanahorias entre los militares y los científicos vencidos. Bush, creador de verdades, juez único de relevancias e irrelevancias, enfrentado a la afirmación que han repetido –eso sí, muy cortésmente- Hans Blix, Al Baradei y David Kay: "Iraq destruyó sus arsenales en 1991 y nunca volvió a fabricar armas de destrucción masiva", ha afirmado que las armas pueden haber sido destruidas durante la guerra, escondidas en algún lugar del que no se acuerdan quienes las escondieron, o trasladadas al extranjero. A Bush sólo le falta afirmar que las armas pueden estar en el cielo o en el infierno. La capacidad para mentir sin límites y la posibilidad de hacerlo gozando de la complicidad generalizada y de la presunción de inocencia, le está haciendo perder el control al presidente de los Estados Unidos. En un discurso realizado el pasado 4 de febrero, en la inauguración de una exposición dedicada a Winston Churchill –uno de los precursores, por cierto, en el uso de armas de destrucción masiva- Bush, después de afirmar que Iraq es ahora un país libre –en el código significativo del Presidente, "libre" quiere decir abierto a las multinacionales y sometido a los Estados Unidos-, aseguró que con la intervención y ocupación militar, con la "caída de la dictadura iraquí", "los terroristas perdieron un bastión". Quien lo diría.