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Internacional

La maldición de ‘The Wall Street Journal’

Alberto Piris
La Estrella Digital
Mis exiguas actividades financieras o bancarias no dan de sí lo suficiente como para estar familiarizado con el diario neoyorquino The Wall Street Journal (TWSJ), ese periódico que, junto con el Financial Times, constituye lectura obligada para los que viven en contacto más íntimo con el capital y las riquezas. Pero hube de prestarle atención en enero del 2003, por la publicación en él de una carta colectiva que, inspirada por el ex presidente Aznar —según fuentes dignas de crédito—, firmaban con él otros cuatro jefes de Gobierno europeos y tres dirigentes de sendos países que pronto entrarían en Europa. La "banda de los ocho" los llamó el británico The Guardian el 31 de dicho mes, poniendo de manifiesto que con esa carta estaban creando una grave fractura en la Unión Europea, como así fue a la postre.
Porque la carta en cuestión cayó como un rayo sobre los países europeos, marcando su división en torno a la anunciada e inminente intervención estadounidense en Iraq. Mostrando un ciego apoyo al discurso del Estado de la Unión, pronunciado por Bush el día anterior, en ella se afirmaba: "El régimen de Iraq y sus armas de destrucción masiva representan una amenaza clara para la seguridad mundial". Podría reprocharse al diario de Wall Street que aceptara sin someterla a verificación tan flagrante mentira firmada por "los ocho", aunque entonces era tenida como verdad de fe por la camarilla beligerante que, encabezada por Bush, englobaba a los miembros del que en breve sería llamado "trío de las Azores" y a algunos otros dirigentes europeos, como Berlusconi. El diario que en EEUU hacía resonar entonces con más entusiasmo los clarines de la guerra publicó sin más el falaz alegato que a ella incitaba.
El pasado jueves, 25 de noviembre, TWSJ ha vuelto a ponerse de actualidad gracias a un editorial del que se han hecho ya eco suficiente los medios de comunicación españoles, cada uno en el sentido que consideró más favorable para los intereses por él defendidos. Alude al presidente Rodríguez Zapatero y su título es "The Accidental Prime Minister", donde el primer calificativo pudiera traducirse al castellano como interino, circunstancial, casual, provisional, o incluso accidental, en el sentido tradicional que este vocablo ha tenido en los ejércitos, para designar a quien ostenta eventualmente el mando por ausencia del jefe titular. El subtítulo no es menos despreciativo; se traduciría así: "España traga la medicina Zapatero" ("Spain gets the Zapatero treatment"). Ambas expresiones son tan claramente insultantes que conviene valorarlas a la luz del texto completo.
Habría que empezar por el final de tan torpe editorial, pues cualquier lector habrá de quedar boquiabierto ante sus últimas y malignas líneas: "Puede que en la Península Ibérica queden todavía por delante cuatro largos y oscuros años". Por mucho odio que en TWSJ se sienta por el actual presidente español —y, de rebote, por el pueblo que con sus votos le ha llevado al poder—, parece algo exagerado incluir a los otros pueblos peninsulares en la maldición que el conservador y belicista diario espeta a la Península Ibérica en general. ¿Qué ha hecho Portugal para merecer tan tétrico destino, si hasta su Gobierno apoyó la ocupación de Iraq? ¿Y los gibraltareños o andorranos? Por otro lado, los que vivimos en los archipiélagos españoles podemos agradecer nuestra exclusión del funesto y oscuro vaticinio que se presiente para nuestros hermanos peninsulares.
Ignominiosamente, sin sustentarla con prueba alguna, repite el editorial la rencorosa y vil teoría, todavía apoyada por algunos —cada vez menos— miembros del Partido Popular, que sostiene que la retirada de las tropas españolas de Iraq fue en "agradecimiento a los terroristas que hicieron estallar los trenes el 11 de marzo y que, con ello, le dieron el empujón final e inesperado para hacerse con el poder". Parece ignorar tan influyente órgano de la democracia estadounidense la necesidad —también democrática— de cumplir en todo lo posible las promesas electorales cuando se alcanza el poder, que es sencillamente lo que hizo en su día el presidente español.
Para redondear la hipocresía mostrada por el órgano de las finanzas estadounidenses se incluye este párrafo: "Pero estaría justificado que el pueblo español se preguntase qué puede sacar de un líder que apacigua a los terroristas, se codea con los dictadores y menoscaba el prestigio internacional de España". Rebatir los argumentos de esta poco velada amenaza es muy sencillo. Basta darles la vuelta. También está justificado que el pueblo de EEUU se pregunte qué sacó de sus diversos gobiernos que no sólo apaciguaron a los terroristas cuando les convino, sino que contribuyeron a crearlos y apoyarlos (para más detalles: "Aprender del pasado", ESTRELLA DIGITAL del 23 noviembre del 2004); que se codearon con dictadores después de ayudarles a tomar el poder, masacrar a sus pueblos y establecer relaciones privilegiadas con Washington (lo que allí se llamaba apreciativamente "nuestros propios hijos de puta"); y qué está sacando ahora de un presidente, George W. Bush, que según un reciente informe del propio Consejo Científico de la Defensa (asesor del Pentágono) ha logrado que el prestigio internacional de EEUU esté bajo mínimos en gran parte del mundo.
Los "cuatro largos y oscuros años" que anuncia la maldición de TWSJ pueden ser quizá más oscuros —e igual de largos— para el pueblo estadounidense, que sigue asustado y engañado por su Gobierno, que para el pueblo español. Pero el Gobierno de Washington sabe que, tarde o temprano, necesita a Europa y, por tanto, a España. No conviene dejarse amedrentar por las bravuconadas del poderoso The Wall Street Journal, que ya se acreditó lo suficiente, hace ahora algo menos de dos años, publicando una de las más resonantes falsedades que hayan firmado jamás ocho dirigentes europeos.

* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)