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Internacional

SI ESTO ES LA DEMOCRACIA...
La campaña electoral de Estados Unidos desnuda las miserias del sistema.

Daniel Samper Pizano
El Tiempo, Bogotá

"La democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás". Winston Churchill (1947)

Esta columna se escribe sin conocer los resultados de las elecciones en los Estados Unidos. Es más: esta columna se escribe sin necesidad de conocerlos. Ha sido suficiente con probar algunos sorbos del sistema electoral más emblemático del mundo, de la parafernalia que lo rodea, de los candidatos en liza, de su demagogia, de su clientelismo, de sus planteamientos y de sus equipos, para saber que -al margen del nombre del vencedor- salió perdiendo la democracia.

Bueno, si es que podemos llamar democracia a lo que hemos visto en los últimos años en Estados Unidos, país admirable, envidiable y ejemplar por muchas otras cosas. Desde una elección fraudulenta hasta la quiebra de la separación de los poderes estatales. Desde la proclamación de una guerra preventiva a base de mentiras hasta la ejecución de torturas. Desde la utilización electoral de Dios y la religión hasta un movimiento imperial neoconservador agazapado tras la sonrisa tontarrona del primer mandatario. Desde suculentos contratos oficiales a los amigos del gobierno hasta la manipulación de ciudadanos a través de los medios de comunicación. Desde el dispendio de enormes sumas en publicidad mendaz (George W. Bush, que se escondió de la guerra en Vietnam, gastó más de 100 millones de dólares en pintar como un cobarde a John Kerry, que sí combatió) hasta una campaña sistemática de amedrentamiento general de la ciudadanía por cuenta del gobierno.

¿Cómo llamar a un sistema político que acusa tan graves vicios? ¿Miedocracia? ¿Plutocracia? ¿Mentirocracia? ¿Oligocracia?

Una cosa no es: democracia. No puede haber democracia cuando es preciso reclutar miles de abogados para que un candidato no vuelva a hurtarle las elecciones al otro pellizcando urnas aquí y allá. Aun así, el historiador gringo Gore Vidal sostenía que "Bush se volverá a robar las elecciones". Por algo dice el filósofo brasileño Millôr Fernandes: "La democracia comienza a la hora de votar. Y termina a la hora de contar."

A lo mejor resulta que no puede sobrevivir el sistema democrático en las sociedades contemporáneas. No opera ninguna democracia verdadera en el mundo, y Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, refleja esa realidad en su más agudo grado. Cuando nació la democracia en la Grecia antigua, el censo electoral de las ciudades-estados no pasaba de unos pocos miles de almas, los ciudadanos dialogaban personalmente con los candidatos y vigilaban las actuaciones de los elegidos desde las propias barras de la asamblea. Por eso se llamaba "gobierno (kratos) del pueblo (demos)". El mismo Millôr Fernandes ironiza sobre el principio filosófico del sistema: "La democracia es la creencia de que una multitud de idiotas juntos puede resolver problemas mejor que un cretino solo".

Pero ahora es peor; el "gobierno del pueblo" se volvió un espejismo. Hay quien supone que la existencia de un Parlamento garantiza la democracia. (No oyeron al político británico Clemente Atlee, según el cual "democracia es el gobierno con discusión previa, pero solo funciona si la gente deja de discutir"). La verdad final es que los que gobiernan son a menudo los altos intereses económicos, la corrupción, las influencias. ¿Alguien que no haya sido declarado científicamente bobo creería que un sistema enderezado a seleccionar al mejor, el más capaz y el más limpio de los ciudadanos habría escogido alguna vez a George W. Bush? ¿O que es una coincidencia que este Bush sea hijo de otro Bush que también fue presidente y que tanto uno como otro eran los más calificados para el cargo?

Por su parte, Colombia ha desarrollado una extravagante variedad democrática que se caracteriza porque -salvo admirables excepciones- casi todo es para los miembros de un puñado de familias y una privilegiada casta social y política: desde la Presidencia de la República (hereditaria) hasta los mejores empleos particulares, pasando por contratos, puestos diplomáticos, curules y nombramientos. Y columnas de opinión en los periódicos, evidentemente.

Si lo que hemos visto en Estados Unidos es la democracia -repito: sea quien fuere el ganador-, va siendo hora de remendarla o de inventar un sistema nuevo de organización social y política que mantenga a raya los intereses creados y atienda más a los derechos y necesidades de la gente. Sé que criticar la democracia es anatema, pues muchos la tratan como una religión. Por eso advertía Bertrand Russell: "Una fanática creencia en la democracia hace imposibles las instituciones democráticas".

El 2 de noviembre del 2004 marca una fecha histórica. La campaña presidencial que terminó hace dos días desnudó por completo las miserias del sistema. Ha quedado demostrado que el país que dicta cátedra de democracia a los demás no pudo pasar el examen. Necesitamos inventar un modelo de democracia para el tercer milenio. El que existe hoy es un vergonzoso remedo suyo.